Paloma Sánchez-Garnica en las mazmorras de la Stasi: todo sobre 'La sospecha de Sofía'
Una de nuestras escritoras más 'bestselleras' tiene nueva novela entre manos: una historia de espías e imposturas a caballo entre dos dictaduras: la España de Franco y la Alemania comunista
Las celdas de la Prisión Central de la Seguridad del Estado (Stasi) de la antigua República Democrática Alemana, en Berlín Este, son minúsculas, sin ventanas, con una tenue luz encendida día y noche, bajo vigilancia constante. En aquellas mazmorras, en el sótano llamado 'el Submarino', los prisioneros recién detenidos por conspiraciones ridículas aguantaban apenas quince días en absoluto aislamiento hasta romperse, no hacían falta espectaculares torturas físicas ni cigarrillos apagados en su piel. Al poco tiempo, confesaban lo que fuera y entonces eran trasladados a su prisión definitiva por largos años. Y es en este lugar donde Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) explica las claves de su última novela, 'La sospecha de Sofía' (Planeta, 2019).
Sánchez-Garnica es una bestsellera de pro, autora de novelas habituales de las listas de libros más vendidos como 'El arca de las piedras', 'Las tres heridas', 'La sonata del silencio' o 'Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido'. Ahora en 'La sospecha de Sofía' narra la historia de Sofía y Daniel, Daniel y Sofía, joven matrimonio con niños que languidece ya en la monotonía en la España desarrollista y franquista de finales de los 60. Una carta incógnita, un anuncio inesperado y Daniel debe viajar urgentemente en busca de sus verdaderos padres de los que hasta ahora desconocía su existencia. Pero algo más le espera en este viaje, algo que trastocará profundamente su realidad. Y la de Sofía.
PREGUNTA. ¿En qué momento y por qué se da cuenta de que quiere contar una historia titulada 'La sospecha de Sofía?
RESPUESTA. Esta historia la busqué durante mucho mucho tiempo. Yo no elijo las historias, las historias me eligen a mí. Y así, durante un año y medio, todos los días, me sentaba delante del ordenador y me repetía las palabras "no me voy a rendir". Porque empezaba una historia, escribía veinte, treinta páginas, se me deshacía, empezaba otra historia, escribía otras treinta páginas, se me deshacía... y así muchas veces. Llegué a escribir 200 páginas que no me valieron para nada. Y, de repente, leyendo 'Berta Isla', de Javier Marías, me dio el primer chispazo con lo que contaba el autor sobre la espera llena de incertidumbre de la mujer que no sabe dónde está su marido. Y después leí 'La mujer de Martin Guerre', de Janet Lewis, en donde recrea la historia real de un hombre que regresa a su casa tras ocho años de ausencia y su mujer primero acepta y luego denuncia por impostor. Y por último, leí 'El coronel Chabert', de Balzac, que narra algo similar. Y después de leerme todo esto, empecé a escribir.
P. El libro se despliega en tres escenarios: Madrid, París y Berlín en el año mítico año de 1968. Y el contraste histórico es evidente entre las dos dictaduras de signo contrario, la RDA y España y los jóvenes que presisamente se rebelan contra la democracia en Francia. ¿Qué era lo que más le interesaba de este juego de contrastes?
R. Tenía claro que quería escapar de la comodidad de contar Madrid, mi confortable ciudad en la que últimamente había estado demasiado encerrada creativamente. Así, partiendo del Madrid de 1968, tan revolucionario como retrógrado, especialmente para las mujeres, me fui hasta el París aún más revolucionario del mismo año, y de ahí al tétrico y fascinante Berlín Este con la omnipresente Stasi que sometía a toda la RDA a una vigilancia asfixiante. Quería entender cómo era aquella sociedad vigilada, cómo eran los habitantes de un país cerrado del que no pueden escapar. Porque en Berlín, de la noche a la mañana del 13 de agosto de 1961, cuando 40.000 soldados de la RDA levantaron el muro, la población se vió encerrada en su propio país, separados de sus familias, sin trabajo... Piense que 50.000 personas pasaban cada día de Berlín este a trabajar en Berlín Oeste. ¿Cómo vivieron aquellos 28 años de encierro en su propio país? Eso es lo que quería contar.
Quería entender cómo era aquella sociedad vigilada, cómo eran los habitantes de un país cerrado del que no pueden escapar
P. La Berlín dividida por su imponente y aterrador muro es sin duda una de las imágenes más poderosas de la novela. Un muro que cayó al fin hace justo 30 años. Y hay una cosa que no suele pensarse y que escribe en su libro, que la ciudad no estaba exactamente dividida sino que era el Berlín occidental el que estaba rodeado por la RDA...
R. Sí, pensamos que el muro partía los dos lados pero lo que hizo fue rodear la parte capitalista que quedó como una especie de escaparate de libertad muy atrayente y tentador. Y funcionaba, por eso era tan molesto Berlín para los soviéticos y por eso pretendieron en tantas ocasiones liquidarlo, como en 1948 cuando sometieron la ciudad a bloqueo.
P. Su novela narra una vasta operación del espionaje soviético en Madrid mediante el intercambio de dos gemelos separados al nacer. ¿Se basó en algún hecho histórico similar? ¿Hasta qué punto se infiltró la URSS en la España de Franco?
R. ¡Es producto de la imaginación! Aunque los servicios secretos del otro lado del Telón de Acero funcionaban en España sin género de dudas. Y así, la operación de espionaje que narro es perfectamente plausible.
P. El escenario del democrático París en el 68 es muy interesante en lo que respecta a la situación de la mujer de la época. Porque, en realidad, su papel no es muy diferente de la dictatorial España...
R. Claro que no. La situación de la mujer en el 68 era muy similar en toda Europa. Su rol era ser madres y esposas, tenían normalizado el hecho de estar dominadas por los hombres y necesitaban la autorización de sus maridos o tutores para cualquier cosa. De hecho, cuando estalla la revuelta de mayo del 68, las mujeres participan de forma minoritaria y, sobre todo, no toman la palabra en las asambleas, el espacio público no les pertenece. La izquierda priorizaba la lucha de clases a la igualdad entre los sexos. Lo que sí es verdad es que el feminismo comienza a prender también entonces y en los años 70 el movimiento avanzará mucho más que en España
La situación de la mujer en el 68 era muy similar en toda Europa: su rol era ser madres y esposas
P. Recupera en lo afectivo un tema clásico y apasionante en la literatura universal como es el del familiar impostor. Y sin querer hacerle ningún spoiler al lector, quiero preguntarle, ¿cómo es posible que una persona diferente logre engañar a alguien que le conoce bien haciéndose pasar por él?
R. Bueno, sí, en realidad, si el que regresa se parece mucho y está preparado, puedes sospechar en lo más íntimo... pero caben dudas, porque no te puedes imaginar que la persona sea otra distinta, especialmente si se comporta mucho mejor contigo de lo que se comportaba antes. En estas cosas, la verdad es relativa.
P. Me han dicho que escribe sin plan, ¿cómo lo hace?
R. Sin ningún plan, me pongo a escribir por las buenas y es escribiendo como se me presenta la inspiración. Y si un día, no llega, apago el ordenador y me pongo a leer. Leo y leo y, en un momento determinado, llegauna idea y vuelvo a escribir. Escribo como si estuviera leyendo un libro y poco a poco se van presentando los personajes y la trama se va desenvolviendo, igual que si leyera un libro por primera vez.
Las celdas de la Prisión Central de la Seguridad del Estado (Stasi) de la antigua República Democrática Alemana, en Berlín Este, son minúsculas, sin ventanas, con una tenue luz encendida día y noche, bajo vigilancia constante. En aquellas mazmorras, en el sótano llamado 'el Submarino', los prisioneros recién detenidos por conspiraciones ridículas aguantaban apenas quince días en absoluto aislamiento hasta romperse, no hacían falta espectaculares torturas físicas ni cigarrillos apagados en su piel. Al poco tiempo, confesaban lo que fuera y entonces eran trasladados a su prisión definitiva por largos años. Y es en este lugar donde Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) explica las claves de su última novela, 'La sospecha de Sofía' (Planeta, 2019).