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Dani Alés, 'con cartas y a lo loco': el cómico y mago 'antiniños' que triunfa en Madrid
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EN EL TEATRO LARA

Dani Alés, 'con cartas y a lo loco': el cómico y mago 'antiniños' que triunfa en Madrid

El Teatro Lara de Madrid acoge las últimas funciones de 'Con cartas y a lo loco', un show de magia familiar que vertebra un humor digno de un espectáculo de 'stand-up'

Foto: Dani Alés durante el espectáculo 'Con cartas y a lo loco' (Javier Mantrana)
Dani Alés durante el espectáculo 'Con cartas y a lo loco' (Javier Mantrana)

Tenía unos diez u once años cuando un mago, uno de esos con capa y sombrero, me sacó a un escenario improvisado en un hotel de Benidorm. “Sujeta esto y vigila que no se escape”, me dijo haciendo aspavientos exagerados mientras me tendía un paraguas de colores envuelto en una especie de manta. Unos tensos minutos después, el mago de Benidorm cogió la manta y mostró que el paraguas había desaparecido mientras me reñía entre chistecicos sin gracia. Volví a mi sitio mientras un señor de mediana edad con capa se reía de que no había sido capaz de sujetar un paraguas con éxito. Creo que nadie puede culparme de que, desde entonces, sintiera cierta reticencia hacia los magos que van de graciosos. Luego me encargaron este artículo.

Dani Alés, cómico y mago -sin capa-, quiere diferenciarse de estos ilusionistas que, entre truco y gracieta, a alguno nos han causado algún trauma. “Me parece mal el desprecio que tienen ciertos magos hacia el humor, creen que solo es una especie de decorado argumental para los efectos de magia”, comenta. En su espectáculo ‘Con cartas y a lo loco’ en el Teatro Lara, la comedia es el hilo conductor en el que la originalidad también está en el texto. Un redescubrimiento de la relación magia-humor, casi un “stand-up con truquitos” y unas cuantas barajas.

placeholder Dani Alés y Edu Díaz (también productor del show) junto con un padre que no ha podido escapar (Javier Mantrana)
Dani Alés y Edu Díaz (también productor del show) junto con un padre que no ha podido escapar (Javier Mantrana)

Aunque desde fuera se presenta como un show para niños, son muchos los padres que a lo largo de la hora y cuarto terminan desfilando por el escenario para ser víctimas de un humor improvisado. Otros adultos ríen desde abajo las abundantes bromas con doble sentido. “Hay lecturas diferentes, como pasa con ‘El nombre de la rosa’”, Alés se ríe porque acaba de ser consciente de lo “pretencioso” que suena, pero sigue explicando. “Umberto Eco se planteó petarlo con un libro y lo consiguió porque tiene muchas lecturas”. Además de la trama policiaca, recuerda las referencias literarias, irresistibles para “cualquier cultureta”: el bibliotecario, por ejemplo, se llama fray Jorge, es ciego, se oculta tras espejos y un laberinto, todo ello elementos esenciales del universo literario de Jorge Luis Borges. “Es un guiño del que alguien que no tiene ni idea de eso no se entera, pero disfruta igual. Parte de lo que disfrutan los adultos es de que los niños no se estén enterando de cosas que están ocurriendo. Hay un metalenguaje todo el rato que establece una complicidad entre el guion del espectáculo y los padres”.

Aunque cuenta que se le da bien tratar con los niños -ha sido monitor y profesor-, durante el show juega el papel recurrente de que no los soporta. “Hago como que no me gusta actuar para niños pero que lo disimulo porque si no no tengo hueco en el Teatro Lara, entre ‘La llamada’ y ‘Burundanga’”. Si los padres son partícipes porque se sienten identificados, también funciona para conectar con los pequeños de forma más sincera. Lo reflexiona mientras se pide un gintónic. “A los niños no les van las mierdas ni que les hables poniendo voces para intentar quedar bien con otro adulto. Lo detectan”.

placeholder Aunque los niños tienen un gran protagonismo, muchos padres son arrastrados al escenario (Javier Mantrana)
Aunque los niños tienen un gran protagonismo, muchos padres son arrastrados al escenario (Javier Mantrana)

Toda esta interacción y esta complicidad con el público está más que medida para conseguir un buen ritmo, quizá lo más importante en un show de magia. Durante su última actuación en octubre, una chica que subió al escenario decidió cambiar la carta que había elegido y, aunque desde el ojo del público todo parecía normal, el ritmo corría el riesgo de resentirse. “Tienes que soliviantarlo como sea, con bromas, hablando rápido… El ritmo es como el idioma de actuar. Hay que recortar y dejar lo bueno”, explica Alés. “Un espectáculo de Tamariz es muy redondo porque solo hay partes en las que se descojonaría hasta su peor enemigo. El cómico, el mago, el artista de directo en general, al igual que un escultor, debe quitar todo aquello que sobra y mostrar solo lo que convierte su espectáculo en un acontecimiento especial”.

Un espectáculo de Tamariz es muy redondo porque solo hay partes en las que se descojonaría hasta su peor enemigo

En diferentes espectáculos de magia es fácil ver trucos que recuerdan a otros. Hace un año, el ilusionista mexicano Joaquín Kotkin criticaba que el reconocido Mago Pop había “robado” su “truco del escorpión”, pero para Alés es muy difícil hablar de 'copyright' en la magia. “El espectador ve un todo, una narración imposible que tú le cuentas. Por ejemplo, que una carta va a viajar desde la baraja hasta el bolsillo. Primero, ¿a quién se le ha ocurrido que una carta viaje al bolsillo en vez de a un zapato? Eso ya es una idea. Segundo, ¿qué técnicas hay para conseguir eso? ¿Quién se ha inventado esas técnicas? Y tercero, ¿cómo decides contar eso para que interese?”

Desde finales del siglo XIX, explica, las técnicas y las opciones son muy limitadas. “Es muy difícil que un mago se invente ahora una técnica nueva”. Nombra una excepción, la técnica inventada por Juan Tamariz llamada TPC -‘Tamariz Perpendicular Control’- que ahora utilizan muchos magos de todo el mundo. “Cuando es más discutible es al hablar de gente que se inventa técnicas de ingeniería para poder hacer cosas como volar, pero es algo muy concreto. Hablar de 'copyright' en la magia es como hacerlo en las palabras. Nadie posee “en”, “un”, “lugar”, “de”, “la”, “Mancha”, pero juntas… Ahí está el artista”.

"Dignificar el stand-up es señalar lo valioso"

placeholder 'Micro abierto, textos sobre stand-up comedy' (Ilustración de Borja Sumozas)
'Micro abierto, textos sobre stand-up comedy' (Ilustración de Borja Sumozas)

Cómico residente en La Chocita del Loro de Gran Vía de Madrid, en 2008 hizo su debut como humorista, antes de la creación del mítico Madrid Comedy Club. “No me interesaba nada la comedia”, comenta. Luego terminó dirigiendo el que sería el primer libro de teoría de 'stand-up' publicado en España, ‘Micro abierto. Textos sobre stand-up comedy’. Desde 2014, también organiza un Congreso de Comedia en la Universidad Autónoma de Madrid, el cual han pisado Goyo Jiménez -presentado por Ángel Gabilondo, entonces ministro de Educación-, Joaquín Reyes o Andreu Buenafuente, y que el próximo año, si todo sigue su curso, inaugurará David Broncano. Para culminar por todo lo alto, Alés, doctorado en Filosofía y Letras, escribió una tesis sobre la poética y la retórica de la comedia de ‘stand-up’.

“La tesis es la cosa más dura que he hecho en mi vida, no tiene nada que ver con la carrera ni con dedicarse diez años al 'stand-up comedy'”, relata. “Estás totalmente solo y muchas veces no sabes avanzar. Hubo momentos en los que tenía la certeza de que no iba a acabarla y nunca habría llegado al final sin la insistencia de mis directores de tesis”. Aunque la función de un teórico es establecer un canon y clasificar las obras, lo “bueno y malo” es un concepto lleno de claroscuros. “Una manera de dignificar el 'stand-up comedy' es señalar lo que es valioso, pero la gente confunde que valores algo con que digas que algo es gracioso”, explica. “No niego que Paco Calavera o Ignatius te pueden no gustar, es una cuestión de gustos, pero un teórico tiene la cualidad de discernir los rasgos que le dan valor a eso”.

Sobre gustos no se puede pontificar, insiste, pero sí se puede sobre calidades. Para elaborar su ejemplo toma prestada la compleja comedia de Ignatius Farray. “Me puede gustar lo mismo un jamón de un euro del Día que un jamón Cinco Jotas pero para un gourmet, el proceso de elaboración es mucho más largo el del Cinco Jotas. ¿Cuánto tarda un cómico en tener un texto como el de Ignatius? ¿Qué tiene que dar a cambio? Un artista se inmola por su mensaje. Al final no sabes dónde está tu identidad. No son las mismas risas que las de un juego de palabras, son las de reconocerse patético. No es lo mismo curar una herida con una tirita que una cirugía a corazón abierto. Ignatius es un cómico con el que te ríes a corazón abierto”.

"Todos los cómicos son frágiles"

“Un hombre va al médico y le dice que está deprimido. Que la vida es dura y cruel. Dice que se siente solo en un mundo amenazado. El médico le dice ‘El tratamiento es sencillo. El gran payaso Pagliacci está en la ciudad, vaya a verle. Eso le animará’. El hombre rompe a llorar. ‘Pero doctor’, le dice. ‘Yo soy Pagliacci’”. Es un chiste que cuenta Rorschach en ‘Watchmen’, de Alan Moore. Una historia que recuerda al llamado “síndrome del payaso triste”.

Preguntado por esto, Alés enseguida saca el nombre del joven Bo Burnham, en cuyo especial de comedia de Netflix ‘Make Happy’ plasma una desgarradora confesión de sus inseguridades y relación con el público. Lo hace en forma de canción que parte desde una cómica letra sobre burritos y Pringles hasta llegar al fondo de un corazón roto: “Lo cierto es que mi mayor problema eres tú. Quiero complacerte, pero quiero ser fiel a mí mismo. Quiero darte la noche que te mereces pero quiero cantar lo que pienso. Parte de mí te quiere. Parte de mí te odia. Parte de mí te necesita. Parte de mí te teme. [...] Fíjate cómo me miran todos en plan ‘Venid a ver a este flacucho con una salud mental que va empeorando y os reís cuando intenta daros lo que no se puede dar a sí mismo’”.

Tanto el éxito como el fracaso te alejan de ti mismo. Lo cuenta Alés en su blog cuando narra su experiencia en ‘En el aire’, programa que conducía Andreu Buenafuente en 2008. “Son una superposición de circunstancias muy difíciles de gestionar emocionalmente. El éxito te desubica, pero el fracaso te tambalea. Los dos son la frecuencia rota de un mismo ruido. A veces es cuestión de suerte”. Remite a la experiencia del cómico Bill Hicks, que cuando empezó a triunfar seguía haciendo lo mismo que cuando no era conocido. Acudió a grabar al show de David Letterman, pero cuando le comunicaron que iban a censurar su actuación cayó en una depresión. “Si hay algo que caracteriza a todos los cómicos no es que sean graciosos, sino que son frágiles. Todos son como plumas".

El mago no quiere que cojas una carta, quiere que le hagas caso. Y el cómico no quiere que te rías, quiere que le quieras

En un momento, recuerda la frase de Jodorowsky: “El arte si no cura no es arte”. “El mago no quiere que cojas una carta, quiere que le hagas caso. Y el cómico no quiere que te rías, quiere que le quieras”, afirma antes de volver al payaso triste. “El cómico tiene que meter el dedo en la llaga, forma parte de su naturaleza el habitar los territorios de la tristeza, de la confusión… No es que sea el payaso triste, sino que la vida es triste y el payaso es un detector de eso.”

Próximas funciones de ‘Con cartas y a lo loco’

8 de diciembre (12:30)

23 de diciembre (12:30)

30 de diciembre (12:30)

5 de enero (12:30)

Tenía unos diez u once años cuando un mago, uno de esos con capa y sombrero, me sacó a un escenario improvisado en un hotel de Benidorm. “Sujeta esto y vigila que no se escape”, me dijo haciendo aspavientos exagerados mientras me tendía un paraguas de colores envuelto en una especie de manta. Unos tensos minutos después, el mago de Benidorm cogió la manta y mostró que el paraguas había desaparecido mientras me reñía entre chistecicos sin gracia. Volví a mi sitio mientras un señor de mediana edad con capa se reía de que no había sido capaz de sujetar un paraguas con éxito. Creo que nadie puede culparme de que, desde entonces, sintiera cierta reticencia hacia los magos que van de graciosos. Luego me encargaron este artículo.

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