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El gran bulo sobre los debates televisivos que nadie quiere desmentir
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CAMPAÑAS ELECTORALES

El gran bulo sobre los debates televisivos que nadie quiere desmentir

El primer gran debate de la historia —Nixon contra Kennedy, en 1960— generó un falso mito sobre el poder de la imagen que sigue vivo más de medio siglo después

Foto: El primer debate televisivo, entre Kennedy y Nixon.
El primer debate televisivo, entre Kennedy y Nixon.

He aquí uno de esos acontecimientos fundacionales indestructibles: o cómo el primer gran debate televisivo de la historia —Nixon contra Kennedy, 26 de septiembre de 1960— cambió el curso de la política, dio inicio a la era de la telegenia y marcó la pauta de lo que había que hacer a varias generaciones.

Según el mito, el joven JFK ganó ese día las elecciones al 'viejo' Nixon, pero no por lo que dijo, sino por su atractiva imagen televisiva; así que, medio siglo después, nadie duda de que los debates televisivos son decisivos, y crucial el aspecto de los candidatos.

¿Cómo se llegó a tan tajante conclusión en 1960 dada la dificultad para medir el efecto de un debate sobre un resultado electoral? En gran parte, gracias a una encuesta interpretada como ejemplo definitivo del poder de la imagen sobre el cerebro del ciudadano: los que siguieron el debate por la radio —es decir, los que escucharon a los candidatos, pero no les vieron— dieron como ganador a Nixon; por contra, los que lo siguieron por televisión dieron como ganador a Kennedy. La belleza, la sonrisa y el aplomo 'cool' de JFK se impusieron al gesto hosco e incómodo de un Nixon sin maquillar. Los mensajes ya tal. La caja tonta acababa de matar el discurso y la retórica de un solo golpe letal.

Lo importante ya no era lo que dijera cada candidato, sino su imagen, en un anticipo inquietante de lo que estaba por venir: la dictadura de lo catódico y la espectacularización de lo político (lo que el filósofo Guy Debord bautizaría en 1967 como 'La sociedad del espectáculo').

Es un cuento verosímil y persuasivo, demasiado bueno para no ser cierto

Ocurre que todo ello estaba basado en una encuesta más que sospechosa... que (casi) todo el mundo sigue dando por buena. Según dicha muestra (y una vez descontados los no sabe/no contesta): el 66% los que oyeron el debate en la radio eligió como ganador a Nixon; por contra, el 57% de los que lo vieron en televisión optó por Kennedy. Pero, ¡ay!, la muestra radiofónica tenía más agujeros que un queso de gruyère: solo 178 oyentes eligieron candidato, lo cual no parece muy representativo (en 1960 vivían, ejem, 180 millones de personas en EEUU).

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La encuesta, hecha por Sindlinger & Company, era "demasiado pequeña y poco representativa como para sacar conclusiones generales", concluye W. Joseph Campbell en 'Getting It Wrong: Debunking the Greatest Myths in American Journalism’, repaso inmisericorde a los grandes mitos (con pies de barro) del periodismo americano del siglo XX.

Tampoco se preguntó a los encuestados su afinidad política, lo que, dado el reducido tamaño de la muestra, pudo generar no poca distorsión ideológica. "La encuesta tuvo probablemente un sesgo rural —dado el relativo acceso limitado a la televisión en las zonas rurales en 1960—, lo que pudo haber favorecido las preferencias de los radioyentes por Nixon", cuenta Campbell.

"La encuesta era fallida y en esencia inútil para determinar cómo los oyentes reaccionaron al debate. Pese a ello, sigue siendo citada hoy día para afianzar la creencia de que televidentes y radioyentes tuvieron impresiones drásticamente diferentes", aclara Campbell.

¿Por qué más de medio siglo después seguimos con la misma cantinela? Campbell tiene una explicación: porque mola, porque como relato es perfecto. "Es un cuento verosímil y persuasivo, demasiado bueno para no ser cierto. Resultaba atractivo por muchos motivos, entre otros porque permitía entender un momento interpretado como decisivo del ascenso de la televisión sobre la política estadounidense".

La revista 'Time' aseguró en 2010 que "sin ese debate televisivo, Kennedy nunca hubiera sido presidente". Pues bien: podemos afirmar sin ningún género de dudas que esto puede ser cierto... o no.

He aquí uno de esos acontecimientos fundacionales indestructibles: o cómo el primer gran debate televisivo de la historia —Nixon contra Kennedy, 26 de septiembre de 1960— cambió el curso de la política, dio inicio a la era de la telegenia y marcó la pauta de lo que había que hacer a varias generaciones.

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