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Libertad sexual, consumismo y elogios: las tres profecías cumplidas de Pasolini
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Libertad sexual, consumismo y elogios: las tres profecías cumplidas de Pasolini

Cuando murió, tras una brutal paliza y atropello, el primer ministro italiano Guilio Andreotti dijo que "se lo ha buscado". Ahora se publica en español 'Vulgar Lengua'

Foto: Pasolini
Pasolini

Pocos intelectuales contemporáneos pueden presumir del impacto que alcanzó Pier Paolo Pasolini (1922-1975). Cuando murió, tras una brutal paliza y atropello, el primer ministro italiano Guilio Andreotti dijo que "se lo ha buscado". Sea cierta o no la sospecha de un asesinato político, personajes poderosos de todo el espectro social sintieron su desaparición como un alivio. Cuatro décadas después, su obra se mantiene más viva que nunca. Incluso intervenciones que suelen considerarse menores nos dan claves sobre conflictos cruciales de nuestro tiempo. Es el caso del reciente 'Vulgar Lengua' (Ediciones El Salmón), que recoge un encuentro de Pasolini con profesores interesados en sus propuestas de reforma.

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Pasolini - 'Vulgar lengua'

En los últimos años, se han publicado 'Sobre el deporte' (Contra), 'Nebulosa' (Gallo Nero) y 'Nueva York' (Errata Naturae). Esta última editorial también se encargó del volumen de miscelánea 'Demasiada libertad sexual os convertirá en terroristas'. Parece que cualquier migaja de su legado (una entrevista, un guión inacabado, columnas sobre el Bolonia FC…) dice más sobre nuestros problemas que la mayoría de ensayos publicados anteayer. Los Teatros del Canal programan en mayo de 2018 'Who is me. Pasolini (Poeta de las cenizas)', montaje de Álex Rigola que imagina una charla con el italiano. ¿Por qué este creciente interés en su obra? Seguramente porque sus lectores tienen claro que acertó en tres profecías fundamentales.

1) El consumismo arruinará nuestras vidas

Una de las ideas fundamentales de su discurso es que el capitalismo contemporáneo es más destructor que el fascismo, ya que dispone medios de dominación más potentes. Mussolini tenía la iglesia y el ejército, mientras que Berlusconi dispondría de la televisión. Así lo explicaba en el año de su muerte. "Hoy, el orden social, en mi opinión, ha cambiado de forma revolucionaria en el seno del propio capitalismo. El consumismo es una forma nueva y revolucionaria de capitalismo, porque posee en su interior elementos nuevos que lo revolucionan: la producción de mercancías superfluas a una escala enorme y, por tanto, el descubrimiento de la función hedonista. El descubrimiento de la función hedonista provoca que este capitalismo nuevo, este nuevo orden social, no quiera seguir teniendo pobres, sino personas pudientes que quieran consumir, no quiere buenos ciudadanos, sino buenos consumidores".

Los marginados sociales estaban mucho mejor antes de la llegada de la televisión y el capitalismo de consumo

Su tesis política, nacida de la observación cotidiana, consiste en que los marginados sociales estaban mucho mejor antes de la llegada de la televisión y el capitalismo de consumo. "En los arrabales romanos, que es el mundo que yo conozco, y que es es el mundo que he retratado en mis novelas de hace diez años, los jóvenes y la gente en general era mucho más feliz que ahora. No sé qué es la felicidad; pero si la felicidad es sonreír, y cantar, y crear con las palabras todos los días un chiste, un chascarrillo, una historieta, entonces eran mucho más felices", apunta en 'Vulgar lengua'.

2) La libertad sexual ha sido falsificada por el capitalismo

Pasolini tuvo que luchar desde joven por su condición de homosexual, una práctica tolerada entre el mundo cultural italiano a cambio de discreción. Su defensa abierta le ganó muchos enemigos. A pesar de todo, protestó cuando las élites fueron abriendo la mano. "Esa libertad sexual por la que yo he peleado tanto, hela aquí, la tenemos a nuestro alrededor, todos los días, es algo espantoso, porque se trata de una falsa tolerancia concedida desde arriba, concedida por ese nuevo modo de producción que quiere que el sexo sea libre porque donde hay libertad sexual hay un consumo mayor. Es así como han nacido los guetos pornográficos en Copenhague", lamenta.

Esa libertad sexual por la que yo he peleado tanto, hela aquí, la tenemos a nuestro alrededor, todos los días, es algo espantoso

El escritor italiano pensaba que la lucha debía reorientarse. "La tolerancia, la libertad sexual del consumismo, es mucho más avanzada que en mis películas". Odiaba la reducción de los cuerpos a objetos con la etiqueta del precio. "Quiero comenzar de cero, hacer películas donde continúe presente el problema sexual, pero no entendido como pura libertad, porque el consumismo ha adaptado y falsificado esto, sino de una forma más problemática y dramática". Su violenta muerte nos privó de esas películas.

3) Las alabanzas son una forma de desactivación política

Pasolini fue insultado o ignorado por todos los estamentos sociales, desde la iglesia católica al partido comunista. Incluso tuvo choques con su público natural, los jóvenes contraculturales que formaban el grueso de sus seguidores. Queda claro en su artículo 'Lo que dicen las melenas', de 1973, donde muestra su decepción por la mutación del hippismo en algo parecido al hipsterismo. Cuando veía revueltas estudiantiles como las de 1968, se ponía de manera instintiva de parte de los policías, jóvenes proletarios que carecían de la libertad económica de los cachorros de la clase media (obviamente, era una provocación, no pretendía defender la represión estatal, sino empatizar con aquellos "constreñidos a ser siervos por la pobreza").

Se llevan a un primer plano de mi obra solo los aspectos secundarios, como el lenguaje o la crueldad

En vida, estuvo muy atento a los elogios que -de manera consciente o inconsciente- desactivaban su discurso. "No quiero ser un personaje literario (…) Se llevan a un primer plano de mi obra solo los aspectos secundarios, como el lenguaje o la crueldad que existe en mi verdad. Un modo elegante para no detenerse en cambio la cuestión social, que es para mí, en mi intención de artista, la más importante". Pasolini parece estar describiendo un reciente artículo laudatorio de Antonio Muñoz Molina en Babelia. Allí se destaca su condición de artista lúcido, insobornable y certero, pero se esconde la faceta de hombre práctico, dispuesto a actuar una y otra vez contra el sistema. Por ejemplo, boicoteó el premio literario Strega en 1968, por estar "en manos del arbitrio neocapitalista".

¿Quién haría eso hoy contra el Planeta? También destaca su postura de pedir la suspensión de la televisión hasta que se reorientase en favor del desarrollo humano, en vez de hacia los beneficios. ¿Algún columnista se organizaría por esto ahora? Pasolini odiaba el consumo superfluo, hasta el punto de pedir el plato más sencillo en cada restaurante al que iba. ¿Cuántos intelectuales están dispuestos a renunciar a un cenorrio de la industria? Su obra no es solo algo que admirar, sino propuestas vitales que piden diálogo y continuación.

Pocos intelectuales contemporáneos pueden presumir del impacto que alcanzó Pier Paolo Pasolini (1922-1975). Cuando murió, tras una brutal paliza y atropello, el primer ministro italiano Guilio Andreotti dijo que "se lo ha buscado". Sea cierta o no la sospecha de un asesinato político, personajes poderosos de todo el espectro social sintieron su desaparición como un alivio. Cuatro décadas después, su obra se mantiene más viva que nunca. Incluso intervenciones que suelen considerarse menores nos dan claves sobre conflictos cruciales de nuestro tiempo. Es el caso del reciente 'Vulgar Lengua' (Ediciones El Salmón), que recoge un encuentro de Pasolini con profesores interesados en sus propuestas de reforma.

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