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"Me guía el Espíritu Santo": el Sur Profundo de EEUU, a través de las misas con serpientes
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"A Dios no le van los jueguecitos"

"Me guía el Espíritu Santo": el Sur Profundo de EEUU, a través de las misas con serpientes

Dennis Covington publica 'Salvación en Sand Mountain'

Foto: Denis Covington en plena misa con serpientes
Denis Covington en plena misa con serpientes

Hay biografías de veinte líneas, de las que se utilizan para las solapas de libros, más vibrantes que la mayoría de las novelas. Es el caso de la de Dennis Covington (Birmingham, EEUU, 1948), que cuando de joven compartió aula en un taller de escritura con gigantes como John Cheever y Raymond Carver. Viajó doce veces a El Salvador para cubrir conflictos armados, sobrevivió a todo tipo de adicciones y encontró sus raíces con este reportaje sobre predicadores que usan serpientes venenosas en sus servicios religiosos.

"Soy adicto a los problemas: guerras huracanes, asesinatos y locura en general. Mi familia y mis amigos no entienden por qué… y yo tampoco. Tengo dentro un enfermo de la velocidad que no tiene acceso a ningún vehículo. Es posible que se haya formado en mí cierto deseo de muerte. O puede que sea propenso a la depresión. Siempre he buscado el amor en sitios extraños, a horas extrañas. Estuve en el ejército, pero no me llamaron para Vietnam. Quizá mi atracción hacia las guerras tiene que ver con cierto sentido de la culpabilidad. Llevo muchos años cubriendo guerras en América Central, además del horrendo conflicto en Siria, donde sufrí una lesión cerebral y necesité cirugía. Probablemente eso curó mi sentimiento de culpa, pero sigo queriendo volver a sitios donde mi vida corre peligro, aunque ando ya cerca de los setenta años", explica durante una entrevista con El Confidencial. No estamos ante la típica rata de redacción.

"Me guía el Espíritu Santo"

Ahora se traduce al castellano 'Salvación en Sand Mountain', gracias a la editorial de culto Dirty Works. Publicada originalmente en 1995, narra la transformación de un reportaje rutinario, asignado por su jefe, en un retorno a sus orígenes familiares. Transcribimos un pasaje, para que prueben la temperatura del relato, donde no caben fronteras entre el narrador y los hechos: "Cuando todas las serpientes estuvieron guardadas y los hermanos habían impuesto sus manos en Gracie McAllister para sanar su corazón maltrecho, se apoderó de mí el deseo de dar testimonio. Era una necesidad imperiosa. Sentía que no podía controlar las piernas ni la boca".

placeholder 'Salvación en Sand Mountain'.
'Salvación en Sand Mountain'.

"Me situé", prosigue Covington, "sigilosamente en primera fila de la congregación y con una voz que sonó gutural y a un volumen antinatural, anuncié que el Espíritu Santo me había guiado hasta Virginia Occidental para poder documentar estos hechos y difundir el Evangelio por todo el país. Lo dije como si fueran palabras de combate y yo estuviera desafiando a alguien a que me contradijera. Más tarde me quedé estupefacto por lo que había dicho. No exagero si digo que incluso me sentí horrorizado después. Sin embargo, en aquel momento no solo me parecieron apropiadas, sino inevitables", confiesa. Esto ocurre en la página 102 de 207. La montaña rusa no ha hecho más que comenzar. "A Dios no le van los jueguecitos", exclama un devoto poco después.

Clichés clasistas

El mayor miedo de Covington era reforzar los estereotipos negativos sobre los sureños, todavía habituales en su país. "Los mayores clichés sobre nosotros es que somos estúpidos, racistas, crédulos y supersticiosos. El día que apareció en el New York Times mi artículo sobre el juicio a una pareja de predicadores, tomé un avión hacia Washington. La mujer que estaba sentada a mi lado, a quien no conocía, estaba leyendo el texto. Cuando terminó, se volvió en mi dirección y dijo '¡Justo lo que necesitábamos! Voy de viaje a la capital para solicitar ayuda federal para nuestro estado y me encuentro a la prensa de Nueva York poniendo el micro en la boca a un trastornada que maneja serpientes'. Le expliqué que yo era el autor del artículo y que me limitaba a reflejar ese ambiente social. También le informé de que la mujer no era estúpida. Su marido había intentado asesinarla y ella decía la verdad", recuerda.

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Covington

¿El sur de Estados Unidos es más racista que el norte? "Crecí en los años cincuenta y los sesenta en Birminghan, la época del gobernador George Wallace —famoso por negarse a la integración—, las bombas en las iglesias que mataron a cuatro niñas negras, la castración de un varón negro en mi barrio y otros crímenes horribles, motivados por los prejuicios raciales. Durante una manifestación contra el Klu Klux Klan, uno de ellos me pegó varios puñetazos. Dicho esto, creo que las relaciones raciales en el Sur son mejores que en ningún otro lugar del país. Los sureños, negros y blancos, somos sureños. Los horrores del pasado han resultado en una fraternidad y sororidad de la que dudo que el resto de Estados Unidos sea completamente consciente, ni tampoco son capaces de comprenderla del todo", lamenta.

El fervor de los oficios

Parte de este sentimiento de unidad tiene que ver con los prejuicios que sufren. "La gente del norte suele mirar de manera condescendiente nuestras creencias religiosas. Es cierto que una parte del Sur es conocida como el Cinturón de la Biblia. Personalmente, no voy a misa. Mi última visita fue a una iglesia hispánica pentecostal. Me encantaba el fervor de sus oficios, pero desistí el día que el predicador dijo que Obama era el Anticristo", recuerda. La condición de sociedad rural también tiene su peso. "El manejo de serpientes refleja un rechazo de la cultura urbana, que es hostil y carente de Dios. Cuesta conectar con una gran urbe si eres alguien pobre que bajó de las montañas para trabajar en un molino o una fábrica. No hay nada como una serpiente de cascabel para mantener a tus enemigos alejados", afirma. Como despedida, me informa de que "adoro España", "las misas con serpientes tienen puntos en común con el toreo" y "ahora somos hermanos para siempre". Fraternidad sureña.

Hay biografías de veinte líneas, de las que se utilizan para las solapas de libros, más vibrantes que la mayoría de las novelas. Es el caso de la de Dennis Covington (Birmingham, EEUU, 1948), que cuando de joven compartió aula en un taller de escritura con gigantes como John Cheever y Raymond Carver. Viajó doce veces a El Salvador para cubrir conflictos armados, sobrevivió a todo tipo de adicciones y encontró sus raíces con este reportaje sobre predicadores que usan serpientes venenosas en sus servicios religiosos.

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