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"Lo llamaban el cáncer gay": así fueron los terribles años de plomo del sida
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la verdadera historia tras la película

"Lo llamaban el cáncer gay": así fueron los terribles años de plomo del sida

La cinta '120 pulsaciones por minuto' recuerda la lucha contra el sida de Act Up Paris, una asociación que revolucionó Francia cuando apenas se conocía la enfermedad

Foto: Una de las acciones de Act Up Paris.
Una de las acciones de Act Up Paris.

El día 1 de diciembre de 1993 la parisina plaza de la Concordia amanecía con su obelisco de Lúxor vestido con un condón gigante de color rosa fosforito. Se celebraba el Día Mundial del Sida y una de las asociaciones francesas más combativas contra el VIH, Act Up París, conseguía atraer una vez más el foco de la atención pública gracias a una acción callejera provocadora y subversiva. "En Francia el trabajo de prevención está tan mal hecho que tenemos que intervenir en monumentos importantes —por eso le hemos puesto un condón a la plaza— con un mensaje muy sencillo: el Sida es una hecatombe", explicaba entonces frente a las cámaras de televisión el presidente de la asociación, Cleews Vellay. Apenas 10 meses después, Vellay murió de Sida con tan sólo 30 años.

At Up París se formó en 1989 y a los pocos meses de su nacimiento ya saltó a los medios de comunicación gracias a campañas como la que les llevó a colocar unas inmensas banderolas en las torres de la Catedral de Notre Dame para criticar la postura de la Iglesia católica en contra del uso del preservativo. En otras ocasiones, lanzaron sangre falsa contra las grandes compañías farmacéuticas que mantenían en secreto los resultados de sus investigaciones sobre el VIH. También protagonizaron manifestaciones y campañas de concienciación en una época en la que el Sida era culpable de alrededor de 2.600 muertes anuales sólo en Francia. Fue en esta época cuando el director de cine Robin Campillo conoció a Philippe Mangeot en el entorno de Act Up. Por entonces, Campillo ni siquiera había empezado a rodar cortos y Mangeot, que se había contagiado en 1986 a los 21 años, era uno de los principales miembros de la asociación —de la que llegó a ser presidente entre 1997 y 1999—, hijo además de Jean-Pierre Mangeot, CEO del gigante farmacéutico Glaxo-Wellcome, que fue el primer laboratorio en producir un medicamento homologado contra el Sida.

placeholder Una imagen de '120 pulsaciones por minuto'. (Avalon)
Una imagen de '120 pulsaciones por minuto'. (Avalon)

Casi 30 años después, Campillo y Mangeot recuerdan aquella época de juventud, rebeldía y activismo en '120 pulsaciones por minuto', película coescrita por ambos y dirigida por Campillo, ganadora del Premio FIPRESCI y del Gran Premio del Jurado en Cannes, y que llega a la cartelera española este viernes 19 de enero. "'120 pulsaciones por minuto' es la propia historia que vivió Robin, una aventura muy íntima de cuando fue militante de Act Up junto a su coguionista y productor" explica Nahuel Pérez Biscayart, protagonista de una cinta que ha contado con un reparto de actores profesionales, no profesionales, músicos, bailarines y activistas para revivir la heterogeneidad de aquel colectivo que marcó la juventud de Campillo y Mangeot. "En esa época Act Up ocupaba un lugar muy marginal. Eran minoritarios, e incluso estaban mal vistos a los ojos de la sociedad y de los medios de comunicación porque los consideraban muy radicales y extremos en sus métodos, cuando lo que hacían eran actos performáticos y simbólicos, como tirar sangre hecha de pintura. Si nos preocupamos más por el valor material de una pared y no por el valor de una vida es que los valores están un poco torcidos".

Act Up estaban mal vistos a los ojos de la sociedad y de los medios porque los consideraban muy radicales

A pesar de que el francés no es su idioma nativo —Pérez es argentino y hasta hace unos años no hablaba nada de francés—, el actor ha acabado protagonizando una de las películas favoritas para arrasar este año en los Premios César el 2 de marzo. "Robin me dijo que vio en mí algo que no vio en ningún actor francés, pero eso es algo que tendría que decir él. Quizás es que en Argentina, seas una persona muy politizada o poco politizada, si eres medianamente sensible y pensante, vas a la manifestación en contra de la dictadura todos los 24 de marzo. Hay algo de la manifestación y de la reactividad que tiene la gente de Argentina que está muy presente en la vida diaria. Quizás eso es lo que estaba buscando".

placeholder Nahuel Pérez en un momento de la película. (Avalon)
Nahuel Pérez en un momento de la película. (Avalon)

Durante la producción de '120 pulsaciones por minuto', Pérez ha podido conocer un poco más de cerca la realidad de aquellos convulsos años de principios de los 90 cuando en Francia el presidente Mitterrand —en teoría progresista— se negaba a autorizar campañas de prevención dirigidas específicamente a la comunidad homosexual."Su país ya no es el nuestro, señor presidente. Nos ha excluido. Nos estamos desangrando y nos relega a la ignorancia y el desprecio", le criticaba en una carta abierta Act Up, que decidía ocupar el papel que había desatendido el Estado en la lucha contra el Sida.

En Act Up había jóvenes, madres de familia con hijos hemofílicos, gente de todo medio, clase y nivel social

"Cuando uno mira la asociación en la época era una asociación improbable; había jóvenes, madres de familia con hijos hemofílicos, gente de todo medio, clase y nivel social. Lo único que los unía era tener un tipo de contacto directo o indirecto con la enfermedad", continúa Pérez. "Lo que tenía de hermoso Act Up es que eran gente que aprendía sobre su enfermedad mientras el poder sanitario y el poder político no se hacían cargo de ellos. Era una especia de universidad popular. Y también aprendían política, porque eran gente que no venía de entornos políticos".

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Imagen de archivo de una de las manifestaciones de Act Up Paris.

La cinta de Campillo sirve para documentar aquella época de activismo —muestra incluso imágenes reales de archivo—, es también una historia de amor en medio de la adversidad, pero también cumple un papel didáctico que todavía, más de 30 años después del descubrimiento del Sida, todavía sigue descuidado. "Yo me crié en los 90 y 2000 y mi sexualidad nunca estuvo atravesada por el riesgo de la enfermedad, porque había campañas de prevención y campañas sobre el preservativo. Y si yo hablo de mi generación así fue gracias a que esta gente decidió no quedar en el silencio, no quedar en la vergüenza y hacer de la enfermedad un arma de lucha y pasar a ser actores clave", agradece el protagonista. "Sin embargo, he conocido a mucha gente joven que ha descubierto que es seropositiva en estos últimos años. Yo últimamente no veo campañas de prevención, al menos en París. Si no se continúa con campañas de prevención y con medidas muy concretas la enfermedad no se erradicará, la enfermedad seguirá existiendo".

Aunque ya se sepa que con un beso o una caricia no se contagia, el acceso al mercado de trabajo no es el mismo

"Ahora no se muere tanto por la enfermedad por los cócteles que convierten la enfermedad en algo crónico y no mortal. La enfermedad no ha desaparecido. Lo que más me entristece es, cuando hablo con gente que está en tratamiento, que no es una vida fácil: tomar el tratamiento todos los días, medicación constante, hay gente con efectos secundarios muy pesados, la discriminación y la estigmatización. Aunque ya se sepa que con un beso o una caricia no se contagia, el acceso al mercado de trabajo no es el mismo siendo seropositivo que siendo seronegativo", prosigue. " Los países en los que el tratamiento contra el HIV es gratuito y provisto por el Estado —la PrEP (Profilaxis Preexposición) y la PEP (Profilaxis Postexposición) y montón de herramientas de profilaxis química— está ahora mismo muy avanzado todo, como para realmente poder aplicarlo y acercarse a erradicar la enfermedad. Falta decisión política...".

Y también está la cuestión moral. En los años 80 se popularizó la expresión "el cáncer gay" para llamar al Sida. Pero para un enfermo, las connotaciones sociales que conllevan el cáncer y el Sida son muy diferentes. Primero, por el tabú sexual. "En un momento de la película el director de un colegio dice que no quiere poner máquinas de preservativos en los baños porque sería incitar a los menores a practicar sexo", pone como ejemplo Pérez. "¿Tú crees que los estudiantes de tu escuela no están teniendo sexo, que esperan hasta los 25 años? Al revés, hay que hablar de todo y lo peor que hay en el mundo es no saber. La ignorancia es lo que tiene más riesgo".

El día 1 de diciembre de 1993 la parisina plaza de la Concordia amanecía con su obelisco de Lúxor vestido con un condón gigante de color rosa fosforito. Se celebraba el Día Mundial del Sida y una de las asociaciones francesas más combativas contra el VIH, Act Up París, conseguía atraer una vez más el foco de la atención pública gracias a una acción callejera provocadora y subversiva. "En Francia el trabajo de prevención está tan mal hecho que tenemos que intervenir en monumentos importantes —por eso le hemos puesto un condón a la plaza— con un mensaje muy sencillo: el Sida es una hecatombe", explicaba entonces frente a las cámaras de televisión el presidente de la asociación, Cleews Vellay. Apenas 10 meses después, Vellay murió de Sida con tan sólo 30 años.

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