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Lámparas Fase: de icono del diseño español a fetiche que arrasa entre 'hipsters'
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HASTA 500 EUROS

Lámparas Fase: de icono del diseño español a fetiche que arrasa entre 'hipsters'

Dejaron de fabricarse en los 80 cuando la empresa cerró. Hoy son un produzco casi de lujo para el atrezo de series 'vintage' y su precio se ha disparado en subastas internacionales

Foto: Lámpara Fase
Lámpara Fase

Presentan un evidente parecido con la nave Enterprise de 'Star trek' o un platillo volante (de los del siglo XX). Son pesadas, sólidas, negras, grises... pero -sorprendentemente- también estilizadas y modernas. Son un icono del diseño español de los años sesenta y setenta y, desde hace unos años, fetiches pop para 'hipsters' y amantes de lo 'vintage'. Las lámparas Fase, que dejaron de fabricarse en la década de los 90, se han convertido en revalorizados objetos de deseo de compañías de atrezo y drirectores art´sticos hasta particulares cautivados por los vestigios del diseño industrial.

Ya sea en internet o en tiendas de antigüedades, las fase se cotizan a precio de oro: hasta 500 euros por un modelo 'President' (la misma que tenía sobre su escritorio el publicista Don Draper en 'Mad Men' y que fugazmente aparecía en una de las secuelas de 'Indiana Jones'). “El mercado de segunda mano de lámparas Fase siempre ha existido”, explica África Salces, dueña de La Recova, en el rastro madrileño, “pero ahora su crecimiento es mayor”. Repunte en demanda y repunte en precio. Aunque con matices. Comparado con lo que pueden alcanzar fuera de España, los precios aquí están contenidos. Salces recuerda que husmeando en las almonedas 'chic' de París se ha encontrado fases que rozan los 800 euros; y algún modelo especial ha llegado a adjudicarse por más de 1000 en subastas de Christie's.

Al natural descenso de ejemplares por el paso del tiempo, hay que añadir la demanda creciente de estas lámparas para servir de atrezo en series

Moda y escasez. Dos razones para que estas lámparas vivan una segunda juventud, si es que alguna vez la perdieron. “Son difíciles de conseguir y cada vez van quedando menos”, asegura Carmen Palacios, propietaria de Tiempos Modernos. Hace no muchos años todavía presidían las mesas de los bedeles de las facultades más vetustas de la Complutense de Madrid, e incluso hoy iluminan el trabajo de los ordenanzas de algunos ministerios. Pero cada vez son más difíciles de encontrar. “A la escasez de algunos modelos hay que añadir que es difícil conseguirla entera”, reconoce Salces, “pues muchas vienen sin el difusor [el embellecedor de cristal que recubre la bombilla, la pieza más delicada de la lámpara y más fácil de extraviarse], y sin él el precio es menor o los coleccionistas las descartan”. Al natural descenso de ejemplares por el paso del tiempo, hay que añadir la demanda creciente de estas lámparas para servir de atrezo en programas de televisión que recrean el siglo XX. 'El Caso', 'Velvet' o 'Amar en tiempos revueltos' son algunas de las series recientes donde el reconocible haz de fase brinda verosimilitud a las escenas.

Memoria agridulce de la España negra

La experiencia vital afecta a cómo se recuerdan los objetos, a su aura. Para algunos estas lámparas son hoy artefactos incontaminados de pasado. Cosas bellas, simplemente. Para otros, en cambio, las fase tienen todavía un regusto a España negra. Son las lámparas que estaban en las comisarías de la policía franquista o en el despacho del director del colegio. En realidad, estaban por todos lados. “Existe toda una memoria sentimental alrededor de estas lámparas”, explica Salces, “hay mucha gente que llega a la tienda y de repente recuerda tal o cual momento de su pasado asociado a una fase”. La paradoja es que muchos ejemplares nunca estuvieron a la venta ni llegaron a pertenecer a nadie. Cuando la compañía, con sede en un polígono de Torrejón de Ardoz (Madrid), dejó de fabricarlas abruptamente, quedó mucho 'stock' disponible en los almacenes. “Vendemos todavía muchas de estas piezas nuevas, con la etiqueta original y todo”, explican desde La Recova.

placeholder Hoja de un catálogo de Lámparas Fase.
Hoja de un catálogo de Lámparas Fase.

Lo que buscan los nuevos compradores no es complacer la nostalgia, sino la vista. Sobre todo los clientes extranjeros, que en los últimos años se han multiplicado. Las fase son piezas de diseño español que han trascendido su época y su territorio. Cuando en España las exportaciones no eran ni de lejos el motor de la economía, Industrias Fase Sociedad Anónima -lo más parecido a un Ikea que ha habido nunca en España, según los especialistas- exportaba lámparas a media Europa, Asia y Estados Unidos. Pálido reflejo de aquel internacionalismo es hoy la cantidad de turistas que se hacen con una en las tiendas que siguen vendiéndolas. “Mi explicación es que los extranjeros no tienen esa memoria agridulce que se asocia con algunos modelos”, explica Salces. Otra explicación es la fiebre por la cultura y el diseño del siglo XX. Otra más, su precio (accesible bajo para un foráneo).

Una historia de pioneros que acaba regular

Fase nació en 1964, en pleno desarrollismo. Su fundador fue un emprendedor de la época, Pedro Martín, que se asoció al diseñador Luis Pérez de la Oliva para crear una empresa de productos cotidianos -lámparas, pero también ceniceros o papeleras- de buena calidad, diseño moderno y precio ajustado. Pronto la empresa comenzó a destacar, y no solo en España, también internacionalmente. Sus materiales nobles -maderas y cromados- y el aspecto futurista de las creaciones -fiel al gusto de la época- hacían las delicias en países europeos donde objetos similares se vendían a un precio muy superior, más si cabe si eran manofacturas de diseño italiano o alemán (aquel fue uno de los triunfos de Fase: sus artículos aspiraban al 'made in Italy', pero contra todo pronóstico habían sido fabricados aquí).

Fase alimentó con millones de lámparas los hogares del boom urbanístico, pero en la década de los ochenta comenzó su declive y desapareció

Con esta doble filosofía -durabilidad y vanguardia- alimentaron con millones de lámparas los hogares del boom urbanístico del país, pero en la década de los ochenta comenzó su declive. Por un lado, los exitosos diseños originales habían dejado paso a creaciones más anodinas; por otro, la irrupción en el mercado de competidores con novedosas tecnologías (la halógena, por ejemplo, de mayor eficiencia luminosa) provocó que la firma perdiera terreno rápidamente. Las fase, pese a su atemporal belleza, empezaron a ser vistas como objetos demasiado pesados y aparatosos que tenían poca o ninguna cabida en las minúsculas mesas de trabajo de las oficinas de nueva planta y las modestas habitaciones de las nacientes familias.

Los catálogos de Fase -algunos originales cuestan más todavía que las propias lámparas- son un prodigio de diseño, tipografía y técnicas de venta. “Entre… en el fascinante mundo de las formas”, reza el encabezamiento de uno, acompañado de un gran signo de interrogación. Pese a este esfuerzo, tan poco habitual en la época, pese a vender productos de reconocida calidad, Fase entró en barrena a finales de los ochenta y ya no se recuperó (la puntilla fue una cuantiosa multa de Hacienda a principios de los noventa por irregularidades fiscales). Ahogada, la compañía vendió su licencia de fabricación a una marca alemana, Maof, que modificó levemente el diseño original añadiendo más cromados. Antes de estos estertores finales, los socios ya se habían separado, y uno de ellos, Pérez de la Oliva, había creado el sello de lámparas Lupela, otro buque insignia del diseño español, tan cotizado o más hoy que Fase y de algún modo su competencia directa en calidad y estilo. Tras este movimiento, los socios se pararon y uno de ellos, Pérez de la Oliva, creó el sello de lámparas Lupela, otro buque insignia del diseño español, tan cotizado o más hoy que Fase. Sobre las Lupela, África Salces tiene una anécdota de lo fácil que es perder vínculos y recuperarlos en la sociedad de consumo: “A una feria del mueble en Madrid llevamos dos lupelas. Uno de los días una persona se acercó y mostró interés en ellas y compró las dos. No tenía ninguna en su casa. Era el nieto del fundador".

El misterio de las Fase, al descubierto

A pesar de su enorme popularidad durante décadas y su 'revival' como hito del diseño español, la historia de las lámparas Fase es la historia de un injusto olvido. Así lo consideran al menos Óscar Jiménez Serrano y Juan Luis Gómez Frieiro, autores de 'Fase, the book. The mistery solved', un reciente libro, edición limitada en inglés y español, dedicado a recuperar su memoria y reivindicar su legado. “No existen buenos artículos sobre la compañía, y la escasa información disponible 'online' es imprecisa”, aseguran en la página web dedicada a promocionar la obra. El objetivo de Jiménez y Gómez, ambos apasionados de estas lámparas, es rescatar del anonimato a los diseñadores y los trabajadores que hicieron posible el éxito de Fase y desterrar las inexactitudes e injusticias que rodean su relato (como la “tiranía de los coleccionistas” que guardan celosamente información vital catálogos, llaveros, modelos desconocidos, etc.- de de la marca). El libro, además, es una estupenda labor de arqueología de la historia del diseño español. Sus autores aseguran a El Confidencial que “han catalogado decenas de lámparas Fase con su año de creación y con su diseñador, y hasta alguna con sus patentes”. En definitiva, un libro para alumbrar el mito, siempre oscuro.

Presentan un evidente parecido con la nave Enterprise de 'Star trek' o un platillo volante (de los del siglo XX). Son pesadas, sólidas, negras, grises... pero -sorprendentemente- también estilizadas y modernas. Son un icono del diseño español de los años sesenta y setenta y, desde hace unos años, fetiches pop para 'hipsters' y amantes de lo 'vintage'. Las lámparas Fase, que dejaron de fabricarse en la década de los 90, se han convertido en revalorizados objetos de deseo de compañías de atrezo y drirectores art´sticos hasta particulares cautivados por los vestigios del diseño industrial.

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