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'Desahuciadas': el reportaje de Pulitzer que merece serie en Netflix
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'Desahuciadas': el reportaje de Pulitzer que merece serie en Netflix

El ensayo de investigación ‘Desahuciadas. Pobreza y lucro en la ciudad del siglo XXI' ha ganado el premio más prestigioso del periodismo estadounidense. Explicamos por qué

Foto: Desahucio en EEUU (EFE)
Desahucio en EEUU (EFE)

La extrema pobreza no es patrimonio exclusivo en favelas brasileñas, ranchitos venezolanos y villas miseria argentinas. También se puede encontrar en un parque de viviendas móviles en Milwaukee, Estados Unidos, donde el dueño gana 400.000 dólares al año, mientras la mayoría de vecinos emplean gran parte de su renta en pagar un techo tirando a cochambroso. Sobreviven a duras penas vagando por comedores sociales, juntando cupones de comida y trapicheando en el mercado negro. Otros, claro, tienen menos suerte cuando llega la autoridad a quitarles la casa. “Solo una semana antes, un tipo había pedido al sheriff John que le diera un minuto. Cerró entonces la puerta y se disparó en la cabeza”, explica en la página 164 el autor de ‘Desahuciadas. Pobreza y lucro en la ciudad del siglo XXI’ (Capitán Swing). Este reportaje demoledor merece una serie en Netflix tanto como ‘The Wire’.

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El texto ha tenido eco al otro lado del Atlántico. “Si pudiera obligar al presidente de Estados Unidos a leer un solo libro, le pediría que fuera este”, afirma el superventas británico Owen Jones. El jurado del Premio Pulitzer es de la misma opinión, por eso el pasado diez de abril otorgó a Desmond el premio y sus 15.000 dólares de dotación. No estamos ante otro retrato lacrimógeno del lado oscuro del “sueño americano”. Aquí se hace un diagnóstico y se ofrecen soluciones. Desmond lamenta que su país haya retrocedido de manera brutal en cuestión de conciencia política. “En tiempos pasados, los arrendatarios se oponían a los propietarios y se consideraban una clase social, con intereses comunes y un propósito único. Durante los primeros años del siglo XX, se organizaban para luchar contra los desahucios y las condiciones insalubres de las viviendas”, recuerda.

En Nueva York, las grandes guerras de los alquileres de los años veinte obligaron a la asamblea legislativa estatal a imponer controles a los alquileres que en la actualidad siguen siendo los más eficaces del país en la defensa de los derechos de los inquilinos. Esa conciencia de clase, triturada por la revolución derechista de Reagan, se ha disuelto por completo. “No dejamos que la familia venga aquí. Nosotros no somos esto. Llevo la vida de las clases bajas, pero yo no provengo de esto”, explica un vecino del parque, incapaz de procesar su situación de miseria.

Los pobres pagan más

Si pudiera obligar al presidente de Estados Unidos a leer un solo libro, le pediría que fuera este

El libro abre muchas líneas de reflexión. Una de las principales es que las viviendas no se alquilan en relación a lo que valen, sino a la desesperación de los inquilinos. Cuanto más pobres y vulnerables, más se les puede sacar. “Apenas 270 dólares mensuales separan las viviendas más baratas de la ciudad de las más caras. Esto significa que el alquiler en alguno de los barrios más castigados no es drásticamente inferior al de zonas mucho mejores. Por ejemplo, en los vecindarios más pobres de la ciudad, donde al menos el cuarenta por ciento de las familias viven por debajo del umbral de la pobreza, el precio medio de un apartamento de dos habitaciones es solamente cincuenta dólares inferior a la media de la ciudad”. Los más desprotegidos, desde afroamericanos a familias con niños, pasando por los parados, pagan mucho más caro. La mayoría de arrendadores se muestran implacables en su racismo, clasismo y búsqueda del beneficio, que normalmente van de la mano.

El negocio de los desahucios

Un dato elocuente sobre Milwaukee: el florecimiento de las empresas de transporte especializadas en poner en la calle las posesiones de los desahuciados. “Los hermanos Brittain (Tom, Dave y Jim) habían heredado la compañía de su padre. Cuando este la puso en marcha, en 1958, apenas se producían uno o dos desahucios a la semana. (…) Cincuenta años más tarde, la empresa empleaba a treinta y cinco personas, poseía una flota de furgonetas y camiones medianos y estaba establecida en un edificio de tres plantas y diez mil metros cuadrados. El cuarenta por ciento de su negocio eran los desahucios”. La frecuencia con la que expulsaban de su domicilio a conocidos, -pobres o de clase media- hacía pensar a los empleados que “la ciudad entera se estaba yendo por la alcantarilla”. Milwaukee es la capital del estado de Wisconsin, al noreste del país.

Caseros gángsters

No estamos ante otro retrato lacrimógeno del lado oscuro del “sueño americano”. Aquí se hace un diagnóstico y se ofrecen soluciones

Especialmente logrado es el retrato de una pareja de caseros afroamericanos, con los que Desmond tuvo meses de convivencia. Ambos se sienten gángsters, sobre todo ella. Visten ropa cara, de las líneas de raperos famosos como Jay-Z (Rocawear) y 50 Cent (G-Unit). Hay una escena donde celebran un repunte de su patrimonio buscando multiplicarlo. “Quentin encontró una plaza de aparcamiento para minusválidos junto a la puerta principal del casino Potawatomi y colgó en el retrovisor el permiso necesario, regalo de un inquilino discapacitado”, dice el texto. Nunca sienten remordimiento de conciencia, solo se lamentan cuando pierden oportunidad de ingresar. La pareja va de vacaciones a Jamaica y asiste a convenciones de propietarios donde comparten trucos sobre cómo exprimir a los clientes.

La pobreza como relación

Matthew Desmond (San José, 1980) es doctor en Sociología. Estudió en la Universidad de Wisconsin, que los vecinos describen como “tres mil kilómetros cuadrados rodeados por la realidad”. El joven sociólogo, que también pasó por Harvard, quiso zambullirse en esa realidad, tan alejada de la paz de las aulas. Su método de investigación es inmersivo, meticuloso y basado en la empatía. “Quería escribir un libro sobre la pobreza que no se centrara de manera exclusiva en las personas pobres ni en las zonas pobres. La pobreza es una relación, que implica igualmente a los pobres y a los ricos. (…) Eso me llevó a buscar un proceso que vinculara a las personas pobres y ricas en relaciones de lucha y dependencia mutua. Los desahucios eran ese proceso”, apunta en el epílogo. Estamos ante un libro fundamental para entender los abusos contra un derecho humano fundamental.

La extrema pobreza no es patrimonio exclusivo en favelas brasileñas, ranchitos venezolanos y villas miseria argentinas. También se puede encontrar en un parque de viviendas móviles en Milwaukee, Estados Unidos, donde el dueño gana 400.000 dólares al año, mientras la mayoría de vecinos emplean gran parte de su renta en pagar un techo tirando a cochambroso. Sobreviven a duras penas vagando por comedores sociales, juntando cupones de comida y trapicheando en el mercado negro. Otros, claro, tienen menos suerte cuando llega la autoridad a quitarles la casa. “Solo una semana antes, un tipo había pedido al sheriff John que le diera un minuto. Cerró entonces la puerta y se disparó en la cabeza”, explica en la página 164 el autor de ‘Desahuciadas. Pobreza y lucro en la ciudad del siglo XXI’ (Capitán Swing). Este reportaje demoledor merece una serie en Netflix tanto como ‘The Wire’.

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