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Jonathan Haidt: "La sobreprotección daña a nuestros adolescentes"
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Jonathan Haidt: "La sobreprotección daña a nuestros adolescentes"

El psicólogo moral estadounidense libra una doble batalla contra la sobreprotección de los adolescentes y las trincheras ideológicas

Foto: Una joven consulta su móvil en Valencia. (EFE)
Una joven consulta su móvil en Valencia. (EFE)

Entre demócratas y republicanos se abre un abismo de mutua incomprensión. Los primeros ejercen un dominio aplastante en el ámbito académico, y el debate sobre las propuestas conservadoras es prácticamente tema tabú en las universidades norteamericanas. Con facultades de Humanidades prácticamente convertidas en espacios seguros, los estudiantes reaccionan con ira y temor ante las ideas que ponen en cuestión sus convicciones ideológicas. Una generación de adolescentes está siendo minada por la 'cultura de la sobreprotección': crecida al abrigo de Internet y de unos padres celosos de su seguridad, solo han experimentado el riesgo y la confrontación de forma vicaria -a través del ocio digital o las redes sociales-. Inmaduros y sin herramientas para resolver sus conflictos psicológicos, ahora se enfrentan a una grave crisis de salud mental.

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Jonathan Haidt

Estas son algunas de las preocupaciones que Jonathan Haidt (1963), psicólogo moral y profesor de la Universidad de Nueva York, ha desarrollado a lo largo de su carrera como ensayista e investigador. En el libro 'La mente de los justos' (Deusto, 2019), Haidt explora las raíces morales de progresistas y conservadores, y analiza los resortes de nuestra mente que nos hacen proclives a demonizar a nuestros adversarios y a reafirmarnos en nuestros sesgos ideológicos. Su experiencia como profesor le permite analizar en primera persona esta crisis intelectual que azota las universidades americanas. Lo plasma en su último libro, coescrito con el presidente de la Fundación para los Derechos Individuales en la Educación, Greg Lukianoff. 'La transformación de la mente moderna. Cómo las buenas intenciones y las malas ideas están condenando a una generación al fracaso' que será también publicado por Deusto en mayo de 2019.

PREGUNTA. Encuentro que la empatía es la nota dominante de sus ensayos. En ellos no culpa a un grupo específico, sino que trata de comprender qué mueve a las personas a razonar o actuar de forma errónea. ¿Cómo logra mantenerse moderado en medio de tanta polarización?

RESPUESTA. Lo que ocurre es que yo fui miembro de uno de los dos equipos durante mucho tiempo, y me vi obligado a entender a los conservadores con el objeto de ayudar a los demócratas a ganar las elecciones. Mientras escribía 'The Righteous Mind' me di cuenta de que John Stuart Mill tenía razón: no puedes entender realmente algo hasta que lo observas desde múltiples perspectivas. Gracias a mi dedicación al estudio de la psicología moral fui capaz de analizar mis propias ideas y me di cuenta de que necesitaba leer más y escuchar a gente muy diversa para comprender mi objeto de estudio. Poco a poco logré salir de mi matriz político-moral hasta volverme políticamente independiente, podríamos decir. Aunque es cierto que yo nunca he votado por los republicanos -un partido que en muchos sentidos parece haber perdido la cabeza-, al menos ahora ya no me considero un miembro del equipo de izquierdas.

placeholder 'La mente de los justos'. (Deusto)
'La mente de los justos'. (Deusto)

P. Steven Pinker mencionaba en una entrevista reciente que algunos de sus alumnos empiezan a simpatizar con la extrema derecha. Él lo atribuye a los errores de la izquierda y a su compromiso con la correción política.

R. Estoy de acuerdo con Pinker en que hemos entrado en un ciclo de polarización, y cuanto más les digamos a los estudiantes que piensen acerca de sus compañeros mediante categorías étnico-raciales, más se agravará el problema. Si fomentamos que se identifiquen con grupos y atribuimos a uno de esos grupos rasgos negativos, los miembros de dicho grupo reaccionarán de formas diferentes: algunos aceptarán que el grupo al que pertenecen es malo, mientras que otros replicarán: "vete a la mierda". Esto ya está ocurriendo, especialmente entre los chicos adolescentes y blancos. Mientras daba charlas en secundaria pude comprobar que dichos alumnos suelen estar muy callados, muchos de ellos sienten que no se les permite hablar. Y cuanto más le dices a alguien que se calle, más atraído se sentirá hacia quien lo alabe y le diga que en realidad él es el bueno.

Hemos entrado en un ciclo de polarización: cuanto más piensen los estudiantes con categorías étnico-raciales, más se agravará el problema

P. Cuando critica a los activistas de izquierdas señala que, aunque no comparte muchas de sus posturas, sus intenciones son buenas. Sin embargo, es menos habitual que alguien critique a un conservador a la vez que admite que sus fines son nobles.

R. Tendemos a ver a todos los que están al otro lado como una gran masa cuyos atributos se corresponden con lo peor de dicho grupo. Por ejemplo, yo respeto mucho a los intelectuales conservadores; he aprendido mucho de ellos y considero que su forma de pensar es esencial para el buen gobierno de una sociedad. Donald Trump, sin embargo, no es un conservador en ningún sentido. Es autoritario y narcisista, y no es justo identificar el pensamiento conservador con él y sus errores. Tampoco lo es asociar a los conservadores con el puñado de nazis que han salido a la luz en los EEUU, ni identificar a la izquierda con los antifascistas, esos grupos que recurren a la violencia, odian América y se definen explícitamente como anarquistas. Cada extremo del espectro político es conflictivo y da cobijo a gente que defiende el uso de la violencia. Pero mantengo que no puedes entender a los seres humanos si piensas que la gente es esencialmente egoísta o cruel: todos estamos motivados por intenciones muy diversas, que incluyen el objetivo de mejorar nuestras sociedades.

placeholder Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

P. Si tuviera que hacer de abogado del diablo, ¿diría que la polarización nos está trayendo algo positivo? Tal vez, por ejemplo, nos permita explorar nuevas ideas que antes no se barajaban.

R. Es cierto que cuando se producen grandes cambios también es posible encontrar nuevas ideas, pero, en general, considero que los cambios rápidos traen grandes problemas. Si tuviéramos un sistema increíblemente opresivo y corrupto, podríamos argumentar que un cambio drástico es necesario, pero, en mi opinión, la historia de finales del siglo XX es, ante todo, la historia de los cambios que han garantizado derechos a infinidad de grupos, otorgándoles respeto y dignidad. Nadie hubiera imaginado en 1990 que los gays podrían casarse algunos años después, o que los transexuales pronto serían socialmente aceptados y se les garantizarían plenos derechos. Se han producido cambios muy veloces hacia sociedades más justas, así que exponernos a un nuevo cambio que proponga acabar con estos sistemas para establecer uno nuevo desde cero es muy poco probable que nos conduzca hacia una sociedad mejor.

P. Durante la lectura de sus libros he reparado en que jamás usa el concepto "posmodernismo" ni sus derivados, y "corrección política" apenas figura en cuatro o cinco ocasiones. ¿Los evita deliberadamente?

R. Así es, en efecto. Quería eludir los términos que se usan para atacar al rival. En parte, también se debe a que nunca he llegado a comprender el posmodernismo. Lo he intentado en diversos momentos a lo largo de mis treinta años como profesor universitario, y simplemente no logro entenderlo tan bien como para hablar de ello. La corrección política sí creo comprenderla, pero cuando analizo estos fenómenos trato de evitar conceptos que fomentan la confrontación.

La fragilidad de tantos alumnos no es algo que podamos pasar por alto, y en especial su tendencia a autolesionarse o incluso suicidarse

P. Diría que ha cumplido tu objetivo. Sin embargo, aunque termina su última obra con una nota de optimismo, no parece que la polarización y la situación en los campus universitarios haya mejorado.

R. Soy muy, muy pesimista acerca de la situación política de los EEUU. No confío en que la polarización se atenúe, sino que más bien parece arreciar, y no encuentro una solución para el problema nacional. Pero soy más optimista en lo que se refiere a la situación en los campus, porque la gran mayoría de la gente, tanto de izquierdas como de derechas, desea que las universidades sean espacios abiertos en los que se permita a la gente formular preguntas y participar en discusiones de buena fe. He escuchado a unos cuantos presidentes de universidades rechazar las ideas en las que se basa la cultura de la sobreprotección de los estudiantes. Creo que, aunque ningún líder ha tomado por ahora la voz cantante, cuando las cosas cambien, lo harán rápido. Y diría que el detonante será la severidad de la actual crisis de salud mental. La fragilidad de tantos alumnos no es algo que podamos pasar por alto, y en especial su tendencia a autolesionarse o incluso suicidarse. Creo que esto obligará no solo a las universidades, sino a cualquiera que trabaje con niños a frenar y preguntarse qué es lo que se está haciendo mal.

placeholder 'The Coddling of the American Mind'
'The Coddling of the American Mind'

P. Cuando observo los enfrentamientos entre estudiantes y profesores que se producen en los campus me parece estar observando un fenómeno religioso.

R. Sí, creo que lo que vemos solo puede ser explicado mediante referencias a la psicología de la religión. Intervienen la psicología de lo sagrado, la blasfemia y el tabú. Se observan patrones que son propios del pensamiento y los rituales religiosos. Por ejemplo, muchos creen que la gente que defiende ideas radicales no debería corromper el campus. En 'The Coddling...' analizo algunos de estos incidentes relacionados con la psicología de las cazas de brujas. En especial, el miedo que muchos tienen a defender al acusado, y cómo incluso hay quienes se suman al ataque aun cuando en su fuero interno consideren que es inocente (a diversos oradores se les impidió hablar en el campus o incluso los expulsaron violentamente, y los responsables de las universidades hicieron poco o nada por evitarlo. Algunos profesores fueron intimidados por grupos de alumnos, ante la pasividad del resto).

Por otra parte, lo que desarrollo en 'La mente de los justos' es cómo el ser humano ha evolucionado para ser religioso, partiendo de comunidades de pequeño tamaño hasta las religiones de masas que satisfacen esas necesidades metafísicas; y, conforme estas creencias religiosas desaparecen de nuestras vidas, especialmente de las de la gente joven -suelen describirse como espirituales, pero no religiosos-, sus mentes se abren a otras formas de pensamiento cuasi religioso. Y algunos de ellos están abrazando movimientos religiosos de la misma forma en que los fanáticos lo han hecho durante milenios.

Los jóvenes están abrazando movimientos religiosos de la misma forma en que los fanáticos lo han hecho durante milenios

P. Es muy crítico con las redes sociales y el efecto que estas tienen sobre los jóvenes.

R. Me inquieta mucho el futuro de mi país y el de las democracias liberales, en parte porque sospecho que el tipo de estructuras sociales que hemos tenido hasta ahora podrían ser incompatibles con las redes sociales. Los seres humanos somos proclives a entrar en ciclos de polarización, y cuando existe la posibilidad de enfadarse por absolutamente cualquier cosa que otro haya hecho, teniendo en cuenta que en EEUU somos 325 millones de personas, todos los días habrá cientos de ellas que hayan cometido alguna atrocidad. Si estoy obligado a enterarme de estas salvajadas todos los días durante el resto de mi vida, me veré abocado a una vida llena de odio y desconfianza.

El segundo problema es que parece que el uso de redes sociales es dañino para los adolescentes menores de dieciséis años, especialmente para las chicas. El número de casos de ansiedad, depresión, autolesiones y suicidios está subiendo de forma alarmante entre las adolescentes de EEUU, Reino Unido, Canadá e Irlanda -que son los países que he podido estudiar-; en todos ellos observo un crecimiento preocupante de la depresión femenina que coincide con el momento en que comienzan a usar las redes sociales. Creo que pueden estar debilitando y dañando a toda una generación de adolescentes en el mundo occidental. No tenemos certezas acerca de los efectos exactos que provocan las redes sociales, pero existe una sincronía perfecta en todos los países que he analizado, y no se me ocurre ninguna otra explicación para esto. Por el contrario, en el caso de los chicos los efectos negativos son relativamente pequeños o incluso inexistentes.

placeholder Fotografía de la pantalla de un teléfono donde se ven los íconos de las aplicaciones Instagram, Snapchat y Facebook. (EFE)
Fotografía de la pantalla de un teléfono donde se ven los íconos de las aplicaciones Instagram, Snapchat y Facebook. (EFE)

P. Menciona a menudo la Terapia Cognitivo Conductual (TCC) como la más adecuada para ayudar a los adolescentes con problemas. ¿La considera más efectiva que otras terapias?

R. Algo bastante desconcertante en el campo de la investigación psicológica es el hecho de que la mayoría de terapias presentan una eficacia similar. Menciono mucho la TCC no porque sea más efectiva que otras terapias, sino porque es mucho más sencillo usarla y porque, además, es posible tratarse uno mismo. Las universidades no pueden preparar a todos los estudiantes para que se psicoanalicen, pero sí está a su alcance darles una copia del libro de David Burns 'Feeling Good', que se lee en pocas horas, y el mero hecho de leerlo ha demostrado ser en sí mismo una forma efectiva para combatir la depresión. También sería posible facilitar a los estudiantes una aplicación para móviles que les permita mejorar su forma de pensar. En resumen, recomendamos la TCC no por ser mejor, sino por ser tan fácil de usar.

P. Su último libro tiene un título que remite al ensayo de Allan Bloom 'El cierre de la mente americana'. Ambos comparten objeto de estudio, pero Bloom emplea un enfoque distinto, y él es netamente conservador.

R. Aunque el título lo puso el editor, no nosotros, es un juego de palabras: en efecto, alude al de Allan Bloom, pero el análisis que ofrecemos es muy diferente del que él realizó en los años 80. Ese ensayo fue muy importante en los EEUU, pero, aunque mucha gente lo conoce, poca lo ha leído. Es un libro complicado y oscuro, muy intelectual. En él se arguye que los estudiantes americanos son muy abiertos mentalmente, y que se han convertido en relativistas. En la actualidad veo pocas evidencias de que esto sea cierto. El problema que encontramos no es uno de relativismo moral, sino de certeza moral. Tal vez haya una conexión en que Bloom, como conservador, se lamenta por el declive de los valores, del sentido de la historia, de las normas compartidas, etc. Es posible que la pérdida del sentido de quiénes somos y de dónde venimos haya abierto la puerta al caos moral de la actualidad. Considero que vivimos en una época que recuerda a la de la Torre de Babel, cuando los humanos nos vimos obligados a hablar diferentes idiomas y éramos incapaces de entendernos. Siento que nos encontramos en un tiempo de fracturas morales y tenemos pocas cosas que nos mantengan unidos como país. El problema es muy grave en los EEUU, y parece estar ocurriendo también en Gran Bretaña, una sociedad muy dividida por el Brexit y la inmigración. No sé hasta qué punto ocurre lo mismo en otros países europeos.

Foto: Jordan B. Peterson

P. Es posible que el público español se pregunte por qué debería preocuparnos aquí algo que ocurre en un entorno tan específico como los campus americanos.

R. La cultura de la sobreprotección no era apenas visible en 2013, pero ahora sí lo es, y comienza a expandirse por las grandes empresas, en la educación secundaria y en el bachillerato. Se disemina muy rápido en los EEUU, y en otros países o bien estos problemas existen a pequeña escala, o bien están acercándose y serán más graves en cuestión de tres años. Por eso, os aconsejo que toméis medidas ante los primeros síntomas: si veis a adolescentes hablando sobre libros o ideas no en términos de acierto o error, sino de seguridad o peligro, deberíais estar alarmados, porque es un esquema mental muy dañino para los jóvenes. Los debilita y les hace perder su locus de control interno, les incita a juzgar a los demás con dureza y a no concederles el beneficio de la duda. Es muy difícil llevar una escuela o una empresa cuando algunos de sus miembros interpretan las acciones ajenas de la forma más negativa posible. Es algo que aboca a un conflicto interno sin fin.

P. Cuando publicó su último libro, el movimiento #MeToo acababa de nacer. ¿Qué opina de él un año después?

R. Considero que ha tenido éxito en modificar normas de comportamiento que muchos de nosotros asumíamos que no podían ser cambiadas. Y, lo más importante, creo que toda mujer ha tenido la experiencia de tratar con hombres indeseables; el #MeToo ha lanzado el mensaje de que no tienen por qué tolerarlos, y que deben ser castigados aunque no hayan infringido ninguna ley. Personas como Harvey Weinstein son criminales y deben acabar en la cárcel, pero el #MeToo va mucho más allá de los casos de violación o de la presión que los jefes ejercen sobre sus subordinados: trata sobre cómo cambiar reglas que permitían a los hombres tratar a las mujeres como objetos sexuales, especialmente en el trabajo. Por otro lado, tal y como muchos predijeron, en todo movimiento moral hay sectores que van demasiado lejos, y que una acusación se convierta de facto en en una condena es una tragedia. Esto implica que, si un hombre es acusado, no existe ningún mecanismo por el que pueda ser defendido y recuperar su lugar en la sociedad sin padecer un enorme sufrimiento. Espero que alcancemos un punto de equilibrio en el cual los hombres culpables de abusos graves sean acusados, pero en que las interacciones normales entre hombres y mujeres no se desarrollen en un clima de desconfianza.

placeholder Manifestación feminista en Nueva York. (Reuters)
Manifestación feminista en Nueva York. (Reuters)

P. Al final de 'The Coddling of the American Mind' esperaba que las cosas empezaran a cambiar en 2018. De lo ocurrido a lo largo del año, ¿qué motivos encuentra para el optimismo, y cuáles para el pesimismo?

R. Han ocurrido pocas cosas en mi país que me hagan ser optimista, excepto que los demócratas hayan recuperado la Cámara de Representantes, algo que permitirá establecer mayores controles sobre Trump y hacer que se investiguen las ilegalidades en que pueda haber incurrido. También me da esperanza comprobar que cada vez más gente es consciente de la magnitud del problema al que se enfrentan los adolescentes y de la necesidad de que esto cambie. En 2018 hemos asistido al auge del populismo y el autoritarismo, y tal vez estemos en la cresta de la ola: es posible que a partir de ahora los más moderados o centristas empiecen a hacer un mejor trabajo y a encontrar formas más atractivas de frenar todo esto. Por otro lado, Macron era uno de ellos, pero parece estar atravesando grandes dificultades en Francia.

También me gustaría mencionar un estudio llamado 'Hidden Tribes', realizado por More in Common. En él se analiza la postura política de muchos americanos, y el resultado revela que hay un pequeño grupo en la extrema izquierda y otro en la extrema derecha que están muy ideologizados y poco dispuestos a ceder; pero también concluye que la inmensa mayoría de los americanos son relativamente moderados y están abiertos a la cooperación con sus rivales. Este estudio me dio esperanza y me hizo ver que el problema no es que la mayor parte de la gente esté cabreada, polarizada y sea inflexible, sino que nos encontramos ante una dinámica en la que unas pocas personas situadas en ambos extremos adoptan posturas intimidatorias. En algún momento debería ser posible que las mayorías que forman mi país, e incluso las mayorías de cada lado del espectro político tomen la batuta durante los próximos años.

Entre demócratas y republicanos se abre un abismo de mutua incomprensión. Los primeros ejercen un dominio aplastante en el ámbito académico, y el debate sobre las propuestas conservadoras es prácticamente tema tabú en las universidades norteamericanas. Con facultades de Humanidades prácticamente convertidas en espacios seguros, los estudiantes reaccionan con ira y temor ante las ideas que ponen en cuestión sus convicciones ideológicas. Una generación de adolescentes está siendo minada por la 'cultura de la sobreprotección': crecida al abrigo de Internet y de unos padres celosos de su seguridad, solo han experimentado el riesgo y la confrontación de forma vicaria -a través del ocio digital o las redes sociales-. Inmaduros y sin herramientas para resolver sus conflictos psicológicos, ahora se enfrentan a una grave crisis de salud mental.

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