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Auge y caída de Marina Castaño, la polémica guardiana del legado Cela
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el culebrón de la viuda del nobel

Auge y caída de Marina Castaño, la polémica guardiana del legado Cela

La viuda se sentará ante un jurado popular por premiar con fondos públicos al exgerente de la fundación del Nobel, para el que pidió “generosidad infinita”

Foto: Marina Castaño a su llegada al juzgado de Padrón (Efe)
Marina Castaño a su llegada al juzgado de Padrón (Efe)

Ya lo decía Marina Castaño en un correo electrónico de mayo de 2010: Tomas Cavanna se merecía “una ilimitada generosidad” de la Fundación Camilo José Cela. Tanta le prodigó la viuda del Nobel al entonces gerente de la entidad que acabará sentada delante de un jurado popular, acusada de malversación. Es otro capítulo más de la caída en desgracia de una mujer que en los últimos años ha perdido honores y fortuna, aunque conserva el lucrativo consuelo de los derechos de autor de un escritor cuyos libros son de lectura obligatoria en la Enseñanza Secundaria.

El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Padrón le ha asestado otro disgusto en forma de auto, en el que decreta la apertura de juicio oral por malversación por el abono de una indemnización de 150.000 euros por el despido presuntamente ficticio de Cavanna, su mano derecha en la fundación. La viuda deberá satisfacer además una fianza de 200.000 euros. La jueza rechaza los últimos recursos presentados por Marina Castaño y decreta la apertura de juicio con tribunal de jurado en la sede de Santiago de la Audiencia Provincial de A Coruña.

Castaño no estará sola delante de los miembros del jurado. La acompañarán el propio exgerente y un nombre de sobra conocido en los círculos políticos gallegos, el de Dositeo Rodríguez, exconselleiro durante una década con Manuel Fraga y eterno candidato a la alcaldía de Santiago, que en las fechas de los hechos que se investigan no solo era patrono de la Fundación, sino también miembro del tribunal de cuentas autonómico. Todo quedaba en casa: entre los acusados estará su hija Covadonga Rodríguez, subdirectora de la entidad que gestiona el legado del Nobel, que en aquellos años ya se financiaba mayoritariamente con fondos públicos de la Xunta.

El culebrón Castaño

Como el resto de imputados, Marina Castaño ha intentado evitar no solo el juicio oral, sino también que este se produjera delante de un jurado popular, pero no ha tenido suerte. Su estrella se apaga con el paso de los años desde la muerte de su marido, 40 años mayor que ella. El principal golpe lo encajó en 2014, cuando el Tribunal Supremo declaró a Camilo José Cela Conde, único hijo de Camilo José Cela Trulock, legítimo heredero de los bienes y derechos de su padre, lo que la obligó a entregarle las tres cuartas partes de la herencia, alrededor de 3,9 millones de euros, correspondientes a derechos derivados por el escritor “en transmisión onerosa” a dos sociedades controladas por la periodista. La Xunta, como responsable de la fundación, tuvo que entregar otros 1,1 millones a Cela Conde por el perjuicio que le causaron donaciones millonarias en vida del Nobel efectuadas por su padre para mermar la herencia.

La locutora de radio que robó el corazón del escritor ha perdido más. Ha perdido por ejemplo la presidencia de honor de la Fundación Camilo José Cela, de la que fue destituida después de contraer matrimonio con el cirujano Enrique Puras. A causa de ese matrimonio, dijo adiós oficialmente su condición de viuda del marqués, y fue el argumento que encontró la Xunta de Feijóo para apartarla de la institución que gestiona el legado del Nobel, aunque para ello fuera necesario redactar unos nuevos estatutos. Aunque, ciertamente, en los originales Cela se había guardado de que ella solo formaría parte de la entidad mientras no iniciase una nueva relación sentimental. Esto es, mientras fuese “legítima esposa” o “viuda sin cambiar de estado o haber pactado obediencia a terceros”.

En el siguiente capítulo de su caída en desgracia, Castaño se sentará delante de un jurado popular por presunta malversación de caudales públicos. El auto del juzgado de Padrón, firmado la pasada semana, sostiene que ella, Cavanna, Dositeo Rodríguez y su hija, “de común acuerdo” y para “beneficiar” al gerente, “simularon el despido de éste y acordaron que la indemnización que le correspondía por los servicios prestados era de 150.000 euros brutos, a pesar de ser conscientes todos ellos de que no se trataba de un despido”, sino de un “abandono voluntario”. El 31 de mayo de 2010 Covadonga ofreció una indemnización de 96.000 euros, pero tres días más tarde, ya en la Sección de Conciliación (SMAC), elevó la oferta a los famosos 150.000, una cantidad que le fue abonada en un cheque nominativo con fecha del 30 de julio “con cargo a fondos públicos”.

Buen parte de las pruebas que llevan a Castaño y el resto de implicados ante el jurado se sustentan en un clarificador intercambio de correos detallados en el sumario, en los que la viuda y entonces presidenta de la fundación “exhorta” a Covadonga Rodríguez “a que todo lo referente al despido de Tomás Cavanna se haga como él y ella dispongan, pues los servicios prestados a la fundación durante tantos años lo hacen merecedor de ‘una ilimitada generosidad”. La opinión de la directora –y todavía subdirectora– quedó plasmada en una sola palabra en un correo enviado casi a continuación para poner al día a su padre: “¡Alucino!”.

No alucinó tanto su padre, que rápidamente se puso en contacto con Cavanna para defender la cuantía de la indemnización. En ese email, Dositeo Rodríguez comunicaba al aún gerente que había hablado con el secretario general del presidente de la Xunta y que, si bien a este la cuantía le parecía excesiva, no así al secretario general de Cultura, que era “más importante”. El exconselleiro de Fraga afirma “en varios pasajes” de su email que la fundación carece de fondos y que, como el dinero se pagará con fondos públicos, “la Consellería de Cultura debía estar de acuerdo”.

Si la fundación carecía de fondos, alguna responsabilidad deberían tener Cavanna y Castaño, que condujeron a la Fundación Cela a una situación tan desesperada que provocó su rescate por la Xunta en 2010. Desde ese momento pasó a tener carácter público, justificado por el valor del patrimonio que debe custodiar, como manuscritos, el epistolario del escritor y una pinacoteca que incluye lienzos de Picasso y Miró. Fue en ese momento cuando Cavanna solicitó su abultado despido con cargo a las arcas públicas. Pese a ello, la Xunta no ha ejercido la acusación particular, lo que para el abogado de Dositeo Rodríguez “avala la tesis de la defensa de que se ha pagado siempre con el beneplácito y el visto bueno de la Administración autonómica”.

Antes de casarse por tercera vez —llegó al matrimonio con el escritor ya divorciada—, Castaño fue esquivando las denuncias de extrabajadores sobre la insostenible situación a la que condujo la fundación, y que acabó con su rescate. Inundaciones que amenazaban la cámara blindada con manuscritos, cuadros protegidos con plásticos, tablas del siglo XIII colgadas sobre un radiador a 65 grados de temperatura… Todo ello en una entidad que la viuda había convertido en “su cortijo”. Las quejas fueron a parar a algún cajón, hasta que una vecina de Iria, Lola Ramos, que vive a apenas 30 metros de la fundación, logró con su tesón que el caso llegara a los tribunales, ahora para investigar si hubo malversación en el despido de su gran colaborador en el desastre, un hombre del que los extrabajadores aseguran que les obligaba a llevar a sus perros a la peluquería.

También se acusó a Castaño de contratar con cargo a la fundación a un ordenanza que en realidad prestaba sus servicios como mayordomo en el domicilio madrileño de la periodista, pero este caso fue sobreseído provisionalmente por la juez de Padrón, a pesar de que el propio ordenanza declaró que trabajaba en la casa de ella. No tuvo tanta suerte con otro asunto en el que también está implicado Cavanna: la derivación a una sociedad privada durante años de las devoluciones del IVA que recibía la fundación, para beneficiarse así de la exención de tributación. Es un caso que se instruye en una pieza separada, para apagar un poco más la estrella de la mujer que llegó a acariciar el cielo con su matrimonio con el Nobel..

Ya lo decía Marina Castaño en un correo electrónico de mayo de 2010: Tomas Cavanna se merecía “una ilimitada generosidad” de la Fundación Camilo José Cela. Tanta le prodigó la viuda del Nobel al entonces gerente de la entidad que acabará sentada delante de un jurado popular, acusada de malversación. Es otro capítulo más de la caída en desgracia de una mujer que en los últimos años ha perdido honores y fortuna, aunque conserva el lucrativo consuelo de los derechos de autor de un escritor cuyos libros son de lectura obligatoria en la Enseñanza Secundaria.

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