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Ataúlfo Argenta, el superdotado director de orquesta español que murió en un garaje
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Ataúlfo Argenta, el superdotado director de orquesta español que murió en un garaje

Ana Arambarri ha escrito la biografía definitiva del gran músico español de la primera mitad del siglo XX que murió trágicamente a los 44 años cuando su carrera explotaba en todo el mundo

Foto: Ataúlfo Argenta
Ataúlfo Argenta

Había sobrevivido a dos guerras -la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial- pero no sobrevivió a aquella noche de frío en la montaña. En la cima de su éxito, el entonces titular de la Orquesta Nacional Ataúlfo Argenta organizó una noche de enero de 1958 una visita furtiva junto a su alumna de 23 años Sylvie Mercier a su casa de Los Molinos, en la Sierra del Guadarrama. Nevaba intensamente cuando el Austin A90 Six aparcaba en el garaje. La pareja de amantes subió a la casa pero hacía demasiado frío allí. Regresaron al coche, encendieron la calefacción, se abrazaron y se sumieron en el sueño mientras el anhídrido carbónico comenzaba a emponzoñar sus pulmones. Sylvie quedó gravemente herida. El maestro no se despertó. Tenía 44 años.

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'Música interrumpida'

Lo cuenta Ana Arambarri es su libro 'Ataúlfo Argenta. Música interrumpida' (Galaxia Gutenberg, 2017) y demuele así un tabú de décadas sobre uno de los más grandes músicos españoles del pasado siglo, nacido en una humilde familia de la pequeña villa pesquera de Castro Urdiales en 1913, aterrizado en Madrid a finales de los convulsos años 20, alistado a la fuerza en el bando nacional durante la Guerra Civil, testigo de los bombardeos aliados sobre Berlín en el conflicto mundial, triunfador a golpe de batuta en la posguerra en la escena internacional de la música a la contra de todos los odios y los celos que su personalidad e independencia suscitaban.

Argenta fue profesor de piano de la madre de Ana Arambarri durante la Guerra Civil. El estallido de julio de 1936 pilló a Ataúlfo en Galicia. En su intento de regresar a Madrid, donde residía su familia, tuvo que recalar obligatoriamente en Segovia. "Llegó sin dinero, sin recursos y pidió ayuda a unos amigos que eran los dueños de Radio Segovia", recuerdala autora. "En aquellos años la radio tuvo un papel muy importante para los músicos ya que se emitía música en directo. Fue entonces cuando se puso en contacto con la familia de mi madre porque tenían un buen piano de cola donde podía ensayar. A cambio, dio clases a sus hijas". Arambarri ha urdido así una biografía con los testimonios de primera mano tanto de la viuda de Argenta -Juanita Pallarás- como de su amante Sylvie Mercier. Porque aquel director de orquesta quería tanto a su mujer como incapaz era de rendirla fidelidad.

Foto: Escrivá de Balaguer en Andorra tras el paso de los Pirineos (Fundación Valentí Claverol/Editorial Crítica)

PREGUNTA. Mantiene una relación especial con la familia y especialmente con la viuda de Argenta que le abrió paso a los archivos familiares y a su correspondencia. ¿Qué fue lo más sorprendente e inesperado que encontró allí?

RESPUESTA. Las cartas son el testimonio de una relación apasionada entre la pareja. Son cartas de amor y de música. A través de las cartas he podido reconstruir su agenda musical durante la guerra española y la segunda guerra mundial, ya que apenas quedan documentos en los archivos. Las cartas, además, me han permitido profundizar en su personalidad, en sus relaciones, en sus pensamientos.

P. Argenta llegó a Madrid en el otoño de 1927. ¿Cómo era la ciudad que se encontró y de qué manera iba a explotar allí su carrera artística?

R. Le pareció un mundo deslumbrante. Él lo expresa diciendo “Ser estudiante con diecisiete años en el Madrid de los treinta era como considerarse importante. Las facultades eran un auténtico hervidero, donde los textos se olvidaban para estar pendientes de todo cuanto sucedía en el mundo de la política”. Sus estudios en el Conservatorio le permitieron conocer a buenos músicos con los que compartía ideales, así como recibir clases de profesores y otras personalidades que marcarían su vida, como Óscar Esplá, Bacarisse, etc.. todos ellos represaliados durante el franquismo.

P. En 1931 llega la República. Describe a Ataúlfo como un hombre sosegado de firme talante liberal que repudiaba también los desmanes revolucionarios de "los suyos". ¿Cuáles eran sus ideas políticas y cómo evolucionaron?

R. No tengo claro si era republicano. Creo más bien que era un hombre apolítico, de talante liberal y de ideas abiertas. En sus cartas no hace ningún comentario político que permita llegar a una conclusión. Yo pienso que lo único que le importaba era la música.

No tengo claro si Argenta era republicano. Creo más bien que era un hombre apolítico, de talante liberal y de ideas abiertas

P. La guerra civil coge al director de orquesta en Galicia, donde el Alzamiento triunfó rápidamente. Inició entonces un periplo desesperado para llegar a Madrid pero quedó varado en Segovia, en zona nacional, en cuyo ejército fue obligado a alistarse. ¿Qué significó la guerra para él, esa "sucia charca", fue, como escribe, un tropiezo más en su carrera?

R. La guerra civil española fue uno de los episodios más dramáticos de la vida de Argenta. No el único, ya que también sufrió la Segunda Guerra Mundial en Alemania. Pero es que en España fue obligado a alistarse en el ejercito y a perder el tiempo miserablemente en las trincheras, mientras que a Alemania fue para desarrollar su carrera profesional como músico. Actuaba como pianista y como director por diversas ciudades, mientras arreciaban los bombardeos. Una etapa muy dramática.

P. ¿Y bajo el régimen franquista? Relata la ambivalencia de una dictadura que no miraba con estima al músico pero que, sin embargo, no podía obviar la fama internacional que comenzaba a atesorar.

R. Un grupo de personalidades, vinculadas al Régimen y a Falange Española, le hicieron la vida imposible hasta el punto de que pidieron su dimisión como director de la Orquesta Nacional. Todo eran envidias y rencores contra él. No supieron aceptar los éxitos de este gran músico y aprovechaban cualquier ocasión para desprestigiarle. Llegaron a publicar un editorial en el que se le reprochaba que cantaba el Himno de Riego -el himno republicano- mientras dirigía. Esto que ahora nos parece una tontería, podía ser muy peligroso en una dictadura. Eran los duros años del primer franquismo y la represión y la censura era lo habitual. Muchos músicos y artistas españoles se habían visto obligados a exiliarse por la política asfixiante y represora que impregnaba el país.

Un grupo de personalidades, vinculadas al Régimen y a Falange Española, le hicieron la vida imposible durante el franquismo

P. ¿Cuál fue la clave del éxito musical de Argenta? ¿Cómo describir su virtuosismo?

R. Argenta era un superdotado para la música. A los siete años daba conciertos de violín y piano, cuando sus profesores habían sido un pescador de Castro Urdiales y una profesora de la escuela que le enseñó solfeo. Los músicos que trabajaron con él, cantantes y solistas, le describen como un hombre que interiorizaba la música hasta llegar a comprender el verdadero sentido de la composición, para luego poder trasmitirla. Así como en España le trataron bastante mal, en el extranjero fue reconocido como un gran artista por los más grandes del momento: Karajan, Ansermet, Schuricht,.. Era una mezcla de rigor musical y pasión. Eso le hacía único.

P. Argenta muere trágica y repentinamente a los 44 años en la cúspide de su éxito, asfixiado en su garaje. ¿Cómo fue recibida su muerte y hasta dónde podría haber llegado?

R. Su popularidad era tal, que el día del entierro en Madrid acudieron miles de personas con flores a despedirle. La calle Alcalá estaba cortada al tráfico de la cantidad de gente que esperaba el paso de la comitiva fúnebre. Era un hombre muy querido y respetado. Y sorprende que fuese tan conocido, era una gran estrella.

Hubiera sido uno de los más grandes directores internacionales del siglo XX. La tragedia de su muerte fue que España no solo perdió un magnífico director , sino también una buena orquesta. Porque la Orquesta Nacional tardó muchos años en volver a recuperar la calidad que había alcanzado. Un buen director crea, gracias a su trabajo, una buena orquesta.

Había sobrevivido a dos guerras -la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial- pero no sobrevivió a aquella noche de frío en la montaña. En la cima de su éxito, el entonces titular de la Orquesta Nacional Ataúlfo Argenta organizó una noche de enero de 1958 una visita furtiva junto a su alumna de 23 años Sylvie Mercier a su casa de Los Molinos, en la Sierra del Guadarrama. Nevaba intensamente cuando el Austin A90 Six aparcaba en el garaje. La pareja de amantes subió a la casa pero hacía demasiado frío allí. Regresaron al coche, encendieron la calefacción, se abrazaron y se sumieron en el sueño mientras el anhídrido carbónico comenzaba a emponzoñar sus pulmones. Sylvie quedó gravemente herida. El maestro no se despertó. Tenía 44 años.

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