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'Los miserables': brutalidad y violencia en la muerte de la Francia socialdemócrata
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ESTRENOS DE CINE

'Los miserables': brutalidad y violencia en la muerte de la Francia socialdemócrata

La ópera prima del director francés de origen senegalés Ladj Ly sorprende en la Sección Oficial de Cannes

Foto: Damien Bonnard, Alexis Manenti y Djibril Zonga, en 'Los miserables'. (Wild Bunch)
Damien Bonnard, Alexis Manenti y Djibril Zonga, en 'Los miserables'. (Wild Bunch)

En la Francia de la 'liberté, egalité, fraternité' hay lugares en los que impera una ley alternativa basada en la violencia estructural. Su modo de funcionar es al margen del Estado que los ha abandonado: tienen su propio sistema de crédito financiero, sus propios líderes locales, sus propias formas de resolver los conflictos. Polvorines que mantienen su orden en un equilibrio frágil y en los que cualquier conflicto se puede convertir en el detonante de un estallido de furia colectiva. Los 'banlieues', barrios suburbiales marginados, en los que la pobreza y el conflicto definen un día a día hostil, sobre todo para los más jóvenes, que crecen en un entorno en el que la brutalidad está normalizada. Solo hay que echar la vista atrás hasta 2005, cuando el 'banlieue' Clichy-sous-Bois atrajo la atención mediática cuando la policía francesa mató a dos adolescentes africanos musulmanes, lo que provocó enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y cientos de jóvenes de los suburbios que se fueron extendiendo a otros barrios como un reguero de gasolina.

placeholder Otro fotograma de 'Los miserables', de Ladj Ly. (Wild Bunch)
Otro fotograma de 'Los miserables', de Ladj Ly. (Wild Bunch)

Y de ese lugar nace 'Los miserables', una ópera prima que entró directamente a la Sección Oficial de Cannes y ganó el Premio del jurado ex aequo con 'Bacurau'. Una película que acaba con la cita de la novela homónima de Victor Hugo: "Amigos, retened esto: no hay malas hierbas ni hombres malos. No hay más que malos cultivadores". Este 'thriller' policial rodado con un estilo cercano al documental sirve como radiografía de la situación de estos barrios de la periferia parisina, en los que la infancia es el caldo de cultivo y el objetivo de una violencia que deja pocas salidas fuera de la marginalidad. El gran fallo de la socialdemocracia —esa por la que tanto hincha el pecho primero Francia, después Europa—, que se sustenta en la gran falacia de que todos nacemos con las mismas oportunidades.

'Los miserables' señala el gran fallo de una socialdemocracia que se sustenta sobre la falacia de la igualdad de oportunidades

'Los miserables' es un 'road trip' patrullero por el barrio de Montfermeil, en el que conviven diferentes comunidades étnicas y religiosas y que ha pasado de ser un gran punto de venta de drogas a un centro comercial de la prostitución 'low cost'. "Hacen mamadas a dos euros", explica Chris (Alexis Manenti), uno de los agentes de la brigada SCU encargada de mantener el orden social en la zona, a Ruiz (Damien Bonnard), quien acaba de trasladarse de un puesto de policía rural. De cuidar vacas, como bromean sus nuevos compañeros, a jugarse el pellejo entre bandas rivales.

placeholder Otra imagen de 'Los miserables'. (Wild Bunch)
Otra imagen de 'Los miserables'. (Wild Bunch)

El dilema de los agentes es no si pueden apretar, sino hasta cuánto: la policía todavía mantiene la obediencia de los vecinos del barrio, no por respeto sino por miedo. Es una cuestión de supervivencia: mientras que Chris utiliza la brutalidad policial como decreto ley —él entiende que es el único método para imponerse—, Ruiz observa incómodo cómo las fuerzas del orden aprueban —es más, incitan a utilizar— tácticas abusivas e inhumanas. En medio de esos dos extremos está Gwada (Djibril Zonga), el tercer compañero de la patrulla, que se encuentra entre ambos mundos: por un lado es musulmán, hijo de inmigrantes y crecido en el 'banlieue', y por el otro forma parte de la SCU.

Los gitanos acusan a los africanos de haberles robado una cría de león y amenazan con un baño de sangre en caso de que no les sea devuelta

En una de sus rondas habituales, los agentes se encuentran con una pelea entre los gitanos del circo Zeffirelli y los descendientes de africanos: los primeros acusan a los segundos de haberles robado una cría de león y amenazan con un baño de sangre en caso de que no les sea devuelta. Y en el intento de solucionar el conflicto, los tres policías acaban metidos en un enfrentamiento que no solo les puede costar las carreras, sino la ruptura absoluta de la 'paz' social para dar paso al caos.

placeholder El director Ladj Ly. (Wild Bunch)
El director Ladj Ly. (Wild Bunch)

El director francés de origen maliense Ladj Ly creció en uno de estos 'banlieues' de las afueras de París. La policía le cacheó por primera vez cuando tenía 10 años y conoce bien cómo es crecer en un entorno hostil y olvidado —incluso despreciado— por la clase política. Con apenas ocho o nueve años, se integró en los cursos de cine que impartían en el centro cívico de Montfermeil, y hasta ahora ha ido labrándose una carrera primero como documentalista —'Montfermeil Les Bosquets' (1997), '365 Days in Clichy-Montfermeil' (2007), '365 Days in Mali' (2014) y 'Marakani' (2017)— para después rodar el cortometraje 'Los miserables' (2017) —nominado al César—, que ahora ha convertido en un largometraje. Una película pequeña dirigida por un cineasta seminovato y con actores poco conocidos —o 'amateurs'— que se mide cara a cara con los últimos trabajos de Almodóvar, Tarantino, Loach o Malick.

En 'Los miserables', Ly discurre sobre los orígenes de la violencia: ¿por qué unos jóvenes hijos de inmigrantes pasan de sentirse identificados con la identidad nacional —comienza con la celebración de la victoria de Francia en el Mundial 2018 y los protagonistas se envuelven en la bandera al paso por los principales monumentos de Francia— a escoger el camino de la marginalidad? Ly reflexiona sobre el sentimiento de pertenencia, sobre un sistema de opresión estructural, sobre los intereses políticos, sobre el abandono de las comunidades que más ayudas del Estado necesitarían, sobre la religión —y el integrismo como refugio—. Ly enseña las vergüenzas de Francia —algo extrapolable a cualquier país occidental— y recrea "la brutalidad de nuestro mundo", donde algunos acaban pensando —como Sallah, uno de los personajes— que "dar voz a la rabia es la única forma de ser escuchado".

En la Francia de la 'liberté, egalité, fraternité' hay lugares en los que impera una ley alternativa basada en la violencia estructural. Su modo de funcionar es al margen del Estado que los ha abandonado: tienen su propio sistema de crédito financiero, sus propios líderes locales, sus propias formas de resolver los conflictos. Polvorines que mantienen su orden en un equilibrio frágil y en los que cualquier conflicto se puede convertir en el detonante de un estallido de furia colectiva. Los 'banlieues', barrios suburbiales marginados, en los que la pobreza y el conflicto definen un día a día hostil, sobre todo para los más jóvenes, que crecen en un entorno en el que la brutalidad está normalizada. Solo hay que echar la vista atrás hasta 2005, cuando el 'banlieue' Clichy-sous-Bois atrajo la atención mediática cuando la policía francesa mató a dos adolescentes africanos musulmanes, lo que provocó enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y cientos de jóvenes de los suburbios que se fueron extendiendo a otros barrios como un reguero de gasolina.

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