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Arcadi Espada: "Los españoles somos moralmente superiores a los nacionalistas"
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Arcadi Espada: "Los españoles somos moralmente superiores a los nacionalistas"

El escritor y periodista publica una reedición de 'Contra Catalunya', uno de sus libros principales, en las vísperas de la Diada del 11 de septiembre

Foto: Arcadi Espada. (Jesús Úbeda)
Arcadi Espada. (Jesús Úbeda)

Ocurrió hace algo más de veinte años. El periodista Arcadi Espada (Barcelona, 1957) publicaba en 1997 un libro que sería cómodo calificar de profético, de sibilino, de "hoja de ruta" de los acontecimientos que se iban a desarrollar en su tierra a velocidad creciente hasta desembocar en esa quimera de farsa y tragedia que hemos convenido en llamar "procés independentista". 'Contra Catalunya' (Ariel) vive ahora, algo más de veinte años después, una reedición en vísperas de una secuencia de efemérides claramente excesiva: la Diada, el 1-O, la fugaz declaración de Independencia... Un año después de que Cataluña entrara en barrena, Espada entona el "os lo dije" y algo más: "os lo digo, os lo seguiré diciendo".

placeholder 'Contra Catalunya'. (Ariel)
'Contra Catalunya'. (Ariel)

Cuando me encuentro con Espada le recuerdo nuestra primera cita: "La primera vez que tú y yo nos vimos fue en Málaga, en un homenaje a Manuel Alcántara. Yo apenas acababa de empezar en esto y tú te habías peleado con Almudena Grandes ante un montón de universitarios. En la comida nos tocó frente a frente y tú, por romper el hielo, me preguntaste: ¿vives en Barcelona? Asentí y tiraste este gancho: y ¿cómo es ser pobre en Barcelona? Así que...". Me interrumpe con una ruidosa carcajada. "¡Cómo es ser pobre en Barcelona, qué cosas digo! Si hago esa pregunta es porque, como dice Carlos Herrera, yo soy inmensamente rico. ¡Inmensamente rico!". Ah... Pero no, qué pena, yo no soy inmensamente rico.

PREGUNTA: El caso es que mi primera pregunta va a ser esta: ¿cómo es ser Arcadi Espada en Cataluña?

RESPUESTA: Muy cómodo. Lamento decepcionar a personas que me quieren y se preocupan por mí, pero yo vivo cómodamente. Tengo la costumbre de pasear. En Cataluña la gente solo me para para darme las gracias. Es verdad que hay gente que me mira de través, y que incluso prorrumpe en alguna exclamación idiota, pero nunca va más allá.

P: Gajes del oficio.

R: Los periodistas hemos de aprender que no hemos venido al mundo a veranear. El nuestro es un trabajo cuesta arriba. Siempre se hace desde la discrepancia. La libertad de juicio tiene un precio: yo no me he hecho rico, por ejemplo. En cualquier caso, yo en Barcelona, aparte del aburrimiento que a veces me coge de haber vivido siempre aquí, estoy bien. El estado casi de paraíso natural de Barcelona solo se ve cruelmente descompensado por la pútrida calidad de su clase política.

placeholder Arcadi Espada. (Jesús Úbeda)
Arcadi Espada. (Jesús Úbeda)

P: Hoy es 7 de septiembre de 2018, un día para empezar la promoción no desprovisto de gracia.

R: Muy adecuado, ¿no?

P: Quizás. Pero la Cataluña de tu libro, la del pujolismo, parece muy distinta a la que hay 365 días después del 7 de septiembre de 2017.

R: No lo sé, ¿eh? El libro no es un presagio de nada, sino la narración de lo que hoy está sucediendo.

P: Curiosamente, el 7 de septiembre también es el día mundial de la prevención del suicidio.

R: No me digas. Es adecuado, muy adecuado. El suicidio parlamentario del 6 y 7 del año pasado tiene tres responsables. Los autores independentistas, los legitimadores (el PSOE) y los narradores, que son los periodistas.

P: Otra efeméride. El día 15 de septiembre hará diez años de la quiebra de Lehman Brothers. ¿Qué peso tiene esto en la cuestión catalana?

R: Nada económico tiene importancia directa, porque nadie puede pensar que la independencia mejorará su situación económica, pero sí desde el punto de vista del desprestigio del estado en los tiempos del rescate. La baja autoestima española se hizo agónica. El discurso de "la malvada Transición", que solamente los brutos de la "podemia" compraron, tuvo un gran esplendor en aquellos momentos catatónicos. Aquello favoreció los planes insurreccionales del gobierno de la "Generlidad".

P: Estamos en la sede de Planeta, que es curiosamente el edificio de Banca Catalana, tema sobre el que te extiendes en tu libro.

R: Ah, es un gran escenario para hablar de esto, sí, tras los hermosos jardines colgantes que puso Ferrusola en la fachada... ¡Hidroplant! Algo de eso hay en mi libro, sí... Un libro lleno de curiosidades.

P: La curiosidad que más me ha sorprendido es que hubiese un rumor de que Pujol tenía una amante.

R: Sí. Sí, sí, sí... Se supo el nombre, en fin. Etcétera. Las cosas son así. Pero eso... Es el rumor. La antesala de la noticia.

La historia del nacionalismo es la historia de una ciénaga

P: Cuando publicaste este libro por primera vez, en el 96, Aznar acababa de formar gobierno gracias a Pujol, que se negó a aceptar ministerios en el Gobierno español.

R: Pujol siempre ha sido independentista. Un nacionalista que no sea desleal o un nacionalista que sea democrático no existe. Eso es un oxímoron. El nacionalismo se basa en que tú tienes más derechos porque llegaste antes aquí que otro. Y es desleal porque siempre quiere destruir el estado contra el que lucha. Otra cosa es que en las fases haya apaciguamientos y disimulos.

P: ¿Contra Pujol se vivía mejor?

R: Pujol era un corrupto y un político profundamente inmoral. Un tipo que no pagó impuestos en veinte años se iba todos los fines de semana por los pueblos de Cataluña diciendo a la gente que fueran nobles y patriotas como él. Esa es la corrupción mayor de Pujol, y la historia del nacionalismo es la historia de una ciénaga.

P: Recuerdas en tu libro que, cuando se incendia el Liceu, Pujol convierte en un lema "El reconstruirem!". Este me parece el leitmotiv oculto en la Cataluña pos155.

R: No. No reconstruirán nada. Lo han perdido todo. Estamos a la espera de que aparezca entre las ruinas de ese naufragio nacionalista un héroe del repliegue. Y ese no va a ser "el Valido", ni Puigdemont, ni el siniestro clérigo Junqueras, ni nadie de estos.

Foto: Arcadi Espada publica 'Un buen tío'. (EFE)

P: Para que uno se repliegue, el otro tiene que dejarle espacio. ¿Crees que se les va a dejar espacio para hacerlo dignamente?

R: Lo que ha tenido el secesionismo es precisamente demasiado espacio. Porque España ha sido un Estado confiado y generoso, hasta casi el suicidio. Lo único que tiene que hacer el Estado es observar y ser muy riguroso con el manejo de los espacios simbólicos.

P: Los lazos han cambiado el espacio simbólico tras el 155.

R: Un presidente del gobierno no puede recibir a alguien que lleva el lazo amarillo. Cuando se aplica el 155 no se puede permitir que haya lazos amarillos en los edificios que el Gobierno español gestiona. Y sobre todo: una mayoría política no puede construirse en el Parlamento español a expensas de la decisión de un fugado de la justicia. Cuando el Estado resuelva esto, estará en condiciones de resolver el asalto a la democracia.

P: ¿Entonces está bien quitar lazos?

R: Sí. Yo estoy muy orgulloso de haber hecho eso. Cualquier ciudadano tiene a veces la obligación de dejar de arreglar cañerías y dedicarse a los deberes de la comunidad. Y yo lo hago quitando lazos, montando partidos políticos, etc.

placeholder Arcadi Espada habla con el abogado de Artur Mas, Xavier Melero, en la tercera sesión del juicio por la consulta independentista del 9N. (EFE)
Arcadi Espada habla con el abogado de Artur Mas, Xavier Melero, en la tercera sesión del juicio por la consulta independentista del 9N. (EFE)

P: Pensé que lo de quitar lazos era para hacer promoción de tu libro.

R: Has descubierto nuestro secreto, pero te pido que lo guardes. No, pero hablando en serio, creo que no hay que dar más explicación. Yo retiro lazos. Para mí es como borrar una pintada que dice "Espada hijo puta".

P: Entonces, cuando al lazo amarillo le añades el rojo, ¿estás diciendo "Oriol hijo puta" o algo así?

R: No, cuando le añado la parte roja lo que hago es borrarlo.

P: A ver. Amarillo es "hijo puta, Espada". Pero cuando tú lo repintas...

R: Lo que hago es dejar un mensaje indescifrable.

P: No sé si me lo creo, pero bueno, sigamos. Insistes en que Cataluña no es una nación durante todo el libro. Añades que el catalán no es una lengua, sino un 'volapük': propia de un país artificial.

R: A mí lo que me interesan son los estados. Se puede pensar que Getafe es una nación, marcas unos límites, elevas unos sentimientos, ¡bah! Así que si ustedes quieren ser de la nación Getafe, o Valladolid, o Cataluña, pues muy bien. Pero no pretendan que, a cada una de esas opciones autoconstituidas, le corresponda un estado. Porque detrás de esa pretensión hay 80 millones de muertos.

P: Pero en cualquier intercambio tienes primero que reconocer a tu interlocutor: su entidad. Si no, el diálogo será imposible. Si el interlocutor "Estado" niega que el interlocutor "Cataluña" es una nación, por ejemplo...

R: Uno debe reconocer al otro, no las ficciones del otro. La realidad objetiva existe con independencia de las percepciones. Pero la política contemporánea se hace a partir de las percepciones. El razonamiento por el que Cataluña no es una nación es el siguiente: una nación reserva al discrepante y al disidente un lugar. La falta de reconocimiento hacia la mitad de la población catalana es algo real y objetivo. De hecho, lo que hace grande al Estado español es este empecinamiento, compartido con la pequeña Europa, en vivir juntos los distintos. ¿Cuál es la base del proyecto nacionalista? La xenofobia. Los nacionalistas catalanes, como los vascos, no quieren vivir con el resto de españoles.

P: Lo cierto es que muchos nacionalistas dicen que sí quieren vivir con el resto de españoles, pero que prefieren gestionar sus propios asuntos y sus cuentas.

R: Mienten. No quieren.

P: En tu libro dices que el verdadero motivo es que odian a los españoles, y sobre todo a los españoles en Cataluña. ¿Cómo lo sabes?

R: Sé que cada día amanece.

Los españoles demócratas tenemos una gran superioridad moral, porque nosotros no planteamos ninguna segregación

P: Eso es un hecho objetivo y lo otro una valoración sobre el sentimiento que esconde un amplio grupo de gente.

R: No es ninguna valoración. Yo he oído a esta gente expresarse durante muchos años y hacer política en razón de ese sentimiento. Esa gente desprecia a los que no considera de su tribu, y esto está en nuestro cableado, en la condición humana. Ahora bien: hay gentes superiores. Nosotros. Los buenos. Los españoles. Los españoles somos superiores a los nacionalistas, moralmente superiores. Los españoles demócratas tenemos una gran superioridad moral, porque nosotros no planteamos ninguna segregación.

P: Cuando hablas de "demócratas españoles" ya estás haciendo una segregación. De hecho, decir "los demócratas" para separar a unos grupos de otros en una democracia... (Niega con la cabeza) Por ejemplo, he oído a Rivera dejar fuera a Podemos cuando se refiere a "los demócratas".

R: Ah, no sé, eso de Rivera, no sé. Pero vamos a ver: es muy importante lo de "los demócratas" porque en el pleito nacionalista lo que está en juego es la democracia. Yo lo que le reprocho siempre a la "podemia" es su completa ignorancia sobre todo. Tan ignorantes que despreciaron la posibilidad de ser una fuerza hegemónica en la izquierda practicando una suerte de segregacionismo colateral cuando reconocieron el supuesto derecho a la autodeterminación de Cataluña.

P: Mi pregunta iba más bien por lo que has dicho antes: "los demócratas no planteamos ninguna segregación" es ya establecer una segregación. "Nosotros, los buenos".

R: Es que efectivamente somos superiores, es una cosa objetiva. La verdad no está siempre en el medio. Por eso no se puede ser equidistante, no es una garantía de acertar. Pero te voy a explicar, si me dejas, lo de la democracia. El pleito catalán es un pleito sobre la democracia, de ahí que sea muy importante decir "los demócratas españoles". Por mucho que los nacionalistas hayan tratado de pervertir la semántica, en su insurrección hay un atentado contra la democracia. Algo objetivo: quieren privar al resto de los españoles de sus derechos. Cuando uno entabla un pacto como el de la Constitución, ese pacto solo se puede romper si están de acuerdo todos lo que pactaron. Si los independentistas quieren llevar a cabo su proyecto, solo hay un camino. Que en España se expanda la "podemia" lo suficiente para ceder nuestra soberanía a los catalanes. Ese es el único camino democrático, malo pero democrático. Todo lo demás es un camino totalitario.

P: ¿No tiene el constitucionalismo un problema para separar a sus cabrones de sus buenos, como le pasa al independentismo?

R: Vamos a ver. Para hablar de estas cosas, es importante precisar en todo momento. Yo quiero saber cuáles son las cabronadas de los cabrones constitucionalistas. ¿Hay alguna cabronada equiparable? ¿En algún momento hay algún cabrón español merecedor de atención que haya dicho que hay que suprimir la autonomía de Cataluña?

P: Diría que sí.

R: No, no lo hay, ni ha habido declaraciones en ningún sentido. En cambio en el otro lado tenemos un gobierno que plantea que hay que liquidar la democracia española. Cuando yo digo que somos superiores estoy demostrándolo con los hechos, con la comparación. No es una percepción.

El supremacismo catalán está basado en una ficción que son incapaces de argumentar; solo podrían decir que los españoles les dan asco

P: La creencia en la superioridad ¿no es la clave del supremacismo?

R: Vamos a ver. El supremacismo catalán está basado en una ficción que ellos son incapaces de argumentar, porque lo único que podrían decir es que los españoles les dan asco, y eso es impresentable y nunca lo dicen abiertamente. En cambio, la superioridad moral de los demócratas es la de decir: nosotros los conflictos los resolvemos democráticamente. No los resolvemos a la manera totalitaria. Entre Manuel Azaña y el general Franco hay una superioridad moral. Uno era un demócrata y el otro un totalitario. Uno que defendió la democracia española y otro que la rompió. Y esa es la misma diferencia entre los constitucionalistas como yo, sí, superiores, y el gobierno presuntamente criminal que gobierna Cataluña.

P: Niegas que existe una nación catalana, pero niegas también que existe un nacionalismo español.

R: Llaman nacionalismo español a lo que no lo es.

P: Creo que el nacionalismo es un patriotismo a la contra. No me parece casual que las banderas españolas hayan aparecido cuando lo han hecho, a la contra. El nacionalismo es un exceso del patriotismo, quizás. Te pregunto entonces, ¿hay un exceso del patriotismo español?

R: A mí esos juegos amanerados para distinguir entre nacionalismos y patriotismos no me interesan. El nacionalismo español, si existe, es el autor de la Constitución del 78, es decir: de un estado ejemplar en la gestión de esa cosa llamada "culturas" o "sentimientos nacionales". Eso es lo único que puede asemejarse a un nacionalismo español. Lo demás es caspa, folclore. Vuelvo a lo de antes: no ha habido ningún partido español que haya planteado disolver la autonomía catalana, pero la "Generalidad" sí ha intentado disolver España. Así que sí existe un nacionalismo catalán, y no existe un nacionalismo español en ese sentido que quieren darle.

Hay una diferencia entre los constitucionalistas como yo, sí, superiores, y el gobierno presuntamente criminal de Cataluña

P: Las banderas...

R: La bandera española es moralmente superior a la bandera independentista.

P: ¿Puede una bandera ser moralmente superior a otra?

R: Sí puede.

P: Bueno, la bandera de EEUU es superior moralmente a la bandera nazi, pero más allá de...

R: Efectivamente. Pues eso. Tú mismo lo has dicho. Por supuesto que hay banderas superiores a otras. Esa posición que tú sostienes es la fuente de los problemas. Pensar que hay una equiparación posible entre quienes quieren defender la democracia y quienes intentan su destrucción.

P: No tengo claro que una bandera quiera destruir la democracia y otra quiera preservarla.

R: Ah, bueno, entonces es más grave.

P: Daría para un debate, pero volvamos a la entrevista. Escribes: "Alguien, docto, dice que toda declaración judicial basada en la venganza puede anularse, más allá de que la declaración contenga hechos verdaderos". ¿Detectas un poso de venganza en la prisión preventiva, por ejemplo, de Junqueras?

R: No, pero sí algo de incompetencia. La actitud del juez Llarena, quien goza de mis simpatías, no me parece correcta del todo. Las razones para dejar en libertad a la señora Forcadell no variaron cuando el juez Llarena tomó la decisión de meterla en la cárcel.

P: ¿Y en la clase política? ¿Detectas la alegría de la venganza en Ciudadanos?

R: Preferiría hablar por mí. Yo puedo decir con claridad que la actitud de Artur Mas y Puigdemont merece un castigo. El menor de sus castigos debería ser el apartamiento de la política permanente. Y esto no es venganza. El mal existe y debe ser castigado.

Ocurrió hace algo más de veinte años. El periodista Arcadi Espada (Barcelona, 1957) publicaba en 1997 un libro que sería cómodo calificar de profético, de sibilino, de "hoja de ruta" de los acontecimientos que se iban a desarrollar en su tierra a velocidad creciente hasta desembocar en esa quimera de farsa y tragedia que hemos convenido en llamar "procés independentista". 'Contra Catalunya' (Ariel) vive ahora, algo más de veinte años después, una reedición en vísperas de una secuencia de efemérides claramente excesiva: la Diada, el 1-O, la fugaz declaración de Independencia... Un año después de que Cataluña entrara en barrena, Espada entona el "os lo dije" y algo más: "os lo digo, os lo seguiré diciendo".

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