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Guerra por la corrección política: ¿peligro rojo o disparate derechista?
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Guerra por la corrección política: ¿peligro rojo o disparate derechista?

Ricardo Dudda ha publicado 'La verdad de la tribu', un libro donde disecciona las guerras culturales y explica por qué la (in)corrección política obsesiona a unos y escandaliza a otros

Foto: Sue Lyon en un momento de 'Lolita' (1962) de Kubrick. (MGM)
Sue Lyon en un momento de 'Lolita' (1962) de Kubrick. (MGM)

La corrección política es un concepto resbaladizo. Si usted es de derechas, seguramente piense que la sociedad se está inmolando con el lenguaje. Si es de izquierdas, arqueará una ceja y dejará de escuchar. Sea lo que sea -incluso un tibio centrista- aguante unos párrafos más. El periodista Ricardo Dudda (1992), editor de Letras Libres y columnista en El País, ha escrito 'La verdad de la tribu. La corrección política y sus enemigos', un libro en el que se adentra en lo más oscuro de la polarización actual. El autor disecciona las guerras culturales y explica por qué la (in)corrección política obsesiona a unos y escandaliza a otros.

En su primer libro Dudda carga contra la izquierda identitaria y la derecha populista y les acusa de estar detrás del turbio panorama político actual, con una esfera pública cada más polarizada y debilitada ante la creciente moralización del discurso. El ensayo es pertinente y revelador, aunque se echa en falta que Dudda sea más valiente con su propia voz. Aun así, el hijo intelectual de Daniel Gascón confirma a sus 26 años lo que venía adelantando con sus artículos: es uno de los analistas más interesantes de España.

placeholder Ricardo Dudda, autor de 'La verdad de la tribu'
Ricardo Dudda, autor de 'La verdad de la tribu'

Si quiere saber qué tensiones ideológicas y cambios políticos están transformando el mundo, deje de leer a los columnistas que llevan años escribiendo el mismo artículo y a los opinadores cuya única transgresión intelectual es polemizar. Ninguno de esos ha entendido nada. Lea a Ricardo Dudda, la avanzadilla de una nueva generación con ideas estimulantes.

PREGUNTA. La corrección política es un concepto curioso. Para la izquierda no existe, mientras que la derecha piensa que está impregnada por todas partes.

RESPUESTA. Según la derecha populista, que es la que más abusa de este concepto, es una especie de espectro omnipresente progre. Son las élites progres que nos imponen una ingeniería social, como dice Vox. La izquierda, en cambio, responde que la derecha se ha inventado el concepto para meter todo lo que odia de la izquierda. Podemos rescatar parte de las dos críticas. La corrección política es un moralismo dogmático y una guerra de conceptos. También es la herencia de una concepción de la política demasiado personal. Estamos patrullando la vida privada como si fuéramos comisarios políticos.

La corrección política es una guerra de conceptos. Estamos patrullando la vida privada como comisarios políticos

P. Has escrito mucho sobre guerras culturales. ¿Es este un debate con hombres de paja? En la derecha se imaginan a una víctima que todo le molesta y que solo come quinoa y en la izquierda a un hombre machista con chaleco que le incomoda que haya musulmanes por la calle. ¿Cómo combatir esas caricaturas?

R. Es muy difícil. Yo he escrito un libro sobre la polarización. Sobre cómo hay vetos recíprocos. Lo que ocurre es que consideramos al otro ilegítimo y, por lo tanto, todos sus marcos de análisis son falsos. Desenredar ese nudo es complicado. Estamos en una época donde se ha impuesto la idea de que no hay adversarios, sino enemigos irreconciliables. Por otro lado, no hay que caer en la idealización de que antes todos estuviéramos deliberando porque usáramos la razón. Pero a partir de las redes sociales y la creación de una izquierda más identitaria y una derecha más desagradable, el debate se ha convertido en un conflicto agonista. Al final estamos batallando contra estereotipos del otro.

P. Escribes que la crítica a la corrección política por parte de la derecha está basada en pequeñas verdades que acaban formando una gran mentira.

R. Es innegable que existe una brecha entre las élites y unos precarios políticos que piensan que las decisiones se están tomando demasiado lejos. Pepe Fernández-Albertos en 'Antisistema' hace esta asociación: precarios económicos que se convierten en precarios políticos. Detrás de la idea de los perdedores de la globalización, a pesar de que no son los verdaderos desfavorecidos, sí hay un descontento que no se explica solo con la xenofobia, el racismo o el autoritarismo. Son los efectos de la Gran Recesión. Cuando decimos que el votante de Trump no es desfavorecido no tenemos en cuenta cuestiones de representación política. Esa parte es cierta y la recoge el populismo, pero luego la transforma en un hombre de paja gigante.

placeholder Donald J. Trump en la Casa Blanca, en Washington. (EFE)
Donald J. Trump en la Casa Blanca, en Washington. (EFE)

P. ¿Cómo combates tus propios sesgos? Te defines de izquierdas.

R. No es lo mismo ser equidistante que ser ecuánime. En la izquierda se crean urgencias morales y alarmas sociales con mucha facilidad. Y siempre se hacen desde una superioridad moral. Es obvio. Los que somos de izquierdas pensamos que la izquierda es moralmente superior. Por ejemplo, hasta hay un libro de Sánchez Cuenca con prólogo de Íñigo Errejón sobre la superioridad moral de la izquierda. No es mal libro. Pero siempre hay una cuestión moral...

P. Yo creo que también existe en la derecha.

R. Sí, pero quizás la derecha es más cínica. En ambos lados existe, pero la izquierda está en la avanzadilla moral y se piensa que los otros son el pasado. Si te fijas es mucho más legítimo cuando alguien de izquierdas habla del progreso que cuando oímos a Casado decir que el progreso es la defensa de la vida. Existe una demolición mutua. El gobierno de Pedro Sánchez ha marcado unas líneas de demarcación muy claras entre lo que es lo bueno y malo. Los que están fuera de ese consenso están fuera de la sociedad. Hemos visto cómo ha usado los decretos leyes diciendo que era una urgencia moral. Hay un moralismo y un sentimentalismo que la derecha no tiene.

La derecha es más cínica, la izquierda está en la avanzadilla moral y se piensa que los otros son el pasado

P. ¿La derecha es más irónica?

R. Sí, de eso también quería hablar. De cómo la izquierda, que se suponía que era más disruptiva, se ha convertido en más conservadora. No en lo social o en lo económico...

P. Hablas de izquierda puritana y de la derecha punk.

R. Son categorías efectistas, pero sí.

P. Es curioso porque eso sí que no ha pasado nunca, que la derecha sea más transgresora que la izquierda.

R. El puritanismo de la izquierda demuestra su victoria. Siempre se dice que la socialdemocracia ha muerto de éxito. ¿Por qué está en decadencia? Porque sus valores los ha adaptado hasta el más neoliberal. Hay muchos zumbados, pero el consenso cultural es socialdemócrata, y entonces surge una reacción visceral dentro de la derecha. Se dan cuenta de que existen unos consensos más progresistas de lo que querrían. Es muy interesante cómo la derecha populista, la alt-right de Internet de Reddit y de 4-Chan, es totalmente heredera de romper tabúes y de la izquierda del 68. Siempre se amparan en la libertad de expresión y dicen: vamos a romper este consenso. Pero al final esta gente idealiza la transgresión por la transgresión. Por eso es una derecha tan cínica. Y es irónica porque usa el sarcasmo para protegerse.

placeholder El presidente de VOX, Santiago Abascal, y el del PP, Pablo Casado, en la concentración convocada por Vox, Cs y el PP en la plaza de Colón de Madrid. (EFE)
El presidente de VOX, Santiago Abascal, y el del PP, Pablo Casado, en la concentración convocada por Vox, Cs y el PP en la plaza de Colón de Madrid. (EFE)

P. La derecha usa la ironía para camuflar su mensaje, ¿no? A veces no sabes si cuando hacen bromas sobre homosexualidad lo están haciendo para rabiar a la izquierda más victimista o hay de verdad una homofobia latente.

R. Esta derecha es la más políticamente correcta, porque es la que utiliza eufemismos y silbatos de perro. Esto son señales que usan para no decir claramente que les molesta que haya negros o gays en sus barrios. ¿Y qué hacen? Hablar de marxismo cultural. Ellos siempre están criticando que los políticos usen la retórica y el lenguaje para engañar. Sin embargo, tenemos una derecha populista que usa ese tipo de retórica para no decir que hay cuestiones morales o sociales que le preocupan o le molestan.

P. ¿Qué responsabilidad consideras que tiene el intelectual? Porque existe un tipo de pensador de izquierdas que cumple a rajatabla la máxima de Savater de criticar “a los míos” pero al final sus lectores parecen solo de derechas. No sé si te preocupa el posicionamiento.

R. Es una buena pregunta. Con la polarización actual tienes que elegir bloque. Si no lo haces te colocan en uno u otro. A mí no me importa quién me lea, creo que debería dar igual. En épocas de polarización, no solo el centrismo sufre, sino la gente que de manera sincera y genuina es ambigua ideológicamente, que cogen de un lado y de otro. Es una enorme falacia hablar de que el mundo posideológico es una defensa de la tecnocracia. Siempre que has hablado de "ni de izquierdas ni de derechas" te sacan a Falange o a Rosa Díez. A mí me preocupa la protección del estado de bienestar y en economía soy mucho más de izquierdas que en otros temas, y sin embargo hay cuestiones que te colocan...

En épocas de polarización no solo el centrismo sufre, sino la gente que de manera sincera es ambigua ideológicamente

P. Cataluña.

R. ¡Claro! Hay un efecto arrastre. Si hablas de Cataluña y criticas a Podemos sociológicamente eres de derechas. Manuel Cruz dice que no hay problemas de izquierdas o de derechas, hay soluciones de izquierdas o de derechas. Yo estoy de acuerdo. Hay que ver el problema y luego tomar esa solución. La decisión ya es ideológica, pero que simplemente analizar un tema te coloque en un lado u otro me parece ridículo. Cualquiera que le preocupe mínimamente la democracia liberal tendría que estar atento de lo que está pasando en Cataluña. Sin embargo, hay mucha gente que es muy crítica con cualquier peligro pero no está hablando de esto, pese a que sea una de las cosas más graves que han pasado en España en décadas.

P. Citas a Todorov, que dice que todo el mundo quiere haber sido víctima, pero nadie serlo. ¿Por qué nos gusta el victimismo?

R. Hay otra frase muy buena de William Davies, sobre cómo tanto la izquierda y la derecha reivindican la derrota. Si tú eres el derrotado, tienes toda la legitimidad moral para vengarte y exigir una reparación. En la izquierda tenemos victimismo en el tema del feminismo. Hay un feminismo liberal que critica el feminismo de la diferencia que coloca a la mujer en una posición que no puede hacer nada frente a una estructura demasiado poderosa como el patriarcado. Y luego tenemos victimismo de derechas. En el libro pongo el ejemplo de las víctimas de ETA. Por el hecho de ser víctima se les da la razón. Pues no, ser víctima no te da automáticamente la razón para tomar decisiones políticas. Se piensa que la víctima está legitimada para hacer cualquier acción porque ha sido dañada. Pongo el ejemplo de que en Cataluña se consideran víctimas y como son víctimas pueden ser verdugos.

placeholder Manifestación feminista en Barcelona el 8 de marzo de 2019. (EFE)
Manifestación feminista en Barcelona el 8 de marzo de 2019. (EFE)

P. Hablas también del lenguaje. Parece que la izquierda, una vez que ha visto que el capitalismo es inevitable, al menos se ha propuesto que el mundo suene mejor.

R. La corrección política se asocia con la idea de que ya no se pueden decir determinadas cosas. Pero hay que tener en cuenta que el lenguaje está permanentemente renovándose. No pasa nada si ahora ya no podemos decir maricón. Eso es bueno. Responde a un cambio moral y a la capacidad de determinadas minorías de contrarrestar esos estereotipos y crear su propia identidad.

No pasa nada si ahora ya no podemos decir maricón. Eso es bueno. Responde a un cambio moral

P. ¿Crees que las críticas de la derecha hacia el lenguaje al no poder decir "maricón" o "negro de mierda" son siempre homófobas o racistas o hay una reivindicación real de "déjame hablar a mí como yo quiera, que el lenguaje no determina quién soy”?

R. Creo que muchas veces cometemos deslices y nos equivocamos. A veces es por ignorancia. No creo que la gente que dice “subnormal”, por ponerte otro ejemplo, quiera reivindicarlo políticamente. Hay una parte de gente que todavía no se ha adaptado culturalmente. La gente tiene miedo a que el lenguaje, nuestra herramienta común de entendimiento, desaparezca. Pero es que está en permanente cambio. Es lo que llama Steven Pinker la rueda de los eufemismos. Se gastan y encontramos otros.

P. En el capítulo sobre Mayo del 68, hablas de la izquierda así: "Olvidó el lenguaje de lo común y el universalismo y se centró en el cultivo de la diferencia, en el análisis del discurso y del relato, la exploración de lo marginal y simbólico”. ¿Volverá algún día la izquierda al universalismo de los Judt, Lilla y Rorty o ya no puede ser más que simbólica y un poco reformista?

R. La socialdemocracia ha muerto de éxito... pero solo en su fundamento. Todavía hay muchas cosas que se pueden hacer. Pero es verdad que la crítica que hacen Judt, Rorty o Tod Gligtin es nostálgica con la socialdemocracia de masas.

placeholder El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)

P. Sí, como el periodo rooseveltiano de grandes consensos del que habla Mark Lilla. Es muy nostálgico.

R. Ese mundo no va a volver. Pero no significa que tengamos que resignarnos a una izquierda completamente atomizada en la identidad. La izquierda siempre ha tenido muchísimas fragmentaciones, pero eran ideológicas. Ahora parece que son identitarias. Está habiendo un relato que me parece equivocado respecto a la extrema derecha, que consiste en considerar que el dique de contención contra la extrema derecha son las mujeres y que la mayoría de líderes son 'hombres fuertes'. Provoca una división identitaria preocupante. ¿Por qué? Porque yo no puedo trascender esa identidad. Te meten en unos paquetes que están demasiados cerrados.

P. De nuevo. Tú, si no eres catalán...

R. Existe ese efecto arrastre de que tú tienes que ser de esto, de lo siguiente y siguiente. ¡Considerar que no puedes trascender unos orígenes biológicos o culturales me parece la derrota de la izquierda! Y esto va más allá del universalismo. Ya no vamos a poder hacer los grandes relatos de antes. Incluso no sé si son buenos, son demasiado dogmáticos. Pero la izquierda está comprando al final el relato del choque de civilizaciones. Con el feminismo pasa con el relato entre el hombre blanco machista y la mujer de izquierdas feminista. ¡No es nada así! Estamos viendo casos de mujeres de ultraderecha. Es una miopía de la izquierda y puede salir mal.

¡Considerar que no puedes trascender unos orígenes biológicos o culturales me parece la derrota de la izquierda!

P. No crees que las minorías deban sentirse más alertadas que el resto ante el auge de movimientos de derecha radical. ¿Por qué?

R. Yo antes que hablar de identidad prefiero hablar de libertades y derechos civiles. La ultraderecha es una amenaza enorme contra los derechos civiles. Ahí es más amplio porque podemos hacer una crítica estructural a su autoritarismo. Es decir, no es una cosa de que llegan y dicen: vamos contra las minorías. ¡Van contra la democracia, que somos todos! Si asumimos que todas las minorías están de nuestro lado cometemos un error enorme. Asumimos que a nuestra coalición de intereses se van a sumar los que verdaderamente son favorecedores de nuestras políticas. Y no es así. La manifestación del 8M fue multitudinaria, pero es posible que en Madrid gane un partido reaccionario y autoritario como Vox junto a esa especie de neoliberalismo ibérico de Pablo Casado y un Ciudadanos de centro derecha.

P. Escribes en el libro: “Existía la esperanza, quizá un poco ingenua, de que [la clase y la ideología] podía trascenderse. De que eran construcciones artificiales. Uno puede cambiar de clase y cambiar de ideología, pero difícilmente puede cambiar de identidad racial, sexual o de género”.

R. Para mí la política progresista solo puede ser emancipatoria. Tú naces en un contexto y con unos condicionantes, pero tienes la posibilidad de trascenderlos. Pero si tú naces siendo un hombre blanco heterosexual eso nunca lo vas a trascender.

P. Responde a la 'crítica': eres blanco, de clase media, urbano y heterosexual.

R. Respondo con lo obvio. Ni siquiera se aporta tantas cosas como lo que has dicho. Como lo que se le dice a Mark Lilla: "Esta es la típica opinión de hombre blanco". Pero, ¿qué hombre blanco? Como digo en el libro puede ser un trabajador precario del turismo en el sur de Andalucía o un millonario homosexual de San Francisco. El tener una identidad común no te da una epistemología común. Existen tantos condicionantes que se quedan fuera de eso como la psicología, sociología... Robert Boyers, que es un tipo muy interesante, ha escrito mucho sobre el privilegio. Cuando le dicen que él es un hombre blanco contesta: "Yo soy un hombre que ha vivido en el barrio negro del Bronx de padres judíos proletarios supervivientes del Holocausto". ¿Qué epistemología común le da con Donald Trump, por ejemplo? ¡Nada!

P. También criticas el libro de Daniel Bernabé, 'La trampa de la diversidad', que es una denuncia de las políticas de la identidad por el lado más izquierdista.

R. Representa la nostalgia de una épica de la izquierda de masas. Él reivindica directamente la Unión Soviética. Tiene razón en que el neoliberalismo aprovecha esa fragmentación identitaria. Pero eso es lo único que creo que puede tener razón desde una perspectiva de izquierdas. Por lo demás me parece una nostalgia del Partido Comunista como gran aglutinador de todo. Si el partido tiene razón hay que seguirlo y prefiero equivocarme dentro del partido que tener la razón fuera de él, como decía Jorge Semprún. El debate con esto es muy pequeño porque idealiza a una clase obrera que ya no existe, que no se identifica como tal y que no tiene conciencia de clase. Acusa a la política de identidad de que ha fragmentado la conciencia de clase… y no. Ya venía fragmentada de antes.

P. No está tan claro, ni siquiera en EEUU, que el fracaso de la izquierda esté relacionado con las políticas de la identidad. ¿Se han sobredimensionado?

R. La política de la identidad se sobredimensiona y a menudo se etiqueta como política de la identidad lo que no es. En EEUU Alexandria Ocasio-Cortez representa una nueva izquierda que se dice socialista, influida por Bernie Sanders y por los Democratic Socialists of America, que aspira a construir un Estado de bienestar, mejores políticas de redistribución y propone un New Green Deal. Sin embargo, como Ocasio-Cortez es de origen latino y mujer, se interpreta que está haciendo política de la identidad, es decir, explotando su identidad latina y femenina como única baza. Ella misma ha rechazado esas críticas. Tiene un discurso más de clase que otros políticos demócratas que usan la carta racial o de género más a menudo. La política de la identidad a menudo es un invento de los medios, y no precisamente de los medios de derechas. La política de la identidad es el periodismo sensacionalista aplicado a la política.

P. ¿Tiene algo que decir el conservadurismo clásico en las nuevas batallas culturales? Citas al final a Michael Oakeshott para reflejar el miedo innato a los cambios. No creo que él estuviera muy contento con la Alt-right...

R. Una teoría sobre el conservadurismo dice que es la ideología que responde de manera agresiva a los cambios. O, como escribe el politólogo Corey Robin, es “la experiencia de tener poder, verlo amenazado, e intentar ganarlo de nuevo”. Me parece una visión muy incompleta. Pensadores como Michael Oakeshott defienden que la aversión al cambio es algo natural, y que todos somos algo conservadores. Creo que es útil tener en cuenta la idea del miedo al cambio para comprender la reacción populista contra las democracias liberales. A menudo analizamos la revuelta populista como si fuera una explosión espontánea de racismo y xenofobia, cuando realmente es algo más complejo. Es algo que han explicado muy bien Jonathan Haidt o Karen Stenner.

P. Quiero que expliques esta frase de tu libro: "Es posible que la Escuela de Frankfurt hiciera más daño a la izquierda que a la sociedad en general".

R. Cuando digo que la Escuela de Frankfurt ha hecho daño a la izquierda es porque la ha hecho mística y un poco esencialista y culturalista. La Escuela de Frankfurt consiguió fundar la izquierda cultural. Aquella que está más centrada en la semiótica, en los símbolos y en la cultura más que en el análisis estructural. Es lo que dice Rorty: la izquierda cultural ha recuperado el pecado. Y parte de eso tiene que ver con la Escuela de Frankfurt. Crean la idea de que existen unas manchas indelebles en la identidad de determinados individuos y que el poder es una cosa abstracta. Está muy influida por Foucault y es algo tan abstracto que la única manera de acabar con ese poder es una expurgación propia. “Soy un individuo poderoso. Tengo que revisar mis privilegios”. La Escuela de Frankfurt es la que ha llevado la izquierda a los departamentos de literatura en vez de a la Casa Blanca, como dice Todd Gitlin. Todos se han puesto a analizar cuestiones culturales…

P. Mientras la desigualdad aumenta.

R. Exacto. Tienes desigualdades enormes y mientras tenemos una izquierda que está intentando problematizar la cuestión del poliamor.

P. Hablas del 'imbécil de Schrodinger' de Mark Thompson. ¿Quién podría ser un imbécil de Schrodinger en España?

R. Es una buena definición del políticamente correcto que va de irónico, de vuelta de todo. No se posiciona nunca y siempre está echando balones fuera. En el momento en el que se tiene que enfrentar a la realidad se defiende diciendo que todo es irónico. El ejemplo que pone Thompson es el de la Alt-right. Yo sigo mucho a los que hacen memes de Vox y siempre se ocultan detrás de la ironía cuando están defendiendo una revisión imperialista de España, reivindicando héroes tan rancios como Blas de Lezo y haciendo sarcasmo contra minorías. Si se les pide explicaciones, dicen que es broma. ¡Son todo memes!

P. Esperan a ver cómo reacciona el otro para decir si es broma o no.

R. Siempre puedes decir que el meme es un formato inofensivo.

P. En la derecha es más evidente. En la izquierda... ¿El Twitter de Izquierda Unida ironizando sobre los gulags?

R. Sí, claro. Cuando hablan del estalinismo. Hay algo que incomoda. Yo puedo mandarlo, pero si lo usan ellos que tienen dentro de sí al Partido Comunista... ahí ya es algo que dices: no sé si es una broma en abstracto o realmente es de verdad.

P. Al final del libro haces una defensa moderada de la corrección política.

R. Al final, uno de los fundamentos del liberalismo es la protección de la dignidad del individuo. Es una idea que mezcla Judith Skhlar y Richard Rorty: la idea de la contingencia, de que tenemos que encontrar una especie de pacto social mínimo de convivencia. Digo que es, un poco medio en coña, la institucionalización del 'small talk'. La idea de que todos tenemos que ceder y adaptarnos al contexto del otro para poder convivir.

La corrección política es un concepto resbaladizo. Si usted es de derechas, seguramente piense que la sociedad se está inmolando con el lenguaje. Si es de izquierdas, arqueará una ceja y dejará de escuchar. Sea lo que sea -incluso un tibio centrista- aguante unos párrafos más. El periodista Ricardo Dudda (1992), editor de Letras Libres y columnista en El País, ha escrito 'La verdad de la tribu. La corrección política y sus enemigos', un libro en el que se adentra en lo más oscuro de la polarización actual. El autor disecciona las guerras culturales y explica por qué la (in)corrección política obsesiona a unos y escandaliza a otros.

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