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Sónar, 25 años en 25 'flashes': lo que no sabes del gran festival techno de Barcelona
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Sónar, 25 años en 25 'flashes': lo que no sabes del gran festival techno de Barcelona

Gorillaz, Diplo y 2Many Djs son algunas de las estrellas del cartel

Foto: Actuación en la pasada edición del Sónar de Barcelona. (EFE)
Actuación en la pasada edición del Sónar de Barcelona. (EFE)

España vive saturada de festivales, pero Sónar sigue conservando su gancho. Sus bazas son el atractivo turístico de Barcelona, la pujanza de la música electrónica y un gran trabajo a la hora de cuidar su marca. Aquí recordamos 25 claves de los 25 años de historia del festival. Una visión basada en la experiencia personal del que escribe.

1. A finales de los noventa, entrar en el patio del Macba era una aventura. Por ejemplo, para escuchar a Squarepusher, un tipo totalmente desquiciado taladrando su bajo como Prince con 11 cafés de más. Lo mismo podemos decir del ruidista japonés Merzbow, que acabó expulsando a todo el público de la sala con su volumen extremo. Ahora no nos acordamos, pero hubo un momento en que o veías algo en el Sónar o no lo veías.

2. En esa misma época, también hubo idas de olla que hoy suenan disparatadas. La más clara fue juntar a algunos clásicos de los platos (Richie Hawtin, Jeff Mills, Laurent Garnier y John Aquaviva) bajo el nombre de 'los cuatro tenores'. Supongo que se intentaba dar prestigio a una escena cultural (la de la música electrónica) que por entonces no lo tenía. Pero vestirlo de 'alta cultura' nunca funcionó. Tampoco cuando juntaron al tótem techno Jeff Mills con la Orquesta Sinfónica de Barcelona. Él que nunca falla.

Foto: El público del Primavera Sound 2017. (EFE) Opinión

3. ¿La mejor noche noche del Sónar? Sin duda, un sábado de 2005 donde vimos del tirón a DJ Yoda (corta-pega pop festivo), MIA (con su radiante 'Arular', inspirado en ritmos de los guetos globales) y una sesión de Diplo (que consiguió que los modernos movieran el cuerpo a ritmo de 'Gasolina', 'El látigo' y otros clásicos reguetoneros de la primera época). El sorpresón fue que en mitad del concierto de los raperos De La Soul apareció nada menos que Kanye West estrenando tres piezas del legendario ‘The College Dropout’. Fue su debut en España. Apoteósico.

4. Otro momento especial fue disfrutar de una sesión entera de Altern 8 en 2007 sin apenas bajar de los coches de choque. Perseguir, rebotar y dar volantazos, todo al ritmo de un 'remix acid' de 'Out Of Space' (The Prodigy) es complicado de superar. Un chute de diversión adolescente suministrado por uno de los colectivos emblemáticos de la era dorada de las 'raves', fiestas electrónicas ilegales.

Foto: Las raves eran perseguidas por la policía y animadas por estupefacientes, sobre todo el MDMA (EFE)

5. En 2014 decidí no ir al Sónar, sino a la Off Week. Así se llama a la programación que se desarrolla en los clubes de la ciudad durante el festival. Las opciones son fantásticas, pero el ambiente es muy poco disfrutable. La policía no quiere líos con los turistas y hace más registros que nunca, además de estar encima de los clubes para que cumplan los horarios al minuto. El fin de semana del Sónar, la ciudad no es una fiesta, sino un escaparate.

6. Algo fascinante y a la vez cabreante del festival es que es una cita obligatoria para los amantes de la música negra. Si no lo tienes en tu agenda, es mucho más complicado ver a clásicos del tamaño del 'dub poet' jamaicano Linton Kwesi Johnson —conciertazo—, los clásicos raperos Jurassic 5, el sonido futurista de Antipop Consortium, los rizados de rizo de Flying Lotus —equivalente afro a Radiohead— o ese rodillo 'grime-pop' llamado Dizzee Rascal. Por no hablar de los clásicos Chic, reyes de la noche setentera, que hicieron bailar juntas a cuatro generaciones.

7. ¿La sesión más sonrojante? Skrillex, en 2016. El gafapasta del EDM nos sirvió una indigesta ensaladilla de Limp Bizkit, Damian Marley, el Rey León, A$Ap Rocky y el clásico infantil 'Los pollitos dicen pío pío pío'. Que no vuelva.

8. El cartel de este año, supuestamente especial, no puede ser más plano, homogéneo y previsible. Hay nombres cuasifijos como Laurent Garnier, Diplo y 2Many DJs. Otros que van camino de serlo, como Black Coffee, Kode9 y El Niño de Elche. Si quieren tres recomendaciones, les diría que Rainforest Spiritual Enslavement, lo que haga Alva Noto (ruidista fino que raramente falla) y el que mejor les caiga entre Pedro Ladroga y Puto Chino Maricón. También decir que Gorillaz es el cabeza de cartel que da mejor rollo en años.

9. Según contaba en 2016 el crítico musical Nando Cruz, el volumen de la publicidad cada vez es más asfixiante. “Los chiringuitos de las marcas son más grandes que los escenarios de muchos pequeños festivales. En el de Stubhub, un portal de compraventa de entradas propiedad de eBay, tienen una cabina dentro de la cual hay cientos de tiques. El paseante entra en ella y un ventilador hace que todos los tiques vuelen a su alrededor a gran velocidad. Si logra cazar alguno al vuelo, suyo es. A la salida le darán el premio que marque el código QR. Ni siquiera son entradas para conciertos. Una chica sale eufórica. ¡Le ha tocado un llavero con localizador!”. Vayan preparados.

10. Mencionamos algunas actividades de Sonar+D, la feria de creación adjunta al festival. El jueves se imparte el taller 'Ideas para acelerar tu negocio'. El viernes, Raúl Refree colabora con Isaki Lacuesta para poner sobre el escenario “un manifiesto audiovisual sobre la falsa libertad de internet, el control y la vigilancia oculta que toleramos”. Ese mismo día, hay una conferencia de Ryuichi Sakamoto, uno de los artistas más sustanciosos y versátiles de la historia de la electrónica.

11. Muchas veces, durante el Sónar, pasear por el centro de la ciudad es una experiencia alucinógena, en la que te cruzas con más personas con pulsera que sin ella. Parece que todo el centro lleve un mes despierto y que pueda pasar cualquier cosa. ¿Cuánto llevará esa chica sin dormir? ¿Tiene la mirada perdida o nos está escaneando? ¿Va a una fiesta o vuelve a casa? Es complicado quitarse la sensación de estar en otra dimensión. Hace años que el inglés es el primer idioma del festival.

12. El pasado 2 de octubre, Sónar emitió un comunicado “contra la represión y la violencia ejercida contra los ciudadanos de Cataluña”. El festival, en cambio, no sintió la obligación de protestar contra la violencia que disolvió el 15-M en plaza Catalunya en 2011, aunque ocurrió durante la celebración del festival. Tampoco se posicionó en 2014 contra el derribo del centro social Can Vies, cosa que sí hicieron sus cabezas de cartel Massive Attack desde el escenario. Saquen sus propias conclusiones.

Durante el Sónar, pasear por el centro de la ciudad es una experiencia alucinógena: te cruzas con más personas con pulsera que sin ella

13. Otro detalle: este año, precisamente este año, han contratado para su cartel al rapero Lori Money. Su último éxito viral se titula 'Puigdemoney', un himno que contiene rimas tan audaces como “yo empecé el prusés, / pa mis niggas Freixenet" o "Me ha votado mucha gent, lo siento, Rajoymen". En una entrevista con el 'Periódico de Catalunya', el rapero confiesa: “Me ha dicho gente del entorno de Puigdemont que le hizo gracia”. Todos contentos.

14. El pasado noviembre, Sónar envió al espacio 33 piezas de música de 10 segundos cada una, creadas por artistas afines al festival como Richie Hawtin, Autechre, Carsten Nicolai, Modeselektor, Laurent Garnier, Holly Herndon, Matmos, Jean-Michel Jarre, Nina Kraviz, The Black Madonna, Kate Tempest, Kode 9, Laurel Halo o Daito Manabe. Intentan comunicarse con vida inteligente ahí fuera antes de su 50 aniversario.

15. Hablemos claro: los artistas locales apenas tienen relevancia en el festival. Está Ángel Molina para cubrir el hueco del Tetris que haga falta. Contratan a grupos de hip-hop 'cool', pero casi nunca a rimadores de barrio. Han llegado a incluir a artistas que tienen tan poco que ver con la electrónica como La Bien Querida. Al final, el que tiene más peso —por méritos propios— es el mítico Óscar Mulero y su techno cantábrico, que nunca decepciona.

16. Recuerdo, por ejemplo, la cara de Juan Magán cuando le pregunté por el Sónar. Su caso es curioso, ya que es el artista de música electrónica más famoso nacido en Cataluña. ¿Le marginan por su éxito comercial? ¿Por venir de un barrio pobre y escasamente 'cool' (Santo Cristo) en Badalona? ¿Por hacer música de raíz latina? Magán da una respuesta evasiva y sonríe, resignado al esnobismo cultural de la Ciudad Condal. Es el único productor español que ha conseguido acuñar el nombre de un género musical, el electrolatino.

17. ¿En qué momento se jodió el Sónar? Cada asistente tiene su respuesta predilecta. Unos dicen que cuando pasó del Pabellón de la Mar Bella a la Fira 2, cerca del aeropuerto. Otros que el primer año que vino Björk, cuando en vez de 'cluberos fashion' empezaron a aparecer universitarios celebrando 'telecogrescas', el equivalente a las despedidas de soltero. Quizá fue la última vez que pincharon The Chemical Brothers, cuando hubo una saturación insoportable en el escenario grande mientras los demás quedaron casi vacíos. ¿Este es el público inquieto, que busca nuevas aventuras musicales?

placeholder Asistentes al Festival Sónar 2017 en Barcelona. (EFE)
Asistentes al Festival Sónar 2017 en Barcelona. (EFE)

18. ¿La dinámica más triste? Sónar prefiere traer cada dos años a Diplo antes que apostar por los artistas de barrios conflictivos que él suele pinchar en sus sesiones. ¿Para qué complicarse contratando a los creadores de sonidos nuevos cuando pueden recurrir a un chico rico, blanco y guapo, solicitado por todas las marcas? Vale que una vez trajeron al brasileño DJ Marlboro, referente del funk de las favelas, pero después dejaron de complicarse y tiraron por grupos 'cool' de revista de tendencias como Buraka Som Systema, Bonde Do Role y Bomba Estéreo. Olvídense de Ivy Queen, Systema Solar o Damas Gratis, que no son nada chic.

19. Otra dinámica crucial: el Sónar es un festival que no se define tanto por un sonido como por una actitud. Esta consiste en contratar, sobre todo, a artistas con estilista que pueden encajar en el editorial de una revista de modas 'trendy'. Da igual 'Vice', 'Vanidad', 'Marie Claire', 'Elle' o 'ABarna'. El caso es que la ropa es tan importante o más que la música. Entre escenario y escenario, te puedes cruzar 100 veces a Jordi Labanda, Quim Gutiérrez o Najwa Nimri. Una vez me encontré a Jacobo Fitz-James Stuart con Inka Martí. Todo siempre rollo fino.

20. Un mal trago. En 2009 trajeron al dúo Crystal Castles, que tuvieron una época arrolladora en directo. A los pocos minutos se jodió el micro de Alice Glass, con lo cual murió el concierto. La mayoría del público vimos el 'show' entero, a pesar del desastre. Ese pequeño revés te hace recordar lo bien que suena y funciona todo normalmente en el Sónar. Un lujo.

21. ¿Los tres conciertos que más pena me ha dado perderme? Seguramente a los inquietantes Coil, grupo experimental que en 2000 dieron un recital que se recuerda como memorable. Tampoco pude estar la noche de 2003 en que el desbordante Aphex Twin remató sus sesión con 'breakcore' y 'Aserejé' de Las Ketchup. Y llegué tarde al de Autechre en 2015, el mejor grupo del sello Warp a la hora de crear texturas hipnóticas e inquietantes. Que ya es decir.

22. ¿Los tres conciertos que me habría podido ahorrar? El mencionado de Jeff Mills con la Orquesta Sinfónica de la ciudad de Barcelona, una pedantería que no convenció ni a los fans del techno ni a los de la clásica. También un sonado regreso de los Beastie Boys donde apenas les quedaba gracia o fuelle. Por no hablar de The Vegetable Orquestra, que tocaban versiones propias y de Kraftwerk con zanahorias, pepinos, pimientos y tomates como único instrumento.

23. En junio de 2014, Enric Palau —uno de los tres codirectores— explicaba a El Confidencial los objetivos del festival: “La palabra 'marca' no me gusta, pero Barcelona es una pareja de hecho fantástica para el festival. Es una ciudad simpática, que siempre ha estado relacionada con las vanguardias. Uno de sus mayores atractivos es Gaudí. Hace 21 años entramos en un momento posolímpico y de reconexión con las vanguardias. La aportación de Sónar es convertir Barcelona en centro de la electrónica mundial. El impacto del festival es de 50 millones de euros, según un informe de la consultora Deloitte. Es un discurso sabido, pero me parece importante explicar que la cultura también puede generar plazas hoteleras y puestos de trabajo. En todo caso, queremos seguir creciendo, por ejemplo reforzando Sonar +D, que es un congreso internacional de creatividad donde se juntan arte, tecnología y negocio”. Menos mal que la palabra 'marca' no le gusta.

Quizá va siendo hora de arriesgar y dedicarle una edición a Cobi, Pocholo Martínez-Bordiu o a Wall Street

24. Maradona, mulatas brasileñas, gente con los pantalones meados que actúan como si no se dieran cuenta… Cada año, Sergio Caballero —codirector del festival— escoge un concepto sobre el que desarrollar la imagen del Sónar. Después de haber asistido a más de 15 ediciones, quizá va siendo hora de arriesgar y dedicarle una edición a Cobi, Pocholo Martínez-Bordiu o a Wall Street, llevando la pos-ironía a un lugar cercano a la cruda realidad.

25. La historia de la música electrónica nace en Jamaica en los años cincuenta. La idea era sacar grandes bafles a la calle como solución práctica para que la gente sin dinero pudiera bailar y divertirse. Podríamos llamarlo proceso de democratización cultural. Sónar es justo lo contrario, una cita que tiene mucho más en común con las Olimpiadas del 92, el Mobile World Congress o el Salón del Automóvil. De hecho, dos de sus directores fueron los encargados de la música en el pabellón de España de la Expo 92 de Sevilla. Allí conocieron a Teddy Bautista, que les propuso la creación del festival.

Sónar se celebra el 14, 15 y 16 de junio en Barcelona.

España vive saturada de festivales, pero Sónar sigue conservando su gancho. Sus bazas son el atractivo turístico de Barcelona, la pujanza de la música electrónica y un gran trabajo a la hora de cuidar su marca. Aquí recordamos 25 claves de los 25 años de historia del festival. Una visión basada en la experiencia personal del que escribe.

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