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Fachadolid ya no es lo que era: auge y caída de la leyenda negra de Valladolid
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HISTORIA DE UNA ETIQUETA

Fachadolid ya no es lo que era: auge y caída de la leyenda negra de Valladolid

Interviú lanzó la palabra Fachadolid en 1981 en plena oleada ultra. El término triunfó. Un libro revisa ahora (a la baja) el mito de la presunta ciudad más facha de España

Foto: El monumento a Onésimo Redondo, a las afueras de Valladolid, fue derribado en 2016 (EFE)
El monumento a Onésimo Redondo, a las afueras de Valladolid, fue derribado en 2016 (EFE)

El vaquero John Wayne en plena trifulca. En el café vallisoletano ‘El Largo adiós’ hay una fotografía con una historia sangrienta detrás: el 6 de enero de 1981, a las 18:15 horas, tres ultraderechistas de 16 años -uno de ellos sobrino de Milans del Bosch- irrumpieron a tiros en la cafetería e hirieron de gravedad a un estudiante, Jorge Simón, que acabó parapléjico. Simón estaba sentado frente a la fotografía de John Wayne, donde estamos nosotros ahora, junto al autor de un artículo que publicó Interviú después del atentado e hizo historia con un concepto novedoso en el titular: Fachadolid.

“Valladolid es Fachadolid. Toda una ciudad vive desde hace dos años atemorizada por una banda de pistoleros, niño de papá y macarras, que todos conocen menos la policía, y que han dado pie a Blas Piñar para decir en el último congreso de Fuerza Nueva: ‘La calle es nuestra’", arrancaba el artículo de Interviú, firmado por Nicolás Sánchez, seudónimo bajo el que se escondía un periodista de ‘El Norte de Castilla’: Fernando Valiño.

Toda una ciudad vive desde hace dos años atemorizada por una banda de pistoleros, niño de papá y macarras, que todos conocen menos la policía

O cuando Valladolid era el Salvaje Oeste (ante la mirada de John Wayne). Fachadolid.

Interviú recopiló parte del centenar de ataques ultras durante la Transición vallisoletana. 14 días después del atentado en ‘El largo adiós’, una bomba destruyó la sede local del PSOE. Dos años antes, en diciembre de 1979, un atentado contra la sede del Movimiento Comunista (MC) se saldó con dos ancianos muertos.

“Raro era el día que no había algún incidente: una agresión, una paliza… a mí me quemaron el coche en la puerta de la casa de mis suegros. Había calles de la ciudad que era mejor evitar si no te querías llevar una hostia. Aquello no era normal”, recuerda Valiño.

placeholder Páginas del artículo de Interviú
Páginas del artículo de Interviú

“La extrema derecha actuaba en la mayoría del Estado, pero en pocos sitios con la virulencia con la que lo hacía aquí. La situación era extrema. Lo más escandaloso era la connivencia con la policía. Eso está acreditado. Hasta que no pusieron el petardo en la sede del PSOE y Gregorio Peces Barba -entonces diputado por Valladolid- se plantó ante Juan José Rosón [ministro del Interior] no se tomaron medidas drásticas: tres días después, se desarticuló el núcleo de ultras de las palizas y las bombas; personas que todo el mundo conocía en Valladolid desde hacía mucho tiempo”, añade el periodista.

El artículo de Interviú generó una ola de querellas de los ultras señalados con nombres y apellidos. “El método de Interviú para frenar demandas era el siguiente: pedirte más información sobre los querellados -del tipo: su mujer le ha denunciado por agresión- para que el departamento legal de la revista pudiera negociar en posición de fuera”, rememora Valiño. Todas las denuncias (unas diez) cayeron antes de llegar a juicio... menos una: un abogado vinculado a Fuerza Nueva -que el texto calificaba de "impresentable"- fue indemnizado. Nada que Interviú no pudiera afrontar. Pura rutina. Los primeros años de la revista fueron una pim pam pum contra las tramas de ultraderecha: reporteros con el cuchillo entre los dientes y en el punto de mira de los ultras. “Algunos periodistas de Interviú iban a querella por artículo”, rememora Valiño.

Triunfo y contexto

“Yo soy gallego. Cada vez que voy por Galicia, me preguntan: ‘¿Qué tal por Fachadolid?’ Se usa más fuera que dentro, donde sigue molestando, aunque era más una descripción que un insulto a la ciudad. Valladolid hoy ya no es Fachadolid, claramente, pero entonces no había mejor definición, aclara Valiño.

Fachadolid entró con fuerza en el imaginario popular español… y ahí sigue 38 años después: ‘¿Fachadolid?’ es el título de un nuevo ensayo sobre el franquismo en Valladolid que busca las grietas al mito/estigma/sambenito de Valladolid como ciudad amiga de aplicar alquitrán y plumas al rojerío. Habla la historiadora Asunción Esteban Recio, de la Universidad de Valladolid, coeditora del ensayo: “El concepto Fachadolid es un gancho para lanzar preguntas como: ¿Por qué Fachadolid? ¿Por qué el término ha perdurado en el tiempo? ¿Por qué un titular periodístico que buscaba llamar la atención cuajó y permaneció en la ciudad como oprobio? Es una especie de mito. Cuando una idea se hace sitio en la opinión pública, aunque se sostenga sobre una base sesgada, no es fácil de desalojar”.

Pero nada triunfa porque sí. Siempre hay una base real por gratuita que sea. “Fachadolid surge en un contexto determinado: las acciones callejeras de la ultraderecha. ¿Hubo más atentados en Valladolid que en otras ciudades? No lo sé, pero es cierto que los ultras estaban envalentonados en la Transición. El mito insiste en que la Transición se hizo en los despachos y en los salones, pero hubo mucha violencia y mucha tensión en la calle y en las aulas”, recuerda Esteban Recio.

Lo que el concepto Fachadolid oscurece es que en Valladolid también hubo resistencia al franquismo

No obstante, la profesora no cree que el revival ultra de la Transición “explique por sí solo el éxito” del concepto Fachadolid: “Creo que el término cuajó porque la palabra evocaba más cosas”. Esteban Recio se refiere a “hechos simbólicos de peso” como:

1) “Algunos sostienen que Valladolid fue la primera ciudad en alzarse en el 36. Franscisco Franco la premió por ello: el escudo de Valladolid tiene una laureada que simboliza el reconocimiento de Franco a la ciudad. Símbolo militar para resaltar la forma en la que la ciudad respondió al golpe de Estado. Y ahí sigue la laureada 80 años después”.

2) “Falange se fusionó con las JONS en 1934 en un acto en el Teatro Calderón. Un acto vinculado a Valladolid, igual que se vincula a la ciudad la figura de Onésimo Redondo [falangista histórico cuyo aparatoso monumento a las afueras de la ciudad fue derribado en 2016 por la Ley de Memoria Histórica].

Fachadolid cuajó porque tenía una base real, pero es un concepto sesgado. A muchas otras ciudades les podía haber caído ese título

“Estos hechos históricos dan sentido al concepto Fachadolid y a su permanencia en el tiempo. Pero no creo que Valladolid fuera más o menos ‘facha’ que otras ciudades”, concluye Esteban Recio.

El Valladolid rojo

Y ahora viene la paradoja de cualquier artículo complejo que se precie: el lo mismo te digo una cosa, que te digo la contraria. Bienvenidos al Valladolid rojo.

“Lo que el concepto Fachadolid deja de lado y oscurece es que en Valladolid también hubo resistencia al franquismo, es una ciudad con mucha clase obrera, en los sesenta empezó la movilización social en empresas como FASA-Renault, la ciudad tenía también una tradición de resistencia universitaria potente”, recuerda la historiadora.

Valiño no niega la mayor: “Nadie niega que aquí no hubiera un movimiento obrero y estudiantil. Fachadolid, de hecho, surgió como juego de palabras de otro concepto de la época: Fasadolid. En la época de huelgas obreras se decía: "Si FASA estornuda, se constipa Valladolid". Y de Fasadolid pasamos a Fachadolid, que no era un insulto a Valladolid, sino un modo de poner el foco sobre una realidad que tendía a edulcorarse”, recuerda Valiño.

Era más una descripción que un insulto a Valladolid. Hoy ya no es Fachadolid, pero entonces no había mejor definición

El impacto de las protestas en la Universidad de Valladolid llevó a una medida histórica: el régimen declaró el cierre gubernativo en 1974, lo que no ocurrió en ninguna otra universidad de España. “La universidad se cerró un año. Hubo luchas obreras fuertes en la construcción, en el comercio… En Valladolid hubo un combate fuerte por la libertad. Pero el otro lado también estaba ahí”, afirma Valiño.

“Fachadolid cuajó porque tenía una base real, pero es un concepto sesgado. A muchas otras ciudades les podía haber caído ese título. Ciudades cercanas como Burgos o Ávila son más pequeñas y más clericales. Valladolid está a una hora de Madrid, tiene clase obrera y universitaria, es bastante diversa. Hay menos provincialismo en Valladolid que en el resto de ciudades de Castilla y León. Fachadolid no responde a la realidad. Es un término que se usa fuera. En Valladolid nunca hemos usado esa expresión”, afirma Esteban Recio.

“Hoy día sigue habiendo un sector bastante reaccionario en la ciudad. El tópico dice que Castilla es muy tradicional, pero es que ese tópico tiene algo de cierto. Gente de orden, gente de autoridad, gente del 'esto se hace por mis cojones y eso del feminismo y la democracia participativa son bobadas'. Que la etiqueta de Fachadolid haya perdurado quizá tenga que ver también con los veinte años de un alcalde [Francisco Javier León de la Riva, regidor del PP entre 1995 y 2015]- que con sus ataques a las mujeres y su forma de ser dio una imagen un tanto bronca de la ciudad”, afirma Valiño.

Habla el alcalde

Quedan 24 horas para que Pedro Sánchez confirme el adelanto electoral y en los pasillos del Ayuntamiento de Valladolid suenan los tambores de la maquinaria electoral. El alcalde Óscar Puente (PSOE) se prepara para tratar de repetir mandato, pero entre reunión y reunión, aún tiene tiempo para sentarse en su despacho a disertar sobre el concepto Fachadolid. Quien diga que las cuestiones costumbristas no son importantes... es que no conoce la política municipal.

PREGUNTA . ¿A qué le suena Fachadolid?

RESPUESTA. Es una construcción, una etiqueta, y como le pasa a la mayoría de las etiquetas, no responde a la realidad. En las dos etapas democráticas que ha vivido la ciudad -la II República (1931-1936) y la actual (1979-2019)- Valladolid ha tenido cinco alcaldes: cuatro del PSOE y uno del PP. Ese dato es bastante significativo. En la última etapa ha habido tres alcaldes: dos del PSOE y uno del PP: veinte años de gobiernos del PSOE y veinte años de gobiernos del PP.

P. ¿Valladolid no es facha?

No es que Valladolid no sea facha es que ni siquiera es una ciudad de derechas

R. No es que Valladolid no sea facha es que ni siquiera es una ciudad de derechas. Es una ciudad equilibrada, que puede bascular a un lado u otro de la balanza ideológica, aunque veo cierta tendencia progresista de fondo. Es la ciudad más cosmopolita de Castilla y León, lo que quizá no sea decir demasiado, pero tiene su importancia. Puede que sea la ciudad castellana con más tejido obrero: de la industria ferroviaria (siglos XIX y XX) a la automovilística, con la llegada de Renault en los años cincuenta. Esta ciudad de facha no tiene nada.

P. ¿Nada de nada?

R. Siempre ha habido un sector extremista dentro de la ciudad, que en determinados momentos históricos se ha impuesto a la derecha más moderada. Por eso fue Zona Nacional muy rápido en 1936, pese a tener un alcalde socialista (Antonio García Quintana, fusilado en 1937). Históricamente hay un sector de la derecha muy extremista, pero no creo que sea distinto al de ciudades españolas similares. No hay nada en la historia de la ciudad que justifique el mote, al margen del juego de palabras fácil: no puedes decir Fachajoz o Fachacete, o sí lo puedes decir, pero es más complicado. En cambio, decir Fachadolid en lugar de Valladolid es sencillo. Más allá de eso, no le veo justificación alguna.

P. Pero el anterior alcalde, León de la Riva, si jugó a atizar el folclorismo conservador. Y no le fue mal...

R. Supongo que sabe que Vox le ha ofrecido ser su candidato a la alcaldía. Es cierto que los veinte años de León de la Riva no le hicieron ningún favor a la ciudad para desprenderse de esa mitología que le persigue. Pero yo no le culpabilizaría de todo a él. A Valladolid ya le llamaban Fachadolid en tiempos de la alcaldía de Tomás Rodríguez Bolaños (1979-1995), un hombre progresista y abierto. Es cierto que algunas declaraciones públicas de León de la Riva -sobre todo su cruzada machista y misógina contra las mujeres- no han ayudado mucho. A los que sostenían lo de Fachadolild les venía muy bien tener a León de la Riva de alcalde.

P. ¿Vox conecta con ese pasado oscuro de la Transición o es algo nuevo?

R. Las dos cosas a la vez. Hay una conexión evidente con el pasado, hasta en la estética, y una adaptación a los tiempos: algunas de sus propuestas se nutren de los fracasos de nuestro sistema democrático. Hay una parte esencial de la derecha extrema de toda la vida, de sus esencias, y otra parte de oportunismo político que se aprovecha de las carencias y defectos de nuestra democracia.

P. ¿Se ha usado mucho la etiqueta Fachadolid en Valladolid?

R. No, para nada. Nunca se ha visto con simpatía; en general, molesta. Se ha usado más fuera. Es cierto que la extrema derecha montó más de un lío gordo en Valladolid durante la Transición, pero en otras ciudades ocurrieron sucesos más graves: los crímenes de Atocha se produjeron en Madrid, no en Valladolid, y Madrid no cargó con la etiqueta de ciudad fascista por ello.

El vaquero John Wayne en plena trifulca. En el café vallisoletano ‘El Largo adiós’ hay una fotografía con una historia sangrienta detrás: el 6 de enero de 1981, a las 18:15 horas, tres ultraderechistas de 16 años -uno de ellos sobrino de Milans del Bosch- irrumpieron a tiros en la cafetería e hirieron de gravedad a un estudiante, Jorge Simón, que acabó parapléjico. Simón estaba sentado frente a la fotografía de John Wayne, donde estamos nosotros ahora, junto al autor de un artículo que publicó Interviú después del atentado e hizo historia con un concepto novedoso en el titular: Fachadolid.

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