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Cómo un psicoanalista chiflado me salvó de mis neurosis
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Cómo un psicoanalista chiflado me salvó de mis neurosis

Carlo Padial publica su último libro, en el que desvela los entresijos de sus sesiones de psicoterapia con un extravagante terapeuta cubano

Foto: Carlo Padial, autor de 'Doctor Portuondo'
Carlo Padial, autor de 'Doctor Portuondo'

Carlo Padial es de ese tipo de personas que dicen cosas como "yo creo que la vida está compuesta por un 70% de cosas espantosas, puede que más". Que te habla del trauma infantil que supone ver a tu padre salir de la ducha en plan comando. "La primera vez que vi a mi padre desnudo casi me peta la cabeza. Cuando vi esos genitales gigantes pensé: '¿Qué mierda es eso?'". Es de ese tipo de personas que tienen fobia a las palomas. "Te podría decir que no me importa ir a la terraza, pero no es verdad, odio las terrazas, empezaría a obsesionarme con las palomas y empezaría a ver patrones propios de las palomas en ti y eso me desconcentraría mucho". Es escritor, dirige películas, graba documentales, sube vídeos virales, hace monólogos, tiene miles de 'followers' en Twitter, escribe -escribía- en 'Playground' y acaba de lanzar su último libro, 'Doctor Portuondo' (Blackie Books, 2017), un abrirse el cerebro en canal con su historia de amor -casto y exclusivamente intelectual- con su psicoanalista como trasfondo.

Padial juega con la ficción, la no ficción y el ni fu ni fa para reflexionar la importancia que tuvo el doctor Portuondo -un enigmático psicoanalista cubano afincado en Barcelona- en su desarrollo como persona, en la superación de sus miedos y sus manías y, en parte, en el hecho de haberse convertido en una persona perfectamente funcional y de provecho, en vez de terminar como "un autista", un misántropo radical o coleccionista de jarras con su propia orina al estilo Howard Hughes. Con un sentido del humor ácido, Padial recuerda la primera vez que escuchó por casualidad las cintas de Portuondo, cómo alimentó su curiosidad por el psicoanálisis, cómo durante un tiempo fue una especie de criatura mitológica o fabulosa y cómo se acabó materializando dentro de una consulta, con sus gritos, sus extravagancias y una ayuda indispensable para un joven extremadamente neurótico y bastante desorientado.

PREGUNTA: En una escala del uno al diez, ¿hasta qué punto diría usted que se ha desnudado en este libro?

RESPUESTA: Desde siempre he tenido una inclinación natural hacia el 'yo'. De manera natural, aunque sea una proyección mía egocéntrica. Tiene algo de ruptura, es casi lo más subversivo que se puede hacer, dirigirse directamente a alguien para comunicar algo. De golpe, el auge de lo que Berto Romero llamaba 'personalismo' en mi caso es una herramienta genuina y sincera: he hecho documental que ha acabado desviándose hacia la ficción, en directo hablo de mi vida y para mí es una sorpresa los millones y millones de reproducciones que han tenido mis vídeos. También hago vídeos en los que hago teorías y escribo tuits; parece que tengo una tienda pequeñita, como una pequeña 'boutique catalá' en la que vendo mis neurosis.

Yo empecé haciendo cómics de manera más visible en el 'Víbora' y de manera natural mis cómics se partieron en dos, y dejaron paso a una figura que se dirigía directamente al lector. Esa especie de tendencia mía, personal, y yo creo que atemporal -porque en el momento en el que empecé a hacerlo las cosas iban por otro lado-, de pronto, por toda esa explosión loquísima del culto al yo en las redes sociales, se ha alineado a mi favor y ha acabado convergiendo con la corriente principal. Pero este libro hay también un juego extraño entre ficción y realidad.

P. ¿Y esa autoauscultación le ha alejado o le ha acercado a su verdadero yo?

De hecho, una cosa curiosa que me pasa con el libro es que me ha dejado a mí mismo como una cierta intriga: yo pensaba que me iba a salir un libro muy divertido, una comedia basada en mi vida e inspirada en hechos reales sobre un tío muy neurótico y con muchos problemas, que soy yo, y el contraste que produce el choque con el doctor Portuondo, que es todo lo contrario: un señor mayor, exiliado, que era boxeador, una figura como muy del siglo XX. Además este tío me gritaba, y no sólo a mí, sino a todos sus pacientes… Y la sorpresa ha sido que me ha salido un libro muy incierto.

P. Contando todo lo que cuenta en 'Doctor Portuondo', ¿cómo se sobrelleva tanta exposición, que todo el mundo conozca su intimidad?

La gente me dice mucho que me expongo demasiado. Puede ser. Para mí no es importante. Lo que sí que he intentado es no exponerme de manera exhibicionista. Hay gente, como cuando ibas al colegio, que convierte sus desgracias en un elemento atractivo, lo que Freud llamaba "la novela familiar", es decir, la historieta que contamos siempre cuando nos presentamos. Es una llamada de atención. Pero yo he intentado alejarme de esto, ser honesto y hacer un ejercicio de introspección real.

P. Después de leer su libro esperaba encontrarme a un neurótico estilo Seinfeld. Pero usted parece una persona bastante calma.

Me muevo en esa especie de cosa controlada pero luego hay una agitación interna permanente frente a lo microscópico. Llevas como a lo metafísico los problemas más estúpidos, la cotidianidad… Ese es mi día a día. Yo soy alguien muy cerrado, muy narciso durante muchos años, que ha ido haciendo pequeños procesos -de lento desarrollo, como dice Kafka en alguno de sus libros-, y he ido saliendo de ese narcisismo de una manera muy razonable. Portuondo me decía: "Tú podías haber acabado autista, perfectamente". Era en parte una broma, pero tenía parte de verdad.

Gracias a terapia he podido dirigir, por ejemplo. Gracias a esa especie de auto análisis permanente que inicias una vez que finalizas la terapia… Pero es un proceso… Y partiendo de donde estaba, estoy mucho mejor. El psicoanálisis me ha ayudado mucho, y por eso he querido dedicarle un libro entero, para reconocerle cómo a mí me ha transformado.

P. Pero sigue teniendo fobia a las palomas…

Totalmente, claro. Lo que pasa con el psicoanálisis es que no resuelve nada. Eso lo decía mucho Portuondo. Te ayuda a entenderte. Él siempre ponía el símil de la psique de un neurótico -y, según el psicoanálisis, neuróticos somos todos- y un semáforo. Oscilamos entre el verde y el ámbar y cuando estás permanentemente en ámbar es cuando tienes que poner atención, porque te deslizas peligrosamente hacia el rojo. Freud decía que el yo de un neurótico es como soldados intentando ganar terreno en un campo de batalla y que a medida que vas avanzando en la batalla se van cayendo soldados. No se trata de curar los conflictos -esa es una idea un poco infantil- sino entenderlos y saber cuáles son.

P. Supongo que será 'antipastillas'…

Sí, sí, claro.

P. El psicoanálisis es caro. ¿Y la gente que no se lo puede permitir?

El psicoanálisis es caro y según decía Portuondo tiene que serlo, porque genera un vínculo. Él, siempre que la gente se quejaba de lo caro que era, decía que siempre se encuentra la manera. Y yo creo que tenía razón. Obviamente no en el caso de gente que no puede pagar esto o aquello, no me refiero a esos casos, pero si es verdad que la gente en general luego encuentra la manera… Y si no hay posibilidades, siempre hay fórmulas, aunque sean más rudimentarias. Portuondo decía que el psicoanálisis es la mejor inversión que se puede hacer. Mucho mejor que una moto o un iPad. Porque estás invirtiendo en encontrarte tú bien, de verdad. El psicoanálisis hay que tomárselo en serio y exige compromiso, y unos de los grandes problemas de hoy es que la gente no se compromete con nada.

Con el psicoanálisis es que no resuelve nada. Eso lo decía mucho Portuondo. Te ayuda a entenderte

P. ¿Qué opina la viuda de Portuondo del retrato que hace de él?

Lo está leyendo ahora, justo. Espero que le guste. No es una biografía. Son mis vivencias. Está hecho con máxima admiración, ahora bien, yo no soy un palmero. Y tengo una visión bastante ambivalente de las cosas. La figura de Portuondo se puede ver de varias maneras. Portuondo creía en el poder de la palabra.

P. Y reñía a los pacientes. Ahora la gente está poco acostumbrada a que la riñan.

Sí, y en el año más o menos 2005, que es cuando sucede lo que cuento en el libro, la gente ya se le iba de la consulta por eso. A la que le apretaban un poco… Ahora nadie aguanta nada. Sobre todo nadie quiere profundizar en sus conflictos, por eso su figura hoy está vigente como elemento catártico. Casi todo lo que hago yo, a mí manera y con humor, busca una catarsis, una ruptura.

P. En el libro también habla de ese gran trauma infantil: el momento en el que te das cuenta de que tus padres tienen sexo.

Es la "escena primaria", que llaman en el psicoanálisis. Como Freud es el Michael Jackson de las ciencias. Está tan integrado en la cultura popular que parece que nadie puede hablar ya bien de él. Eso es un tópico. Era un tío extraordinariamente brillante, que no pudo clavar muchas cosas. Hay esa tendencia a reírse de la temática sexual que planteaba Freud. Pero yo te diría que tenía toda la razón y, ahora que tengo hijos, te puedo garantizar que eso está ahí. Ese impacto que tiene lo sexual, lo que dice Melanie Klein está ahí. Como decía Portuondo, todavía faltan unos cientos de años para que las cosas que decía Freud se asienten con naturalidad. El tabú que es relacionar sexualidad e infancia sigue vigente.

P. En Casa del Libro, por ejemplo, la sección de autoayuda es una de las que más vende. ¿Por qué crees?

Es que la gente busca la fórmula rápida. Antes hablabas de la pastilla y la pastilla es la autoayuda más rápida. El psicoanálisis requiere tiempo y la gente no quiere profundizar en nada, no quiere abordar sus conflictos y no quieren conocerse. A pesar de esta explosión loquísima del nacisismo contemporáneo, todo el día volcando contenidos personales en las redes sociales, esa gente, fuera del mundo online es gente que no quiere conocerse. Es una paradoja maravillosa. Estamos viviendo un momento en el que la gente quiere idealizarse de manera permanente, pero no quiere conocerse. Quieren verse reflejados en una especie de espejo distorsionado y viven totalmente afectados por esa dicotomía rara. Y luego sorprende la irascibilidad de la gente cuando les tocas cualquier situación. Enseguida se defienden, saltan y refuerzan comportamientos estrambóticos…

Estamos viviendo un momento en el que la gente quiere idealizarse de manera permanente, pero no quiere conocerse

P. Ahora prepara una película con Berto Romero, 'Algo muy gordo'. El cine es un medio tradicional que ahora tiene que competir con nuevas plataformas, nuevas formas de comunicación. ¿Qué opinión tiene de estas nuevas fórmulas de comunicación propias de YouTubers, redes sociales, Vice, la propia Playground? ¿Qué tienen que no tienen los medios tradicionales?

Yo creo que nació con unos genios brutales que son Buzzfeed, que tienen muy mala fama por ser muy 'mainstream', que realmente han creado una caligrafía nueva. Estamos viviendo un cambio en la forma de comunicarnos. Hay una audiencia que ya no quiere contenidos que sean remedos de televisión y herencia periodística. Hay unos códigos nuevos. Y ellos llevan la delantera. Ellos son los nuevos estudios de cine. Hay una necesidad de subirse al carro. Y hay también cierta incomprensión. Pero tienen una potencia brutal, y el nuevo marco es incuestionable, y sobre todo teniendo en cuenta la situación crítica de los medios tradicionales. Y la gente se está lanzando sin tener ni idea. Es como un museo de los horrores.

Carlo Padial es de ese tipo de personas que dicen cosas como "yo creo que la vida está compuesta por un 70% de cosas espantosas, puede que más". Que te habla del trauma infantil que supone ver a tu padre salir de la ducha en plan comando. "La primera vez que vi a mi padre desnudo casi me peta la cabeza. Cuando vi esos genitales gigantes pensé: '¿Qué mierda es eso?'". Es de ese tipo de personas que tienen fobia a las palomas. "Te podría decir que no me importa ir a la terraza, pero no es verdad, odio las terrazas, empezaría a obsesionarme con las palomas y empezaría a ver patrones propios de las palomas en ti y eso me desconcentraría mucho". Es escritor, dirige películas, graba documentales, sube vídeos virales, hace monólogos, tiene miles de 'followers' en Twitter, escribe -escribía- en 'Playground' y acaba de lanzar su último libro, 'Doctor Portuondo' (Blackie Books, 2017), un abrirse el cerebro en canal con su historia de amor -casto y exclusivamente intelectual- con su psicoanalista como trasfondo.

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