El extraño (y valioso) resto azul en la boca de una monja que revela su profesión 'oculta'
Monjes escribiendo sin descanso manuscritos. Esa es la imagen de la Edad Media que siempre aparece en los libros, pero un hallazgo desvela la aportación de la mujer en su elaboración
Monjes aplicados sentados frente a una mesa trabajando sin descanso en la elaboración de manuscritos. Esa es la imagen que cualquiera puede tener del día a día en los monasterios durante la Edad Media, pero lejos de esto, el papel de la mujer parece que tuvo mucha más relevancia de lo que se creía. Y todo por el hallazgo de unos 'dientes azules' que revelan la importancia de la aportación femenina no solo en los manuscritos medievales sino en la cultura de esa época.
Según publica la revista 'Science Advances', en los restos de una dentadura de una mujer que murió entre los siglos XI y XIII y que fue enterrada en un monasterio de Alemania se han hallado partículas de lapislázuli, uno de los pigmentos más caros de la época y de los más utilizados en los manuscritos iluminados.
Más allá del texto, tenían gran importancia las letras capitales embellecidas, los dibujos y las miniaturas que acompañaban al contenido del libro. Y ese es precisamente el trabajo que podría haber realizado esta mujer, oficio que siempre se ha considerado que fue exclusivo de los hombres. Este nuevo planteamiento, que cambiaría de forma radical la manera de entender la cultura de la Edad Media, se apoya en el hallazgo de este mineral de color azul intenso, que durante siglos se ha utilizado en la pintura y en la ornamentación, en la placa dental de una dentadura enterrada hace más de 900 años.
¿Cómo llegó ese color azul a los dientes?
Este descubrimiento no tiene precedentes. La dentadura fue encontrada en 2014 en el cementerio de un monasterio medieval en Dalheim, Alemania, en el que, según los escritos de la época, vivían 14 mujeres religiosas. En el siglo XIV, durante una batalla, fue destruido. Pero no ha sido hasta un lustro después, en 2019, cuando gracias al empleo de sofisticadas tecnologías han descubierto que ese resto de color azul es lapislázuli, el pigmento más codiciado de aquella época y que años después se empleó para pintar losfrescos de la Capilla Sixtina.
Pero ¿cómo llegó ese color azul a los dientes de esta mujer? Según Monica Tromp, del Instituto Max Planck de Ciencia de la Historia Humana, que ha participado en la investigación difundida, la hipótesis "más probable" es que cuando pintaba con este mineral chupara la punta del pincel mientras iluminaba un manuscrito. Este planteamiento se ve reforzado porque también se han encontrado entre los dientes pequeños restos de pan de oro, empleado también en la decoración de las páginas.
Sin duda, el trabajo femenino en la producción de manuscritos apenas tiene visibilidad en nuestros días, por lo que este descubrimiento podría romper con la idea de que las mujeres tenían un papel reducido en ella. De hecho, permite colocarla en un lugar de la historia que nunca ha ocupado dándole una importancia especial, no solo por su contribución a la cultura medieval sino por el acceso que tenían a uno de los materiales más valiosos, lo que les permitía tener contactos con mercaderes, no solo de Alemania sino de Afganistán, lugar de donde procedía ese lapislázuli.
"Se puede observar con este hallazgo que la mujer estaba insertada en una vasta red comercial global que se extendía desde las minas de Afganistán hasta su comunidad en la Alemania medieval, a través de las metrópolis comerciales del Egipto islámico y la bizantina Constantinopla", explica Michael McCormick, de la Universidad de Harvard (EEUU), otra de las instituciones participantes en el estudio. "La economía emergente de la Europa del siglo XI estimuló la demanda de ese precioso y exquisito pigmento, que viajó miles de kilómetros en caravanas de mercaderes y en navíos para servir a la ambición creativa y artística de esta mujer", añade.
El resultado de esta investigación también llena de incógnitas el papel de esta mujer y si hay más como ella. Y es que esto deja muy claro que no solo iluminaba manuscritos, sino que lo hacía con un pigmento muy raro y caro, al que no tenía acceso cualquiera. Y, además, en un sitio alejado y remoto de los centros artísticos de la época. La historia de esta mujer hubiera quedado oculta sin el uso de las nuevas tecnologías. ¿Cuántas artistas más podríamos encontrar en los cementerios medievales?
Monjes aplicados sentados frente a una mesa trabajando sin descanso en la elaboración de manuscritos. Esa es la imagen que cualquiera puede tener del día a día en los monasterios durante la Edad Media, pero lejos de esto, el papel de la mujer parece que tuvo mucha más relevancia de lo que se creía. Y todo por el hallazgo de unos 'dientes azules' que revelan la importancia de la aportación femenina no solo en los manuscritos medievales sino en la cultura de esa época.