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"He matado a Lo". Medio siglo de la historia más trágica y romántica del pop español
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"He matado a Lo". Medio siglo de la historia más trágica y romántica del pop español

Manolo Fernández, teclista de Los Bravos, se suicidó en 1968 por la muerte de su esposa embarazada

Foto: Detalle del disco 'Black is Black', de Los Bravos. El primero por la izquierda es Manolo Fernández.
Detalle del disco 'Black is Black', de Los Bravos. El primero por la izquierda es Manolo Fernández.

La frase es larga, enrevesada y devastadora: “Estoy completamente seguro de que existe Dios y que Él me comprenderá y perdonará, pues mi sitio es estar junto a Lo, la mujer que siempre he esperado, la mujer a la que he querido con toda mi alma, a la que he perdido, y sin la que no puedo vivir”. Pertenece a la carta que Manolo Fernández, teclista de Los Bravos, dejó escrita para sus padres antes de suicidarse. El motivo es brutal: la muerte de su esposa, embarazada, en un accidente de coche, que él mismo conducía, por una carretera mallorquina. Volvían a su hotel de madrugada, después de celebrar la boda de Miguel Vicens —bajista del grupo—, cuando se salieron de la calzada para no colisionar con un camión. El músico resultó ileso, mientras que ella murió en el acto. Sucedió el 29 de abril de 1968.

Foto: Imagen de un concierto de Celtas Cortos (Efe)
placeholder Portada de la revista 'Semana'.
Portada de la revista 'Semana'.

La pareja se conoció en un programa italiano de variedades, titulado 'El show de Antoine'. Desde ese encuentro, apenas se separaron. Cuatro meses después, el 17 de marzo, se casaban en Talamanca del Jarama, provincia de Madrid. En principio, la ceremonia era secreta, pero terminó saliendo a la luz, debido a la enorme popularidad del grupo. Se trata, sin duda, de un romance de otra época; más cerca de Romeo y Julieta que de la lógica sentimental contemporánea. De hecho, Fernández se quitó la vida poco después. En su última nota, pedía a sus padres algo imposible, “no deseo que nadie sufra por mí”. Por supuesto, fue imposible: se deprimieron la familia, los miles de seguidores del grupo y cualquiera con un mínimo de humanidad.

"He matado a Lo"

Su mánager, el franco-suizo Alain Milhaud, recuerda que Manolo le llamó para decirle “he matado a Lo” (Lotty Rey). Ella estaba embarazada del primer hijo de la pareja. El día del entierro, un amigo de Manolo le encontró en casa cubierto de sangre, tras un intento fallido de cortarse las venas. Fue el aviso de un suicidio que se consumaría días después. El 20 de mayo, se encierra en su apartamento, se rodea de fotos de ella y se mata usando una escopeta, con la que se dispara en el corazón. En el tocadiscos sonaba una y otra vez 'Poema de amor', de Joan Manuel Serrat. En plena eclosión de las protestas de mayo del 68, los partidarios del régimen atribuyeron el suicidio de Fernández al extravagante carácter de “esos melenudos”.

A pesar de la tragedia, el grupo volvió a los escenarios, usando una estrategia de lo más delirante. “La reaparición del conocido conjunto musical Los Bravos no ha podido tener caracteres más desagradables. En el lugar del fallecido Manolo, se sentó un desconocido sustituto que se ocultaba bajo un yelmo y un antifaz. No solamente se excitó de esta manera la morbosidad de los asistentes, que llegaron a sugerir la idea de que se trata del propio Manolo, que no había muerto, y se había ofrecido un premio a quien averigüe la personalidad del sustituto”, explicaba el diario 'Informaciones', bajo el titular "Farsa publicitaria". ¿Cómo llegó a descubrirse el pastel? La cosa no pudo ser más surrealista. Lo consiguió el mítico matador El Cordobés, que brindó un toro al músico en la plaza de Badajoz. Allí descubrió su cara y su identidad, que era la del músico británico Peter Shelley.

Subidón y caída

La historia de Los Bravos fue de agonía y de éxtasis. Realizaron giras mundiales con paradas en Francia, Cuba, Reino Unido, Estados Unidos… La alegría solo duró cuatro años. En la recta final, todo se precipitó en una espiral de mal rollo. “Aquello era una lucha de egos. Había mosqueos porque en las películas yo salía en más planos. ¡Pero si yo era el cantante! Vivíamos como un mal matrimonio. Y acabamos como un mal matrimonio”, recordaba Mike Kennedy en una entrevista reciente. En el momento de la boda de Lotty y Manolo, la relación de Los Bravos estaba tan deteriorada que el propio Kennedy no acudió al enlace. Tras muchas tensiones, el vocalista se animó a lanzar una carrera en solitario, anunciada con una rueda de prensa donde se personó un notario explicando que el grupo también quería la separación. Ninguna de las partes volvió a recuperar su antiguo brillo, aunque los discos del grupo han ganado prestigio con el paso del tiempo. Hace décadas que Kennedy se dedica a trabajar el circuito nostálgico de aficionados a la música de los sesenta. La vibrante historia del grupo se explica con detalle en ‘Los Bravos. Recuerdos de una leyenda’ (2004), de Guzmán Alonso Moreno.

Triunfo y leyenda urbana

Ser una estrella del pop español en los años sesenta no era lo mismo que serlo ahora. Así lo explicaba hace unos años Diego Manrique, firma de referencia de la prensa musical española. “Los Bravos aparecían en las portadas de los diarios, a veces por motivos tan de 'cuore' como la boda del citado Manolo Fernández (…) El pop tenía entonces el gancho del fútbol y parecía ser una apuesta estratégica de los medios; el seguimiento era tan intenso como profesional”. Periodistas de renombre, como Raúl del Pozo, les dedicaban detallados seriales de artículos. Incluso circulaban leyendas urbanas creíbles, como que Jimmy Page —legendario guitarrista de Led Zeppelin— había tocado en las sesiones de 'Black is Black', el éxito mundial del grupo.

Circulaban leyendas urbanas como que Jimmy Page —legendario guitarrista de Led Zeppelin— había tocado en 'Black is Black'

Manrique desconfía del dato. “No está documentada esa participación: cuando intenté preguntárselo al propio Page, respondió altivo que ni siquiera participó en todos los temas incluidos en los recopilatorios oficiosos, ‘Jimmy Page, session man’. Las dudas se incrementan al ver que se menciona entre los músicos acompañantes a John Bonham: el futuro baterista de Led Zeppelin no ejercía de mercenario de estudio y, de hecho, no vivía en Londres cuando Los Bravos viajaban allí a grabar”, aclara. En todo caso, grababan en la capital británica y no tenían nada que envidiar a la aristocracia 'beat' de la época. Con la muerte de Fernández, no terminaron las tragedias para los miembros de Los Bravos. Su guitarrista, Tony Martínez, falleció a los 46 años en accidente de moto.

"Tenemos muy poco margen de control"

La historia del suicidio de Fernández sobrecogió al país. Atentos a esta carta de un conocido, recogida en la página web de los fans de Los Bravos. “Era un crío cuando leí la noticia y no podía comprender cómo podías haber hecho eso. Hoy en día me doy cuenta que lo hiciste, Manolo, porque por fin habías encontrado lo que habías estado buscando. Ese trozo perfecto del puzle que le faltaba a tu existencia, esa llave única que podía abrir esa parte de tu corazón inaccesible para el mundo. En nuestra existencia, tenemos muy poco margen al control de la misma. Casi todo nos viene dado: cómo vestir, qué comer, qué está o no de moda, y al final, la única opción que una persona tiene es cuándo dejar de existir. No creo que fueses ningún cobarde, al contrario, creo que demostraste humanidad y sobre todo amor. Te veo sentado en un taburete de tres patas, con tus manos sobre un teclado, haciendo un dúo con Billy Preston, mientras Loti te mira sonriendo. Agur, Manolo”. Descorazonador.

La frase es larga, enrevesada y devastadora: “Estoy completamente seguro de que existe Dios y que Él me comprenderá y perdonará, pues mi sitio es estar junto a Lo, la mujer que siempre he esperado, la mujer a la que he querido con toda mi alma, a la que he perdido, y sin la que no puedo vivir”. Pertenece a la carta que Manolo Fernández, teclista de Los Bravos, dejó escrita para sus padres antes de suicidarse. El motivo es brutal: la muerte de su esposa, embarazada, en un accidente de coche, que él mismo conducía, por una carretera mallorquina. Volvían a su hotel de madrugada, después de celebrar la boda de Miguel Vicens —bajista del grupo—, cuando se salieron de la calzada para no colisionar con un camión. El músico resultó ileso, mientras que ella murió en el acto. Sucedió el 29 de abril de 1968.

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