Una española frente al ISIS: la leyenda de la comandante Arian
En 2015 esta directora nacida en Reus cogió su cámara y se coló en el frente kurdo de la lucha contra el ISIS. Este 9 de noviembre estrena en cines la película que grabó allí
El 15 de marzo de 2018, a Alba Sotorra le mataron a la mejor amiga que había hecho en el frente kurdo contra el Estado Islámico. Anna Campbell era británica, tenía 27 años y en 2017 se había unido a las YPJ, las Unidades de Protección Femeninas, las milicias formadas por entre 7.000 y 10.000 guerrilleras kurdas que junto a las Unidades de Protección del Pueblo han conseguido expulsar al Dáesh de Kobane, al norte de Siria. Pero no fueron estos los que la asesinaron. Fue el Ejército turco. "Sobrevivió una lucha feroz contra el Estado Islámico y luego estos hijos de puta, que son parte de un ejército regular, la matan. Su padre no ha podido recuperar el cuerpo. No se lo han devuelto porque consideran que su hija es una terrorista. Una mujer feminista que fue allí para luchar por la emancipación de la mujer. ¿Esto es el terrorismo? ¿Luchar contra el Estado Islámico? ¿Luchar por la democracia? ¿Por la ecología? ¿En qué sistema estamos, que criminaliza este tipo de luchas?", lamenta Sotorra.
Por eso es a Campbell a quien dedica 'Comandante Arian', su último documental, que tras su paso por la Seminci se estrena en salas este 9 de noviembre. A ella y a todas las guerrilleras que, como Campbell, si no han perdido la vida se la han jugado por defender su territorio de la barbarie. Mujeres de entre 18 y 40 años que decidieron levantarse en armas que nunca habían cogido para luchar por la libertad, la justicia y la democracia. Milicianas como Arian, la protagonista de su película, la miliciana kurda a quien Sotorra acompañó durante más de un mes en primera línea del frente sirio en 2015. Y a quien fue a ayudar a recuperarse en un refugio de soldados heridas en 2017, después de que "uno del Dáesh" le disparase cinco balas desde un gallinero mientras la operaban. Un disparo le atravesó la columna, otro le reventó el codo, otro la hirió en el pulmón, otro le fracturó el sacro y el último se le quedó albergado el el estómago. Perdió varios metros de intestino. Y aun así, ni se queja ni se arrepiente.
'Comandante Arian' es el sexto trabajo de Sotorra como directora. Esta cineasta catalana siempre tuvo el ojo puesto en Oriente Medio y en el papel de la mujeres como fuerza de cambio social. Así que en 2015 se embarcó en un viaje hasta Kobane para comprender cómo era la vida en los diferentes frentes de la guerra siria. "En ese momento ir a Kobane era muy difícil, porque estaba asediada por el Dáesh, así que había que entrar por la noche por el Norte desde Turquía. Ahora han levantado un muro y ya es imposible", cuenta la directora. Después de conocer a Arian, decidió viajar una segunda vez y quedarse junto a ella para empezar a rodar, entonces sí, su documental. "Integrarme en un batallón significa que me dieron un uniforme y pasé a formar parte de la vida cotidiana del batallón: dormía donde dormíamos todas y comía donde comíamos todas".
"Una vez que te pones el uniforme ya tienes el mismo aspecto", explica. "Al principio estaban muy pendientes de mi cámara o, más bien, me interrumpían cuando estaba filmando. Yo les conté que cuando yo apuntaba con mi cámara estaba tan concentrada como cuando ellas apuntaban con su fusil, y que me tenían que respetar en mi trabajo. Y lo entendieron perfectamente. Por la noche, ellas dormían con su fusil en la cabeza y toda la munición a mano, y yo dormía con mi cámara en la cabeza y todas las baterías a mano".
Una humareda mancha de rojo el cielo. Dentro de un edificio, unas mujeres uniformadas de camuflaje preparan sus mochilas. Una joven —muy joven— ayuda a peinarse a otra mientras Arian limpia el interior del cañón de su fusil. "Llevad las botas", aconseja. "Nada de maquillaje ni perfume". Antes de parapetarse en una azotea para desde allí disparar a los combatientes del Estado Islámico, el grupo se reúne para reflexionar sobre por qué han decidido enrolarse en las YPJ. Algunas miran al suelo. Otras cuentan sus propias experiencias. Arian las anima: "Dicen que las mujeres hemos empuñado las armas para hacer la guerra. Pero si te atacan, te violan y te hacen pedazos, ¿por qué no vas a matarlos tú antes de que te maten ellos a ti?". "Los del Dáesh son unos salvajes. Quieren una sociedad y una vida sin mujeres. Para ellos un trozo de tela vale más que una mujer".
"Hay una primera lucha, que es por la pura supervivencia, contra el Estado Islámico", analiza Sotorra tras meses de haberlas observado. "Pero su lucha va mucho más allá, porque, ya que están, quieren cambiar el mundo, las estructuras patriarcales de esta sociedad. Es muy interesante, porque ¿en qué ejército se les pregunta a los chicos '¿Por qué estáis aquí?'? Estas conversaciones se daban en primera línea. Nuestra base estaba a 500 metros del Dáesh. Recuerdo al segundo o tercer día allí oí una explosión y les pregunté qué era. Yo pensaba que había sido una mina, porque, a veces, por el calor explotaban de repente. Pero me dijeron que no, que no era una mina, sino un mortero. ¡Estábamos a una distancia en la que podían caer morteros y ellas discutiendo las cuestiones morales e ideológicas que las habían llevado hasta allí!".
¡Estábamos al alcance de morteros y ellas discutiendo las cuestiones morales e ideológicas que las habían llevado hasta allí!
Cada una arrastra un trasfondo personal diferente, pero todas tienen claro que para ellas la única alternativa de libertad pasa por tomar las armas. La opción de irse a un campo de refugiados y dejar atrás su tierra, sus casas y su gente no se contempla. "Arian, por ejemplo, viene de una familia muy politizada, con una madre feminista", desvela la directora. "Ella, desde pequeñita, veía cómo era el mundo a su alrededor y a ella no le gustaba. No le gustaba que, en el recreo, todas sus compañeras hablaran de casarse. Ella no se veía en ese sistema; sus hermanas se habían casado y vivían encerradas en casa. Y, sobre todo, le impactó mucho la experiencia que tuvo con una vecina que acabó asesinada por su familia después de quedarse embarazada por una violación. Ella tiene claro desde pequeña que en este mundo no encaja y que lo quiere cambiar".
Pero además de enfrentarse al Dáesh y al patriarcado, las milicias kurdas también sufren los bombardeos del Ejército turco, en el movimiento estratégico más rastrero de la guerra siria. "Es una de las cosas que cuesta más digerir cuando estás allí. Están allí en una situación de guerra durísima, y ves a unas tías que se están jugando la vida por defenderse de unos trogloditas, que el proyecto que proponen es de relato de horror, que una vez que han conseguido sacarse a esos cretinos de encima en su territorio, la coalición Internacional les pide 'ayudadnos, sin vosotras no podremos acabar con ellos en toda Siria; ayudadnos a ir a Raqqa', que es su capital. Ellas van a Raqqa, donde no se les ha perdido nada, porque no es territorio kurdo. Allí mueren muchísimas, pero siguen yendo porque se han comprometido con la Coalición Internacional. Y mientras están llevando a cabo esta misión, Turquía, que es un país que en teoría está dentro de la Coalición, las bombardea por la espalda. Mientras estábamos allí hubo bombardeos de bases kurdas que nos obligaron a dormir al raso. Hubo dos o tres en los que se cargaron a montón de gente que estaba luchando contra el Dáesh".
Mientras estábamos allí hubo bombardeos de bases kurdas que nos obligaron a dormir al raso
Y a pesar de los constantes obstáculos, las YPJ han conseguido que en Rojava, la región del kurdistán sirio, poco a poco se haya instaurado una pequeña "utopía" inimaginable años atrás después de tanta muerte y tanta destrucción. "Hoy en Rojava todos los cargos políticos están duplicados y hay una igualdad plena en los lugares de toma de decisiones. Es una revolución que apuesta por una democracia radical y directa, no participativa, sino asamblearia. Esto está costando más porque vienen de una sociedad que ha vivido durante mucho tiempo bajo dictaduras muy férreas. Así que, cuando de repente te dicen que puedes decidir, se nota que queda mucho trabajo de pedagogía por hacer. También hay una idea ecológica de cómo se tiene que organizar esta economía. Es un proceso ambicioso, pero también muy esperanzador, porque lo que han conseguido en tan poco tiempo y en medio de una guerra es alucinante. Yo soy muy optimista de lo que puede pasar allí", reconoce Sotorra.
"Para ellas, esas victorias que van consiguiendo poco a poco hacen que tenga sentido vivir allí. A pesar de estar rodeada de guerra, yo allí sentí paz interior. Vives la vida con intensidad, porque se puede acabar en cualquier momento. Por un lado yo siento una tristeza muy honda, sobre todo desde que murió Anna, pero espero que con el tiempo vaya pasando. Por otro lado, acepto que hay un sistema que está jodido, pero también que existen personas con una humanidad que es tan grande y tan buena y tan generosa y tan de darlo todo por algo que ellas no van a disfrutar, sino que lo hacen para las generaciones de mañana, que te hace volver a tener optimismo por la raza humana".
El 15 de marzo de 2018, a Alba Sotorra le mataron a la mejor amiga que había hecho en el frente kurdo contra el Estado Islámico. Anna Campbell era británica, tenía 27 años y en 2017 se había unido a las YPJ, las Unidades de Protección Femeninas, las milicias formadas por entre 7.000 y 10.000 guerrilleras kurdas que junto a las Unidades de Protección del Pueblo han conseguido expulsar al Dáesh de Kobane, al norte de Siria. Pero no fueron estos los que la asesinaron. Fue el Ejército turco. "Sobrevivió una lucha feroz contra el Estado Islámico y luego estos hijos de puta, que son parte de un ejército regular, la matan. Su padre no ha podido recuperar el cuerpo. No se lo han devuelto porque consideran que su hija es una terrorista. Una mujer feminista que fue allí para luchar por la emancipación de la mujer. ¿Esto es el terrorismo? ¿Luchar contra el Estado Islámico? ¿Luchar por la democracia? ¿Por la ecología? ¿En qué sistema estamos, que criminaliza este tipo de luchas?", lamenta Sotorra.