La cláusula Afrodita: el contrato que refleja el lado tenebroso del arte español
Nuría Güell expone una obra sobre la precariedad de las artistas autónomas que ha chocado con la burocracia de las instituciones culturales
Afrodita es la diosa griega del amor, la belleza y la fertilidad, e icono histórico del arte. ‘Afrodita’ es también el nombre de una de las obras de arte -entre la performance y la instalación- más revoltosas de ARCO 2018. ‘Afrodita’, que se puede ver en el stand de la galería catalana ADN, es una pieza de Núria Güell (Vidreres, 1981). Surgió cuando se planteó ser madre: ¿cuál será el impacto profesional de mi futura maternidad vista la tradicional falta de obligaciones laborales de museos e instituciones con los trabajadores autónomos?, se preguntó.
Entonces le encargaron una obra para una exposición colectiva -’Arcana Imperii’, en el Centre del Carme de Valencia hasta el pasado 7 de enero- sobre la burocracia de Estado. Y se le iluminó la bombillita. Era la hora de mostrar las relaciones de producción al desnudo y en toda su crudeza precaria...
“Las partes acuerdan que las cuotas mensuales del RETA que la Autora debe pagar a la Seguridad Social durante el tiempo de ejecución del presente contrato serán imputadas como gastos de producción de la presente obra. La institución se compromete a abonar los mencionados importas contra factura emitida por la Autora cuyo concepto se especificará como sigue: “gastos de producción: cuota del RETA”. El importe máximo de las cuotas del RETA que la Autora está autorizada a imputar como gastos de producción en virtud de la presente cláusula es [x] euros (impuestos incluidos)”.
He aquí la cláusula que Núria Güell quiso incluir en su contrato con el Consorcio de Museos de la Comunitat Valenciana para participar en la exposición. Su obra consistiría precisamente en documentar su lucha por incluir dicha cláusula en el contrato, que forzaba al museo a pagar a la artista vía cuotas de la seguridad social durante los meses mínimos necesarios (7) para poder cobrar luego las prestaciones por baja de maternidad.
Artistas y toreros
“Lo legislado no siempre encarna lo justo, lo singular o lo urgente. En España, los artistas performáticos pueden adquirir derechos laborales si cotizan como autónomos en la categoría de ‘profesionales taurinos y demás espectáculos’, acápite irónicamente sintomático de la indiferencia de la legislación y el menosprecio de la administración pública hacia nuestras especificidades laborales. Aunque habitualmente trabajamos para instituciones públicas no somos funcionarios, ni proveedores, ni empresarios, ocupamos agendas y centros culturales inmersos en una precariedad multicolor: exigencia de flexibilidad, auto-explotación, movilidad extrema, inestabilidad laboral, precariedad salarial y des-regularización de los derechos laborales. Un listado de precariedades que se amplía en el caso de que seas mujer y quieras ser madre”, explica la artista en su web sobre ‘Afodita’.
Un mundo de contratos tan precarios que cabría preguntarse si las instituciones culturales que los hacen firmar no deberían sentir un poco de vergüenza.
Güell -conocida por una serie de trabajos en los que desvela las fisuras y las contradicciones del poder en todas sus formas, del arte a las grandes finanzas- habla con ‘El Confidencial’ sobre el significado político de ‘Afrodita’.
PREGUNTA. ¿Qué quería visibilizar con la inclusión de esa cláusula?
Me interesaba visibilizar aspectos que el propio sistema del arte mantiene en la sombra
RESPUESTA. La exposición en la que fui invitada a participar repensaba el papel de la burocracia en nuestra sociedad, y opté por centrarme en las propias condiciones de producción que el museo, como institución pública, aplica a los artistas con los que trabaja, o sea, me interesaba visibilizar aspectos que el propio sistema del arte mantiene en la sombra. Me parece muy cínico que estemos haciendo arte que se presenta como politizado pero que, generalmente, no abordemos dentro de nuestra propia práctica las políticas que aplica la institución. Hay una distancia enorme entre los discursos críticos que la institución y los artistas emitimos y las condiciones laborales en los que estos se producen: o sea, vemos mucha "justicia social" y "políticas de género" en el discurso de la mayoría de programaciones de museos, cuando realmente contribuyen a la producción y reproducción de condiciones institucionales de explotación y precariedad que no garantizan ningún derecho laboral al artista, propiciando de esta manera una selección clasista, decidiendo quién se puede dedicar a la producción artística y quién no.
A la vez me interesaba hacer visible cómo estos afectos se agudizan enormemente si eres mujer y quieres ser madre, por eso la obra consistía en que el museo pagara las cuotas de la seguridad social durante siete meses, los mínimos requeridos para tener derecho a la baja de maternidad y así poder recurrir a ella si llega el momento.
P. ¿Cuál fue la primera reacción de los abogados del museo?
Hay una distancia enorme entre los discursos críticos que la institución y los artistas emitimos y las condiciones laborales en los que estos se producen
R. Fue muy complicado ya que, para empezar, no entendían el proyecto como "Obra de Arte", y entiendo que se consideren auto-garantes de las leyes, pero que este poder también les lleve a considerarse garantes del Arte… me parece un exceso. En fin, que nos costó mucho salir del marco de la discusión estética.
Una vez superada esta fase, desde su posición de asalariados con buenos sueldos y derechos laborales, se mostraban empáticos y sentían pesar ante la situación precaria de los y las artistas, que va desde trabajar gratis para instituciones públicas a tener que pagar por trabajar, ya que si dividimos lo que nos pagan de honorarios por los meses trabajados para esa institución, la artista debe poner dinero de su bolsillo para poder pagar las correspondientes cuotas de la seguridad social. Pero claro, para ellos, por encima de todo, "la ley es la ley", frase muy usada últimamente.
Vaya, que tenían muy claro para quién trabajaban y qué intereses representaban, y en ningún momento quisieron poner sus conocimientos legales para buscar una grieta a través de la cual poder revertir la situación, lo que me llevó a tener que consultar a un abogado, por mi propia cuenta, para buscar ese resquicio legal y poder redactar la cláusula modelo. Y a pesar de que encontramos la forma legal para que el museo pudiera comprometerse con los derechos laborales de los artistas, los abogados del museo me comunicaron, el día antes de la inauguración, que aún así no incluirían la cláusula en el contrato.
P. El museo, por tanto, no quiso incluir la cláusula en su contrato, pero sí la aceptaron "de palabra". ¿Cuál es la diferencia entre ambas opciones en su opinión?
Incluirla en el contrato implicaba crear un precedente que permitía que en un futuro otros artistas pudieran tener o exigir las mismas condiciones
R. Según mi punto de vista, incluirla en el contrato implicaba crear un precedente que permitía que en un futuro otros artistas pudieran tener o exigir las mismas condiciones. Por lo tanto, los abogados del museo optaron por aceptarla de palabra, como "obra de arte", o sea, como excepción, pero no la asumieron como posibilidad de cambio estructural que revirtiese en la mejora de los derechos laborales de los y las artistas.
P. Acabado el proceso, ¿qué ha aprendido sobre las relaciones laborales entre museos y autónomos?
R. Más que aprender, reafirmar sospechas. No hay ninguna voluntad política de que esto cambie. Todos sabemos que no existe un marco laboral ni jurídico que se adapte a las peculiaridades de nuestra profesión, es obvio que los sectores conservadores manifiestan un desprecio por la cultura crítica, pero lo preocupante es que "la nueva política" tampoco lo está propiciando. La precarización como modelo de gobernanza funciona muy bien porque garantiza control, y la burocracia sirve como excusa para inhibir cualquier posibilidad de cambio político real. Y como bien señaló María Ruido recientemente, una sociedad sin pensamiento crítico está abocada al fascismo.
Afrodita es la diosa griega del amor, la belleza y la fertilidad, e icono histórico del arte. ‘Afrodita’ es también el nombre de una de las obras de arte -entre la performance y la instalación- más revoltosas de ARCO 2018. ‘Afrodita’, que se puede ver en el stand de la galería catalana ADN, es una pieza de Núria Güell (Vidreres, 1981). Surgió cuando se planteó ser madre: ¿cuál será el impacto profesional de mi futura maternidad vista la tradicional falta de obligaciones laborales de museos e instituciones con los trabajadores autónomos?, se preguntó.