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De Gengis Khan a Stalin: un viaje alucinante al corazón de Asia
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De Gengis Khan a Stalin: un viaje alucinante al corazón de Asia

La escritora y periodista noruega Erika Fatland publica un extraordinario libro de viajes a las cinco extravagantes repúblicas de Tukmenistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán

Foto: Vista monumental en Samarcanda (Reuters)
Vista monumental en Samarcanda (Reuters)

Aquellos geólogos soviéticos se las prometían muy felices cuando, en 1971, localizaron un yacimiento de gas en el remoto pueblo de Darvaza, al norte de Turkmenistán. Algo ocurrió, sin embargo, una vez iniciada la perforación, "la tierra se abrió como unas fauces sonrientes" y surgió antes sus ojos un inmenso cráter de más de 60 metros de ancho y 20 de profundidad del que escapaba a chorro nauseabundo metano. Los científicos desalojaron a toda prisa el campamento y decidieron prender fuego al gas, seguros de que las llamas se apagarían por sí solas al cabo de unos días. Más de treinta años después, el pueblo de Dervaza ya no existe y las llamas del cráter siguen ardiendo con la misma prodigalidad. Lo llaman la Puerta del Infierno.

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Así arranca 'Sovietistán: un viaje por las repúblicas de Asia Central' (Tusquets, 2019), la excepcional guía de viajes que es al tiempo tratado de historia y tesoro de impagables relatos de hazañas y desastres, de extravagantes tipos humanos y ternuras inhóspitas escrita por la periodista noruega Erika Fatland (1983) tras un exhaustivo y alucinante viaje por Asia Central, por 'los -stán': Turkmenistán, Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán y Uzbekistán. "Cuando la Unión Soviética se disolvió en 1991", explica Fatland, "esos países pasaron a ser independientes por primera vez en su historia. Desde entonces se ha hablado poco de ellos. A pesar de que juntos ocupan una extensión superior a cuatro millones de kilómetros cuadrados y los habitan más de 65 millones de personas, esa región es desconocida para la mayoría de nosotros".

placeholder 'Sovietistán'. (Tusquets)
'Sovietistán'. (Tusquets)

A pesar del sufijo común que los identifica, se trata de cinco países muy diferentes, algunos abrumados por desiertos, otros erizados de montañas, unos ricos en yacimientos petrolíferos y minerales, otros paupérrimos, unos dictatoriales, otros... algo menos. Por sus milenarios caminos irrumpieron en Occidente las maravillas de la Ruta de la Seda y cabalgaron las hordas de Gengis Khan y, entre 1922 y 1991, sus dispares idiosincrasias fueron unificadas a la fuerza bajo el puño de hierro de la URSS y su inédito experimento comunista que desencadenó un gigantesco desastre económico, ecológico y social pero también algunas inesperadas mejoras. ¿Cómo viven hoy estos pueblos tan desconocidos, qué queda de su cultura original y cuál es la huella de décadas de socialismo impuesto?

El viaje de Erika Flatland comienza en un avión con destino a Asjabad, capital del muy hermético y autoritario Turkmenistán, una especie de Corea del Norte caucásica con petróleo, de refulgentes calles de marmol blanco perfectamente desérticas...

Fuera del tiempo

El hombre que forjó Turkmenistán tras la caída de la URSS fue el muy estrafalario dictador Niyázov, alias Turkmenbashí quién, hasta su muerte en 2006, se entregó a una locura urbanística y securitaria forjada en mármol, vigilancia policial y culto a la personalidad. Cambió de un plumazo el alfabeto convirtiendo de facto a gran parte de sus súbditos en ágrafos, afirmó que era un profeta que descendía de Alejandro Magno y de Mahoma y prohibió el maquillaje, la ópera, el circo y los perros por no ser "turcomanos". Turkmenbashí cambió más tarde por decreto los nombres de los días de la semana y de los meses, reprimió con ferocidad a la población y, a su muerte, y pese a los amplios recursos de su nación, sus faraónicos proyectos dejaron en la ruina al país.

placeholder Puerta del Infierno en Darvaza, Turkmenistán (Foto: Mike Norton CC)
Puerta del Infierno en Darvaza, Turkmenistán (Foto: Mike Norton CC)

Y el viaje continúa, alucinante y alucinado. Por el mongoloide Kazajistán, de vastísima extensión y algo más abierto, un oasis de sushi y cajeros automáticos que perdió de la noche a la mañana en un apocalíptico desastre medioambiental su interior Mar de Aral. Y de allí a Tayikistán, con su capital Asjabad a rebosar de Mercedes Benz y con el mástil de bandera más alto del mundo (133 metros) pese a ser la nación más pobre de las cinco. Las últimas etapas del viaje son Kirguistán -el más moderno y democrático de la región, pero también el más violento- y Uzbekistán, otra nación-cárcel donde la tortura y asesinato de disidentes es el pan nuestro de cada día.

placeholder Restos de un barco en lo que antaño fue el mar interior de Aral, en Kazajistán. (Reuters)
Restos de un barco en lo que antaño fue el mar interior de Aral, en Kazajistán. (Reuters)

Las últimas páginas de este libro apabullante, cuya lectura colmará las más exigentes ansias aventureras, son tristes. El autoritarismo y el fanatismo, lejos de retirarse, se recrudecen en Asia Central como negros nubarrones, la crisis económica acecha y graves convulsiones religiosas y sociales sacuden estos cinco 'stán'. Concluye Erika Fatland: "Cuando doy conferencias en muchos lugares sobre Sovietistán, a menudo me preguntan qué sucederá en los países de Asia Central. Es una buena pregunta. Parafraseando a Peter Hopkirk, autor de 'The Great Game', diré que no soy tan inteligente ni tan estúpida para dar una respuesta a esta cuestión".

Aquellos geólogos soviéticos se las prometían muy felices cuando, en 1971, localizaron un yacimiento de gas en el remoto pueblo de Darvaza, al norte de Turkmenistán. Algo ocurrió, sin embargo, una vez iniciada la perforación, "la tierra se abrió como unas fauces sonrientes" y surgió antes sus ojos un inmenso cráter de más de 60 metros de ancho y 20 de profundidad del que escapaba a chorro nauseabundo metano. Los científicos desalojaron a toda prisa el campamento y decidieron prender fuego al gas, seguros de que las llamas se apagarían por sí solas al cabo de unos días. Más de treinta años después, el pueblo de Dervaza ya no existe y las llamas del cráter siguen ardiendo con la misma prodigalidad. Lo llaman la Puerta del Infierno.

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