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Orejudo: "Los que se repartieron el pastel en el 75 siguen mandando. Es anormal"
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Orejudo: "Los que se repartieron el pastel en el 75 siguen mandando. Es anormal"

El escritor vuelve a la carga con otra novela generacional: 'Los cinco y yo'

Foto: Antonio Orejudo (EFE)
Antonio Orejudo (EFE)

Antonio Orejudo (Madrid, 1963) es un escritor que transita por sus propias novelas como si fuera parte de ellas. O no. Es el juego de la autoficción, aunque el autor señale que no reconoce bien esa etiqueta. En la última, 'Los cinco y yo', el protagonista es Toni, un niño de su edad que lee los libros de Enyd Blyton, muy populares en esa época, que juega en los descampados de lo que luego fue la M-30 y que crece bajo el yugo de no haber sido una generación capaz de expulsar a sus predecesores, los hermanos mayores que hicieron la Transición.

Eso es la novela, pero también su visión de los nacidos en los sesenta durante el famoso 'baby boom'. Ajuste de cuentas, algo más y, sobre todo, una novela muy entretenida, su máxima a la hora de escribir.

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PREGUNTA. En la novela recreas la vida adulta de los personajes de Los Cinco. Si hubieran crecido igual hubieran quedado atrapados en las drogas, que es una de las sombras de tu generación.

Respuesta. Sí, recrear la vida adulta de estos chavales me sirve para hablar de mi generación y de mí mismo. Y si es así tengo que hablar de un par de aspectos que tuvieron mucha importancia, como la heroína, y las cosas alrededor de la heroína.

P. ¿Tuvo que ver la heroína para que esta generación fuera, como ya has dicho en alguna ocasión, acomodada y sin dar una batalla cultural como sí han hecho otras generaciones?

R. Sí, es muy diferente a la generación anterior y a la posterior, la de los nacidos en los setenta y ochenta. Estas dos generaciones han conocido una corriente de entusiasmo colectivo que nosotros no hemos conocido. La droga no es la razón. Eso sería la consecuencia. Probablemente somos la primera generación que ha vivido el Estado del Bienestar y eso nos hizo un poco más conformistas y complacientes de lo que generaciones tienen que ser con las anteriores. Nosotros vivimos relativamente bien hasta que salimos al mercado laboral, que estaba como todo, lleno, y ahí vivimos un pequeño desengaño, pero hasta entonces sí vivimos con cierta comodidad.

P. Fuisteis los jóvenes que se desencantaron con Felipe González y votaron a Aznar en los noventa.

R. Sí, todas las generaciones tienen su desencanto. La nuestra fue el desencanto con el Partido Socialista que empezó con todo el asunto de la OTAN. Pero ese desencanto no es sólo nuestro. Vosotros [la generación posterior] también tenéis vuestro propio Felipe González y quizá estéis empezando a tener vuestro propio desencanto con él.

P. Dices que tu generación no dio la batalla cultural. Que no había manifiestos ni lemas como en la anterior con el Mayo del 68 o Marx por bandera. Pero la generación posterior tampoco tiene ahora muchas banderas nuevas.

Todas las generaciones tienen su desencanto. La nuestra fue el desencanto con el Partido Socialista

R. Pero sí las hay. Por ejemplo, en la literatura sí ha habido un movimiento instintivo a asociarse. En la Generación Nocilla sí veo una epifanía: para ser más influyente hay que ir en grupo. Sí hay una sensación más grupal en vuestra generación, y un sentido más solidario. A nosotros nos enseñaron a hacer cada uno la guerra por nuestra cuenta, quizá porque éramos muchísimos, y para sobrevivir había que hacerse un espacio propio, pero en tu generación sí veo un espíritu más colectivo. Cuando nosotros empezábamos a ser jóvenes nadie hablaba de economía colaborativa. Y si te fijas en el panorama literario de los nacidos en los sesenta te encuentras con una estantería de yogures donde hay un novelista para cada gusto. Cada uno de nosotros ha buscado su nicho

P. ¿Y esto explica que sea la generación anterior la que aún predomine? Porque los nombres totémicos siguen siendo los de la generación anterior a la tuya.

R. De alguna manera siguen siendo los padres de la generación de los nacidos en los setenta. Serían mis hermanos mayores. No deja de ser significativo que Pablo Iglesias interpele directamente a Felipe González pasando por encima de los de nuestra generación. Incluso por encima del presidente que mi generación ha dado que ha sido Zapatero. Y resulta descorazonador que se conteste a la generación de mis hermanos mayores que cantaban 'L’Estaca' cantando también 'L’Estaca'. Uno esperaría otra canción. No es un problema musical, sino lo que significa. Es como si esos valores que impusieron los jóvenes de los años en los que todavía vivía Franco siguieran vigentes y lo único que se les discute es a ellos mismos pero diciendo, quítate tú para ponerme yo. Los valores no se ponen en cuestión.

P. Lo cual resulta llamativo.

Somos la primera generación que ha vivido el Estado del Bienestar y eso nos hizo un poco más conformistas

R. Es que siguen estando en el poder. Es un fenómeno muy anormal que los muchachos que tenían treinta años en el 75 se repartieran el pastel y hoy sigan ejerciendo sobre la vida política y cultural una influencia enorme.

P. ¿Por qué vuestra generación no les mató?

R. Porque preferimos esperar a que nos tocara el turno. Y en esta espera un poco mansa, la generación siguiente nos ha adelantado por la derecha, como dice la expresión. Hubo algunos que sí intentaron disputar, pero hablando con brocha gorda, fuimos bastante acomodaticios y preferimos esperar y que corriera el turno

P. Por cierto, vosotros como niños, ibais a jugar a descampados. Ahora los críos no van casi ni a los parques. Al menos solos.

P. Sí, pero me da la impresión de que no admirarían tanto como nosotros la vida libre de 'Los Cinco'. Los videojuegos han proporcionado esa necesidad de expansión libre que nosotros ni siquiera teníamos en los descampados. En la novela lo dice el protagonista: la experiencia de leer 'Los Cinco' es muy parecida a mi hijo cuando sale de la habitación y termina una partida del 'Call Of Duty'. Los dos hemos vivido una experiencia casi vital.

P. Así que no discriminas el videojuego frente al libro.

La literatura más o menos manipulada ha existido siempre

R. Lo que creo es que el tiempo que la mayor parte de la gente dedicábamos a la lectura probablemente ahora la dedicamos a otro tipo de lectura menos productiva. Han resultado más letal para la literatura las pantallas que los videojuegos. Yo mismo si tuviera esa edad estaría leyendo los estados de Facebook o Twitter antes que ponerme con una novela.

P. Tus novelas, como ocurre con esta, juegan con lo que se llama autoficción. Eres el protagonista, pero no lo eres. Ya hay quien dice que se ha estirado mucho el chicle de la autoficción. ¿Qué piensas?

R. Te reconozco que no sé muy bien a qué se le llama autoficción. Si la entendemos como la literatura del yo, el yo ha existido siempre. El yo puede ser ficticio o puede confundirse un poco con el narrador. Y eso no es nuevo. San Agustín escribió las 'Confesiones', donde cuenta su vida de pecador y cómo descubre la luz de Jesucristo. Es eso autoficción? No lo sé. La literatura más o menos manipulada ha existido siempre. Es cierto que en los tiempos que corren, donde la gente cada vez se cree menos la ficción estricta. Por eso los escritores buscamos pequeños trucos ópticos para que el lector entre en la ficción no como algo totalmente inventado sino con parte de verdad.

Antonio Orejudo (Madrid, 1963) es un escritor que transita por sus propias novelas como si fuera parte de ellas. O no. Es el juego de la autoficción, aunque el autor señale que no reconoce bien esa etiqueta. En la última, 'Los cinco y yo', el protagonista es Toni, un niño de su edad que lee los libros de Enyd Blyton, muy populares en esa época, que juega en los descampados de lo que luego fue la M-30 y que crece bajo el yugo de no haber sido una generación capaz de expulsar a sus predecesores, los hermanos mayores que hicieron la Transición.

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