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La ciudad escondida: Jorge Carrión y los pasajes de Barcelona
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nuevo libro del autor de 'librerías'

La ciudad escondida: Jorge Carrión y los pasajes de Barcelona

Quedo con Jorge Carrión (Tarragona, 1976) en la salida del metro de Llacuna. Esta semana publica 'Barcelona. Libro de los pasajes' en Galaxia Gutenberg y aprovechamos

Foto: Detalle de la portada de 'Barcelona. El libro de los pasajes', de Jordi Carrión
Detalle de la portada de 'Barcelona. El libro de los pasajes', de Jordi Carrión

Quedo con Jorge Carrión (Tarragona, 1976) en la salida del metro de Llacuna. Esta semana publica 'Barcelona. Libro de los pasajes' en Galaxia Gutenberg y aprovechamos para recorrer parte del entramado de este tipo de pasos entre dos calles que atiborran Barcelona aunque nadie se fije mucho en ellos.

En el escaparate de una papelería, el autor de 'Librerías (Anagrama, 2015) me enseña una vetusta guía de la metrópoli, la misma de que se valió para sus correrías por los aproximadamente cuatrocientos pasajes que se esconden entre el tejido urbano de la capital catalana. Su método fue laborioso y paciente. Meticuloso. Al hablar de sus paseos los cataloga de viajes, útiles para conocerse a sí mismo y descubrir a la princesa del Mediterráneo desde cada una de sus múltiples perspectivas. Tras más de una hora de camino entre pensamientos y pequeñas epifanías al lado del mar, nos sentamos a almorzar y dialogamos sin prisa sobre su último ensayo que homenajea en el título al clásico de Walter Benjamin.

PREGUNTA. En algún momento del libro mencionas que no tenía mucha idea de los pasajes de Barcelona.

RESPUESTA. Hacia el 2008 me mudé con mi mujer al centro, y fue entonces cuándo descubrí los pasajes de Barcelona. Quizá antes, en alguna noche de ocio de mis tiempos universitarios, fui al Jamboree de la plaza Real y me fijé en los pasajes de Bacardí o Madoz, pero si los descubrí fue porque había educado la mirada con pasajes de otras ciudades entre las que inevitablemente recuerdo París, Melbourne o Chicago.

P. Te adentras aquí en un ámbito exterior que consiste en pasear los pasajes de Barcelona y ello te exige abordar una faceta interior basada en leer esa inmensidad que es la literatura sobre Barcelona, los textos que la recorren.

R. Eso me interesa mucho. Por un lado caminas por el espacio físico y exterior mientras por otro lado realizas un viaje interior que implica leer mucho. En este libro hay mucha hemeroteca porque los pasajes no están en los libros, están en blogs, diarios y libros secundarios que nunca son los principales. Por otro lado el primer libro que iba a publicar con veintidós años era una antología comentada, 'Ciutats de paper', de literatura urbana con propuestas pedagógicas para trabajar en clase. Llevo veinte años leyendo y pensando la ciudad, escribí una crónica larga sobre Brasilia y en 'Librerías' también aparece mucha literatura urbana.

P. El paseante de Barcelona es un cronista de la misma.

R. Efectivamente. Para este libro leí muy en serio la tradición de crónica urbana barcelonesa y en especial a dos autores esenciales. Uno es Josep Pla, un fuera de serie, aunque también es un mitómano. Un mentiroso, un gran cronista que diría Martín Caparrós. También me ayudó mucho Lluís Permanyer para entender el Eixample, pero el otro autor que me permitió entender Barcelona como totalidad es Josep María Huertas Clavería.

P. Por otro lado te defines como un coleccionista no sistemático, pero es que además la ciudad es imposible de agotar. Eso marca mucho la forma de tu ensayo.

R. Me guio por el placer y por la obsesión, no por criterios académicos. Tengo un archivo no clasificado de fotografías de pasajes e información dispersa sobre lo que me interesa, de series a librerías, de ciudades a pasajes. Juego con esa idea en el libro, que más bien es una colección obsesiva. Ahora si camino por Barcelona de un punto A a un punto B intento que en medio haya un pasaje. Por otro lado me he dado cuenta que el libro es algo oulipiano al contar Barcelona desde la restricción de abordarla a partir de los pasajes, por eso se quedan fuera artistas que me interesan mucho porque no vivieron en ellos y en cambio aparecen otros que no me fascinan tanto como Joan Miró o Josep María Sert.

Este es un libro escrito con la lógica del caballo de ajedrez, buscando siempre lo que no ha sido contado pero puede ser revelador

P. Este tipo de escritura tiene una relación evidente con el hecho de pasear. Al caminarla a través de pasajes ya la enfocas de modo distinto, porque en Barcelona, para acortar el recorrido lo normal, es ir cortando las calles.

R. Es un libro escrito con la lógica del caballo de ajedrez, buscando siempre la nota al pie de página, el detalle y lo que no ha sido contado pero puede ser revelador.

P. Y en el libro, al pasear, apareces en sus páginas y te conviertes en protagonista de las mismas.

R. Para mi el periodismo siempre es generosidad. Intento que el libro no sea sobre mi persona. Los protagonistas son los pasajes, pero soy quien los conecta con el todo, soy el hilo conductor, mi cuerpo que camina y mis ojos que ven. Por otro lado no creo en el mito de la objetividad del periodismo y me interesa recordar que siempre hay un sujeto que está ahí mirando, oyendo y pensando y también me interesa mucho la crónica que ensayo y el ensayo que narra, intento trabajar constantemente desde esos dos parámetros.

P. Y el ensayo es una prueba, un juego.

R. Es un laboratorio.

P. Lo que nos lleva a otra cuestión. En Barcelona hay más de cuatrocientos pasajes. Resulta imposible abarcarlos todos en una obra.

R. La literatura siempre se enfrenta al reto de la cantidad. Vargas Llosa lo ha estudiado muy bien y le interesa mucho 'Tirant lo Blanc' porque hay muchos personajes y es muy difícil trabajar con gran número de ellos. De modo que seleccioné personajes, como Eduardo Mendoza o Benedetta Taglibue, pasajes donde sucedieron cosas interesantes y lo demás está en elipsis, pero late. El libro transmite la idea que son muchos y hay mucho que contar, pero seleccioné lo que me interesaba narrativa y conceptualmente.

P. El barcelonés al pensar en pasajes piensa en el de Permanyer, pero la ciudad, demasiado marcada por la parquetematización, en realidad es una especie de pueblo de pueblos.

R. Lo que he visto efectivamente es que hay una memoria de la Barcelona red, que hay muchos núcleos, muchos centros y que la mayor parte de Barcelona no es turística, incluso es rural, como la zona de la Clota. Descubrir eso me ha encantado. Por otro lado un tipo de pasaje, como el Permanyer, se ha adueñado del imaginario, y eso hace que muchos más antiguas no sean patrimoniales. Con relación a la parquetematización muchos pasajes se especializan, por ejemplo el de Las manufacturas se está convirtiendo en un centro de delicatessen destinado más al turismo.

En la ciudad hay muchos núcleos, muchos centros: la mayor parte de Barcelona no es turística, es incluso rural

P. Al principio del libro mencionas un pasaje periférico, el de Carreras, tan extremo que casi no parece Barcelona.

R. Sí, a ese fui en coche, es bosque y en los años sesenta estaba rodeado de casas construidas por la gente.

P. A lo que voy es que los pasajes te permiten jugar con la idea de límite, en este caso el límite de la ciudad.

R. Sí, porque me interesa pensar en el libro el gran diálogo de la relación de la ciudad con el campo, y cómo la urbe domestica lo rural aunque el campo pervive.

P. El barcelonés es muy perezoso y le cuesta moverse. A un lector foráneo le sorprenderá esta visión de la ciudad, pero quizá también muchos de los que viven aquí se quedarán sorprendidos por esta Barcelona que presentas, palpable pero ignorada.

R. Washington Irving llega a Granada y se fija en las ruinas donde viven los gitanos y descubre la Alhambra, que ahora es el mayor monumento nacional. El hecho de pasar mucha vida en Mataró y Tarragona y viajar por medio mundo me ha permitido ver en Barcelona algo que pasa desapercibido para el público local.

P. Has hecho algo que debe practicarse más: ser turista en tu propia ciudad, aunque nacieras en otro lugar.

R. Ahora ya me siento de aquí, sobre todo a raíz de escribir el cómic 'Los vagabundos de la chatarra' y este 'Libro de los pasajes', dos libros que también me descubrieron el Poblenou, donde vivo. Los dos libros han sido mi examen de pertenencia a la ciudad y me han permitido sentirme barcelonés.

Pasar mucha vida en Mataró y Tarragona y viajar por medio mundo me ha permitido ver en Barcelona lo que pasa desapercibido al público local

P. ¿Antes estabas aquí por esa sensación de tener que terminar en Barcelona sí o sí?

R. Durante muchos años pensé que no viviría en Barcelona, era una ciudad que me gustaba, pero creía que mi destino estaba en otro lugar. Tras vivir en Buenos Aires, Chicago y viajar bastante la elegí para vivir. Comparé y decidí a partir de un trabajo crítico de comparación.

P. Con los pasajes juegas a hacer que la ciudad sea tuya, porque como te dijo Oriol Bohigas nadie había enfocado Barcelona desde esta perspectiva.

R. Quizá Huertas Clavería, pero sin los pasajes. Él tenía una conciencia política que yo no tengo, la paseaba para entender la problemática social, mientras en mi caso la afronté como un artefacto complejo e intentar representarla. En este sentido el libro es la crónica de un fracaso porque la ciudad no se deja poseer, pero ahora entiendo mejor el lugar donde vivo y podré comunicar a mis hijos el sentido de Barcelona que nadie me explicó.

P. Es normal que Huertas lo enfocará así, por su contexto histórico.

R. Como Paco Candel.

P. O Juan Marsé, pero en tu caso la búsqueda es casi perequiana en el sentido de querer agotar el espacio.

R. A mi la tradición de Georges Perec, Walter Benjamin, Louis Aragon, André Breton, Italo Calvino y Julio Cortázar me interesa mucho. Me formé con ellos y mi modo de ver la ciudad está atravesado por lo digital, que ellos no conocieron, pero en cambio creo que lo suyo sigue siendo una tradición muy válida para acercarse a lo urbano. La ciudad no se puede conocer, es infinita y si seleccionas algo que puedes acotar lo puedes agotar. Encima Perec vivió en un pasaje.

P. Y Barcelona, como muchas ciudades, se acota en los textos a partir de detalles. Por ejemplo hay más de quinientas representaciones urbanas de dragonas, tantas que Clemenceau pensó que los catalanes los teníamos como mascotas.

R. Al viajar, para contar lo visto, elegimos un hilo conductor. En librerías fueron las librerías, al elegirlas me parecieron plataformas privilegiadas para entender la cultura y en el caso de los pasajes estos me parecieron plataformas privilegias para entender la ciudad, porque al estar en toda su cuadrícula te permite observar su realidad poliédrica.

P. Me parece muy importante la forma del ensayo, que tú ves más cómo una crónica de viaje y al mismo tiempo es un ensayo híbrido, libre.

R. Cada libro tiene que encontrar su propia fórmula. Ningún libro mío repite mecanismos, cada uno tiene el suyo. En este caso encontré un equilibrio entre tres formas clásicas: el ensayo, la crónica propia del periodismo narrativo y la cita, que es un arte en sí mismo, el arte del collage.

La ciudad habla a través del libro y la cita le da una cadencia esencial para la legibilidad del libro

P. Y usas casi como leitmotiv de estructura.

R. Y es un modo de que la ciudad hable y de que el libro sea polifónico. La ciudad habla a través del libro y la cita le da una cadencia esencial para la legibilidad del libro, para leerlo al ritmo en que uno camina, que el libro fuera atlético y creo que lo consigo gracias a alternar fragmentos escritos por mi y fragmentos de hemeroteca y biblioteca relacionados con lo urbano.

P. Y las citas en un ensayo sobre este tema son inevitables porque los pasajes hablan al contener un alud de referencias brutal.

R. Sin duda, y además hay que ser modesto, porque si quieres escribir un buen libro sobre Barcelona debes saber que perteneces a una larga tradición de personas obsesionadas con cosneguir que la ciudad hable. En un momento del libro abro el espectro de Josep Pla a Italo Calvino porque quiero que este libro sobre Barcelona sea un libro sobre cualquier ciudad, por eso el gran modelo del libro es Las ciudades invisibles de Calvino, una gran guía para viajar a cualquier ciudad del mundo.

P. Al pensar en pasajes es inevitable recordar a Walter Benjamin. Desde el principio del libro haces una declaración de intenciones: Benjamin está presente, pero el libro es de Jorge Carrión.

R. Por supuesto. Me fascina la palabra epígono porque significa el que sigue la rueda de otro. Benjamin es un maestro, sigo sus huellas- como sigo las de Sebald, Chatwin o Juan Goytisolo-, pero para mi Benjamin y cualquier maestro es un gran punto de partida, pero no de llegada. Leí Los pasajes de Benjamin en dos viajes a Melbourne. Parto de Benjamin, pero mi punto de llegada es otro, aunque la última cita por deferencia se la dedico cuando en unos de sus relatos menciona a Barcelona.

P. Y en Benjamin está otra esencia del libro que es lo inacabado.

R. Nunca sabremos cómo habría terminado ese libro de no morir Benjamin. Nunca lo sabremos. En sus anotaciones dice que quiere dejar hablar a los otros y no intervenir, pero estamos en un contexto muy determinado que es el del Surrealismo, el Cubismo, el collage y el cine soviético y sus ideas de montaje. No es nuestro contexto.

P. Tiene sentido que esté incompleto.

R. Es muy importante que un escritor respete y conozca la tradición a fondo, pero que también intuya cómo es su contexto histórico, sobre todo para establecer un puente entre este y la tradición. En mi libro no es tan importante la biblioteca, lo es más Google Books y las hemerotecas online. Nuestras condiciones históricas y vitales son diferentes.

P. Si en Benjamin está la fragmentación cubista, uno podría haberse imaginado en nuestro tiempo una fragmentación basada en las búsquedas de Google, una especie de secuencia de enlaces a partir de tus referencias.

R. Al final del libro incluyo fotografías y mapas en deferencia al lector que no usa GPS o Google Maps, pero ese otro lector puede estar todo el rato buscando en Internet.

P. En realidad llevamos todo el rato hablando del libro de libros. A veces pienso que en nuestra época los ensayos deberían pensarse casi como una especie de enlace de enlaces.

R. En ese sentido mi libro tiene una particularidad: la mayor parte de su contenido no está en Internet. Si pones pasaje en Google lo primero que sale remite a billetes de avión y si buscas información sobre pasajes te salen fotografías de pisos. No es fácil dar con esa información.

P. A partir de esa criba de información reivindicas el valor auténtico del libro y muestras que no todo está en Internet. Es el valor humano de la búsqueda.

R. La autoría está ahí. En la selección, en la artesanía, en crear vínculos, en el estilo, en la estructura y en todos los elementos del libro que configuran su constelación. Fui a los sitios, sin esa presencia física, sin pasear no se podía escribir este ensayo.

Quedo con Jorge Carrión (Tarragona, 1976) en la salida del metro de Llacuna. Esta semana publica 'Barcelona. Libro de los pasajes' en Galaxia Gutenberg y aprovechamos para recorrer parte del entramado de este tipo de pasos entre dos calles que atiborran Barcelona aunque nadie se fije mucho en ellos.

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