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Menudeo, navajazos y carne de presidio: 'Criando ratas', la resurrección del 'quinqui'
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Menudeo, navajazos y carne de presidio: 'Criando ratas', la resurrección del 'quinqui'

Con 5.000 euros de presupuesto y un protagonista que a mitad del rodaje ingresó en prisión, Salado revitaliza el género que dio la fama a 'el Pirri', 'el Torete' o 'el Vaquilla'

Foto: Ramón Guerrero es 'el Cristo'
Ramón Guerrero es 'el Cristo'

"¿Quién nos sacará de esta ruina, hermano? ¿Quién nos salvará?”, pregunta 'el Pistolica', sentado al atardecer sobre los escombros de un descampado. “No comprendo. Tanta mierda… para sacarnos 10 euros. Qué asco de vida, te lo juro. Amargamiento a tope, te lo juro, estoy amargao. No puedo vivir, no tengo dinero para salir de allí. Todo el día de pelea, tanta historia y tanta mierda, ¿'pa' qué?". El 'Pistolica' habla como un hombre cansado y derrotado, aunque no levante del suelo ni metro y medio porque todavía no ha cumplido los 13 años. En su barrio todos acaban siendo como 'el Cristo', que ha pasado sus veintipico años de vida de aquí para allá, trapicheando, robándole la bisutería a su madre para poder pagarse un pico, echando el día en el bar y pasando de su hija pequeña, porque para él, "los hijos son de las madres".

Hace 30 años que el cine español fue testigo de las correrías de José Luis Fernández 'El Pirri' y José Luis Manzano por las calles Madrid, esas vías de los niños perdidos de la Transición por domde corría libre la heroína y los suburbios se recosían a navajazos por un premio de medio pico. El cine 'quinqui' también se metió, primero en las barriadas del trapicheo y luego en la gran pantalla de mano de directores como Eloy de la Iglesia, José Antonio de la Loma o Carlos Saura. En 1987, 'El pico' de De la Iglesia arrastró a las salas de toda España a más de un millón de espectadores -225 millones de pesetas de la época, todo un 'bombazo'- antes de que 'el caballo' arrastrarse a Manzano, a 'el Pirri' y a alguno más a una tumba prematura.

'Criando ratas', la película completa

Con ellos murió el cine 'quinqui', un género que creció al albor de la España de la Transición y que a mediados de los 90 desapareció para no dejar rastro. Actores no profesionales, ex presidiarios, enganchados, luz natural, historias semi biográficas, argot callejero... la realidad se entremezclaba con la ficción para retratar los bajos fondos de la gran ciudad, focos de perdición a base de jeringuillas y papelinas. Tres décadas después, el 'speed' ha tumbado a la heroína, los camellos son cada vez más jóvenes y han abandonado el centro para hacerse fuertes en los suburbios. Y Carlos Salado, poco después de terminar sus estudios de cine en la Ciudad de la luz de Alicante -que siguen quebrados y sin encontrar dueño-, cogió su cámara de vídeo, se sumergió durante varios años en los arrabales de la Colonia Requena y las 'Mil viviendas' de la ciudad levantina y resucitó con una peliculita de bajo -casi nulo- presupuesto un género que parecía enterrado.

'Criando ratas' -que ya puede verse íntegra en Youtube- es un viaje de un día alrededor de la vida de 'Cristo' (Ramón Guerrero), un joven 'que se busca la vida estafando, robando y trapicheando para pagar una deuda contraída con un tipo peligroso y, de paso, para costearse la droga suficiente para pasarse el día colgado. Y como en el cine 'quinqui' original, la línea entre persona y personaje es difusa: el rodaje tuvo que parar durante 10 meses porque Ramón entró en la prisión de Fontcalent, condenado por tráfico de drogas. Hoy, Ramón está convencido de que no volverá a pisar la cárcel, de que está reformado y de que es una persona completamente nueva después de la experiencia.

"Ramón tiene y no tiene que ver con su personaje", explica Salado, director, guionista, músico, director de foto y montador de 'Criando ratas'; un 'Juan Palomo' en toda regla. "Ramón ha vivido el mundo de la calle desde la cuna, y mejor que él no sabe nadie lo que allí ocurre. Desde pequeño se ha dedicado al menudeo y a hacer trajines, pero 'el Cristo' es un personaje mucho más apocalíptico. Es sublime. 'El Cristo' al final es un personaje, y todo lo que ha hecho 'el Cristo' no lo ha hecho Ramón, pero tiene muchas experiencias en su entorno de gente que sí. Ha representado en la pantalla experiencias que él no ha vivido, pero que sí ha presenciado", explica el joven realizador alicantino.

A Ramón, el cineasta lo conocía de vista desde los 13 ó 14 años, "como medio Alicante, porque era un chiquillo que resaltaba mucho, que tenía mucho carisma", explica Salado. "Ya de mayor, cuando decidí hacer una película 'quinqui', pensé en él como epicentro de la película, por lo que tiene él innato, que no tiene mucha gente". A través de él, conocemos una "problemática social que existe, que está a la vuelta de la esquina y a la que mucha gente le da la espalda, porque no quiere verla". Muchos de los actores han estado en la cárcel y, si no, conocen a alguien cercano que sí ha pasado por chirona. Muchos de los adolescentes que aparecen provienen de familias desestructuradas y de bajo nivel adquisitivo, y formar parte de la maquinaria del tráfico de estupefacientes desde muy jóvenes les permite ganarse un dinero, pero también les condena a la exclusión y a la dependencia. "Me interesaba reflejar que esto es como una pirámide, como un árbol que tiene raíces y empieza desde abajo. Mostrar un poquito todas las etapas", reflexiona el director. Luego viene el consumo. Y luego el enganche.

Desde los 80, "el entorno ha cambiado; de una España en la que no había inmigrantes, ahora hay más multiculturalidad, más tecnologías, y los barrios periféricos están integrados en el casco urbano", analiza Salado. Lo que no ha cambiado son los "clichés que debe cumplir el género 'neoquinqui' para respetar al género 'quinqui' de antaño". Y estos clichés, Salado los ha respetado tanto dentro como fuera de la pantalla.

Unos 5.000 euros de presupuesto y un rodaje en el que era imposible seguir un plan convencional porque nunca se podía predecir nada: actores que no aparecen, localizaciones que no se pueden usar, el protagonista en la cárcel... Ni Terry Gilliam. "Al final era una obra sin ánimo de lucro, pasional, artística y social, una experiencia y un experimento", afirma el realizador. 'Criando ratas' ha sido un proyecto a contracorriente, "la antítesis del cine convencional", con "constantes inconvenientes y barreras".

De los seis años que ha dedicado Salado a sacar adelante el proyecto -rodó en 2011 y estrenó el pasado noviembre en La Casa Encendida-, "el proceso de investigación y documentación que es lo que más ha durado. Creo que para ser realista, tienes que saber de lo que estás hablando y debes convivir con gente de la calle, escuchar sus historias, sus vivencias, sus idas y venidas dentro y fuera de la cárcel". Con actores sin apenas dirección -"antes de rodar las escenas hablábamos durante unos cuarenta minutos"-, y de los que aprovecha "el argot, la manera de hablar, la manera de expresarse" en los diálogos improvisados, Salado equipara en este sentido al cine 'neoquinqui' con "el 'dogma', la Nouvelle Vague o el Neorrealismo italiano".

Antes del estreno de la película en Madrid, Salado organizó un pase exclusivo para el equipo. Los propios actores, conocedores de la realidad retratada, fuente de inspiración del filme, eran el público al que primero había que convencer. "Ellos están encantados de que la película refleje ese mundo y se puedan sentir identificados. Fue un día lleno de emociones, porque son gente que ha esperado mucho, que ha sabido tener paciencia, que nunca ha dejado de creer en el proyecto y que se está viendo en la pantalla hacer un trabajo, a nuestros ojos, excelente"."Además, como artista, me encantaría que el arte trascendiera y llegase a todas las capas de la población. Y creo que está pasando así: el arte es mucho menos elitista que antes, con la digitalización de medios, la democratización, la posibilidad de que un chaval de la calle participe en una película o de que esté haciendo videoclips, ya que esta motivación es fundamental, porque tienen algo a lo que agarrarse, algo por lo que luchar".

"¿Quién nos sacará de esta ruina, hermano? ¿Quién nos salvará?”, pregunta 'el Pistolica', sentado al atardecer sobre los escombros de un descampado. “No comprendo. Tanta mierda… para sacarnos 10 euros. Qué asco de vida, te lo juro. Amargamiento a tope, te lo juro, estoy amargao. No puedo vivir, no tengo dinero para salir de allí. Todo el día de pelea, tanta historia y tanta mierda, ¿'pa' qué?". El 'Pistolica' habla como un hombre cansado y derrotado, aunque no levante del suelo ni metro y medio porque todavía no ha cumplido los 13 años. En su barrio todos acaban siendo como 'el Cristo', que ha pasado sus veintipico años de vida de aquí para allá, trapicheando, robándole la bisutería a su madre para poder pagarse un pico, echando el día en el bar y pasando de su hija pequeña, porque para él, "los hijos son de las madres".

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