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Sergio del Molino intenta saltar la valla de Melilla
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viaje a los 'Lugares fuera de sitio'

Sergio del Molino intenta saltar la valla de Melilla

El escritor que se mueve entre la novela y el ensayo sin perder pie y ganando siempre lectores, prosigue tras el éxito de 'La España vacía' su cartografía inédita del país a la busca ahora de la frontera

Foto: Sergio del Molino. (Asís G. Ayerbe)
Sergio del Molino. (Asís G. Ayerbe)

La mejor forma de conocer a fondo a una persona es enfrentarla a sus límites y la mejor forma de conocer a fondo un país es viajar hasta sus fronteras. En esta época de grandes migraciones, los territorios fronterizos se convierten en espejos dobles: proyectan una imagen al exterior y reflejan una al interior. El escritor Sergio del Molino intuía que una parte de nuestra identidad podía ocultarse en las tierras limítrofes de nuestro país y ha marchado a investigar esos sitios dejados de la mano de Dios. Ceuta, Melilla, Andorra, Llivia, Olivenza, Rihonor... Tierras en disputa o tirantes, fronteras vivas y fósiles, extremos doblados del mapa son los escenarios de 'Lugares fuera de sitio', continuación (diría) de 'La España vacía' que viene avalada por el Premio Espasa de Ensayo 2018.

Nosotros viajamos con él hasta Melilla para hablar de su libro después de que doscientos Ulises de piel negra hayan logrado saltar las vallas. Su frontera, que es el límite de Europa en África, cerca la ciudad por todas partes. Las imágenes de la prensa no dan una idea clara de la altura del alambre ni de lo intrincado que es. Sólo allí delante comprendes la magnitud de la proeza que es el salto y la desesperación que requiere intentarlo. Pululamos con al autor por esta arquitectura de la segregación con el pescuezo doblado para arriba. Él dice que cualquier comportamiento extraño en las cercanías de una frontera traerá disgustos al protagonista y en esas aparece un coche patrulla de la Guardia Civil.

placeholder 'Lugares fuera de sitio'. (Espasa)
'Lugares fuera de sitio'. (Espasa)

Tras las preguntas de rigor, el agente se relaja y nos dice que de pequeño jugaba al fútbol en estos mismos descampados. La valla era entonces tan baja que, cuando la pelota pasaba por encima, los niños saltaban a Marruecos para recogerla. Stefan Zweig dejó escrito en 'El mundo de ayer' que se movía de esta manera libre por la Europa anterior a la Gran Guerra. Del Molino enlaza sus palabras con una reflexión respecto a la Europa de hoy: el autor señala que no está tan lejos del sueño paranoico de Hitler. Melilla se convierte entonces en una maqueta de la Europa vigilante y recelosa. Mientras los militares marroquíes deambulan al otro lado del alambre, el guardia civil se marcha y nosotros volvemos al autobús.

Las vallas dan siempre a los dos lados

“Melilla me dejó reflujo muy desagradable durante meses”, dice Sergio del Molino de su primer viaje, “pero no he vuelto a sentir nada parecido. La acidez se ha convertido en fascinación, y hoy creo que es una suerte que existan lugares como Melilla, minúsculos errores de la historia en los que no hay sitio para la hipocresía, donde todas las contradicciones y dilemas quedan al descubierto. Me apasiona lo que en aquel primer viaje me asqueaba”.

Desde el faro que corona la parte antigua de la ciudad se divisa buena parte del trazado de catorce kilómetros de alambres y postes que protegen Melilla de los bárbaros y le dan aspecto de presidio. El horizonte del mar queda cerrado por el espigón del puerto de Nador. Da aprensión mirar a las aguas, que relacionamos con la muerte. Los paseos marítimos de Melilla y Nador serían una misma avenida pero se quiebran en la maraña de aduanas y porteadores. Del Molino escribe que el progreso ha separado comunidades que históricamente habían tenido lazos estrechos. No es el caso de Melilla.

placeholder Sergio del Molino en Melilla durante la presentación de 'Lugares fuera de sitio'. (Asís G. Ayerbe)
Sergio del Molino en Melilla durante la presentación de 'Lugares fuera de sitio'. (Asís G. Ayerbe)

Nacida como un fuerte y diseñada para defenderse, contiene otras fronteras más sutiles. Las demarcaciones económicas y culturales convierten esta ciudad en un conjunto de ciudades. El barrio elegante y modernista que se ensancha desde el puerto está habitado por los patricios españoles. Sus calles limpias onectan con un sector más sucio y populoso donde empiezan oírse palabras del dialecto tamazig, que producen la impresión de haber abandonado Europa. Más allá, por la empinada pendiente, el caminante desemboca en la Cañada de la Muerte, barrio miserable donde viven los más pobres de la ciudad, descendientes de los soldados regulares que formaron la guardia personal de Franco. Para Sergio del Molino la identidad de este barrio salta a la vista: “en España, la ropa tendida a la vista es la señal de subdesarrollo más clara”, dice.

El ojo de Millán Astray

El peso de lo militar y de la Guerra Civil es enorme en esta ciudad rodeada de cuarteles y fortines. Aquí la palabra blocao sigue desprendiendo olor a trinchera y “paco” resuena como el eco de una bala de francotirador. En Cabrerizas Altas, fortaleza que vivió el asedio de los moros a finales del siglo XIX, dos legionarios nos muestran su museo. Recuerdan a los personajes de 'Historias de la puta mili' cuando nos informan, con un punto de orgullo, de que el ojo que perdió Millán Astray está enterrado bajo un monolito del patio de armas. Son el cabo Barahona y el brigada Villalobos, dos hombres poseídos por el romanticismo belicoso de la legión.

Yo no concibo España como una nación protegida por sus fronteras. Sólo concibo España como un espacio de convivencia

Del Molino sitúa aquí mismo, en esta fortaleza, el inicio profundo de la Guerra Civil. Lo hace con una ingeniosa hipótesis según la cual el 23 de diciembre de 1915 Abd el Krim se quebró una pierna cuando saltó al foso para fugarse del calabozo. Reflexiona del Molino que esta herida pudo alimentar su resentimiento contra los españoles, sentimiento que le convirtió en caudillo de los rifeños en la guerra donde fermentarían africanistas como Franco.

Si los acontecimientos que quebraron España se desencadenaron, como sugiere del Molino, a partir de una pierna rota, no es descabellado preguntarse qué sentimientos producen las vallas contemporáneas. En este sentido, 'Lugares fuera de sitio' está abriendo un debate necesario y urgente que nos induce a mirar España desde un sitio muy poco habitual. “Yo no concibo España como una nación protegida por sus fronteras. Sólo concibo España como un espacio de convivencia”, remata el autor.

La mejor forma de conocer a fondo a una persona es enfrentarla a sus límites y la mejor forma de conocer a fondo un país es viajar hasta sus fronteras. En esta época de grandes migraciones, los territorios fronterizos se convierten en espejos dobles: proyectan una imagen al exterior y reflejan una al interior. El escritor Sergio del Molino intuía que una parte de nuestra identidad podía ocultarse en las tierras limítrofes de nuestro país y ha marchado a investigar esos sitios dejados de la mano de Dios. Ceuta, Melilla, Andorra, Llivia, Olivenza, Rihonor... Tierras en disputa o tirantes, fronteras vivas y fósiles, extremos doblados del mapa son los escenarios de 'Lugares fuera de sitio', continuación (diría) de 'La España vacía' que viene avalada por el Premio Espasa de Ensayo 2018.

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