'El reverendo': un sacerdote contra el apocalipsis medioambiental
Paul Schrader regresa a sus orígenes con un drama que cruza 'El diario de un cura local' con 'Taxi Driver' para cuestionar el papel de la fe y la iglesia en el mundo contemporáneo
No suele pensarse en 'Taxi Driver' o 'American Gigolo' como ejemplos de cine religioso. Y sin embargo, Paul Schrader, guionista de la primera y director de la segunda, encarna a uno de los principales representantes de un cine donde la espiritualidad no se manifiesta a través de signos visibles como la temática, los personajes o una iconografía cristiana. Fue el propio Schrader el primero en teorizar sobre el tema. En su ensayo 'El estilo trascendental en el cine' demuestra, a partir del análisis de tres realizadores de culturas diferentes como Yasujiro Ozu, Robert Bresson y Carl T. Dreyer, que la trascendencia puede emanar de la forma cinematográfica. Una idea que entronca con su propia educación calvinista. Schrader se crio en una familia de la Iglesia Reformada que le impidió asistir a una sala de cine hasta que ya fue mayor de edad. Esta desconfianza en las imágenes propia de una confesión iconoclasta encaja con un director a quien no le interesa la expresión de la religiosidad a través de su imaginario visual sino desde la estructura, el tempo narrativo o la articulación de conceptos abstractos.
Con 'El reverendo', el director de 'Aflicción' retoma muchas de las inquietudes y tipos de personajes que caracterizaron los inicios de su carrera en el seno del Nuevo Hollywood. Pero por primera vez parte de una historia vinculada a la religión de forma explícita. Ya el título original del filme alude a una vuelta a los orígenes. First Reformed hace referencia a la supuesta primera iglesia calvinista erigida en el condado de Nueva York entre finales del siglo XVIII y principios del XIX por colonos frisones. En este hermoso edificio de madera blanca y sobriedad reformista, ejerce de sacerdote Ernst Toller (Ethan Hawke, en una de esas interpretaciones que marcan una carrera), ante una parroquia más bien escasa.
Varias películas de Schrader, como 'American Gigolo', 'Posibilidad de escape' o 'The Walker', toman 'Pickpocket', de Robert Bresson, como modelo a la hora de trazar el itinerario del protagonista por un submundo marginal del que se libera a través de un encierro físico que le supone la recuperación de la gracia. Esta vez, el director parte de 'El diario de un cura rural', la novela de Georges Bernanos adaptada también por Bresson. El sacerdote creado por el escritor francés es, como los personajes de Schrader, un desplazado que no acaba de encajar en su entorno y sufre por la incapacidad de llevar a cabo su misión. Aquí, el reverendo Toller, un antiguo militar atormentado por su pasado, intenta mantener una concepción austera, humana y espiritual de la práctica religiosa. En la actualidad, su parroquia, la First Reformed, funciona más como un vestigio histórico que visitan los turistas que como una expresión comunitaria del cristianismo. Por el contrario, la iglesia vecina, la monumental Abundant Life, congrega a la mayoría de fieles del lugar y representa la expresión contemporánea de la religión como empresa subvencionada por intereses económicos que poco tienen que ver con los principios esenciales del cristianismo.
La vida de Toller cambia cuando una joven pareja acude a pedirle consejo. Mary (Amanda Seyfried) está preocupada por la obsesión de su marido Michael (Philip Ettinger), un militante ecologista, por el futuro del planeta. El reverendo se encuentra un hombre que, al contrario que él, mantiene una fe inquebrantable en algo y tiene una misión, la lucha por el medio ambiente. "¿Nos perdonará Dios por lo que estamos haciendo a su Creación?", le plantea Michael al sacerdote. Una cuestión que queda en el aire y el cura acaba haciendo suya.
Schrader retrata a su protagonista a partir de una idea ya presente en la novela de Bernanos. El tormento interno de Toller toma carne fisiológica en forma de afección estomacal. En su austera cotidianidad, el sacerdote se alimenta a base de pan y alcohol, la materia de la liturgia eucarística. Pero orina sangre y vomita con cierta regularidad. La angustia ha corroído su interior. Una imagen que Schrader extiende a su propia iglesia, afectada igualmente por una suerte de colapso interno (los tubos del órgano necesitan ser limpiados, el inodoro tampoco descarga bien), lo que propicia esa escena impagable del sacerdote desatascando el váter mientras reflexiona sobre el papel del discernimiento en la vida del cristiano.
El tormento interno de Toller toma carne fisiológica en forma de afección estomacal
En 'El reverendo', Paul Schrader añade a su típica inspiración bressoniana citas claras de otros dos cineastas ligados también al concepto de espiritualidad en el cine. Todo el planteamiento de partida tiene algo de 'remake' del inicio de 'Los comulgantes', de Ingmar Bergman, aunque el padre Toller no comparte el carácter dominado por el rigor del cura interpretado por Gunnar Brjörnstram, excepto por esa crueldad tan bergmaniana con que despacha a la mujer que quiere cuidar de él, Esther (Victoria Hill), trasunto del personaje de Ingrid Thulin. Pero, en su propia crisis, Toller resulta mucho más humano, al menos en la primera parte del filme, que el sacerdote de Bergman, al que el silencio de Dios condena a cierta esterilidad emocional.
De Andrei Tarkovski toma prestada la idea del contacto entre los cuerpos como experiencia mística en una escena bellísima que marca el cambio de trayectoria del personaje. Tras esa levitación visionaria, el cura de pueblo deviene una especie de Travis Bickle actualizado. Aparca su diario y, como el protagonista de 'Taxi Driver', se dedica a recorrer de noche un territorio que a través de sus ojos deviene un mundo al borde del apocalipsis que debe ser salvado. Toller ha encontrado una misión que parece justificar por fin su vida.
'El reverendo' resulta toda una singularidad en el panorama del cine norteamericano por su reflexión poco habitual sobre el papel de la iglesia y la fe en la sociedad contemporánea. Schrader presenta la angustia interior, la duda y la austeridad del protagonista como una forma de inconformismo frente a una religión convertida en una forma más de autoayuda que recurre al entretenimiento mediático como forma de expresión. La disyuntiva entre dos formas de vivir la religión que plantea 'El reverendo' pueden trasladarse al propio cine. Frente a un Hollywood de narrativa espectacularizada, protagonistas de una pieza y finales resolutivos, Schrader defiende un cine austero, meditativo y profundamente humano al que no le asusta plantearse retos sin solución fácil. En 'El reverendo', el director se permite un último volantazo narrativo que redime su película de un final en exceso nihilista o demasiado previsible para los conocedores de su obra. Y de paso nos sirve una de las mejores películas del año.
No suele pensarse en 'Taxi Driver' o 'American Gigolo' como ejemplos de cine religioso. Y sin embargo, Paul Schrader, guionista de la primera y director de la segunda, encarna a uno de los principales representantes de un cine donde la espiritualidad no se manifiesta a través de signos visibles como la temática, los personajes o una iconografía cristiana. Fue el propio Schrader el primero en teorizar sobre el tema. En su ensayo 'El estilo trascendental en el cine' demuestra, a partir del análisis de tres realizadores de culturas diferentes como Yasujiro Ozu, Robert Bresson y Carl T. Dreyer, que la trascendencia puede emanar de la forma cinematográfica. Una idea que entronca con su propia educación calvinista. Schrader se crio en una familia de la Iglesia Reformada que le impidió asistir a una sala de cine hasta que ya fue mayor de edad. Esta desconfianza en las imágenes propia de una confesión iconoclasta encaja con un director a quien no le interesa la expresión de la religiosidad a través de su imaginario visual sino desde la estructura, el tempo narrativo o la articulación de conceptos abstractos.