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Parchís, el lado oscuro: explotación, sexo con adultos y choque de egos
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Parchís, el lado oscuro: explotación, sexo con adultos y choque de egos

Netflix mantiene en su catálogo el documental de Daniel Arasanz sobre el grupo infantil español más famoso de todos los tiempos

Foto: Portada del LP de Parchís '¡Hola amigos!', de 1981.
Portada del LP de Parchís '¡Hola amigos!', de 1981.

Todo empezó con un anuncio en el periódico: "Discos Belter da la oportunidad a niños de ocho a 12 años que canten bien y tengan buen sentido del ritmo, para formación infantil y grabar discos. Presentarse todos los días de 10 a 1 hasta el día 15 de julio, preferible vengan con una canción aprendida, en Discos Belter, calle Gomis 1, Barcelona". A finales de los setenta, los 'baby boomers' entraron en la adolescencia dejando atrás la España en blanco y negro y en busca de referentes generacionales a los que imitar y, por qué no, en los que gastarse los primeros dineros. Y precisamente de dinero es de lo que andaban escasos en Discos Belter, un sello musical anclado en el folclore español que tenía como fichajes estrella a Lola Flores, Carmen Sevilla y Juanito Valderrama. En una España naíf que aceptaba como normal y comercial el dúo de un hombre adulto (Enrique) y una niña de ocho años (Ana), el director internacional de Belter, Ignacio Janer, se aferró a un grupo de niños cantores (no todos) como última salida para sanear las cuentas de la empresa. Parchís nació como un salvavidas económico, pero acabó convirtiéndose en un 'fenómeno social' que impactó más allá de sus escasos seis años de carrera, con temas que han trascendido su generación-objetivo.

En el momento de su disolución en 1985, Parchís había grabado 20 discos y rodado siete películas. Más de tres discos y una película al año. Más giras. Más encuentros con los fans. Más programas de televisión. Chicles de Parchís. Camisetas de Parchís. Postales de Parchís. Un negocio multimillonario que acabó en quiebra para la empresa discográfica y del que las familias de los niños apenas vieron beneficios. O al menos eso cuentan los padres de algunos de los integrantes en el documental 'Parchís', del director Daniel Arasanz, que se estrenó en Netflix el 10 de julio.

placeholder Una imagen del documental de Daniel Arasanz. (Netflix)
Una imagen del documental de Daniel Arasanz. (Netflix)

Arasanz recupera imágenes de archivo y entrevista a Tino, David, Yolanda, Gemma, Óscar y Frank, que descubren —más bien confirman— el reverso del éxito cuando pasaron de niños anónimos a máquinas de fabricar billetes. El documental no entra de lleno en los episodios más escabrosos de la trayectoria del grupo, pero apunta: desde explotación laboral —no respetar las jornadas y quedarse con el dinero de los niños— hasta fiestas de adultos que esperaban más que un contacto inocente con los integrantes de Parchís. Sobre todo Gemma y Yolanda tenían que estar vigiladas porque "eran muy objetivo de empresario, de señor adulto", confiesa una de las profesoras que los acompañaban en sus giras. Mientras tanto, Tino, el mayor de todos, "si alguna se le ponía a tiro lo aprovechaba al máximo. Lo que hemos hecho todos cuando éramos jóvenes", le excusa el mánager. 'Alguna' implica fans adolescentes, pero también madres.

"Los niños no cobraban y estaban explotados", denuncia Victòria Cañadas, la madre de Óscar

Después de reventar las listas de éxitos españolas —por encima de artistas consagrados—, Parchís probó suerte en México y Argentina. Recuerda esos días su mánager, Antoni Plana, como una pesadilla. Sin límites ni ningún tipo de control —al principio no se permitía a las familias acompañar a sus hijos durante las giras—, los cinco vivían en la anarquía, destrozando habitaciones de hoteles de cinco estrellas y aprovechándose de su condición de gallinas de los huevos de oro. Como ha ocurrido en muchos otros casos de estrellas infantiles, los padres, que en su mayoría venían de un extracto social humilde, hacían la vista gorda mientras siguiese entrando el dinero en la cuenta, mientras que la discográfica solo se preocupaba de maximizar los beneficios. "Los niños no cobraban y estaban explotados", denuncia Victòria Cañadas, la madre de Óscar, que acabó sacando a su hijo de la formación pese a las presiones del sello.

placeholder Otro fotograma del documental de Parchís. (Netflix)
Otro fotograma del documental de Parchís. (Netflix)

Si el éxito —y sobre todo la decadencia— es difícil de digerir a una edad adulta, para los miembros de Parchís, que se convirtieron en superventas de la noche a la mañana tras su actuación en el programa 'Aplauso', fue una conmoción difícil de superar. "Lo que sí es muy fuerte es que lo mejor de tu vida, o una de las cosas más brutales de tu vida, te pase cuando tienes 14 años. Eso me parece lo más difícil de digerir", admite Tino. Aunque empezó arrastrando el lastre de un físico no muy agraciado, según los directivos de la discográfica —"Canta bien el tío, lástima que sea tan feo, el cabrón", dice que oyó a través de la puerta al acabar su audición—, Tino se convirtió en el favorito de las fans y del sello. Arasanz retrata un ambiente de competitividad y lucha de egos que acabó con Tino lanzándose a una carrera en solitario y precipitando la ruptura de la banda, que durante sus seis años de actividad tuvo que enfrentarse a varios cambios de formación.

"Canta bien el tío, lástima que sea tan feo, el cabrón", dijeron de Tino

Los integrantes del grupo, ahora sobrepasados los 50 años, recuerdan cómo vivieron su despertar sexual con sus compañeros, sus envidias y la falta de supervisión adulta. También cómo fue actuar delante de 10.000 personas en el Estadio Azteca de Ciudad de México, de su paso por el Madison Square Garden y del pique con el grupo Timbiriche, la respuesta mexicana a Parchís y donde inició su carrera Paulina Rubio. De cómo pasaron de cantar "yo soy la ficha roja y yo soy la ficha azul" a "nos haremos un cubata muy bien preparado con hielo y ginebra". De cómo las relaciones dentro del grupo se fueron deteriorando en los últimos años, cuando era evidente el final de la formación. Y, sobre todo, cómo es sobreponerse a un éxito tan temprano y a unas aspiraciones que se ven truncadas en cuanto la discográfica echa el cierre. De cómo se sobrelleva el olvido, las colas del paro, el quedar marcado como "el niño o la niña de Parchís". De cómo sobrevivir a su propia sombra.

Todo empezó con un anuncio en el periódico: "Discos Belter da la oportunidad a niños de ocho a 12 años que canten bien y tengan buen sentido del ritmo, para formación infantil y grabar discos. Presentarse todos los días de 10 a 1 hasta el día 15 de julio, preferible vengan con una canción aprendida, en Discos Belter, calle Gomis 1, Barcelona". A finales de los setenta, los 'baby boomers' entraron en la adolescencia dejando atrás la España en blanco y negro y en busca de referentes generacionales a los que imitar y, por qué no, en los que gastarse los primeros dineros. Y precisamente de dinero es de lo que andaban escasos en Discos Belter, un sello musical anclado en el folclore español que tenía como fichajes estrella a Lola Flores, Carmen Sevilla y Juanito Valderrama. En una España naíf que aceptaba como normal y comercial el dúo de un hombre adulto (Enrique) y una niña de ocho años (Ana), el director internacional de Belter, Ignacio Janer, se aferró a un grupo de niños cantores (no todos) como última salida para sanear las cuentas de la empresa. Parchís nació como un salvavidas económico, pero acabó convirtiéndose en un 'fenómeno social' que impactó más allá de sus escasos seis años de carrera, con temas que han trascendido su generación-objetivo.

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