La cruz de Juan Cruz : "Prisa sigue siendo la bicha del periodismo"
El periodista relata su vida y su oficio en su último libro y se muestra a continuación muy crítico con Podemos al tiempo que cierra filas con la empresa editora de El País
Si hay alguien que en el mundo del periodismo no necesita presentación, ese es Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948). Generaciones de periodistas han leído sus entrevistas. Periodista vocacional y amante de las letras, Cruz ha desarrollado su carrera profesional en El País, diario en el que ha ejercido de jefe de Opinión, redactor jefe de la sección de Cultura y, en la actualidad, director adjunto. Entre 1992 y 1998 fue editor de Alfaguara, tiempo durante el cual, asegura, no pasó un solo día en el que no pidiera volver al periódico.
En 'Un golpe de vida' (Alfaguara) rememora sus inicios, repasa su trayectoria como periodista y mira con melancolía el presente. "En mi casa no había ni periódicos ni libros", recuerda Cruz. "Yo solo veía escribir cuando llegaba el hombre que cobraba la muerte: venía a casa y en una libretita apuntaba lo que mi madre pagaba para su futuro entierro. Hasta que ocurrieron dos hechos fundamentales: entró la radio en casa y llegó, cuando yo tenía ocho años y todavía no sabía leer, puesto que no podía ir a la escuela, una hoja de periódico donde se explicaba un suceso en la isla de La Palma. Mi madre me leyó esa página y, al día siguiente, le pedí que me la volviera a leer y así aprendí a leer".
La jubilación acecha a Juan Cruz, pero no la teme, porque, como dice, uno nunca deja de ser periodista. Peor lleva la situación de la profesión en la actualidad y es que, se lamenta, “el periodismo no era esto”. A lo largo de la siguiente conversación Cruz recuerda las ilusiones perdidas, carga con virulencia contra Podemos y practica una defensa cerrada de la que es su empresa desde hace ya cuatro décadas.
P. En 'Un golpe de vida' relata cómo sus sueños juveniles de izquierdas terminaron "creciendo hacia abajo", tras la Primavera de Praga, después de conocer la realidad cubana y, finalmente, con la caída del muro.
R. 'Tumulto' de Enzensberger fue para mí un libro fundamental, no porque no hubiera percibido lo que pasaba y sigue pasando en Cuba, en Nicaragua, en Venezuela, lo que significaban las Brigadas Rojas, Mayo del ’68 o el Baader-Meinhof, sino porque el libro es una autocrítica de nuestra generación. Hay muy poca gente que haya sobrevivido a esa decepción, otra cosa es que el tópico que anida en toda demagogia haya establecido que no ha sido una decepción, al contrario, que aquellas ideas ganaron. Yo estuve en Cuba en 1990, he estado en Nicaragua ahora, y yo creo que hemos perdido, creo que aquella ilusión se perdió completamente.
P. ¿Tiene algo que ver ese sentimiento de decepción con el hecho de que las críticas más duras, en el ámbito político, las dirija a Podemos?
R. Mis críticas son el resultado de una convicción que tengo con respecto al tratamiento de las ideas ajenas y de las otras personas. Creo que Iglesias no ha respetado ni a las ideas contrarias ni a las personas que las encarnan, creo que en su partido algunos han imitado esta actitud, aunque es Iglesias la figura que inspira esa especie de arrogancia que hace que una idea parezca un patrimonio inconmovible.
Lo que ha hecho Podemos es prohibir de manera tácita que se hable mal de ellos y ha tenido éxito
P. ¿No han sido los medios de comunicación duros con Podemos y con Pablo Iglesias?
R. Al contrario. Lo que ha hecho Podemos es prohibir de manera tácita que se hable mal de ellos y ha tenido éxito. Por ejemplo: Ramón Espinar tiene un conflicto con un piso. Una periodista de la Ser descubre los datos de ese piso y lo hace público. ¿Cómo reacciona Podemos? Acusa al grupo Prisa y a Cebrián de inventarse una historia y esta acusación que, muy probablemente no ha intimidado a la periodista de la Ser, supone un aviso a los otros periodistas y a los otros medios. Esta actitud es la de quien actúa como un vigilante del periodismo, acusando siempre al periodista, como hace Trump.
P. En una entrevista reciente explicaba que un periódico está obligado a decir lo que sucede y “a no tener ni apoyos ni simpatías”. Sin embargo, es más que evidente que los periódicos tienen simpatías y antipatías.
R. ¿Usted cree que un periódico tiene derecho a tener simpatías y otro no? ¿Por qué son mejores las simpatías que tiene el periódico X que las que tiene el periódico Y?
P. Hablo de todos los periódicos, donde a través de artículos o editoriales se puede aupar a ciertos políticos en detrimento de otros.
R. En todos los periódicos del mundo sucede esto. En el New York Times hay editoriales donde se dice a quién hay que votar.
P. Por lo tanto, existen las simpatías.
R. Lo que ocurre es que el que nos gusten más unas simpatías que otras también forma parte de la perversión del periodismo. Los editoriales de los periódicos son de los periódicos y los periodistas hacemos nuestra información y, como pasa en el New York Times o en el Washington Post, la opinión va por su lado, no tiene por qué coincidir con el editorial. Comparto el editorial de esta mañana de El País sobre el caso Antonio Banderas, donde se deplora que a Banderas se le haya maltratado como se lo ha hecho. El periódico está en su derecho de opinar esto y tú estás en tu derecho de decir que no estás de acuerdo. Esta mañana, el señor Antonio Maíllo, el líder de IU en Andalucía, escribe en Twitter: “Si El País despacha con esta simplificación todo, vamos listos”; yo entonces le contesté: “Señor Maíllo, esperaba de usted una actitud más capaz de escuchar lo que no le gusta”. Y es que ¿de lo que se trata es de que triunfe siempre mi opinión?
P. Al respecto, en el libro, es muy crítico con las redes sociales, a las que define como réplicas a opiniones ajenas para imponer la opinión propia.
R. Creo que el problema de las redes sociales es que han hecho que la sociedad se manifieste con una opinión fija: la gente sigue a alguien para estar de acuerdo con él. Esta mañana, uno que seguía a Maíllo en sus tesis me dijo: “algunos ya no esperamos que El País conozca los motivos por los que se critica el concurso a medida del Astoria” y yo le pregunté: ¿Algunos? ¿Los conoces usted? ¿Son amigos suyos? Decimos 'algunos' como si fuera una cantidad enorme o conocida. A los periódicos deberíamos dejarlos actuar como periódicos. Los periódicos son entidades muy plurales, hechos por gente muy diversa y, por tanto, tomar la opinión editorial de un periódico como si fuera la opinión de todo el periódico solo responde al interés de opacar el periódico y colocarlo en un sitio determinado. En El País escriben Millás, Almudena Grandes, Manuel Rivas, Javier Marías, Santos Juliá, Luz Sánchez Mellado, Manuel Jabois… Escribe muchísima gente.
P. Usted me está citando a los que podríamos definir como las grandes firmas, pero no creo que la libertad de estas firmas sea la misma que la de cualquier redactor.
R. Pero ¿qué es la libertad?
P. La posición del redactor es laboralmente más débil y, precisamente por esto, la libertad para opinar o informar no es la misma.
R. Los periodistas no tenemos opinión, ¿qué es esto de que los periodistas tenemos opinión? Los periodistas hacemos crónicas, reportajes, información. La opinión la puede hacer cualquiera, nosotros hacemos información.
¿Qué es esto de que los periodistas tenemos opinión? La opinión la puede hacer cualquiera, nosotros hacemos información
P. Sí, pero usted sabe que, dependiendo de cómo se dé una noticia, de dónde se ponga el foco, una misma noticia puede tener lecturas distintas.
R. El enfoque cambia. Los periodistas tenemos que saber hablar con todas las partes y no ofrecer una información sesgada. La distorsión que se está produciendo ahora en el periodismo se debe a que nos hemos acostumbrado a ver periodistas opinando en las tertulias y en los debates. Yo estoy en contra del periodismo de opinión, porque lo que debería haber es análisis, un periodismo que trabaje con los datos, no con la opinión. El periodismo anglosajón tiene sus 'opinion pages' y los 'facts', que muchas veces son jodidos para nuestras ideas. Un 'fact': un señor se levanta en el senado y rompe la foto de una persona y la llama sucia. Sin embargo, como el señor que se levanta y rompe la foto es amigo nuestro, como forma parte de aquello que quiero que triunfe en la sociedad, entonces no vemos tan mal su gesto o, como dijo Mónica Oltra, “hay que templar gaitas con esto”. Pues no, un gesto así hay que condenarlo. En sociedad, todo aquel que insulta a alguien debe ser amonestado.
P. Cuenta que Scalfari le hablaba de la necesidad del 'sentido de pertenencia' como forma de lealtad al periódico. Pero este sentido de pertenencia no puede ser desbaratado precisamente por unos 'facts', por unos modos de actuar o pensar del periódico con los que no se puede estar de acuerdo.
R. Esta es una dialéctica muy interesante, la que existe entre el periodista y su periódico. Recuerdo que en una ocasión fui a hacer un reportaje a Fuerteventura sobre el petróleo; estuve dos días en la isla, hablé con todos los que pude e hice mi reportaje. Cuando volví, al cabo de unos días, el periódico sacó un editorial sobre el tema con el cual yo no estaba nada de acuerdo. Me cabreé mucho y, entonces, el director me dijo: "Tu reportaje es perfecto, pero los periódicos hacen los editoriales con un equipo que tiene una manera de ver la historia distinta, que juzga según unos criterios propios". En Estados Unidos, el director del periódico no es el director de Opinión, en el New York Times el director del periódico puede no ver al director de Opinión en meses y no sabe lo que va a publicar el otro: la información va por un lado y la opinión va por otra.
P. En España, esto es impensable.
R. Lo que sucede aquí es que información y opinión van juntos. Fíjese en cualquier periódico y en cualquier tertulia: sucede algo e, inmediatamente, los periodistas ya tienen una opinión. Tienen una opinión sobre Chechenia, una sobre Lampedusa, una sobre la Generalitat… ¿Cómo pueden tener los periodistas tanta opinión? Preguntar es muy bonito, cuando preguntas haces información, si deduces no haces información.
P. En parte es culpa de los periódicos, ciertas columnas de opinión se pagan muy bien.
R. ¿Usted cree? Es mentira.
P. ¿No ofreció El País altos sueldos para poderse llevar a más de una firma de El Mundo?
R. Ya me gustaría que esto pudiera pasar. Como decía León Felipe, que no te cuenten cuentos.
P. ¿No hay una gran diferencia de salarios entre los periodistas de redacción y las reconocidas firmas de opinión?
R. ¿Qué dice? No es verdad.
P. Se lo pregunto de otra manera. En su libro habla bastante de la crisis del periodismo y de varios factores que la han favorecido. ¿La precarización no es uno de los grandes males, sino el gran mal, del periodismo?
R. Sí, claro, pero la precarización afecta también a la opinión.
P. ¿La precarización ha afectado por igual a todos aquellos que componen la redacción?
R. A todos, incluyendo a los colaboradores.
P. No hablo de colaboradores, hablo de determinadas firmas.
R. No es así, pregunte a su periódico. Hablando en serio. Si circula esta idea es de forma malintencionada. Los periódicos están viviendo un momento de urgencia económica. Todos los periódicos. Yo tengo mis ideas sobre las razones de esta urgencia económica, pero no pretendo en absoluto tener razón en nada de lo que digo. Trabajamos en medios que la gente no compra, porque no hay quioscos, y vendemos cosas en la web que la gente puede descargarse gratis en cualquier dispositivo. Si tú dices que vas a cobrar la noticia que ofreces, la gente se ríe de ti, diciéndote que para qué pagar si total otros lo ofrecen gratis.
Si tú dices que vas a cobrar la noticia que ofreces, la gente se ríe de ti, diciéndote que para qué pagar si total otros lo ofrecen gratis
P. ¿El modelo de suscripción del New York Times sería el modelo a seguir?
R. El modelo tendría que ser ese. Una de las desgracias del periodismo es que se considera que puede ser gratuito. Cuando iba a salir Público, Roures puso en la Gran Vía, donde además está la sede de Prisa, un cartel que decía: la cultura debe ser gratis. Después sacó Público con un precio simbólico y, por esta vía, llegó la precarización del periodismo. ¿Qué pasó con Público? Muchos periodistas no cobraron y el periódico desapareció. El empresario que va por el mundo de trotskista dejó tirados a los periodistas, pero nadie se mete con Roures, la bicha del periodismo sigue siendo el grupo Prisa.
P. En el libro dice que se es injusto con Prisa y con El País, pero ¿no cree que, por ejemplo, la entrevista de Alsina a Cebrián en Onda Cero, el despido de Ignacio Escolar de la Ser o que no se permitiera que periodistas de El País, como Rubén Amón o Luz Sánchez Mellado, participaran en las tertulias de La Sexta han perjudicado a la imagen del periódico y del grupo empresarial?
R. ¿Qué tiene que ver todo esto con El País? Ignacio Escolar no escribía en El País, él tiene un medio que se llama ElDiario.es, está en La Sexta, están en un montón de sitios. Él no fue echado, lo que pasó es que, en tiempo real, sin contar con los medios de contraste suficiente, publicó en su periódico una información no contrastada, sin tener los Papeles de Panamá, rebotó la información de otros medios que supuestamente si tenían los Papeles y puso una foto de Cebrián y de su exmujer. Sin embargo, luego iba a la Ser, cuyo presidente es el señor que Escolar sacó en su periódico en una información no contrastada.
P. ¿Considera, por tanto, normal que Cebrián no lo quisiera más en la Ser?
R. No, yo no sé si lo dijo Cebrián. Lo que yo digo es que un periodista que publica lo de Escolar tiene que tener muy amarrada su información. Por otra parte, los medios son perfectamente libres de tener a un colaborador o a otros. Además, gracias al incidente con la Ser, Escolar creció más. En cuanto a los Papeles de Panamá, ¿usted se ha preguntado alguna vez por qué La Sexta y El Confidencial no siguieron el asunto? Pregunte, pregunte a Planeta, pregunta a La Sexta. Luego otra cosa, Cebrián no está en los Papeles de Panamá y Alsina le hace una entrevista a Cebrián, después de Évole, y le pregunta lo mismo que Évole habiendo Cebrián ya dicho que no está en los papeles. ¿Ha visto Alsina a Cebrián en los Papeles de Panamá?
Cebrián no está en los Papeles de Panamá pero en el 'Papa bus' de Podemos aparece porque dicen que sale en esos papeles. Es mentira
P. Sin embargo, lo que se publicó en El Confidencial fue que quien aparecía en los Papeles de Panamá era la exmujer de Cebrián y esto es de lo que se hizo eco Alsina.
R. Pero si tú dices, Cebrián no está, está la exmujer, pero pones una foto de Cebrián, ¿esto es periodismo? Repito, Cebrián no está en los Papeles de Panamá y en el 'Papa bus' que ha hecho Podemos si está Cebrián es porque dicen que aparece en los Papeles de Panamá y es mentira.
P. En todo caso, la inclusión de Cebrián en el autobús de Podemos es responsabilidad de Podemos, no del periódico que dio la noticia sobre su exmujer.
R. No, porque todo viene de ahí. Fíjate, el argumento que viene en su pregunta es que “Ignacio Escolar fue echado de la Ser por decir que Cebrián está en los Papeles de Panamá”. Fíjese si ya se ha interiorizado esta idea en el periodismo que se hace pasar por verdad lo que no es verdad. Lo que no es verdad no se puede decir en periodismo, lo que no está comprobado no se puede decir, ni tan siquiera se puede insinuar.
P. Para que quede claro, lo que yo preguntaba es si determinados gestos han perjudicado a la imagen de El País, por ejemplo, que sus columnistas no puedan participar en las tertulias de La Sexta.
R. Yo creo que los periodistas podían seguir participando en las tertulias, otra cosa es que el periódico recomendara que concentrasen su energía en el periódico, pero no creo que haya habido prohibición.
P. Llegados a este punto, cambiemos de tercio y déjeme preguntarle por su época como editor en Alfaguara, ¿qué aprendió como editor?
R. Aprendí el respeto por los otros, aprendí el respeto por los libros distintos, por las opiniones diferentes. Yo volví al periodismo habiendo aprendido una lección: no debemos juzgar a las personas por sus apariencias. Aprendí también la duda, el respeto a la obra creada por otro; aprendí a entender el ego de los escritores y también su inseguridad, aprendí muchas cosas. Aprendí el contraste, porque cuando fui editor de Alfaguara yo era el objeto de información, aprendí que no se puede decir lo a uno le da la gana sobre las empresas.
P. ¿Aprendió a ser el objeto de la noticia y no el informador?
R. Aprendí mucho, pero lo sé solo ahora. Yo le estoy hablando muy genuinamente de periodismo, Anna María. Yo me siento de El País, siento un gran respeto por su historia. Cuando veo que hay cosas que no me gustan del periódico las digo en el periódico, no soy alguien que va pregonando por ahí su disgusto. ¿Qué periodista no tiene opinión sobre su medio? Pero yo soy una persona muy leal y esto me lo enseñó, también, el mundo editorial. Yo no diré nunca nada que desmejore la imagen de aquellas personas con las que yo trabajé: Vargas Llosa, García Márquez, Pérez Reverte, y con todos ellos viví distintas vicisitudes.
Si hay alguien que en el mundo del periodismo no necesita presentación, ese es Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948). Generaciones de periodistas han leído sus entrevistas. Periodista vocacional y amante de las letras, Cruz ha desarrollado su carrera profesional en El País, diario en el que ha ejercido de jefe de Opinión, redactor jefe de la sección de Cultura y, en la actualidad, director adjunto. Entre 1992 y 1998 fue editor de Alfaguara, tiempo durante el cual, asegura, no pasó un solo día en el que no pidiera volver al periódico.