Carlos Zanón: "Carvalho es un apátrida pero quiere que la gente pueda decidir"
Más de 15 años no pasan en balde y nos encontramos una intriga acelerada, con nuevos personajes, circunstancias insólitas y una Barcelona inimaginable para Manuel Vázquez Montalbán
Por si no lo saben Pepe Carvalho ha vuelto, aunque quizá sólo esté de visita. La novela de su comeback se titula 'Problemas de identidad' (Planeta) y lleva la firma de Carlos Zanón (Barcelona, 1966), dato relevante para entender el experimento, pues muchos esperarán volver a dialogar con el eterno detective de Manolo Vázquez Montalbán, algo imposible al estar en otras manos que, muy sabiamente, han mantenido los mimbres del esqueleto infundiéndoles savia nueva tanto en el estilo como en el entorno. Más de quince años no pasan en balde y la propuesta editada por Planeta da buena prueba de ello mediante una intriga más acelerada, con nuevos personajes, circunstancias insólitas y una Barcelona inimaginable para el creador de la saga, no así para Zanón, quien como es comprensible infunde al relato su sello desde el absoluto respeto a su predecesor, omnipresente desde una distancia plausible, sin invadir, casi como si susurrara una presencia inevitable y para incómoda por cómo se ha resuelto la gran cuestión de dar vida a un cuerpo demasiado famoso.
En un primer momento Zanón dudó en aceptar el encargo, pero la tentación era muy grande y los avales tremendos. Paco Camarasa, el emblemático librero de Negra y Criminal, no vaciló en proponer su nombre como casi la única opción. El reto era mayúsculo y el resultado demuestra la habilidad de este todo terreno, en absoluto amilanado y con suficientes tablas como para entregar una narración digna de los precedentes, sobre todo por su buen hacer al actualizar la serie, adaptarla a la contemporaneidad y no caer en la caricatura, ausente de unas páginas con fuerza y la gran valentía de un nuevo brío para quitar polvo al monumento.
PREGUNTA: ¿Qué diría Manolo?
RESPUESTA: No tengo ni idea, va a ratos. A veces se enfadaría y en otras ocasiones se enfadaría. No creo que se sintiera ofendido. Creo mucho en los galones y en respetar a los mayores que lo han hecho bien.
P: ¿Te ha machacado mucho su sombra?
R: No, porque no jugué a eso. Jugué a hacer una novela con un personaje, con Carvalho, pero a no a pensar que haría Vázquez Montalbán. Era como coger a Capitán América y convertirme en su guionista a sabiendas que quizá no podía hacer determinadas cosas, pero siempre buscando que fuera mío.
P: Y en cierto sentido acotas el terreno porque Vázquez Montalbán está presente como El escritor.
R: Sí, y escribirlo en primera persona, con lo que conseguí darle una vuelta.
P: Que hayan pasado quince años también es una ventaja, creo que podías ser más irrespetuoso.
R: Eso es importante, no me parecía relevante la edad del personaje desde lo anterior, podía darle la edad que quisiera y además también pensé un poco que daba igual, es un personaje de ficción y eso permite amoldar mejor los parámetros. No existió, no exigía ceñirse a una cronología vital.
P: Si hubieras sido fidedigno Carvalho tendría casi ochenta años.
R: Sí, y no podría ser un detective al uso. Le costaría correr y tampoco tendría pericia con las nuevas tecnologías. Tiene una edad indeterminada.
P: Juega un poco a Pirandello. Él sabe que existe un personaje llamado Carvalho, pero el protagonista de problemas de identidad se siente como un detective alejado del mismo.
R: Exacto, esa era la jugada. Cuando empezamos a escribir y nadie lo sabe no pasa nada, cuando descubren que lo haces y te leen empiezan a interpretar quién eres. Cuando nadie nos lee nos convertimos en otro personaje, y aquí está el detective.
Me leí toda la serie para captar y respirar ese toque, el sentido del humor, los diálogos y la brillantez propia de Montalbán
P: Pese a todo has mantenido aspectos del antiguo Carvalho, desde determinados momentos de acción hasta su proverbial retranca.
R: Me leí toda la serie para captar y respirar ese toque, el sentido del humor, los diálogos y la brillantez propia de Montalbán. El sentido del humor del personaje siempre ha sido muy barcelonés, con bromas como las que hacemos aquí, con mucho humor negro, dobles sentidos y mucho juego lingüístico. En este sentido consideré que era un aspecto importante.
P: Y esto es esencial porque tu Barcelona no es de la de Montalbán, que sobre todo en el ciclo pre-olímpico es un cronista de la ciudad, desde El delantero centro fue asesinado al atardecer hasta el Laberinto griego, cuando se lamenta de la Barcelona que asesinan los Juegos.
R: La parte de los yonquis en El delantero centro fue asesinado al atardecer es genial. A ver, el tema es que él sufría la pérdida de esa Barcelona que pasa de ciudad típica a capital turística. Nosotros no vivimos esa pérdida desde ese nivel, y por lo tanto debía afrontar esa cuestión, muy importante porque la ciudad en Carvalho siempre es protagonista, desde otro enfoque.
P: Y quizá una opción fácil hubiera sido inmiscuirlo de lleno en el Procés, pero aquí queda de fondo por las banderas de los balcones y las charlas de los personajes a lo largo del relato.
R: Vázquez Montalbán pensaba que el Olimpismo borraba la identidad de su Barcelona. Tú y yo no podemos pensarlo así, lo vemos como un progreso. En el Raval hay menos putas y vive mejor. Veía la ciudad como un cuerpo activo, con gente que lo vive. En lo relativo al Procés él, ya antes de mi novela, es un apátrida, se plantea el problema, pero no va a ser parte activa del mismo.
P: A diferencia del anterior Carvalho el tuyo se mueve por toda Barcelona de manera mucho más intensiva. ¿Es para mostrar su verdadera complejidad actual?
R: Sobre todo desde los barrios. El clásico parte del Raval como el corazón de la ciudad y ahora eso ha cambiado, definimos el movimiento y las pulsiones de los barrios al centro. Los personajes clásicos tienen determinados puntos neurálgicos, como Sherlock Holmes en Baker Street. Eso no lo varié, pero por ejemplo ya no lo llevo a Boadas o a Casa Leopoldo, sería anquilosarlo y anquilosar la ciudad en una especie de museo congelado.
P: Eso es interesante, porque así como está perdido en su interior también parece que lo esté en el espacio, más que ir lo llevan a los sitios.
R: Va a la deriva y un tema como ir de tapas en bares chinos lo vive como un descenso a los infiernos pese a ser el único sitio donde venden tapas que saben cómo las de antes.
P: Pero también es actualizar el contenido, entrar en la ciudad real, como cuando Biscuter lo invita a comer a un vegetariano de la Barceloneta.
R: Claro, y ahí vuelve entrar el paradigma del juego, la necesidad de verle haciendo cosas. Es un personaje tan potente que permite todo, puede hacer lo que quiera.
P: ¿Te prohibiste algo?
R: No, aunque si había aspectos conflictivos del personaje, como su relación con Charo, porque ya lo era cuando lo dejó Montalbán, pero ahora debía reelaborar el significado de la prostitución o la libertad individual, y eso me resultó más complicado.
P: Supongo que desde ese punto de vista los personajes antiguos te habrán dado más quebraderos de cabeza que los nuevos. A Biscuter lo metes a participar en Masterchef.
R: El problema era no maltratar mucho a Biscuter. Podía jugar mucho más con los nuevos. Biscuter y Carvalho siempre han tenido esa especie de rifirrafe porque mantienen una relación muy estrecha donde siempre flota una especie de deseo de independencia, alterar eso no tenía mucho sentido, más bien debía adaptarlo a todo el nuevo conjunto.
P: Debías mantener esencias.
R: Es que esto era un verdadero lujo. Tener determinados personajes hechos por otros a los que debía dar otra tesitura mientras no abandonaba ciertas coordenadas básicas.
P: Ahí se nota la documentación, porque por ejemplo la nueva ayudante, Estefanía Briongos, es familiar de la Ana Briongos de Los mares del sur.
R: Pero eso te das cuenta tú y dos más (risas).
P: Lo curioso es que esa Ana Briongos aún está viva y fue clave en la contracultura barcelonesa de los setenta, con una casa famosa por lo que se coció en ella.
R: Estas cosas me chiflan, porque dan más sentido a las elecciones y al entrelineado del relato.
P: No podías seguir un molde sin más, debías dar continuidad sin ruptura.
R: Si seguía un molde y lo rellenaba podía caer en la parodia, y ese nunca fue mi objetivo; el proyecto podía salir mal, pero mira, si me dijeran que salió mal porque me pasé diez pueblos lo acepto, pero peor me sentaría que me criticaran por no llegar siquiera al primer pueblo.
P: Los crímenes de la novela se inspiran en casos reales del siglo XXI barcelonés.
R: El tema de las prostitutas lo puse en Taxi (Salamandra), pero al final lo descarté porque directamente se comía la novela. También era otro modo de jugar con cosas que nunca había hecho, casos que habían pasado y podía relacionar.
P: Y son crímenes que muestran el nuevo paradigma de la ciudad que Vázquez Montalbán no llegó a ver. Sicarios, crímenes dobles, prostitutas enterradas en la montaña olímpica.
R: Eso que dices está bien porque era como hablar de un personaje nacido quince años atrás, sin la memoria previa de la saga. Era olvidar todas las maneras que tenia de trabajar y hacerlas nuevos, creando nuevas adaptaciones porque las circunstancias también lo son.
P: Esto es una gran diferencia, y otra fundamental es su anhelo por encontrar el amor, como siempre recubierto por una coraza para no mostrar a las claras su gran fragilidad.
R: Se ha protegido más o menos bien, ha llegado a esa edad sí, pero al igual debió haberse protegido peor, un poco como el cerdito de cemento en la historia del cuento clásico, que se queda sólo y para poco le sirve. Creo en la novela se plantea eso y además tiene entre manos una historia rara, complicada y muy tóxica. Tiene dos cartas encima de la mesa y apuesta por la peor. Quiere hacerse daño y quiere que tenga un sentido. Quiere morir por algo.
P: Si vamos al amor aquí debemos ir con Carvalho en Madrid. La novia zombie es la mujer de un alto cargo del Partido Popular.
R: En el momento de la escritura la clave era lo que pasaba en ambas ciudades. En un primer momento la novela iba a llamarse Madrid-Barcelona. La idea inicial es que tuviera una amante que le explicara todo lo que ocurría en Madrid. Luego se quedó en la historia de amor, pero ese planteamiento inicial me gustaba mucho porque como escritor, y eso siguió con la trama definitiva, me interesaba mucho ver si era capaz de plasmar Madrid sin que pareciera de cartón piedra.
P: Eso siempre me ha fascinado, porque quizá si escribiéramos en otro lugar lo haríamos de modo distinto.
R: Sí, es un caramelo, porque no son tanto las ciudades, es más bien reflejar la gente que las vive. No se trata de coger un mapa y saber que la calle Hermanos Bécquer es corta. Es mejor saber qué hace la gente en un bar.
P: El comportamiento del ciudadano determina la idiosincrasia del espacio.
R: Eso es. Me gustaba jugar con dos ciudades, me apetecía y en el fondo, si lo piensas, va a Madrid y pierde. Se enfrenta en el prototipo de novela negra de invernadero, como El sueño eterno, y cae derrotado, le dicen un poco vete por ahí.
P: Va al Ángel caído.
R: Sí, no deja de ser simbólico. No me extrañaría que queme la Constitución de 1978 por esa derrota.
P: Esto me hace volver al Procés. Es apátrida, pero quiere votar.
R: En el fondo quiere que la gente pudiera decidir lo que quiere, pero tampoco le gusta lo otro. Hay un momento que más o menos dice que no le gustaría volver al Nodo de 1965, pero tampoco estar en manos de Testigos de Jehová.
P: Y usa la frase de Orwell donde dice que los catalanes son antifascistas sin rechazar lo totalitario.
R: Claro, y eso es muy Carvalho, porque más o menos dice que debe quedarse donde está pese a saber que la gente es igualmente complicada.
P: Además, el tema de temas supongo que es normal que salga en la trama. En Carvalho no podías ir a la novela negra básica, debías ir más allá porque esa es la marca de fábrica de toda la saga.
R: Es crear un ambiente, un perfume y que todo funcione. Poner en marcha un universo. La trama es lo de menos. Si te fijas, salvo en las primeras novelas de Carvalho, son libros de entrevistas donde resuelve las cosas hablando.
P: Lo digo un poco por lo que comentas, has escrito un libro con muchos personajes, como Max y Amèlia, y hasta el momento no han salido en la conversación.
R: Es que la trama es lo que menos me interesaba, es una excusa para argumentar. Lo importante es que ese universo se levantara. Más que en la trama me jugaba la novela en detalles, desde los diálogos que hemos comentado hasta ese despacho mítico, sin el que hubiera sido inimaginable empezar a escribir.
P: ¿Qué te ha aportado la experiencia como escritor?
R: Me ha permitido hacer un montón de cosas. Trabajar con un personaje de acción ha sido estimulante, porque lo habitual en mis novelas es que los personajes piensen mucho, vayan a la deriva, se ensimismen y le den mil vueltas a todo entre metáforas, pero aquí siempre debe haber un caso y eso ya es un punto de inflexión importante, como la voz en primera persona, lo de trabajar en dos ciudades, jugar con un personaje, los diálogos o el sentido del humor, que casi nunca había tocado. Me lo he pasado muy bien.
P: ¿Te ha resultado fácil desconectar?
R: El personaje es de puta madre, muy magnético, te gustaría que te siguiera invitando, es un poco en ese sentido como Tony Soprano, pero hay cosas que están bien en su justa medida. Ha estado bien, no estropearlo mucho y divertirse.
P: Y de hecho en este punto es importante el marco cronológico, entre junio de 2017 y el día antes del atentado de la Rambla. De haber centrado la trama después quizá no hubieras podido cubrirle tanto las espaldas.
R: Es que llega a pasar la trama más tarde y seguro que lo meto, y me meto en líos mucho más gordos. Le he cubierto las espaldas a lo bestia, porque de otro modo podría haber dado muchos pasos en falso. Sabe que habrá un referéndum y sabe que habrá un atentado, pero no se implica. Llegué a imaginarme a Biscuter yendo al mercado de la Boquería cuando sucedió el atentado.
P: Pero era demasiado Hollywood.
R: Total, era demasiado James Bond y ese no era el espíritu. Estaba bien que supiera atenerse a los hechos, especular no tenía sentido, era más bien un precipicio hacia lo ridículo.
Por si no lo saben Pepe Carvalho ha vuelto, aunque quizá sólo esté de visita. La novela de su comeback se titula 'Problemas de identidad' (Planeta) y lleva la firma de Carlos Zanón (Barcelona, 1966), dato relevante para entender el experimento, pues muchos esperarán volver a dialogar con el eterno detective de Manolo Vázquez Montalbán, algo imposible al estar en otras manos que, muy sabiamente, han mantenido los mimbres del esqueleto infundiéndoles savia nueva tanto en el estilo como en el entorno. Más de quince años no pasan en balde y la propuesta editada por Planeta da buena prueba de ello mediante una intriga más acelerada, con nuevos personajes, circunstancias insólitas y una Barcelona inimaginable para el creador de la saga, no así para Zanón, quien como es comprensible infunde al relato su sello desde el absoluto respeto a su predecesor, omnipresente desde una distancia plausible, sin invadir, casi como si susurrara una presencia inevitable y para incómoda por cómo se ha resuelto la gran cuestión de dar vida a un cuerpo demasiado famoso.