"Cada vez que hago una película me hipoteco. Aún no me he arruinado, pero llegará"
Es un kamikaze de la producción, pero siempre aterriza con estilo. Es rock n' roll. Agitador del celuloide, apuesta fuerte y casi siempre gana. Estimulante. Subversivo. Necesario
Enrique López Lavigne (Madrid, 1967) es de ese tipo de gente con la que no se podría jugar a un '¿Dónde está Wally?'. Una nota discordante en la homogeneidad asfáltica del centro de Madrid: sus gafas de sol, sus estilosas patillas, su chaqueta oscura adornada de chapas. Nada de traje y corbata. Es puro rock n' roll. Pero eso es lo de menos. Lo importante: López Lavigne es un alquimista de la efervescencia, un zahorí en este nuestro secarral que es, muchas veces, la industria de cine español —no por esencia, sino por descuido—. Viene de participar en la apertura de convocatoria de la VI edición del Rizoma Festival, que se ha celebrado el fin de semana en Madrid: cine subversivo, cine de los márgenes, cine de devoción, del que se queda anclado en la retina y la víscera. Lleva 25 años en el negocio y sigue vivo, a pesar de los saltos al vacío: produce a los locos, a los kamikazes, a los insubordinados. Pero también a los que sueñan con llegar a Hollywood... y lo consiguen. López Lavigne, agitador cultural, productor necesario.
PREGUNTA. El año pasado produjiste 'Oro', una de las películas más caras, y 'Selfie', en las antípodas, una de las más baratas. Por el medio, 'Verónica', 'La llamada', un rosario de nominaciones al Goya y una serie como 'Vergüenza'. Todo muy heterogéneo y heterodoxo. ¿Qué hace falta para embarcarte en un proyecto?
RESPUESTA. Digamos que la manera de sentirte un poco vivo es estar en el contexto de tu tiempo. Y en ese tiempo en el que vivo estoy rodeado de gente, de directores, de estímulos, de historias. Y me encantaría planificarlo mejor o tener una respuesta mucho más inteligente o brillante, pero suelen ser los proyectos que me parecen más un reto, como es el caso de 'Oro', los directores que más me motivan, como Paco Plaza, o las historias que es trascendental llevarlas en este momento a la pantalla, como es el caso de esa comedia política que es 'Selfie', o de repente una corazonada o un enamoramiento arrebatado, como fue el caso de ir a ver 'La llamada' y pensar que podía ser una excelente película. Esos son los estímulos con los que yo vengo cada día. Hay algo de impulsividad, de irresponsabilidad, de amor incondicional al cine y también de la necesidad de sentirse vivo.
P. En 1998 sacaste adelante una de tus primeras películas, 'Los amantes del círculo polar', un hito generacional. El año pasado, 'La llamada', que también tiene visos de convertirse en referente generacional. ¿Cómo se hace para, veinte años después, seguir captando dónde está la esencia de una generación?
R. Yo creo que cualquier cineasta —y cualquier persona en cualquier profesión, sobre todo en las profesiones artísticas, en las que tienes mucho más contacto con la calle, mucho más contacto con lo que está sucediendo— tiene que reinventarse constantemente. Y el productor también, porque es un elemento más de la cadena. Necesitas sentirte parte de algo, de la revolución en la calle, de las nuevas tendencias; y ahí estuvo Julio [Medem] con 'Vacas', donde ya estuve en el equipo de producción, y con 'Los amantes del círculo polar', sobre todo, y también lo ha sido la generación de directores con los que yo he crecido, he madurado y he salido de fiesta, como son Juan Carlos Fresnadillo, por supuesto Medem, Álex de la Iglesia y Alejandro Amenábar, hasta esta última hornada en la que están los Bayona y hasta llegar a Los Javis. Puede ser una ruta que parece que no tiene nada que ver, pero es mi 'ruta del bakalao'.
P. Billy Wilder tenía un cartel de "¿Cómo lo haría Lubitsch?" en una de las paredes de su despacho. Fernando Trueba, una foto de Rafael Azcona. ¿Qué hay en las paredes de tu oficina?
R. Hay un cartel de '¿Quién puede matar a un niño?', que es una película que me flipa, un cartel de 'El fantasma del paraíso' que es una película fracasada de De Palma, pero que me vuelve loco, y que quisiera la banda sonora completa y que me sigue desde que era muy pequeño —además pone aquello de “vendió su alma por el rock n' roll”, así que ojalá, que eso es lo que quiero vender—, y tengo un cartel de 'Hasta que llegó su hora'. Ahora mismo también hay un cartel de Najwa Nimri, que es la protagonista de 'Quién te cantará'. Y luego, en una ala de nuestra oficina, también tengo los carteles firmados de los directores diciéndonos lo bien que lo han pasado con nosotros. Como una dedicatoria del viaje. Y eso me hace mucha ilusión, por recordar los grandes momentos que he pasado con estas personas, que son amigos míos y que me han hecho sentirme vivo.
P. Repasando tu filmografía, donde encontramos títulos como 'El milagro de P. Tinto', 'Verbo', 'Open Windows' o 'Maus', películas muy arriesgadas y con personalidades muy marcadas, da la sensación de que eres un productor kamikaze, de lanzarte al vacío...
R. Bueno, también hay comerciales, si no nadie me hablaría a estas alturas. Pero ¿qué sería el cine sin subversión? Me podría quedar desarrollando la carrera de un director comercial, y me iría fenomenal, pero también lo pueden hacer otros mejor que yo, ¿no? Yo valgo más para agitar que para consolidar. A lo mejor me llega el momento de sentarme y pensar que es más importante el dinero que lo otro. No ha llegado ese momento todavía. Ahora, espero que el sistema no me eyecte todavía, no me destruya, no me machaque y poder seguir haciendo esas películas. Todavía quiero pensar que en mí hay un adolescente que puede soprenderse. Luego te llevas chascos en la taquilla. Pero pienso que , al margen de la taquilla, 'Extraterrestre', 'Verbo' o 'Selfie' son algo que queda para el futuro. Les servirán a las nuevas generaciones. Y creo que el espectador de las nuevas generaciones está lejos de las salas y creo que muchas de esas referencias las va a descubrir para su mundo interior. Es como lo de las mil copias de 'The Velvet Undreground & Nico'. Son más de crear vocaciones que películas súper taquilleras.
P. ¿Alguna vez te ha tocado hipotecarte?
R. Siempre. Cada vez que hago una película me hipoteco. Todavía no me he arruinado, pero llegará, no dudes de que llegará.
P. Pareces lo contrario al cliché de productor español de copa y puro. ¿Ha cambiado el modelo o ese tipo de productor sigue existiendo?
R. Me los he encontrado y me los seguiré encontrando. Esta gente está haciendo películas que funcionan, ¡y mejor que las mías! [ríe]. Un envoltorio, hoy en día con dinero y un buen equipo de marketing de lanzamiento es fácil de vender; pero las cosas que perduran, que duran en el tiempo, eso… Dentro de veinte años, a lo mejor, estas películas que hoy no han funcionado en taquilla son más importantes de lo que creíamos. Ahora mismo todo está muy basado en la dictadura del fin de semana, y ahí es muy difícil competir. Y cada vez más. Pero también es cada vez más complicado que esto siga existiendo, porque esto es una fórmula que se acabará deteriorando.
P. El cine español tiene problemas además para llegar al extranjero. ¿Por qué no tiene más presencia en los festivales internacionales?
R. Es muy complejo. En realidad este ha sido un buen año. Para empezar con la película iraní de producción española ['Todos lo saben', de Asghar Farhadi, que ha abierto la competición, otra que cierra, que también es una película de producción española aunque de un director inglés —y así es como se percibe por la comunidad internacional—, que es la de 'El hombre que mató a Don Quijote', de Terry Gilliam, y luego hay dos películas puramente españolas que están en la Quincena de realizadores que son 'Carmen y Lola' y 'Petra', dos películas independientes españolas porque el cine español es, de por sí, independiente. Así que dentro de lo que cabe, este año España sí ha tenido bastante representación respecto a otros años que ha estado desierta. Lo que no quita que haya directores como Carlos Vermut u otros cineastas que están buscando una línea que seguramente no sea la línea social que están pidiendo los festivales, pero con la película que estamos haciendo, 'Quién te cantará', va a estar en festivales importantes.
P. ¡Ay! ¡Carlos Vermut! Vi 'Magical Girl' en San Sebastián y me dejó tan fascinada que un día me crucé con Vermut por la Gran Vía y empecé a perseguirlo gritándole "¡Carlos! ¡Muchas gracias! ¡Me ha encantado tu película!".
R. A mí me pasó un poco lo mismo. Yo no conocí a Carlos a través de sus cortos, como suele ser habitual en lo que hago, sino a través de Nacho Vigalondo con un DVD de su primera película, 'Diamond Flash', que me entusiasmó. Y ahí pensé: “joé, me encantaría trabajar con este tipo”. Después nos hemos ido cruzando por las noches, y por el día. Por las noches hemos hablado de tonterías y por el día de cosas que parecían tonterías pero que eran más serias. Y hemos llegado a entrar juntos en la producción de 'Quién te cantará', que es una película que me entusiasma y que me encantará que la veáis y que opinéis sobre ella, porque va a crear un estado de excepción, como hizo con 'Magical Girl'. Es un tipo con una visión muy particular y que me parece que está destinado a hacer cuantas más películas, mejor para nosotros. El mundo del cine es tan finito que encontrarse con gente como Carlos te hace creer que todavía es posible. Carlos hace el viaje mucho más misterioso y atractivo, porque desconoces los elementos del cóctel. Lo que es mucho más interesante. Ojalá muchos como Carlos Vermut.
P. El pasado miércoles, tanto Mariano Rajoy como el ministro de Cultura Méndez de Vigo felicitaron al Atleti por su victoria en la Europa League. El día en el que el cine español abre el festival de Cannes, el más importante del mundo, silencio. ¿Cómo se puede arreglar esto de una vez?
R. ¿Sabes lo que te digo? Ellos se lo pierden. No voy a entrar a ser incisivo en esto, pero podría serlo. Voy a decir que ellos se lo pierden, porque realmente era una foto preciosa: estaba Darín, estaban las chicas de 'Carmen y Lola', está Rosales, que lleva ya cinco películas seguidas en Cannes. ¿Por qué no hay nadie con ellos? Y no hablo sólo del Gobierno. Señalo a cada uno de los políticos que hay en este país, jóvenes y mayores. Me parece triste. Se pierden la fiesta del cine. Hay muchos cineastas a los que les encantaría sentirse parte de algo, pero que no se sienten parte de nada. Pero es que no se da mucha importancia a la cultura. Tampoco el votante. La cultura, sin embargo, nos hace libres y nos permite que, en vez de gastarnos la mayor parte del dinero que nos queda al mes en camisetas y tener armarios en los que no cabe nada, a lo mejor nos cultivamos como personas, nos hagamos más interesantes.
P. Otra forma de llegar a todo el mundo es a través de Netflix. Han distribuido 'Verónica', que ha funcionado muy bien. Y han apostado por un personaje tan idiosincrásico de nuestro país como Paquita Salas. ¿Qué supone un acuerdo así para este tipo de producciones?
R. ¿Sabes lo que más me gusta de mi trabajo, con mucha diferencia? Sorprenderme. Yo estoy en constante búsqueda curiosa de saber qué hace que las cosas cambien. En el caso de 'Paquita' te va a sorprender mucho en la segunda temporada porque es un relato épico sobre la mejor justiciera de causas perdidas que hemos tenido nunca en nuestras pantallas. Y creo que Netflix ha acertado acercando Paquita a un público más universal. Durante años hemos estado aprendiendo inglés para ir fuera de vacaciones, para hablar con gente, para hacer nuestras películas y que se vendan fuera. Y ahora nos hemos dado cuenta de que nuestro idioma es suficiente. Netflix nos ha explicado que una película pequeña española con subtítulos como 'Verónica' podía ser número uno durante dos semanas en Estados Unidos, número uno en La India, en México… El mensaje llega.
P. Se nota cada vez más la brecha generacional en la forma de consumir contenidos audiovisuales. La gente más joven ya casi no ve las cadenas tradicionales y va menos al cine y si a alguien de más de 30 años le hablas de Flooxer pondrá cara de póker...
R. Vengo de Estados Unidos hace dos semanas y he visto que lo que está a punto de romperse es ese sortilegio. Va haber nuevas plataformas con productos exclusivos que van a abrir el camino a otros directores, muchos de ellos muy jóvenes y que van a desarrollar sus proyectos en los márgenes de ese formato que es la película del fin de semana que tiene que hacer mucha taquilla. Y aunque al principio las plataformas den un producto más homogéneo y tiren del máximo común divisor, habrá otras más pequeñas, como es el caso de Flooxer, que pueden sacar algo como 'Paquita Salas' o 'Looser' y que van dirigidas a un público más cinéfilo, con un mayor interés artístico. Como puede sera hora Filmin' en España o el concepto Criterion para las películas de autor.
P. También ha producido 'Lo imposible' y 'Un monstruo viene a verme', de Bayona. Ahora él ha dado el salto a Hollywood y el 7 de junio estrena 'Jurassic World: El reino caído', lo que supone llegar a la primera división del cine mundial a nivel industrial. ¿Qué se siente? ¿Cómo lo ve?
R. Lo que veo es que mi socia Belén [Atienza] se ha ido a hacer el viaje con 'Jota' y se lo han pasado como enanos en ese parque de atracciones. Que este lunes hay un preestreno mundial en el Wizink Center con los dinosaurios, que Bayona ha conseguido cumplir su sueño de conocer a Spielberg, que es su mito, y que ha participado con él en una película. Pienso que los sueños se cumplen. Y, por supuesto, me siento orgulloso de él y del equipo que se ha llevado, que me parece magnífico.
P. Por otro lado, en toda su filmografía, sólo ha producido una película dirigida por una mujer: 'A los que aman' (1998), de Isabel Coixet. ¿Por qué? ¿No le llegan proyectos escritos por mujeres?
R. Mira, me hizo esta misma pregunta el otro día Brays Efe, curiosamente. La respuesta es que tradicionalmente nunca me han llegado muchos guiones de mujeres. No sé por qué. Yo creo que las mujeres antes de pedirle a alguien que les produzcan, lo hacen ellas. Estáis culturalmente, históricamente, tan acostumbradas a que nadie os ayude en nada, que vencéis ese obstáculo autoproduciéndoos. Esa es una respuesta que me doy. Por otro lado, pienso que a lo mejor mi sensibilidad masculina no ha facilitado eso, así que también hago mi acto de contricción. Pero también es verdad que siempre he tenido socias mujeres —Belén Atienza, ahora Clara Nieto— y que pienso que eso va a cambiar y que tiene que estar cambiando.
[La socia de López Lavigne, Clara, se une a la conversación]
[Clara] Creo que, por mi contacto con directoras y guionistas, tiene que ver un poco con el síndrome de la intrusa, que es algo que opera en muchas otras profesiones pero que en esta con mayor incidencia. Creo que, hasta ahora, no nos considerábamos que teníamos cosas que decir, y desde el punto de vista autoral nos cuesta mucho más trabajo pensar que nuestro de punto de vista es relevante y debe ser mostrado y comentado. Nos vemos abrumadas, a veces. Y entre que hay una cosa propia, como es el síndrome de la intrusa, y en segundo lugar te dejan hablar menos. En primeras realizadoras veo que muchas veces la ayuda para sacar la peli adelante viene del entorno: pienso en Leticia [Dolera] y pienso en Paco [Plaza], o pienso en Bea [Sanchís] y pienso en Elena [Anaya]. Con Paula [Ortiz], por ejemplo, tengo además muy buena relación. Y una señora directora como ella, que tiene tres películas de producción grande según los parámetros españoles y es profesora de guión en la universidad en Barcelona, y ella no se presenta a sí misma como directora. "He hecho dos películas", dice. Y luego ves a uno que ha hecho medio corto y dice "soy director".
[Lavigne] En estos dos últimos años, de todos los guiones que nos han llegado, los escritos por mujeres han sido, a lo mejor, el 5%.
[Clara] Pero por ejemplo, en tema de series, las guionistas que solemos proponer, en su mayoría son mujeres. En las últimas reuniones que hemos tenido prácticamente sólo hemos propuesto mujeres. La cosa está cambiando.
Enrique López Lavigne (Madrid, 1967) es de ese tipo de gente con la que no se podría jugar a un '¿Dónde está Wally?'. Una nota discordante en la homogeneidad asfáltica del centro de Madrid: sus gafas de sol, sus estilosas patillas, su chaqueta oscura adornada de chapas. Nada de traje y corbata. Es puro rock n' roll. Pero eso es lo de menos. Lo importante: López Lavigne es un alquimista de la efervescencia, un zahorí en este nuestro secarral que es, muchas veces, la industria de cine español —no por esencia, sino por descuido—. Viene de participar en la apertura de convocatoria de la VI edición del Rizoma Festival, que se ha celebrado el fin de semana en Madrid: cine subversivo, cine de los márgenes, cine de devoción, del que se queda anclado en la retina y la víscera. Lleva 25 años en el negocio y sigue vivo, a pesar de los saltos al vacío: produce a los locos, a los kamikazes, a los insubordinados. Pero también a los que sueñan con llegar a Hollywood... y lo consiguen. López Lavigne, agitador cultural, productor necesario.