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Los Rolling Stones en Barcelona: un grupo prisionero de los 70... a precios del siglo XXI
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un concierto en 20 escenas

Los Rolling Stones en Barcelona: un grupo prisionero de los 70... a precios del siglo XXI

Hay muy pocas razones para meterse en un estadio a oír y no ver un concierto de rock, pero el grupo de Mick Jagger aún es una de ellas

Foto: El concierto de los Rolling Stones en Barcelona. (EFE)
El concierto de los Rolling Stones en Barcelona. (EFE)

La única escala española de la gira europea de los Rolling Stones, ubicada en el estadio Lluís Companys de Barcelona, fue una nueva sucesión de escenas ya vividas y de canciones mil veces escuchadas. Hubo colas y cacheos, hubo rutina y desorden, hubo entradas a 291 euros y ese tufo a museo del déjà vu rockero que les persigue allá donde van. Pero entre la veintena de canciones que interpretaron anoche, también hubo una veintena de escenas a recordar.

1.- El 'rolinga' y Torrente

Cuatro fans argentinos de los Stones suben hacia el estadio Lluís Companys cantando a grito pelado: “Yo soy 'rolinga' / Quiero que legalicen la marihuana / Para fumar un poco por la mañana / Tomar un vino blanco y una cerveza / Para ver a los Rollings de la cabeza”. Es una adaptación stoniana de un himno de los aficionados del River Plate. Un tipo se acerca atraído por la jarana. “¿También eres argentino?”, le preguntan. “No, soy atlético”, responde él. “¡Atlético! ¡Cómo Torrente!”, suelta uno de River. Y todos se echan a reír.

placeholder El cantante y líder de la banda de rock The Rollings Stones, Mick Jagger, durante su actuación esta noche en el Estadi Olímpic de Montjuic. (EFE)
El cantante y líder de la banda de rock The Rollings Stones, Mick Jagger, durante su actuación esta noche en el Estadi Olímpic de Montjuic. (EFE)

2.- Colas y cacheos

El acceso al concierto es un suplicio. La organización ya anunció días atrás que el control de entrada sería muy exhaustivo para evitar que entrase al concierto gente que hubiera comprado la entrada en la reventa. La procesión de colas, cacheos, más colas y más cacheos es tan desesperante que cuando el público supera el penúltimo obstáculo un trabajador de la organización les recibe al grito de: “¡Ya lo habéis conseguido! ¡Por fin podéis recoger el fruto de vuestro esfuerzo!”. No se sabe si se refiere solamente a la paciencia que ha habido que tener durante toda la tarde o a los altísimos precios que ha habido que pagar.

3.- Éxitos de ayer a precios de mañana

Hace 41 años los Stones ofrecían su primer concierto en Barcelona, en la plaza de toros Monumental. Costaba 900 pesetas. Hoy las entradas van de 85 a 291 euros. Muchas cosas han cambiado desde aquella primera visita de los Stones. Prácticamente todo menos ellos, que en 1976 ya interpretaron nueve de las 20 canciones de esta noche. Solo tres títulos del repertorio fueron compuestos con posterioridad a esa primera visita: ‘Slipping away’, ‘Miss you’ y ‘Start me up’. Los Stones cobran a precios del siglo XXI un espectáculo anclado en los 70.

Foto: Momento del histórico concierto de La Habana, el 25 de marzo de 2016.

4- Estado de excepción

Una vez dentro del estadio, lo primer que se avista son las cuatro gigantescas lenguas proyectadas sobre fondo rojo. Muchos espectadores tienen el impulso de detenerse para fotografiarlas, pero los guardias de seguridad se lo impiden. “Por favor, nada de fotos”, vocean. Quieren los accesos despejados para que siga entrando gente. Un concierto de rock de estadio es lo más parecido a un estado de excepción, así que se pueden conculcar los derechos más básicos: por ejemplo, hacer una foto al entrar a un concierto por el que has pagado casi cien euros. Y, estando como estamos estos días en Catalunya, un concierto de rock de estadio es un estado de excepción dentro de otro estado de excepción.

Una familia me pide que les fotografíe en la escalera donde han prohibido las fotos. Por megafonía suena ‘Born to be wild’. Les disparo tres. 'Toi mu loco'.

5.- República Stone

Solo se divisa una pancarta en todo el estadio. Está en la grada izquierda del estadio y dice: “Argentina, república Stone”. Vivir en una república Stone es caro. En el puesto de merchandising no te venden una camiseta por menos de 25 euros. Eso sí, hay hasta 35 modelos distintos y alguno alcanza los 50 euros. Hay mecheros, pulseras, tazas de café y muñequeras para secarse el sudor.

6.- Highway to hell

De todas las canciones que sonarán por megafonía tras la actuación del grupo telonero, Los Zigarros, la más coreada será ‘Highway to hell’, de AC/DC.

7.- ‘¡Whu-Whu! ¡Whu-Whu!’

Empieza el concierto sin introducción, sin vídeo retrospectivo, sin el preceptivo montaje despampanante que suele informar al público de que está a punto de asistir a un espectáculo sin igual. Aquí la introducción es el propio prólogo elástico de ‘Sympathy for the devil’. El público aúlla el ‘¡whu-whu! ¡whu-whu!’. No hay letrista capaz de superar esta onomatopeya satánica. Es el primer gran momento de la noche y la banda ni siquiera ha salido al escenario. Ahí llegan.

8.- Keith, el pirata dormido

Keith Richards presenta muy mal aspecto. Tiene la cara embotada, como si acabase de despertar de una siesta de nueve semanas. Ya espabilará. Por ahora, sus punteos de guitarra son del todo inconexos y, además, parece que su instrumento no haya pasado por la mesa de ecualización. Suena estridente y atronador, muy por encima del resto.

9.- Charlie, el cajero

Charlie Watts está tieso como un cajero de banco. Cuando acaban de tocar ‘It’s only rock’n’roll (but I like it)’, agarra un frasco de bebida para echar un trago. Sabe, porque cada noche es así, que antes de ‘Tumbling dice' tiene un minuto de margen mientras Mick Jagger dedica unas palabras al público. La cámara que sigue sus movimientos nos permite ver cómo apenas abrirá la boca en toda la noche. Watts respira por la nariz. Aspira con tanta fuerza que la aleta derecha se junta con el tabique y se le cierra una fosa. Nada de ello le impide sostener su impávido baqueteo.

placeholder Keith Richards durante el concierto en Barcelona. (Reuters)
Keith Richards durante el concierto en Barcelona. (Reuters)

10.- Dos blues añejos

La gran novedad de esta gira es el bloque de blues que recuerda la edición de su disco de versiones ‘Blue & lonesome’. Interpretan ‘Just your fool’ (de 1954) y ‘Ride ‘em on down’ (de 1937), pero cuesta percibir que su aportación al género en 2017 sea crucial. Puedes encontrar músicos que toquen un blues con tanta intención o más en los bares de tu ciudad. Es ese imposible concepto conocido como blues de estadio. O, en todo caso, esa cosa tan siglo XX llamada blues blanco.

11.- Mick, el espantapajaros

Mick Jagger sigue saltando y agitándose como lo hemos visto en documentales y conciertos de sus más de 50 años de oficio: como un espantapájaros vivo. Es el motor de estos superhéroes del rock del siglo XX y quien decide el orden del repertorio de cada noche. Hoy tocan ‘Under my thumb’. Jagger pregunta una y otra vez al público si lo está pasando bien. A la tercera, Richards se cansa y se adelanta con el riff de ‘Rocks off’. Jagger le lanza una mirada en plan ‘¿por qué me interrumpes mientras hablo?’, pero Keith no deja de tocar. Ahora Jagger se lo mira con cara de ‘¿no me entiendes o qué?’, pero la banda ya se ha unido al guitarrista así que… ‘Rocks off’. Ron Wood sonríe y se entrega a la canción. Las trompetas soplan a placer. Por primera ver el grupo suena vivo y con nervio.

12.- Ron, el héroe local

Esta va a ser la noche de Ronnie Wood. Para vender las últimas entradas del concierto, el guitarrista ha concedido varias entrevistas a la prensa local. Y así de paso, promociona el libro de pinturas que acaba de presentar en el Museu Picasso de Barcelona. ‘You can’t always get what you want’ hubiese sido un momento flojo de la velada si Ron no hubiese decidido emplearse a fondo en ella. Es muy paradójica la pasión con que parte del público corea este estribillo que habla de la imposibilidad de conseguir lo que deseas.

13.- Botifarra i trinxat

Acaba ‘Honky tonk women’ y Mick Jagger hace una confesión: hoy ha comido botifarra y trinxat (un plato típico de la Cerdanya). Lleva buena parte de la velada dirigiéndose al público en catalán, señorías de la Audiencia Nacional. Después de presentar a la banda, cede la palabra a Keith Richards, que se deja querer e improvisa carantoñas estilo Barragán mientras el estadio le aplaude a rabiar. Richards zanja el baño de cariño con un expeditivo: “Lo siento, pero tengo que dar un concierto. Gracias Barcelona. Gracias Catalonia”.

Foto: Los Rolling Stones en el concierto que dieron en marzo en Cuba (Efe)

14.- El esputo de Keith

Llega el bloque más rutinario de la noche. En esta gira europea, Keith siempre toca las mismas canciones: ‘Happy’ y ‘Slipping away’. Eso sí, la desafinación vocal varía cada noche según sople el viento. Durante ‘Slipping away’ se le encalla la voz. Los coristas le cubren y él se retira medio segundo para escupir.

15.- Siempre, la versión incompleta

Con ‘Miss you’ la banda alcanza la plena combustión. El bajista Daryl Jones pulsa las cuerdas con groove disco-funk. La sección de vientos echa el resto. Ron y Keith se agarran del hombro y dan tumbos por el escenario riendo de no se sabe qué, mientras Jagger toca la guitarra rítmica. Ron señala a alguien para que el público aplauda, pero la pantalla vertical solo enfoca a Ron, no a la persona señalada. En los conciertos de estadio solo vemos lo que decide el realizador, planos cortos de los protagonistas, y nos perdemos el resto. Los conciertos de estadio son versiones siempre amputadas de un concierto.

16.- Chavalas y viejos

Al fondo de la pista, a casi 200 metros del escenario, el ambiente parece de fiesta mayor. Hay familias enteras y parejas de todas las edades. Una chavala se burla con su amiga de los bailoteos que se marcando un señor en ‘Midnight rambler’. Un niño de diez años aprende a rockear. Toda la información le entra por los oídos, ya que con su metro veinte no ve nada. Tremendo desafío para un vástago de la era youtube. Una niña bosteza subida a hombros de su padre.

La banda ya echa chispas. La armónica de Jagger, también. Los punteos de Ron y Keith, los redobles de Watts y las llamadas al público de Mick Jagger se superponen en evidente desorden. Los Stones están tocando sin red. Por fin. Esto es rock de taberna tamaño XXL. Son diez minutos de rambleo blues. “Fantástica noche”, exclama Jagger. “¡Qué público increíble!”, añade.

placeholder Mick Jagger y Ron Wood durante el concierto en Barcelona. (Reuters)
Mick Jagger y Ron Wood durante el concierto en Barcelona. (Reuters)

17.- La conga estática

Y tras ‘Street fighting man’ se produce el momento más entrañable de la noche. Keith Richards desenvaina el riff de ‘Start me up’. Con ese juego de muñeca derecha, resucitó el roll del rock’n’roll. Y lo hizo en 1981, tras la hecatombe del punk. La reacción de todos los que hacen cola para ir a los lavabos de la pista es unánime: brazos en alto, saltos y bailes inconexos formando una extraña conga estática que no avanza ni retrocede camino del ansiado retrete. Hay muy pocas razones de peso para meterse en un estadio a oír regular y ni siquiera ver un concierto de rock, pero los Rolling Stones aún son una de esas razones.

18.- Antología del Riff

La recta final es una antología del riff. Al de ‘Start me up’ le sucede el de ‘Brown sugar’. Entre rasgueo y rasgueo de guitarra, Keith se seca la nariz con la manga del brazo derecho. Qué pasa. Y cuando parece que va a garabatear el riff de ‘(I can’t get no) Satisfaction’, se saca de la manga húmeda el de ‘Jumpin’ Jack Flash’, que desemboca en otro final destartalado. Watts sonríe ante el desastrillo. El grupo deja el escenario. No hay confeti. No hay explosiones. No hay fuegos artificiales. No hay habido muñecos hinchables. Solo rocanrol.

19.- Educación y derechos

Tiempo de bises. Resucitan los Stones sensibles a las luchas y problemáticas de los colectivos más desfavorecidos. Suena ‘Gimme shelter’ y, para ilustrarla, las pantallas proyectan imágenes de manifestaciones por los derechos civiles de los años 60. En una de las pancartas se lee ‘Educación gratuita’. En otra, ‘Trabajadores socialistas’. En otra, se apunta el concepto de 'Black lives matter' (‘Las vidas negras importan’). Cuesta creer que los Stones de 2017 anden tan tan tan tan alejados de estas y otras problemáticas sociales. En esto sí han cambiado radicalmente.

20.- ¿Y la grada verde?

¿Qué ambiente habrá esta noche en la grada verde que se organiza frente a la puerta principal cada vez que hay concierto en el estadio? Unas mil personas cantan desde la calle ‘(I can’t get no) Satisfaction’. Cuatro policías les impiden acercarse a la entrada del estadio. Parece una estampa de la época franquista. El único detalle que prueba que estamos en 2017 es que en cuanto los Stones dan por terminado el concierto, la muchedumbre vocea el ‘Seven nation army’ de The White Stripes.

Por lo demás, todo igual. España y los Stones siguen en 1976.

La única escala española de la gira europea de los Rolling Stones, ubicada en el estadio Lluís Companys de Barcelona, fue una nueva sucesión de escenas ya vividas y de canciones mil veces escuchadas. Hubo colas y cacheos, hubo rutina y desorden, hubo entradas a 291 euros y ese tufo a museo del déjà vu rockero que les persigue allá donde van. Pero entre la veintena de canciones que interpretaron anoche, también hubo una veintena de escenas a recordar.

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