De Don Pelayo a Darth Vader: el giro pop de la ultraderecha española
Santiago Abascal es protagonista de memes humorísticos y aduladores
La ultraderecha española apenas despierta entusiasmo en comparación con sus parientes europeos. Causa rechazo, especialmente, entre el público con inquietudes culturales. El Frente Nacional francés de Marine Le Pen recibió con euforia el éxito de ‘Sumisión’, la novela del superventas Michel Houellebecq que imaginaba que Francia y sus valores republicanos eran sometidos por el triunfo electoral de un partido islamista. El UKIP británico puede presumir de influencia decisiva al haber apoyado el Brexit, terremoto político que todavía tiene temblando a las élites políticas del Reino Unido. Además, su líder Nigel Farage consiguió seducir al icono pop Morrissey, favorito de los cuarentones hípsters, que declaró que el líder del partido xenófobo le caía muy bien.
Mientras tanto, Vox sigue siendo objeto de menosprecio y se muestra incapaz de entrar en el Parlamento español. Su discurso todavía suena viejo y superado. La pregunta relevante en 2018 es si algo está cambiando: ¿vive el partido de Santiago Abascal un intento de mutación pop para acercarse al atractivo de sus homólogos del viejo continente? Algunos indicios apuntan a que sí...
Abascal todavía es visto como un señorito de derechas clásico, pero contra todo pronóstico se ha convertido en pasto de memes
Abascal, recién reelegido líder de la formación, todavía es visto como un señorito de derechas clásico. Pero, contra todo pronóstico, se ha convertido en pasto de memes por las fotos que comparte haciendo running en carreteras entre montañas. Su imagen corriendo solo por una autopista vasca ha sido customizada con todo tipo de fondos: toros de San Fermín, dinosaurios de Parque Jurásico, escenas de 'Forrest Gump' y otros decorados delirantes. En vez de protestar, el líder de Vox se ha entregado a una reinvención pop donde parece querer acercarse a la imagen de Jack Bauer (Kiefer Shuterland) de la serie ’24’. En la red abundan imágenes del político a la carrera, subido en su potente moto o haciéndose un selfie en el ascensor mientras comparte la información sobre kilómetros recorridos, minutos empleados y calorías quemadas. Tampoco faltan montajes anónimos donde se alaba su aspecto sexy. Por si fuera poco, el mes pasado Vox llenó un acto en La Latina y añadió a su organigrama dos fichajes de relumbrón: Carlos Bustelo -ex ministro de Industria de Adolfo Suárez- y Rafael Bardají, estrella pujante de la extrema derecha española.
Elogio de Darth Vader
El fichaje de Bardají no es ninguna broma. Se trata del primer español que pisó la Casa Blanca después del sorpresivo triunfo electoral de Donald Trump. Su cordial relación con Steve Bannon, jefe de campaña del republicano, le permitió esta pequeña gran hazaña de relaciones públicas. Bardají es un experto en política internacional, muy respetado en FAES (laboratorio de ideas del Partido Popular) y en el Grupo de Estudios Estratégicos (el colectivo de análisis de relaciones internacionales más antiguo de España, fundado en 1987). También fue asesor de José Maria Aznar. Su especialidad son los conflictos de Oriente Medio, como los protagonistas de series como “Homeland” y otros taquillazos patrióticos de Hollywood.
En su perfil de Twitter no encontramos la bandera de España, ni tampoco el logotipo de su nuevo partido, sino un primer plano de Darth Vader, elección que demuestra un siniestro sentido del humor y una sensibilidad estética posmoderna. También ha elegido un fondo de tormenta eléctrica, lejos de los corazoncitos, arcoiris y otros emblemas del buen rollito habituales en los partidos de izquierda. En el acto de La Latina, donde se hizo oficial la incorporación de Bardají, se proyectó el publirreportaje ‘La revolución de los balcones’, donde se usa el formato documental y una estética similar a espacios como ‘La Sexta Columna’ para difundir el ideario del partido de extrema derecha. La tesis del metraje es que, después del referéndum abortado del uno de octubre de 2017, la actitud del Estado y la sociedad civil unionista se ciñeron a las tesis de Vox, que en su día se tomaron como lunáticas y hoy la mayoría siente como fruto del sentido común.
El partido de las chicas guapas
A nadie le sorprende ya que estrellas del periodismo como Herman Tertsch o Federico Jiménez Losantos defiendan el programa de Vox. Pero sí es perceptible un cambio de orientación. Por ejemplo, el pasado 13 de marzo, cuando Losantos dedicó cuarenta minutos de su programa a Abascal no defendió a Vox como el partido de la mano dura o el garante de la unidad de España, sino como la opción favorita de las jóvenes sexys de la alta sociedad. Transcribimos sus comentarios: “Hay una cuestión que llama bastante la atención. El otro día estaba firmando mi libro sobre el comunismo y me llega una chica que veintitrés o veinticuatro años. Una chica muy guapa, la típica guapa de derechas de Pozuelo. Me dice ‘vamos a ver, Fede”, con esa confianza que se toman de verte por la tele, ‘¿cuántos escaños crees que va a tener Vox en las próximas elecciones generales?’ Le dije que si el candidato del PP es otro que Mariano Rajoy, pongamos Pablo Casado, Vox sacará entre cero y tres escaños. En cambio, si el candidato es Mariano Rajoy, sacarán entre tres y nueve”. Ella respondió que creía que Vox iba a sacar más, pero lo mismo exageraba porque es simpatizante”, remató Losantos. ¿Algo ha cambiado en los últimos tiempos? Parece que Vox y sus apoyos mediáticos buscan un giro sexy-pop para romper su techo electoral.
La ultraderecha española apenas despierta entusiasmo en comparación con sus parientes europeos. Causa rechazo, especialmente, entre el público con inquietudes culturales. El Frente Nacional francés de Marine Le Pen recibió con euforia el éxito de ‘Sumisión’, la novela del superventas Michel Houellebecq que imaginaba que Francia y sus valores republicanos eran sometidos por el triunfo electoral de un partido islamista. El UKIP británico puede presumir de influencia decisiva al haber apoyado el Brexit, terremoto político que todavía tiene temblando a las élites políticas del Reino Unido. Además, su líder Nigel Farage consiguió seducir al icono pop Morrissey, favorito de los cuarentones hípsters, que declaró que el líder del partido xenófobo le caía muy bien.
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