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Puretas desfasados y grupos trasnochados en el Low 2017
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Puretas desfasados y grupos trasnochados en el Low 2017

El festival de Benidorm reúne a 25.000 personas en una bacanal protagonizada por Pixies y Franz Ferdinand

Foto: Los Pixies en la primera jornada del Low festival (Efe)
Los Pixies en la primera jornada del Low festival (Efe)

Suena 'Un buen día', 'Wonderwall' y 'Strawberry fields forever', son las nueve de la noche y un numeroso grupo de treintañeros (y un buen puñado que ya superan los cuarenta) se están dejando la garganta en las primeras horas del Low Festival. El paisaje resume a la perfección en qué se ha convertido el festival en estos años, un retiro espiritual en pleno Benidorm convertido en lugar de peregrinación de baratejo para ver a algunas bandas de hoy pero, sobre todo, a muchas del ayer.

Foto: Público durante el concierto de Red Hot Chili Peppers en el FIB, celebrado la semana pasada (Efe)

El cóctel ha permitido que por Benidorm desfilen durante estos años bandas de la talla de Portishead, Suede o Belle and Sebastian a los que en su día se unieron Cut Copy o Crystal Castles. Lo antiguo y lo nuevo. Y en este 2017 ese peso recae sobre Pixies, Franz Ferdinand (que jamás volvieron a alcanzar las cotas de brillantez de aquel primer trabajo) pero también sobre FM Belfast, Viva Suecia o Mando Diao. Una pregunta se repetía en los corrillos de gente amontonada en los escenarios: ¿Es un festival de 2007 o de 2017?

Si por algo se ha hecho conocido el Low es por un recinto en el que abunda lo verde y la falta de agobios. Desde que el festival tomó la ciudad deportiva Guillermo Amor, allá por 2011, la apuesta se ha mantenido inalterable. Dos grandes escenarios, y alguno más pequeño, enclavados en una pista de atletismo y un pequeño estadio de fútbol. Frente al gigantismo de otras citas, como el Primavera Sound, el BBK o incluso el más reciente Mad Cool, en el Low siempre se ha apostado por la sencillez: pocos conciertos y mucho césped para que el respetable pueda tumbarse a su gusto.

Y con esta apuesta se ha formado a lo largo de los años un público fiel que mezcla una pasión por lo lúdico junto al oído musical. En los aledaños del recinto, un grupo de amigos escuchaba Estopa a todo trapo mientras uno gritaba, entre risas, "¡que le den por culo al indie!".

Arrancaba la jornada con Dorian, el grupo que contra pronóstico sobrevivió a 'A cualquier otra parte' y se ha ganado una legión de seguidores por el camino. Pero el público, el mismo que tenía pelazo en 2007 y ahora ya tiene que disimular el cartón, iba a lo que iba, a tomar pastillas rosas y a embarcarse en una orgía nihilista.

Es el de Dorian un éxito a contracorriente. Nunca han destacado por la sutileza de sus letras, aunque tienen un don especial para los versos pegadizos y los estribillos que piden coro. 'La tormenta de arena' es un gran ejemplo, como lo es 'Verte amanecer'.

Tomaron el relevo Pixies, que desde su reunión en 2006 no han dejado de tocar de manera más o menos regular por todo el planeta. Lo que en aquel Festimad y aquel FIB era un acontecimiento para una generación que no los había disfrutado en directo, se ha convertido en un trámite en el que todo se reduce a esperar que suene 'Hey', 'Where is my mind' o 'Monkey gone to heaven'.

Parte de esa pérdida de fuerza en los directos se debe a la baja de su archiconocida bajista, Kim Deal, que abandonó la banda definitivamente en 2013 después de su sonada mala relación con el cantante, Black Francis, y a la que ha sustituido otra Kim, de apellido Shattuck.

Al final, y vistos a los Pixies varias veces desde su reunión, el poso que dejan es el de grupo que se dedica a la complacencia para deleitar a un público que va a lo que va. No es la de Pixies una situación muy diferente a la de Franz Ferdinand, otro de los grandes cabezas de esta edición, y que sigue viviendo de las rentas recogidas con su debut homónimo de 2004. De aquel pop eléctrico y directo se trató de evolucionar a ritmos y melodías más complejas sin lograr la misma efectividad. Una pena.

La noche la remató La Casa Azul, sin pena ni gloria; Chk Chk Chk, que repetían tras actuar en la playa el pasado jueves, o los siempre divertidos Varry Brava. Pero el verdadero plato gordo, a escasas horas de echar el cierre, era la actuación de Elyella.

El dúo de djs, que recientemente han publicado su primer tema, 'Magic', son una apuesta segura para cerrar festivales. Lo son a base de hits remezclados sin parar. Lo que a las nueve de la noche entra sin necesidad de química, a las seis de la mañana es un regalo para los oídos. Y aunque sonaron temazos sin parar ('Mira cómo vuelo', 'Knights of Cydonia', 'What you know'), las pareja se dedicó más de lo deseable a la electrónica cuando lo que el público pedía era una excusa cualquiera para convertir el bolo en un enorme karaoke humano.

Llegado el cierre, una escena definía el espíritu de cualquier festival, pero especialmente el de este Low. Un chaval, que superaba por poco los treinta, pregunta a una pareja de policías por su cartera, perdida unas horas antes (¿acaso hacía falta buscarla antes de que cerrara el evento?). Uno de los agentes la localiza y se la entrega. El chico, al que se le había aparecido la virgen no pudo hacer otra cosa que declarar su amor:

- ¿Te puedo comer la boca?

- No. Mejor dame un apretón de manos.

- ¿Te puedo besar la mano entonces?

Y se la besó.

Suena 'Un buen día', 'Wonderwall' y 'Strawberry fields forever', son las nueve de la noche y un numeroso grupo de treintañeros (y un buen puñado que ya superan los cuarenta) se están dejando la garganta en las primeras horas del Low Festival. El paisaje resume a la perfección en qué se ha convertido el festival en estos años, un retiro espiritual en pleno Benidorm convertido en lugar de peregrinación de baratejo para ver a algunas bandas de hoy pero, sobre todo, a muchas del ayer.

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