'Dido & Aeneas', una ópera insólita carga las pilas del Teatro Real

“Ningún compositor ha sabido poner música a la lengua inglesa mejor que Henry Purcell”. Bautizado como el Mozart inglés, vivió rápido, murió joven y dejó en el camino una obra ingente y de perfección prodigiosa. El Teatro Real ofrece cuatro funciones de 'Dido & Aeneas', la primera ópera en lengua inglesa y uno de los trabajos más insólitos de la compañía alemana Sasha Waltz & Guets. No en vano se trata de un montaje que destila energía en el que danza y ópera se entrelazan. Los cantantes prestan su voz a cuerpos que bailan para dar vida a los personajes de una magnífica partitura barroca.

La propuesta artística de Sasha Waltz, responsable también de la escenografía en colaboración con Thomas Schenk, combina la expresión contemporánea de 12 bailarines con el lenguaje lírico de la soprano Marie-Claude Chappuis, en el papel de la reina Dido, y Nikolay Borchev, que se mete el la pie del héroe troyano. A ellos se añaden las voces de Aphrodite Patoulidou (Belinda), Yannis François (La hechicera), Luciana Mancini (segunda mujer), Ziad Nehme (primera bruja) y Michael Smallwood (espíritu).

La estremecedora escena con la que arranca la obra se convierte en el preludio de lo que está por llegar. El agua, transformada en caricia, protagoniza la obertura de Dido & Aeneas. Los bailarines se sumergen en un inmenso estanque transparente donde el agua fluye, rodea y atraviesa sus cuerpos. Indómita, ella siempre va donde quiere, ofrece la resistencia justa para recordar al espectador que el protagonista llega al puerto de Cartago triunfante de la batalla.

La coreografía más valiente

Sasha Waltz apuesta por darle al agua la importancia que rezumaba del libreto firmado por Nahum Tate. El autor comienza el relato desvelando batallas, narrando historias de tritones y de náyades de agua dulce. Waltz coloca a los amantes que se encuentran, a los bailarines, en una pecera de 10,5 metros de largo por 4,5 de alto en la que caben 7.500 litros de agua caliente, un tanque que tarda en vaciarse poco más de tres minutos, mientras los artistas ejecutan la danza (no, no se preocupen, el agua no se tira, se vacía en dos piscinas situadas en la parte trasera del escenario y se reutiliza en cada función).

Es la coreografía más valiente de las últimas décadas: cantantes, bailarines y músicos se sumergen en una danza colectiva

Con toda esta parafernalia, a nadie le extraña que este inicio haya pasado a la historia como la coreografía más valiente de las últimas décadas en la que los cantantes, bailarines y músicos se sumergen en una danza colectiva.

Ahora bien, el óxido del tiempo no ha sido muy generoso ni con la coreografía, ni con el vestuario. El afán por alargar una maravillosa partitura que dura escasos 55 minutos provoca sensaciones extrañas en el espectador. Tras un comienzo brutal, con la orquesta y un coro soberbios, el silencio se instala en las tablas, los intérpretes y los bailarines se mueven sin música bajo las órdenes de un supuesto coreógrafo que, envuelto en unas absurdas telas, les enseña cómo hacer una reverencia. Inevitablemente, la magia se va cada vez que desaparece la música y rebrota en cuanto el maestro Christopher Moulds mueve su batuta y suenan la Akademie für Alte Musik Berlin y el Vocalconsort Berlin.

El argumento de 'Dido & Aeneas' bebe del libro cuarto de la 'Eneida' de Virgilio, un texto que rezuma gran fuerza dramática y una impresionante belleza poética. En él se narra la llegada de Eneas a las costas de Cartago y su desafortunada historia de amor con la reina Dido.

Las brujas emponzoñan la pasión recién nacida entre el troyano y la reina, ellas harán creer al marinero que Júpiter desea que zarpe rumbo a Roma. Abandonada, Dido comprende que la vida ya no tiene sentido, de manera que engaña a su hermana y a sus sirvientes, prepara una hoguera con las pertenencias de Eneas y cuando el fuego comienza a destruir las huellas de su amor, el dolor se vuelve tan insoportable que se suicida.

Cuando yazga en la tierra, que mis errores no causen cuitas a tu pecho,

Recuérdame, pero olvida mi destino.

Dido muere de amor interpretando la que quizá sea el aria más desgarradora, emocionante y hermosa de la ópera barroca. Sólo por un final como éste, merece la pena todo. Dido avanza imparable hacia la muerte interpretando un aria compuesta en forma de lamento, un canto fúnebre cuya melodía principal pesa sobre los violonchellos que caminan abrazando la voz de la mezzosoprano, repitiéndose una y otra vez, mientras se van incorporando el resto de los instrumentos de la orquesta.

'Dido & Aeneas' contrasta con los recitativos secos de sus contemporáneos italianos. Purcell decidió que sus reflexiones fueran mucho más ligeras, sus arias más breves y sus melodías más conmovedoras. Desde la partitura, el coro posee una presencia dramática en el más puro sentido escénico, heredero quizá de la tradición de la música religiosa de la época. En su apuesta, Waltz mueve al coro como un personaje más. Surge desde los rincones más insólitos, arranca en el foso, comparte coreografía con los bailarines, aparece y desaparece desde trampillas y sorprende al patio de butacas cuando asoma por sorpresa entre los espectadores.

El Teatro Real ya había ofrecido dos versiones de esta ópera desde su reinaguración. 'Dido & Aeneas' se estrenó en 2013 en versión concierto, en aquella ocasión fue interpretada por la formación barroca MusicAeterna y el Coro y Orquesta de la Ópera de Perm, bajo la batuta de Teodor Currentzis, el niño bonito de Gerard Mortier. En 2015, el Real Junior compartió un montaje para los más pequeños, para la que el director de escena, escenógrafo y figurinista Rafael Villalobos realizó una adaptación de la dramaturgia y puesta en escena.

Se ofrecerán funciones el 3 y el 4 de abril.