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'Descarriadas': bienvenidos al infierno de la maternidad franquista
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'Descarriadas': bienvenidos al infierno de la maternidad franquista

La obra escrita por Laila Ripoll repasa, en formato de concierto de rock, la crueldad del internado para embarazadas de Peña Grande

Foto: Luna Paredes protagoniza un monólogo para denunciar las situaciones de abuso de las internas (Teatro del Barrio)
Luna Paredes protagoniza un monólogo para denunciar las situaciones de abuso de las internas (Teatro del Barrio)

El jueves por la noche, quienes abandonaron el madrileño Teatro del Barrio lo hicieron sabiendo que hubo una época en que en España las mujeres no tuvieron apellido, que en el infierno se friega y se frota de rodillas, que allí huele a lejía y a humo y que hay que aferrarse a los recuerdos injustos con uñas y dientes. ‘Descarriadas’, de Laila Ripoll, se estrenó el seis de septiembre para remover el encierro, la humillación y la muerte a la que se vieron abocadas las jóvenes embarazadas durante la dictadura franquista y la transición en los centros del Patronato de Protección a la Mujer. Un grito a la conciencia que toma impulso a través de canciones de rock por todas las que no pudieron gritarlo, por los bebés robados, por el abuso y el maltrato, por las mujeres compradas como mercancía y por las que, antes que seguir con eso, prefirieron quitarse la vida.

En los años ochenta, entre el asesinato de la joven militante comunista Yolanda González y el de John Lennon, se enmarca la cruda historia de Paloma Martínez, encarnada por la estupenda Luna Paredes. Con quince años, Paloma es detenida y trasladada al Centro de Observación y Clasificación -"completa", "incompleta", va escupiendo el doctor tras examinar a cada chica- y terminará en la pesadilla de la maternidad de Peña Grande. En su camino, Paloma comienza siendo adolescente y se convierte en madre, en fantasma y en herida abierta de la época franquista. Luna Paredes derrocha ira, dolor y pasión en una vorágine de luces rojas, plástico y rock setentero.

placeholder 'Descarriadas' cuenta la historia en formato de concierto de rock (Teatro del Barrio)
'Descarriadas' cuenta la historia en formato de concierto de rock (Teatro del Barrio)

‘Descarriadas’ es un monólogo de casi hora y media, un texto precioso de Ripoll dirigido por Paloma Rodera y estructurado en formato de concierto. A un lado, una pantalla plasma el título de los actos como si fueran canciones en un cassette. “El concierto de la muerta”, dice Paredes al público. La desgarradora historia de Paloma hunde el corazón, lo hincha y lo rompe al ritmo de ACDC, Bob Dylan, Jethro Tull o Patti Smith. “Jesus died for somebody's sins but not mine”, se queja Paredes, a pulmón o amarrando el micrófono. Si eras hombre y te escapabas de casa, no tenía mayores consecuencias, explica, pero para una mujer podía ser el felpudo de bienvenida al infierno. “Don’t you know that it’s different for girls?”, remarca entonando la de The Joe Jackson Band.

Estábamos ensayando y tuve que parar y llorar

“La música es la mejor manera para contarlo a través de la rabia, pero sin que esté todo bañado de ella”, explica Paredes a El Confidencial sobre por qué cimentar la historia en un esqueleto de rock. Lleva años haciendo teatro pero solo había hecho un monólogo. “Al ser un concierto y haber música no me siento sola en escena. Estoy acompañada de Patti Smith, no está mal”, ríe.

placeholder Paredes interpreta a Paloma, una interna de Peña Grande (Teatro del Barrio)
Paredes interpreta a Paloma, una interna de Peña Grande (Teatro del Barrio)

La inocencia de algunos pasajes, que incluso presentan una chispa de humor, se desangra en otros. “El público se va quitando capas a medida que avanza la función, veo cómo les cambian las caras”, resume. Ella sola, desde un escenario casi vacío, aguanta la representación sirviéndose de luces y canciones. El plástico permanece en todo momento casi como un personaje más. Con él, Paredes representa los golpes descarnados del padre, la espuma de mar de su huída al sur, la barriga de otra adolescente embarazada que comparte el cruel destino de Paloma o la furia desmedida con la que intenta liberarse de él. El plástico, el mismo que ondea al fondo del decorado, son sus grilletes y sus alas. “Paloma y yo estábamos ensayando y tuve que parar y llorar”.

"Que no se la lleven al botiquín"

‘Descarriadas’ es un teatro comprometido para recordar lo que algunas no pueden extirparse de la memoria. Mujeres encerradas y maltratadas mientras el país miraba hacia otro lado. El internado para embarazadas de Peña Grande, el infierno al que se refiere el personaje de Paloma, está en Madrid. Ahora es un instituto, pero los ecos de los demonios que habitaron allí hasta 1984 todavía se sienten. Allí terminaban adolescentes embarazadas o de familias sin recursos para fregar el suelo de rodillas, entre insultos, gritos, frío y hambre, como ya recogió de primera mano este reportaje de El Confidencial.

Foto: Maternidad de Peña Grande (Foto: Pablo López Learte)

“Que no se me la lleven al botiquín”, solloza Paloma en la ficción. En la realidad, era el lugar más temido por todas las madres. Llevaban allí a los bebés enfermos y nunca volvían: acababan en casas de familias que podían permitirse comprarlos (500.000 pesetas cada uno en los años 80). Algunas madres prefirieron quitarse la vida arrojándose desde el último piso por el hueco de la escalera. El centro siguió funcionando aún en democracia pero, finalmente, una inspección cerró el paritorio por irregularidades sanitarias.

placeholder La obra se sirve de un sencillo decorado en el que el plástico hace las veces de segundo personaje (Teatro del Barrio)
La obra se sirve de un sencillo decorado en el que el plástico hace las veces de segundo personaje (Teatro del Barrio)

En el instituto de Laila había una chica que desapareció de la noche a la mañana. Había rumores de que se la habían llevado al reformatorio de San Fernando de Henares”, cuenta Paredes. Ella, Ripoll y Rodera se reunieron con cinco supervivientes de Peña Grande durante dos meses. Una de ellas acudió al estreno de ‘Descarriadas’. “No le robaron su bebé por suerte. Estaba ya pariendo y le hicieron andar de una habitación a otra. Por eso su hija nació con la cabeza un poco deformada y por eso no se la quitaron”. Paredes recuerda los relatos sobre las torturas del centro, el horror de los partos o el momento en el que las internas se dieron cuenta de que no volverían a ver a su bebé. “Verlas revivir esto fue muy duro. Muchas de ellas salieron de ahí, se casaron, tuvieron hijos y su familia no sabía nada. Nos han enseñado a callarnos”.

La actriz señala impactada el cierre de Peña Grande en el 84. Ella nació en el 86. “Todo esto pasó hace tres días y no lo conocemos. Para mí el teatro es una responsabilidad social. Y esto no tiene que seguir oculto”. ‘Descarriadas’ seguirá recordando este oscuro episodio de la historia hasta el 21 de octubre.

El jueves por la noche, quienes abandonaron el madrileño Teatro del Barrio lo hicieron sabiendo que hubo una época en que en España las mujeres no tuvieron apellido, que en el infierno se friega y se frota de rodillas, que allí huele a lejía y a humo y que hay que aferrarse a los recuerdos injustos con uñas y dientes. ‘Descarriadas’, de Laila Ripoll, se estrenó el seis de septiembre para remover el encierro, la humillación y la muerte a la que se vieron abocadas las jóvenes embarazadas durante la dictadura franquista y la transición en los centros del Patronato de Protección a la Mujer. Un grito a la conciencia que toma impulso a través de canciones de rock por todas las que no pudieron gritarlo, por los bebés robados, por el abuso y el maltrato, por las mujeres compradas como mercancía y por las que, antes que seguir con eso, prefirieron quitarse la vida.

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