Canciones contra besos: la noche del orgullo triunfito
“La revolución sexual”, de La Casa Azul, sirvió de broche e hizo temblar al Bernabéu
El desbordante éxito televisivo de Operación Triunfo es una ventaja y una rémora a la hora de salir de gira. Lo bueno es que permite meter sesenta mil personas en el Santiago Bernabéu para ver a un puñado de artistas primerizos. El problema es que, para quien prefiera la música a las tramas sentimentales del reality, hay varios momentos que resultan incomprensibles. Por ejemplo: ¿por qué no se presenta a los artistas?
Ni nadie anunciaba su paso al escenario ni aparecía su nombre en las pantallas. De hecho, resultaba incluso cómico que a los veinte minutos de concierto solo se hubiera anunciado a las tres voces más reconocibles sobre el escenario: Rapahel, Pastora Soler y Amaia. Cierto que el 95% del público serían fieles del programa, pero el escenario tiene sus reglas tradicionales y hay que respetarlas. Arrancar con “Mi gran noche” fue todo un acierto, aunque medirse con una voz de la talla de Raphael deje en evidencia la sosería de algún concursante. Más polémico es seguir con “I’m Still Standing” (Elton John), un himno a la supervivencia que resulta inverosímil cantado por veinteañeros.
Parejas que no suman
También resulta desconcertante que se aplauda más un beso, el de Cepeda y Aitana, que cualquier canción de la noche. La emoción del público sonaba muy auténtica, pero si quieres vender que ya son artistas y no concursantes televisivos, te estás disparando en un pie. Por cierto, el público joven no es tonto: una vez pasado el primer golpe de emoción, varios corrillos y cuentas de Twitter comentaban que es demasiada casualidad que el gesto haya llegado justo cuando Cepeda está de promoción de su álbum.
Hay otra observación avinagrada que resulta obligatorio hacer en una crítica musical: los duetos de Alfred y Amaia suenan mucho menos intensos que la piezas que canta ella sola. De acuerdo, hubo bastante química en “City of Stars”, algo que no suele ocurrir, pero aún así parecen un tándem musical que nunca es mayor que la suma de sus partes.
Tampoco ayudó el show el sonido de la noche, a ratos demasiado sucio e impreciso. A los veintipocos minutos, el público se puso a corear “no se oye, no se oye”, porque no conseguían entender los comentarios de los participantes entre canción y canción.
Orgullo triunfito
A falta de otro hilo conductor, lo que cosió la noche fue la celebración de la diversidad sexual (estamos en días de Orgullo LGTBI). Agoney entregó una potente interpretación de ‘Eloise’, himno del icono gay y glam Tino Casal. También sonó convincente la interpretación grupal de ‘¿A quién le importa?’, el ya clásico himno de Dinarama. Pero, más potente todavía fue escoger como broche de las dos horas ‘La revolución sexual’, canción de La Casa Azul que puso en pie a todo el Bernabéu, con adolescentes y veinteañeros cantando y bailando.
La pieza también fue especialmente intensa porque parecía que no iba a haber más bises y el público se lo tomó como una propina inesperada donde hacer catarsis y disfrutar el chute extra de serpentinas. Por cierto, quedó genial la parte final de trompeta. El estadio lo dio todo y nos fuimos a casa con una gran sonrisa pop. Guille Milkyway, responsable de La Casa Azul, dio clases de historia del pop en la academia y cuesta imaginar mejor opción. Hay que celebrar que OT ha despertado este año más debates que nunca, además de traer momentos inesperados, como las versiones de Vetusta Morla o la de Víctor Jara bordada por Amaia. Una pena que, en directo, no se conserve la amplitud del abanico del programa, centrándose el repertorio en el pop de radiofórmula.
Fiesta cumplidora
A pesar de la escasa precisión y pegada del sonido, el show fue enérgico y mantuvo las pulsaciones. Los aplausos a David Bustamante confirmaron lo mucho que le sigue queriendo el público. Su dueto con Ana Guerra (“Por debajo de la mesa”) tuvo al estadio en vilo y la versión de esta de “La Bikina” tocó el techo de intensidad. Aprovechó el momento para anunciar la publicación de su nuevo disco. La presencia de Zahara (“Con las ganas”) resultó una inyección de energía agradecible.
Hay que celebrar que OT ha despertado este año más debates que nunca, además de traer versiones como las de Vetusta Morla o de Víctor Jara
Otro reproche que me parece razonable es señalar que el repertorio hay demasiadas canciones en inglés. La fluidez de “Shape of you” (Ed Sheeran), por ejemplo, sufre porque la pronunciación supone un esfuerzo extra. En general, el espectáculo cumplió con lo esperado, a veces dando más y otras quedándose a medias. Apenas se hizo referencia a su carácter benéfico, más que una rápida mención al final, con el agradecimiento al Real Madrid y a su fundación. ¿No sería más sensato explicar en cinco minutos el trabajo social que realiza el club y concretar a qué proyecto se destina el dinero recaudado anoche?
El desbordante éxito televisivo de Operación Triunfo es una ventaja y una rémora a la hora de salir de gira. Lo bueno es que permite meter sesenta mil personas en el Santiago Bernabéu para ver a un puñado de artistas primerizos. El problema es que, para quien prefiera la música a las tramas sentimentales del reality, hay varios momentos que resultan incomprensibles. Por ejemplo: ¿por qué no se presenta a los artistas?