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Dinero rojo: así arruinó Franco a los republicanos derrotados
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el congreso ha pedido al gobierno su devolución

Dinero rojo: así arruinó Franco a los republicanos derrotados

El gobierno franquista aprovechó la existencia de dos pesetas para iniciar una guerra financiera a medida que conquistaba militarmente el territorio republicano

Foto: Billete de la II República Española
Billete de la II República Española

En diciembre de 1938 un decreto del gobierno franquista consolidó la destrucción del dinero republicano. Los billetes emitidos posteriormente al 18 de julio de 1936 y con los que había funcionado la España que perdía la guerra se convirtieron, literalmente, en papel mojado. En concreto 13.251 millones pesetas de dinero legal en circulación, a los que habría que añadir los saldos de las cuentas bancarias que hubieran sufrido movimientos a partir de la maldita fecha que abocó a la Guerra Civil: 10.536 millones depositado en cuentas corrientes y de ahorro, ambas cifras según los cálculos que Carlos Barciela, Mª Inmaculada López, Joaquín Melgarejo y José A. Miranda exponen en 'La España de Franco (1939-1975). Economía' (Síntesis).

La medida de finales de 1938 consolidaba la victoria de los alzados en la larga guerra financiera entre Franco y la República, cuando convivieron dos pesetas diferenciadas, la franquista y la republicana.

Ahora, casi 80 años después, el Congreso ha aprobado una proposición no de ley para que se inicien trámites que restituyan ese dinero incautado durante la guerra. La propuesta, aprobada en el Congreso presentada por ERC y votada a favor por todos los grupos a excepción del PP, pretende arreglar la situación de muchos afectados que llevan desde hace décadas reclamando estas cantidades del denominado “dinero rojo” a través de la APIGF (Asociación de Perjudicados por la Incautación del Gobierno Franquista).

Primero lo hicieron en solitario, acudiendo a abogados, como el despacho de Cristina Almeida en los 80, o el de Baltasar Garzón después. Enviando cartas al Banco de España, hasta que se fueron uniendo para formar la asociación que el año pasado ya colaboró con el PSC para trasladar la propuesta al Parlament de Cataluña, que fue aprobada. Son casos como el de Agustín Aranda o Roberto Rodríguez Díaz-Garzón que aún guarda en su casa de la calle Mayor de Madrid los certificados de la moneda incautada: 9.587 pesetas entre otros… Dos casos entre unos 700 afectados miembros de la APIGF y otros tantos que puedan guardar aún los antiguos documentos franquistas.

El timo de la estampilla

La historia se remonta a septiembre de 1936 cuando las autoridades del gobierno de Burgos se percataron de la imposibilidad de mantener el sistema de estampillado que diferenciaba los billetes de la zona nacional de los de la zona republicana. Fue al comienzo de la guerra: mediante un sello ‘marcaban’ los billetes emitidos antes del estallido de la Guerra Civil para distinguirlos de los del enemigo: de esa forma sabían cuáles eran válidos y cuáles no. Todos los que se emitieran a partir de entonces carecerían de valor.

En septiembre de 1936 el gobierno de Burgos se percató de la imposibilidad de mantener el sistema de estampillado que diferenciaba los billetes

Sin embargo, la facilidad para falsificar el sello hizo imposible distinguirlos pronto y se impuso la idea de crear una nueva moneda. Había otras cuestiones de peso: en la zona republicana se había empezado a emitir nuevo papel moneda, sin el respaldo del antiguo Banco de España -el gobierno republicano había utilizado su depósito de oro plata y divisas para comprar material bélico a la URSS- y habían aparecido otros medios de pago: como vales de sindicatos, moneda emitida por ayuntamientos etc que contribuyó a agravar el caos .

Hacia 1937 el gobierno de Burgos comenzó además a emitir a su vez su propia moneda con nuevas series de billetes, creando una división total entre las dos zonas, aunque existiera aún antiguo papel moneda de antes del 18 de julio. Con dos masas monetarias totalmente diferentes, el desequilibrio entre el territorio controlado por los nacionales y los republicanos era abismal.

El gobierno franquista aprovechó además la existencia de dos pesetas para iniciar una guerra financiera según conquistaba militarmente el territorio republicano. Así lo destapó el estudio del recientemente fallecido José Luis Sánchez Asiaín, -'Economía y finanzas en la Guerra Civil Española (1936-1939), (Real Academia de la Historia, 1999)- cuando reveló que el servicio de inteligencia franquista, el SIPM, había elaborado una operación para aprovechar el dinero requisado durante su avance militar con el objetivo de perjudicar a la República.

La idea fue que, puesto que la peseta republicana carecía ya de valor una vez que el territorio había pasado a manos de los franquistas, se podía en cambio vender en el mercado de divisas extranjero con el objetivo de crear una maniobra de sobre oferta y desplomar la cotización. Durante 1938 se llevaron a cabo estas operaciones y efectivamente la moneda republicana sufrió una rápida depreciación, aunque sigue siendo imposible saber si la maniobra de sobre oferta tuvo peso o sencillamente la marcha desfavorable de la guerra para la República fue el factor fundamental.

Hiperinflación y miseria

Eran finales de 1938 y la victoria era sólo cuestión de tiempo. Fue entonces cuando se impuso la terrible realidad: una vez que cayera la República un país totalmente arruinado por los estragos de la guerra se iba a ahogar además en un exceso de liquidez: la hiperinflación era irremediable.

Con el final de la guerra en abril de 1939, a cambio de las pesetas con las que hasta la llegada de las tropas de Franco los españoles de la zona republicana habían comprado el pan, se habían subido al tranvía o incluso habían ido al teatro para evadirse momentáneamente de la guerra, fueron canjeados por un documento con un encabezado intrincado: "Fondo de papel moneda puesto en circulación por el enemigo". El recibí de haber entregado a las nuevas autoridades el efectivo que aún quedase en sus manos.

Ese dinero no se restituyó nunca. Para solucionar el resto del caos monetario hubo que esperar hasta finales de 1939 cuando José Larraz, director general de Banca, Moneda y Cambio en el bando franquista durante la guerra, ministro de Hacienda del primer gobierno de Franco y uno de los impulsores de la guerra financiera junto al coronel José Ungría del SIPM -el servicio secreto del ejercito nacional- elaboró la definitiva ley de desbloqueo de capitales en diciembre de 1939.

Larraz fue el teórico y el responsable de una ley que perseguía dos objetivos: evitar que los tribunales internacionales reconocieran el dinero rojo y por tanto que hubiera que hacer una conversión a la par y con ella la temida hiperinflación. Con tal fin se tomaron dos medidas fundamentales que demarcaban la fecha que glorificaría la dictadura, el 18 de julio de 1936, que consistió en la anulación de los billetes puestos en circulación por las autoridades republicanas después del 18 de julio de 1936 y sólo un canje a la par con la moneda anterior a esa fecha al igual que los saldos bancarios.

La comisión señalaba que, en lo concerniente a los 'billetes rojos', la situación era irreversible: dicha moneda se había ilegalizado ya en 1936

La comisión señalaba que, en lo concerniente a los 'billetes rojos', la situación era irreversible, ya que dicha moneda se había anulado e ilegalizado ya en 1936. Sin embargo, Larraz abogó por una medida compensatoria en cuanto a los saldos bancarios: reconocer los incrementos de dinero bancario y de crédito registrados en el territorio republicano, siempre y cuando estos estuvieran corregidos con el grado de inflación.

Según los cálculos de la comisión, la peseta de la República había perdido frente a la de Burgos el 60 por ciento de su valor en el primer año de la guerra y entre un 80 y un 90 por ciento a finales de 1938. En parte, por las operaciones de devaluación que ellos mismos habían llevado a acabo en el mercado de divisas. El resultado fue que a las cuentas corrientes incrementadas durante la guerra se les aplicó la siguiente penalización: el 90% hasta el 31 de octubre de 1936; el 80% hasta el 28 de febrero de 1937; el 65% hasta el 30 de junio de 1937; el 40% hasta 31 de diciembre de 1937; el 20% hasta el 30 de junio de 1938; el 10% hasta el 31 de diciembre de 1938; y el 5% después del uno de enero de 1939.

Básicamente, quien no hubiera dejado congeladas sus cuentas durante la guerra veían como su poder adquisitivo caía vertiginosamente. La hiperinflación era una amenaza absolutamente real como ha coincidido en señalar la mayor parte de historiadores pero no dejaba de ser una ley de vencedores. El país estaba arruinado pero los vencidos lo iban a estar aún más.

En diciembre de 1938 un decreto del gobierno franquista consolidó la destrucción del dinero republicano. Los billetes emitidos posteriormente al 18 de julio de 1936 y con los que había funcionado la España que perdía la guerra se convirtieron, literalmente, en papel mojado. En concreto 13.251 millones pesetas de dinero legal en circulación, a los que habría que añadir los saldos de las cuentas bancarias que hubieran sufrido movimientos a partir de la maldita fecha que abocó a la Guerra Civil: 10.536 millones depositado en cuentas corrientes y de ahorro, ambas cifras según los cálculos que Carlos Barciela, Mª Inmaculada López, Joaquín Melgarejo y José A. Miranda exponen en 'La España de Franco (1939-1975). Economía' (Síntesis).

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