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Arcadi Espada: "La izquierda mediática destruyó a Camps y la derecha lo enterró"
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Arcadi Espada: "La izquierda mediática destruyó a Camps y la derecha lo enterró"

El periodista publica 'Un buen tío' (Ariel), una metódica disección de la "cacería mediática" contra el 'expresident' de la Generalidad valenciana a cuenta de unos trajes

Foto: Arcadi Espada publica 'Un buen tío'. (EFE)
Arcadi Espada publica 'Un buen tío'. (EFE)

Hará una semana que llegaron a manos de este redactor las galeradas de 'Un buen tío: cómo el populismo y la posverdad liquidan a los hombres' (Ariel), el nuevo libro en el que el periodista Arcadi Espada (Barcelona, 1957) desbroza a machetazos la selva mediática con la que la prensa —y más concretamente 'El País'— habría atrapado y destruido al expresidente valenciano Francisco Camps por cuatro trajes. Desde entonces, cada vez que alguien pasaba por mi mesa y reparaba en el título, lanzaba a continuación todo tipo de improperios: "Cómo se atreve a decir que el corrupto Camps que arruinó Valencia es un buen tío, esto es una provocación".

placeholder 'Un buen tío' (Ariel).
'Un buen tío' (Ariel).

Se lo cuento a Espada cuando me reúno con él en un hotel de Madrid y le pregunto si su fama de provocador no está tal vez algo desvalorizada por las ganas que tiene tanta gente de ser provocada. ¿No habría hoy que prodigar la provocación con economía debido al gran número de necesitados? "Llamar a alguien provocador es una de las peores cosas que se le pueden decir porque es una manera cómoda y eficaz de desacreditarle. Estoy perfectamente acostumbrado a la estupidez de ese calificativo. Y por cierto, ¡tú con qué gente te mezclas!". "Periodistas, ya sabes". "¡Haber empezado por ahí!".

PREGUNTA. Recientemente Camps ha sido imputado en dos procedimientos por el caso de la Fórmula 1 de Valencia y en un tercero por la visita del papa Benedicto XVI a Valencia en 2006 por los que se le acusa de prevaricación, malversación y falsedad documental. Todo esto ha ocurrido en vísperas de la salida de tu libro. ¿Has pensado estos días, a medida que la situación jurídica de Camps se complicaba abruptamente, algo así como “elegí un mal momento para dejar de fumar”?

RESPUESTA. Recibí las dos noticias con gran alegría, en primer lugar comercial y después también moral. Conozco muy bien el caso de la Fórmula I, en el que el grotesco fiscal envió una conversación de Ecclestone a Google Translate, y lo que ha ocurrido ahora reafirma mis tesis fundamentales y daría para una segunda parte. El caso de la visita del Papa no lo conozco tan bien, pero sí sé lo siguiente. Cuando llegó el Papa a Valencia, se organizó una fundación para cubrir los gastos en la que nombraron, como suele hacerse, un patronato de honor al que se invitó a la Generalidad, la alcaldía, el Arzobispado, etc. En esa fundación, Camps solo era presidente de honor. Cuando salió esta noticia, le pregunté al respecto y me contó que acudió a la primera reunión y a la última. Cualquier persona civilizada sabe lo que supone ser presidente de honor de algo así. ¿Qué revela esta nueva emergencia judicial? Una cosa de la que hablo en el libro: los antecedentes mediáticos no caducan. Cuando una persona ha sido sometida al despiece que sufrió Camps durante tanto tiempo, queda en una situación de fragilidad extraordinaria. Camps sufre así una inmunodeficiencia ante cualquier ataque, vinculada además a que la crisis golpeó duramente el modelo económico de su comunidad.

placeholder Arcadi Espada. (EFE)
Arcadi Espada. (EFE)

P. El libro arranca con una cena tuya con Camps en la que el ya expresidente valenciano exclama, contra lo que tú pensabas, que él sí pagó sus trajes. Y explicas que, a lo largo de tus entrevistas con él, descubriste a “un político, inteligente, trabajador y honrado”. ¿No temiste durante ese tiempo convertirte en víctima del sesgo contrario al que denuncias? ¿Salvar a Camps porque todos los demás iban por él?

R. Claro, es uno de los sesgos clave de lo que ha dado en llamar la incorrección política. Soy lector de la psicología cognitiva y conozco bien esos problemas, pero conocerlos, como explica Kahneman, no te garantiza sortearlos, aunque te predispone mejor. Desde hace tiempo me preocupan estos asuntos en la medida en que puedan influir en mi trabajo y el de mis colegas, porque uno de los peligros más graves de esa incorrección política es convertirte en el reverso de lo que denuncias. No estoy libre de sesgos, pero te digo lo que siempre recomendaba en la universidad a mis alumnos de periodismo. En contra de lo que les decían en las otras clases, que fueran a las ruedas de prensa sin prejuicios, yo recomendaba: "No, al contrario, vayan allí con todos sus prejuicios exhibidos. Es la manera de controlarlos". Soy una persona que se pone delante de los hechos de buena fe y aquí intento analizar esos hechos al margen de quiénes los encarnan. Si hay errores de apreciación, deben ser señalados y no despachados con esa condescendencia analfabeta que se resume en lo de "Arcadi es un provocador".

Si hay errores en mi libro, deben ser señalados y no despachados con esa condescendencia analfabeta que dice "Arcadi es un provocador"

P. En realidad, el gran protagonista de este libro no es tanto Camps como el diario 'El País' y esas 169 portadas que dedicó al caso entre 2009 y 2012 y que tú diseccionas. Hoy se acusa al nuevo periodismo digital de olvidar las normas sacrosantas del oficio, pero adviertes: las "mentiras" de 'El País' no las cometieron becarios de sueldos ínfimos sino profesionales bien pagados. El caso Camps es un asunto, matizas, del viejo periodismo.

R. Sin duda. El nuevo periodismo multiplica los riesgos, pero debemos pensar: los periodistas enfrentamos graves problemas, entre ellos la ruina de nuestro negocio, pero ¿estamos seguros de que lo hemos hecho bien? 'El País' protagoniza mi libro, pero quiero decir que igual que podría hablar de otro señor como Camps también podría hablar de otro periódico. Basta con tomar cualquier otro caso y someterlo al método que yo he seguido. Pero es verdad que no estamos hablando de un tabloide sino del diario de referencia de España. Cebrián escribió recientemente un artículo en 'El País' contra la posverdad y yo estoy de acuerdo, pero ¿cómo trabajamos?

P. ¿Y cómo trabajamos? Siguiendo a Mark Thompson, señalas que el riesgo moral más grave que acecha al periodista es el pecado de acidia, algo así como pereza desganada. ¿Sobrevaloramos demasiado a los periodistas cuando pensamos que nos engañan por oscuras conspiraciones cuando más bien lo hacen con el fin de encajar sin mayores esfuerzos lo que ocurre en los esquemas de su relato particular?

R. La principal discrepancia que tengo con el señor Camps es que él cree que fue víctima de una conspiración y yo, después de seguir todas las pistas posibles, no he encontrado nada que lo corrobore. Es verdad que no participé en la cacería famosa de Bermejo y Garzón un fin de semana antes de que detuvieran a Álvaro Pérez. Pero da igual, yo no he encontrado nada, no tengo datos para decir por ejemplo que Rubalcaba y Zaplana se pusieran de acuerdo para acabar con Camps. ¿Qué he encontrado? Mala praxis, incompetencia, necedad y algo vinculado con las convicciones. En el libro, al hilo de lo que dices de Thompson, escribo que es mucho más fácil ser incompetente cuesta abajo de tus convicciones que cuesta arriba. Eso es clave para construir el relato, si lo haces a favor de tus convicciones, como diría otra vez Kahneman, inmediatamente tus controles se aflojan. Tu sabes además que las personas cuando nos hacemos mayores ya solo queremos hablar con gente que nos da la razón, lo que nos da placer literalmente físico.

Es mucho más fácil ser incompetente cuesta abajo de tus convicciones que cuesta arriba, eso es clave para construir un relato

P. ¿De verdad crees que eso empeora con la edad? ¿No hay un fanatismo juvenil especialmente peligroso?

R. Es verdad, pero entre la juventud y la vejez hay una edad, que ya estoy abandonando y en la que afortunadamente he escrito este libro, en la que esto funciona. La vejez es una desinhibición, una búsqueda del placer de todas las maneras posibles, y me temo que yo estoy ya al borde del abismo, jajaja.

P. ¿Y qué hay de Javier Moreno, el que fuera durante aquellos años director de 'El País'? Dices que para entender su fijación con Camps hay que conocer que él era también valenciano, pero un valenciano emigrado, que estudió en París, con la típica superioridad de los que conocen mundo frente a los que se quedan en el terruño. ¿No es este un juicio de intención que dice demasiado?

R. Sí, sí, lo es, pero lo introduzco dejando claro que es eso, un juicio de intención, un lujo que a veces nos podemos permitir. Pero yo he dedicado cuatro años de mi vida a escribir este libro, lo he reescrito varias veces trabajándolo mucho y cuatro años después sencillamente no puedo responder a una pregunta a la que por lo demás defiendo que el periodismo no debe responder: "¿Por qué pasó esto?". ¿169 portadas en tres años? ¿Por qué? Es un misterio. Y me da igual, como periodista no busco porqués, lo que hago es acarrear materiales hacia una pared. Y cómo no van a incluir esos materiales el trato que sufre Valencia de Madrid y Barcelona, ese mirar por encima del hombro a quienes madrileños y catalanes consideran unos horteras falleros. ¿Cómo no voy a hablar de que Javier Moreno es valenciano y pertenece efectivamente a algo tremendamente distinto a su paisano Camps, una némesis? Estoy en mi derecho. Porque lo más fascinante de 'El País' es cómo va construyendo a Camps como un malvado.

placeholder Francisco Camps, a su llegada a la Ciudad de la Justicia donde está siendo investigado por la construcción del circuito de F1. (EFE)
Francisco Camps, a su llegada a la Ciudad de la Justicia donde está siendo investigado por la construcción del circuito de F1. (EFE)

P. Criticas con dureza “la perversa naturaleza de la relación que los medios mantienen en España con los procesos judiciales en curso”. ¿Qué ha ocurrido para que hoy ser inocente se haya vuelto una prueba indeleble de culpabilidad? Tu libro puede leerse como un ejemplo extenso y detallado del auge del populismo y la llamada posverdad desde la crisis económica, pero ¿cuál crees que fue más determinante en este renovado ataque contra la verdad, la quiebra de la prosperidad y el resentimiento que desencadenó o eso solo aceleró un proceso ya en marcha desde la irrupción de las redes sociales?

R. Este libro es previo a esa irrupción de las redes sociales, a la degeneración de Twitter. Lo que no son previos son los insultos a centenares que he empezado a recibir ahora por escribirlo. Las crisis están vinculadas básicamente con la mentira. Por ejemplo, en España hubo una inmensa masa de personas que creyeron que la prosperidad sería eterna y tomaron decisiones inadecuadas de las que son responsables. Pero no se puede negar que las élites crean espacios donde las decisiones se toman y las personas confían en esos discursos. Así que una crisis es una mentira siempre, una manera de falsear las cuentas y falsear así la realidad. Curiosamente, la respuesta también son mentiras porque el populismo es básicamente una mentira, la idea de que los graves problemas se solucionan rápidamente aplicando la democracia del taxista, que decía mi querido Savater. Siempre cuenta que, cuando sube a los taxis, el taxista le dice: "¡Eso lo arreglaría yo!". Eso es exactamente el populismo. Mentira sobre mentira, pues. Y en el caso de Valencia había que pasar factura a los responsables aun simbólicos de la dura crisis que sufrió la comunidad y Camps fue el chivo expiatorio perfecto para la jauría humana que lo ha perseguido hasta el final, ¡hasta hoy! Ese hombre tiene que pagar.

¡No era Garzón quien estaba en el punto de mira, como tituló su libro, sino el que colocaba en el punto de mira a los demás!

P. Por estas páginas sobrevuelan los célebres complejos de inferioridad de la derecha y de superioridad moral de la izquierda. Y sin embargo, ambos parecen vivir ahora mismo un punto de inflexión, la izquierda socialdemócrata se desmorona políticamente por todas partes y la llamada derecha populista defiende desacomplejadamente sus propuestas racistas. ¿Las tornas han cambiado?

R. Es prematuro decirlo. Efectivamente, en estas páginas encontramos esa pretendida superioridad moral de la izquierda mediática y judicial, no hay que olvidar el gravísimo papel del juez Garzón en todo este asunto explicitado en sus autos y en ese libro que escribió, 'En el punto de mira'. ¡Pero no era él quien estaba en el punto de mira como pretendía sino el que colocaba en el punto de mira a los demás! Es prematuro, repito, decir que eso ha pasado, pero lo que sí creo es que la izquierda mediática destruyó a Camps y la derecha lo enterró.

P. En Cataluña, por primera vez ha ganado las elecciones Ciudadanos, un partido antinacionalista que tú fundaste en 2005, y el sentimiento independentista cae, según las últimas encuestas. ¿El último redoble del 'procés' ha vacunado a los catalanes de veleidades revolucionarias por un buen tiempo o es solo un espejismo?

R. No, de veleidades revolucionarias vacunó a los catalanes, y muy bien, la policía el 1 de octubre, cuando enseñó a los frívolos y a los hipócritas cuál era el precio de la revolución. Para suerte y orgullo del poder democrático español, que actuó aquel día de una manera ejemplar. A partir de ahí, la calle dejó de ser esa fiesta de la Champions que se celebraba cada 11 de septiembre para mostrarse como realmente era, un asalto a la democracia que iba a tener su precio. Así que vacunados ya están, ahora queda la propaganda y la propaganda va a seguir durante muchos años, porque Cataluña es una comunidad tomada por el nacionalismo, o sea, por lo peor del mundo.

De veleidades revolucionarias vacunó a los catalanes la policía el 1 de octubre, cuando enseñó a los frívolos el precio de la revolución

P. En su último libro que acaba de publicar en inglés, tu admirado Pinker defiende con renovados argumentos que cualquier tiempo pasado fue peor. El ser humano progresa adecuadamente. De tu libro se podría deducir que la verdad, por el contrario, involuciona. ¿Se trata de un bache temporal o de algo más serio?

R. Pobre Pinker, que ha tenido la mala suerte de sacar su libro a la vez que el mío, jajaja. Pero no, con la verdad pasa como con el resto de las cosas de este mundo, cada vez le exigimos más. ¿Por qué? Porque somos una especie exitosa. Y en nuestro mundo exigimos una verdad mucho más completa e intensa. Piensa que venimos de un mundo donde 'Los Protocolos de Sión', por ejemplo, fueron capaz de destruir a una etnia. Venimos de la gran mentira del comunismo... Venimos de mentiras muy gordas. ¿Cuánto hace que no ves un ovni? En mi generación veíamos ovnis cada semana. Por lo tanto, no, la verdad también avanza pero a veces necesita empujones. Como mi libro. Claro, entiendo que decir esto cuando Trump es un señor que no solamente miente sino que dice algo mucho peor, que la verdad no existe...

P. Y que gobierna la nación más poderosa de la Tierra...

R. También acabaremos con Trump.

Hará una semana que llegaron a manos de este redactor las galeradas de 'Un buen tío: cómo el populismo y la posverdad liquidan a los hombres' (Ariel), el nuevo libro en el que el periodista Arcadi Espada (Barcelona, 1957) desbroza a machetazos la selva mediática con la que la prensa —y más concretamente 'El País'— habría atrapado y destruido al expresidente valenciano Francisco Camps por cuatro trajes. Desde entonces, cada vez que alguien pasaba por mi mesa y reparaba en el título, lanzaba a continuación todo tipo de improperios: "Cómo se atreve a decir que el corrupto Camps que arruinó Valencia es un buen tío, esto es una provocación".

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