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¿Prohibido el amor? Manuel Carrasco le da una lección a los listillos con su pelotazo
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la mayor historia del pop español actual

¿Prohibido el amor? Manuel Carrasco le da una lección a los listillos con su pelotazo

Hablemos claro: el ex triunfito arrasa porque compone canciones muy bonitas. Ha hecho suya la fórmula de Alejandro Sanz que mezcla balada italiana, flamenquito y estribillos sentimentales épicos

Foto: Manuel Carrasco (Toni Albir)
Manuel Carrasco (Toni Albir)

La mayor historia de éxito del pop español actual se llama Manuel Carrasco. Hablamos de un baladista clásico, ex triunfito, que pasó una travesía del desierto, una década en el purgatorio pop (ni éxito, ni fracaso) y resurgió a lo grande gracias al álbum superventas 'Bailar el viento' (2016) y a su participación en el programa “La Voz”. Su momento actual es dulcísimo: agotó las entradas en el Palacio de los Deportes de Madrid, metió 45.000 personas en La Cartuja de Sevilla y triunfa a lo grande con su gira de catorce fechas este verano. De hecho, es la segunda más multitudinaria después del 'Love & Dance' de Luis Fonsi. Además Carrasco fue el primer artista del pijísimo festival Starlite (cita marbellí de los ricachones) que en agotar localidades para su concierto.

El gran broche de su vuelta triunfal a España será un concierto en las Ventas (Madrid) el próximo 15 de septiembre. Estamos, por tanto, ante un fenómeno pop interclasista de alto voltaje. La primera pregunta que se viene a la cabeza es la típica en estos casos: ¿su éxito se debe a su talento o a la exposición mediática? En realidad, este falso dilema dice más sobre nuestros prejuicios que sobre su evidente capacidad para conectar con público.

Receta ganadora

Hablemos claro: Manuel Carrasco (Isla Cristina, 1981) triunfa porque compone canciones muy bonitas. Ha sabido hacer suya -precisamente- la fórmula de Alejandro Sanz, que mezcla balada italiana, toque flamenquito y estribillos sentimentales épicos. Quien inventó la receta y la llevó hasta lo más alto fue Ray Heredia, artista de culto malogrado por las drogas (lo cual le granjeó un prestigio entre la crítica muy superior a los cantantes que no son “malditos”, por lo tanto más aburridos a ojos de la gente cool). La ecuación sonora de Sanz ha resultado ser una mina musical. Carrasco no destaca por un gran carisma, tampoco por una voz insuperable -sí suena muy expresiva-, pero sabe hacer canciones y volcarse al interpretarlas.

Carrasco no destaca por su carisma, tampoco por una voz insuperable, pero sabe hacer canciones y volcarse al interpretarlas

Su mayor baza es que transmite: cuando escuchas uno de sus baladones, tienes la sensación de que no está interpretando, sino sintiendo cada palabra que canta. Participar en La Voz seguro que ha ayudado, pero no le faltan méritos musicales. Lo tiene todo para ser un artista de largo recorrido, desde el cariño profundo del público hasta los recursos artísticos para seguir creciendo. También se puede poner alguna objección: “Me gusta mucho, pero en pequeñas dosis, no es un artista del que me ponga su disco tres veces seguidas”, explica uno de los críticos más respetados de España, que prefiere no dar su nombre. Seguramente ese es el camino por donde Carrasco puede crecer: abrir sus registros musicales y la variedad de enfoques en sus historias.

El éxito de Carrasco, y la sorpresa que causa en muchos expertos, tiene todo que ver con el rechazo a las canciones de amor sencillas y sinceras. Desde la época del franquismo, el pop sentimental arrastra el estigma de ser la calderilla de la música, cultura basura para gente vulgar (lo que algunos llaman “las masas”). Esta misma semana, se anunció que los cabezas de cartel del festival Sonorama eran Camela, un dúo de pop clásico que ha despachado siete millones de discos. Por supuesto, las redes ardieron de indignación ante semejante ultraje, desde locutores de Radio 3 hasta autoproclamados guardianes del buen gusto. Parte del problema de Camela es su aspecto gitano y que triunfaron gracias a la venta de casetes en gasolineras y mercadillos (por cierto, un formato que ahora están de moda entre los hipsters) . Pero, pensándolo mejor, también puede tener que ver con que escriben canciones de amor directas y vulnerables. Los ejemplos que vienen a la cabeza hablan por sí solos.

Prohibido el amor

Hay una escena en 'Alta Fidelidad', la película basada en la famosa novela de Nick Hornby, donde el dependiente de una tienda de discos (Jack Black) se niega a vender a una cliente el single 'I Just Called To Say I Love You', de Stevie Wonder. Para él, está claro que la cima del cantante son discos conceptuales sementeros como 'Innervisions' (1973) o 'Songs In The Key of Life' (1976), no sus azucarados pelotazos globales de los ochenta. En general, el mismo prejuicio planea sobre artistas de enorme talla como Céline Dion, Sergio Dalma, Romina & Albano (a quién fusiló una canción Michael Jackson), Pablo Alborán, Mocedades, Laura Pausini y José Luis Perales. Las canciones de amor que gustan a nuestras madres son material para “marujas”, un claro constructo machista, mientras que las letanías misóginas de iconos como Nick Cave -muchas veces rematadas con asesinato de la chica- son la cosa más cool del planeta.

Los periodistas y otras subespecies del listillo contemporáneo valoramos la ironía más que la sinceridad, la inteligencia por encima de la bondad y adoramos la innovación con la misma intensidad que despreciamos la capacidad de mostrar nuestro lado vulnerable. Lo explicó magistralmente el crítico musical Carl Wilson en su ensayo 'Música de mierda', catalizador de su vibrante debate sobre estas cuestiones. En algún momento tendremos que admitir que el problema es nuestro, no del público. En España, pocos intelectuales han sabido ver la capacidad subversiva de las canciones de amor, pero sin duda uno de ellos fue Manuel Vázquez Montalbán, autor del fundamental ‘Crónica sentimental de España’ (publicado por entregas en Triunfo en 1969).

Ahora mismo, las canciones de amor abiertas y sinceras siguen teniendo un prestigio ínfimo. Desde la derecha, se les acusa de ingenuas, apostando por el canalleo resabiado de artistas como Joaquín Sabina. La izquierda chachi, embarcada hace años en una cruzada contra el amor romántico, considera las letras amorosas clásicas como fuente de opresión heteropatriarcal. Por supuesto, es muy loable revisar los tópicos y dinámicas que pueden fomentar la sumisión de las mujeres, pero la mayoría de artistas que triunfan en este género tienen letras que han acompañado, reconfortado y animado a millones de chicas en sus momentos más duros de bajón sentimental. El mundo real es un lugar cruel y calculador, donde los baladistas románticos proponen un paradigma en el que los lazos humanos son más importantes que el estatus, el poder o el dinero. Por eso llevan tanto tiempo arrasando. De vez en cuando, todos necesitamos un abrazo, una catarsis o una inyección de ánimo.

La mayor historia de éxito del pop español actual se llama Manuel Carrasco. Hablamos de un baladista clásico, ex triunfito, que pasó una travesía del desierto, una década en el purgatorio pop (ni éxito, ni fracaso) y resurgió a lo grande gracias al álbum superventas 'Bailar el viento' (2016) y a su participación en el programa “La Voz”. Su momento actual es dulcísimo: agotó las entradas en el Palacio de los Deportes de Madrid, metió 45.000 personas en La Cartuja de Sevilla y triunfa a lo grande con su gira de catorce fechas este verano. De hecho, es la segunda más multitudinaria después del 'Love & Dance' de Luis Fonsi. Además Carrasco fue el primer artista del pijísimo festival Starlite (cita marbellí de los ricachones) que en agotar localidades para su concierto.

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