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Julio Medem: "Hoy no podría hacer 'Los amantes del círculo polar'"
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Julio Medem: "Hoy no podría hacer 'Los amantes del círculo polar'"

El director donostiarra estrena el 31 de octubre su noveno largometraje de ficción, 'El árbol de la sangre', protagonizado por Úrsula Corberó y Álvaro Cervantes

Foto: Julio Medem estrena 'El árbol de la sangre' el próximo 31 de octubre. (Diamond)
Julio Medem estrena 'El árbol de la sangre' el próximo 31 de octubre. (Diamond)

Cualquiera tendería a pensar que a Julio Medem le llueven los productores, pero, al parecer, es demasiado presuponer. Ahora, como en las hipotecas, ni el nombre ni las rentas pasadas sirven de aval. "Ahora encuentro que para mí es mucho más difícil hacer cine", lamenta resignado. "Yo creo que, en general, es más difícil para todos los que hacíamos cine en los 90 y principios de los 2000; entonces había un público joven muy amplio que apreciaba el cine y ahora ese público joven ya no existe". Han pasado 26 años desde que se estrenó en el largometraje con 'Vacas' (1992) y justo dos décadas desde que se convirtió en referente generacional con 'Los amantes del círculo polar' (1998), y si durante sus dos primeras décadas de éxito no pasaban más de tres años sin rodar, en los últimos años el ritmo de trabajo se ha ralentizado.

Este próximo 31 de octubre el cineasta donostiarra estrena 'El árbol de la sangre', su noveno largometraje de ficción, la historia de amor de Rebeca (Úrsula Corberó) y Marc (Álvaro Cervantes), una historia contada como un puzle, donde pasado y presente se entremezclan para resolver las penumbras de la historia común de sus respectivas familias. En el camino les acompañan Najwa Nimri, Daniel Grao, Luisa Gavasa, José María Pou, Ángela Molina y Emilio Gutiérrez Caba, pesos pesados de la industra, pero aun así el viaje hasta la cartelera no ha sido fácil. "Me ha costado mucho sacarla delante", reconoce. "La película ha estado previamente en manos de dos productores que la dejaron ahí, porque que no sabían que hacer con ella. Me dijeron que les gustaba, pero que no sabían cómo venderla. Luego llegó Arcadia, por fin, y no me puedo cansar de decir lo agradecido que me siento porque han luchado mucho para que la película no se cayera, porque estuvo a punto de quedarse en el vacío. Qué bien que todavía haya productores a los que les gusta el cine. Porque en realidad 'El árbol de la sangre' tiene mucho gancho, es muy atrapadora y sé que puede ser comercial".

Medem describe su nueva película como "una historia de amor con forma de árbol, o que tiene dentro un árbol, un árbol con dramas, con otras vidas, con otras historias de amor, tensión, locura, mentiras, ocultaciones, tragedia". "Los dos jóvenes (Corberó y Cervantes), que tienen 25 años, se juntan en un caserío para contarse el uno al otro la historia de su vida o, al menos, lo que saben de esa historia desde que fueron concebidos. Cuentan la vida de sus respectivas familias y de una tercera, que es la de los Mendoza, cuyos hijos, Víctor (Grao) y Olmo (Joaquín Furriel), tuvieron relación con sus respectivas madres".

placeholder Álvaro Cervantes en un momento de 'El árbol de la sangre'. (Diamond)
Álvaro Cervantes en un momento de 'El árbol de la sangre'. (Diamond)

Los dos jóvenes se encierran en un caserío del País Vasco, perdido entre montañas, para reconstruir y registrar su propias trayectorias vitales hasta el punto en el que están ahora: enamorados. A partir de aquí y cuanto más profundiza en las raíces, la trama se complica: aparecen los niños que fueron enviados a Rusia desde Bilbao durante la Guerra Civil, las heridas abiertas de los vencedores y vencidos, las mafias rusas y georgianas que operan en las costas españolas, el poder todavía hoy en día de la religión, las diferentes identidades abarcadas por el concepto de España, la diversidad lingüística. Pero todo acariciado de soslayo, porque como los protagonistas subrayan: "Recuerda el pacto: sin política, nada de ideologías".

Evidentemente, el decir que en la película no hay política ya tiene su connotación y su acto político

Y durante la entrevista el cineasta mantiene su compromiso. Intenta evitar hablar de política. "Es que en España siempre todo es política, pero en la película lo que quieren Rebeca y Marc es ponerse enfrente el uno al otro y contar sus verdades. Y para hacer ese árbol genealógico crean un mapa humano, y ese mapa humano es mucho mejor que esté sin contaminar de política", justifica. "Evidentemente, el decir que no hay política ya tiene su connotación y su acto político". Medem prefiere quedarse en el plano simbólico, en esa especie de realismo mágico vasco que impregna sus películas. Porque en 'El árbol de la sangre', de los árboles, en vez de manzanas, a veces caen vacas. "Te digo una cosa: eso lo he leído una vez y puede pasar", ríe. "Ya sé que no ocurre habitualmente pero a veces en una tormenta hay un fenómeno de absorción y desaparece una vaca de un prado y aparece en la copa de un árbol. Aunque yo lo cuento en esa clave de realismo mágico porque, además, me gusta muchísimo y me puedo esconder en la subjetividad de los protagonistas al contar la historia, porque subliman, mitifican, idealizan y embellecen lo que están contando".

placeholder Julio Medem. (Diamond)
Julio Medem. (Diamond)

"Cada uno sabe que tiene algo que contar al otro, algo que le va a hacer daño, lo que es también un acto de valentía. Se van a provocar dolor, pero también van a despejar las sombras de su relación", explica. Y en este abrirse en carne viva, confesar los pecados, aceptar al otro, pedonar y, a partir de ahí, construir una historia común y sin sombras es donde radica, si quiere encontrarse, la analogía con esta España nuestra doliente y sangrante. "Los personajes tienen un conflicto consigo mismos y hay un juicio ético porque gran parte de ellos, la mayoría, han cometido en el pasado algo un acto negativo. Y aunque la culpa es dura también puede llevar a la redención, a la expiación". "Tiene que haber la oportunidad para el perdón", sentencia, "y lo vemos en ese abrazo que los protagonistas se dan al final, sin palabras. A mí me gusta mucho que no haya política en mi película, insisto. Aunque es inevitable que la haya, pero es que yo no hablo de política ni quiero saber la ideología de los personajes".

'La pelota vasca' evidentemente es una polifonía de la realidad de un conflicto como el vasco, pero no todas las películas tienen que ser así

Tampoco quiere entrar demasiado en si el cine debe ser consciente de su poder de transformación social o si debe estar únicamente ligado a la creatividad del autor. ¿El cine debe reflejar la diversidad identitaria, debe abogar por la paridad, o no debería forzarse en contra de la mirada del creador? "Depende", sortea, "porque hay películas que son guías y que te hacen reflexionar sobre temas sociales y hay otras que te proponen un viaje emocional: al ver desde un lugar privilegiado el padecimiento de unos personajes empatizas y te planteas lo que harías en su lugar, y eso te hace mejor persona. El alcance que puede tener el cine es enorme y muy variado: puedes hacer, como en mi caso, un documental como 'La pelota vasca', que evidentemente es una polifonía de la realidad de un conflicto como el vasco, pero no todas las películas tienen que ser así. Depende".

placeholder Úrsula Corberó en un fotograma de 'El árbol de la sangre'. (Diamond)
Úrsula Corberó en un fotograma de 'El árbol de la sangre'. (Diamond)

Y es que cuando se estrenó en 2003 este documental sobre el conflicto vasco, en la opinión pública hubo corrientes muy marcadas y beligerantes a favor y en contra de la película. Desde antes de su estreno en el Festival de San Sebastián, 'La pelota vasca' se vio arrastrada por la polémica: primero los miembros del Foro Ermua Gortzone Mora e Iñaki Ezkerra pidieran que se retirara su testimonio del documental por considerar el resultado sesgado y ofensivo para las víctimas del terrorismo; después hubo un amplio sector de la opinión pública que pidió su salida de la programación del certamen, y la entonces ministra de Cultura, Pilar del Castillo, criticó el documental por "su trato injusto con las víctimas", incluso antes de verlo. Así se entiende que a uno le queden pocas ganas de posicionarse.

'El árbol de la sangre' nació de una imagen de las vacas del Norte corriendo hacia abajo y los toros del Sur corriedo hacia arriba

Cuenta Medem que su forma de trabajar es mucho más intuitiva, mucho más inconsciente. Que 'El árbol de la sangre' nació de una imagen de las vacas del Norte corriendo hacia abajo y los toros del Sur corriedo hacia arriba. "Eso forma parte de mi imaginario, de mi forma de expresarme y de mi inconsciente", afirma. Habla pausado y escarba cada respuesta hacia dentro, con la voz queda. "A la hora de concebir mis películas yo uso mucho el inconsciente: recurro a imágenes que están ahí atrásen mi cabeza. Lo que no hago casi nunca es preguntarme el porqué. Muchas veces no sé el significado que tiene cuando lo hago: elijo las imágenes porque me gustan. Y ya cuando tengo todo el guión terminado empiezo a pulir para que tenga sentido".

placeholder Cartel de 'El árbol de la sangre'
Cartel de 'El árbol de la sangre'

Quizás, precisamente por eso, en una industria que busca la rentabilidad y, por ende, la comodidad del espectador frente a narraciones menos convencionales, al director le esté costando sacar su cine adelante. "En los 90 se hacía un cine en España —y en el mundo, pero en España noto especialmente— mucho más variado y plural, más osado y más valiente", asegura. "Ahora ya no hay valentía. Ahora hay fórmulas, como cierto tipo de comedia para un tipo de público más masivo. Y lo que también es verdad es que el cine con el tiempo tiene que dejar de buscar la rentabilidad solamente en la taquilla. Si sólo dependemos del público que va a las salas no se podrá hacer nada más que un cierto tipo de cine. Muchas películas maravillosas ni siquiera encuentran distribución. ¿Tú te imaginas hacer ahora 'Los amantes del círculo polar'? ¿Qué pasaría? Quizás no podría hacerla". "Porque ahora las grandes cadenas hacen sus películas y las promocionan con todos sus canales y es que como no estés con ellas, y yo no estoy en Mediaset, lo tienes muy complicado". Por eso tiene fe en internet y que, al final, el cine en casa se vaya imponiendo. "Eso sí, pagando".

Cualquiera tendería a pensar que a Julio Medem le llueven los productores, pero, al parecer, es demasiado presuponer. Ahora, como en las hipotecas, ni el nombre ni las rentas pasadas sirven de aval. "Ahora encuentro que para mí es mucho más difícil hacer cine", lamenta resignado. "Yo creo que, en general, es más difícil para todos los que hacíamos cine en los 90 y principios de los 2000; entonces había un público joven muy amplio que apreciaba el cine y ahora ese público joven ya no existe". Han pasado 26 años desde que se estrenó en el largometraje con 'Vacas' (1992) y justo dos décadas desde que se convirtió en referente generacional con 'Los amantes del círculo polar' (1998), y si durante sus dos primeras décadas de éxito no pasaban más de tres años sin rodar, en los últimos años el ritmo de trabajo se ha ralentizado.

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