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'Zama': las desdichas de un funcionario de la Corona española América
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'Zama': las desdichas de un funcionario de la Corona española América

Lucrecia Martel adapta la novela homónima de Antonio Di Benedetto, una obra cumbre de la literatura argentina sobre un funcionario de la corona española en el Paraguay del siglo XVIII

Foto: Daniel Giménez Cacho es Diego de Zama. (BTeam Pictures)
Daniel Giménez Cacho es Diego de Zama. (BTeam Pictures)

La conquista de América —como todas las conquistas— se forjó en gran parte sobre la épica de un grupo de hombres empeñados en protagonizar uno de los pasajes fundamentales de la historia, ya no de España, sino de la humanidad. Una gesta, sí, que también fundamentada en una naturaleza controvertida en un dominio basado en la idea de superioridad étnica, la tiranía del terror y la represión violenta de las comunidades indígenas. "La conquista de América fue un proceso terrible, muy alejado de la imagen idílica que habitualmente se tiene. No fue en absoluto un conflicto de baja intensidad. Fue una guerra muy dura bajo el paraguas jurídico-religioso del derecho hispano a su presencia en aquellas tierras con el único interés por la civilización y la evangelización de sus habitantes, cuando más bien lo que se escondía era un deseo brutal por obtener riquezas", contó el historiador Antonio Espino en una entrevista a El Confidencial sobre la publicación de su libro, 'La conquista de América: una revisión crítica'.

Foto: El conquistador Hernando de Soto torturando a los jefes nativos de Florida

Pero también tuvo que haber una conquista aburrida, la conquista burocrática, la colonización de los funcionarios de la corona española que llegaban a administrar los nuevos territorios, lejos de sus casas y de sus gentes, esperando hacer méritos rápidos e imbuidos en la larga espera a una vuelta a su mundo 'civilizado' de habitaciones con cuadros y tapices y de impostada relevancia social. Precisamente, pensando en ese existencialismo vaciado de cualquier épica, el escritor argentino Antonio di Benedetto escribió en 1959 'Zama', la historia del ficticio —pero posible— don Diego de Zama, un subalterno del gobernador de la región de Paraguay durante el Virreinato del Río de la Plata a finales del siglo XVIII, cuya adaptación al cine se estrena en la 14 edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla de la mano de la directora argentina Lucrecia Martel.

Don Diego de Zama (interpretado en la película por Daniel Giménez Cacho) lleva catorce meses aguardando que el barco con el correo real le traiga noticias de su mujer y sus hijos. Sigue esperando que el gobernador le escriba una carta al rey para conseguir un traslado a Lerma, en Argentina, que siempre le prometen, pero que nunca ocurre. Los pagos de la Corona llegan con meses de retraso, al igual que los periódicos del otro lado del océano. En el pueblo no existen médicos licenciados, pero sí la presencia de enfermedades epidémicas como el cólera.

De Zama espera que el gobernador le escriba una carta al rey para conseguir un traslado a Lerma que nunca llega

También tiene que lidiar con la frustración sexual. A Diego de Zama no le gustan las mujeres indígenas, ni las mestizas, y Luciana Piñares de Luenga (Lola Dueñas), la mujer de un alto cargo del ministerio de Hacienda, de la que todos los hombres de la zona codician su cuerpo, simplemente juega a calentarlo, a provocar su lujuria: "Todos los hombres codician mi cuerpo. Honorio, mi propio esposo, vive fascinado por la carne. Yo lo desprecio y desprecio a todos los hombres por su amor de posesión", le dice. Y cuando ha recurrido a una indígena, por necesidad, ni siquiera la ha preñado bien: un niño bastardo que no habla, ni camina, en cierta forma, defectuoso como él, es la prueba.

placeholder Una de las imágenes de Zama, con una fotografía muy pictórica. (BTeam Pictures)
Una de las imágenes de Zama, con una fotografía muy pictórica. (BTeam Pictures)

Una vida de eterna espera y declive de la que sólo logra escapar a destellos, como cuando el hijo de su amigo el capitán de barco Ignacio Zabaleta, nada más arribar a las Indias, henchido de admiración por lo que de él ha oído en España, lo abraza impresionado. "Ese reconocimiento hacía contrapeso a tantos olvidos y disminuciones soportados en días y días hasta aquella tarde", escribe Di Benetto, cuenta Martel. "¡El doctor don Diego de Zama!… El enérgico, el ejecutivo, el pacificador de indios, el que hizo justicia sin emplear la espada. Zama, el que dominó la rebelión indígena sin gasto de sangre española, ganó honores del monarca y respeto de los vencidos. No era ése el Zama de las funciones sin sorpresas ni riesgos. Zama el corregidor desconocía con presunción al Zama asesor letrado, mientras éste se esforzaba por mostrar, más que un parentesco, cierta absoluta identidad que aducía".

"Ese reconocimiento hacía contrapeso a tantos olvidos y disminuciones soportados en días y días", escribe Di Benedetto

La película muestra la realidad prosaica y la desazón existencial de aquella gente que tuvo que construir su 'gesta' —y su vida— en un entorno hostil, salvaje y lleno de incomodidades. Mientras la corona se apunta los méritos, El corregidor languidece en un poblado sin nombre, en la rutina de un día a día en el que, como en 'El desierto de los tártaros', de Dino Buzzati, se suceden los trámites burocráticos absurdos, los conflictos creados con ánimo de sobrevivir a lo inane, y las promesas continuas de un traslado que no llega. Uno de sus subalternos, Ventura Prieto (Juan Minujín) consigue como castigo a la insubordinación todo lo que el corregidor espera como premio a su paciencia y entrega para con la Corona. Como si toda la jerarquía del Estado, incluso una jerarquía cósmica, se estuviese riendo en su cara. Detrás de todos los sacrificios resulta que está la nada.

placeholder Lola Dueñas es Luciana Piñares de Luenga en 'Zama'. (BTeam Films)
Lola Dueñas es Luciana Piñares de Luenga en 'Zama'. (BTeam Films)

Incluso, en el tramo final de 'Zama', el desengaño y el absurdo se concretan en una sola empresa, como un resumen acotado de toda una realidad: Diego de Zama sale a la caza del forajido Vicuña Porto (Matheus Nachtergaele), algo que el protagonista puede tocar con la punta de los dedos al mismo tiempo que resulta un imposible, como dar caza a la sombra de uno mismo. 'Zama' tiene, efectivamente, algo de Buzzati, pero también de Kafka y de Camus.

placeholder Cartel de 'Zama'
Cartel de 'Zama'

Lucrecia Martel, siempre tan personal y siempre maestra en la recreación de la densidad de la espera, lleva al espectador a un viaje psicológico por la descomposición de la esperanza, de la ficción deseada que a veces sirve como sustento de una vida y que, en el caso de Diego deZama, es el único cimiento de su existencia. "Hacia el Plata, después a la mar y hacia España, donde nunca fui más que un hombre anotado en papeles, se extendería un pensamiento, una sensibilidad humana accionada por mí. Alguien, en Europa, sabría quién era yo, cómo era Diego de Zama, y lo creería bueno y noble, un letrado sabio, un hombre de amor", sueña Diego de Zama en la novela. Un hombre semiinconsciente —pero consciente por primera vez de lo inútil de su empresa vital— postrado en una canoa, en medio de la marisma salvaje, en un camino de vuelta al lugar del que quiere escapar pero que, al fin y al cabo, se ha convertido en su único hogar.

La conquista de América —como todas las conquistas— se forjó en gran parte sobre la épica de un grupo de hombres empeñados en protagonizar uno de los pasajes fundamentales de la historia, ya no de España, sino de la humanidad. Una gesta, sí, que también fundamentada en una naturaleza controvertida en un dominio basado en la idea de superioridad étnica, la tiranía del terror y la represión violenta de las comunidades indígenas. "La conquista de América fue un proceso terrible, muy alejado de la imagen idílica que habitualmente se tiene. No fue en absoluto un conflicto de baja intensidad. Fue una guerra muy dura bajo el paraguas jurídico-religioso del derecho hispano a su presencia en aquellas tierras con el único interés por la civilización y la evangelización de sus habitantes, cuando más bien lo que se escondía era un deseo brutal por obtener riquezas", contó el historiador Antonio Espino en una entrevista a El Confidencial sobre la publicación de su libro, 'La conquista de América: una revisión crítica'.

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