El pelotazo que no cesa: ¿son los festivales de música el mejor negocio de España?
La música en vivo es un refugio para inversores, debido a su solidez y crecimiento sostenido pero también se expande más rápidamente que la capacidad de las marcas para rentabilizarlo
La gran asignatura pendiente de la cultura en España es la transparencia. Cualquier lector de 'As' o 'Marca' sabe lo que cobran sus ídolos, el presupuesto anual de su club favorito y el límite de inversión que les impone la UEFA para cumplir con el 'fair play' financiero. En el extremo opuesto, los adictos a la música desconocemos la mayoría de datos económicos de un sector más importante y rentable de lo que parece a primera vista. De hecho, cada vez que se hace público un caché, una subvención o el método de funcionar de una empresa cultural, suele haber dramas, reproches y polémicas. Por eso hay que agradecer los datos que nos proporcionan el Anuario de la Asociación de Promotores Musicales y el reciente informe que ha hecho público Oh Holy Festivals, titulado 'Observatorio de Patrocinio de las Marcas en Festivales' y basado en una encuesta a 4.300 asistentes. Ninguna de las dos organizaciones citadas es un organismo independiente, pero podemos considerarlas fuentes razonablemente fiables que apuestan por compartir datos para que todos (marcas, artistas, prensa…) sepan algo más del terreno que pisan.
¿Cuál es el principal dato que podemos destacar entre sus páginas? Sin duda, que la facturación de la música en vivo ha crecido un veinte por ciento entre 2016 y 2017, desde los 223,2 millones de euros hasta los 269,2. El subidón es constante desde 2014, cuando se recaudaron 173,5 millones. ¿Primera conclusión relevante? En un contexto de depresión o recuperación económica modesta, el sector de la música en vivo es un refugio para inversores, debido a su solidez y crecimiento sostenido. El mercado de festivales se expande más rápidamente que la capacidad de las marcas para rentabilizarlo. "El sector cuenta con mucha inversión pero poca información, por lo que se hacía necesario un mayor rigor y profesionalización de una actividad con un gran crecimiento", dijo en la presentación Hugo Albornoz, director de Neolables, empresa responsable del informe sobre festivales y marcas.
Un subidón que no para
Según muestran los datos, la balanza se inclina claramente hacia los macroeventos. El cincuenta por ciento del público expresa su preferencia por los festivales frente a los conciertos de un solo artista, mientras que solo un treinta por ciento apuesta por noches de un solo artista, según StubHub. El gran salto en España se produjo en 2016, cuando el mercado festivalero creció un quince por ciento, ganando 460.000 espectadores respecto a 2015. Ese mismo año se celebraron en España 869 festivales de música, según el ministerio de Educación. El gran problema del sector es su concentración, ya que el 46,4 % de las citas corresponden a Madrid, Barcelona y Andalucía. La buena noticia es su popularidad, ya que en el año citado más de tres millones y medio de personas acudieron a disfrutar a los festivales. Muchas de ellas son extranjeros de vacaciones, como pueden comprobar cada año los asistentes al Sónar, Primavera Sound y Festival Internacional de Benicàssim, donde muchas veces se escucha más inglés que castellano entre el público.
Basta atender a palabras como "sun", "summer" y "beach" para comprender la importancia del clima español para amantes de la música
Quien tenga morbo competitivo disfrutará del top diez de festivales, ordenados de mayor a menor afluencia: Arenal Sound (300.000), Rototom Sunsplash (220.000), Primavera Sound (200.000), Viña Rock (200.000), Festival Internacional de Benicàssim (177.000), Jazzaldia (175.000), Dreambeach (175.000), Tedusa Sunbeach (165.000), Alrumbo Festival (150.000), Marenostrum (145.000), Weekend Beach (130.000), Sónar (123.000), Bilbao BBK (112.000), Mad Cool (102.000) y White Summer (1000.00). Basta atender a los nombres, llenos de palabras como "sun", "summer" y "beach" para comprender la importancia que tiene el clima español a la hora de convertirnos en destino clave para amantes de la música popular.
Expansión internacional
El Anuario de la Música, prologado por el ministro Íñigo Méndez de Vigo, se felicita por otro buen año para el sector. En el análisis de tendencias, se aportan datos poco conocidos, por ejemplo porcentajes de asistencia de público extranjero. Algunos festivales eran reacios a compartirlos, ya que podían dejarlos en evidencia frente a patrocinadores nacionales, que no tienen ningún interés comercial en que su marca llegue a jóvenes ingleses, franceses o de otros puntos de Europa. En citas como Sónar y Primavera Sound la asistencia de extranjeros llega al cincuenta por ciento, mientras que en Benicàssim se alcanza el techo del sesenta por ciento (cosa que ayuda a explicar un cartel más orientado a los gustos del público británico que a los españoles). En el capítulo de expansión internacional, destaca el poder de seducción del Sónar, que ha organizado 62 pequeños festivales con su marca en todo el planeta. Estuvo presente en más de cincuenta países de Europa, América, África y Asia, convirtiéndola prácticamente en una marca global.
¿Otro dato relevante y poco conocido? El festival Starlite, que al principio provocaba risitas por la decadencia de glamur de Marbella, se ha consolidado por completo en España. Por eso se atreve a dar el alto a México, con la intención de convertirse en referencia de los festivales boutique de América Latina. Un mercado que parece jugoso por el poderío económico de sus élites. El concepto que vende Starlite tiene mucho interés para las marcas de lujo: conciertos íntimos con artistas internacionales, presencia de alta gastronomía y generación de una zona club para dar continuidad al evento a través de los mejores discjockeys. Traducido: si quieres atraer a público clase alta, has de ofrecer un ambiente lo más similar posible a aquel en que se mueven para su ocio cotidiano. Este sector es uno de los que más triunfa, especialmente en Cataluña, con citas que van desde el veterano Porta Ferrada (Sant Feliu de Guixols) hasta el benjamín Jardins de Terramar (Sitges), pasando por el ya clásico Jardins de Pedralbes (Barcelona)
Posdata de género
Entre los contenidos del anuario, destaca una columna de opinión de Nuria Rico, secretaria de la asociación Mujeres en la Industria de la Música, dedicada a la igualdad de género en el sector. Su actividad se centra en soluciones prácticas, como elaborar un listado de artistas femeninas para que los programadores de festivales tengan más sencillo acercarse a la paridad (o para que no puedan agarrase a la excusa de que apenas existen artistas femeninas). Rico denuncia que “los hombres empiezan esta carrera veinte metros por delante” y afirma que todavía “hay que cambiar la mentalidad decimonónica de rosa para las niñas y azul para los niños”. Los periodistas musicales sabemos que todavía persiste en la industria la inercia de reservar para ellas los puestos de secretaria y responsable de promoción y para ellos los que tienen que ver con decisiones artísticas y ejecutivas.
La gran asignatura pendiente de la cultura en España es la transparencia. Cualquier lector de 'As' o 'Marca' sabe lo que cobran sus ídolos, el presupuesto anual de su club favorito y el límite de inversión que les impone la UEFA para cumplir con el 'fair play' financiero. En el extremo opuesto, los adictos a la música desconocemos la mayoría de datos económicos de un sector más importante y rentable de lo que parece a primera vista. De hecho, cada vez que se hace público un caché, una subvención o el método de funcionar de una empresa cultural, suele haber dramas, reproches y polémicas. Por eso hay que agradecer los datos que nos proporcionan el Anuario de la Asociación de Promotores Musicales y el reciente informe que ha hecho público Oh Holy Festivals, titulado 'Observatorio de Patrocinio de las Marcas en Festivales' y basado en una encuesta a 4.300 asistentes. Ninguna de las dos organizaciones citadas es un organismo independiente, pero podemos considerarlas fuentes razonablemente fiables que apuestan por compartir datos para que todos (marcas, artistas, prensa…) sepan algo más del terreno que pisan.