'Nacido en Siria', siete niños para sacarle los colores a Europa
El documentalista argentino Hernán Zin ha seguido el éxodo de siete niños sirios que han huido de la guerra y buscan en Europa un nuevo futuro
"Al principio pensaba que el problema sólo era cruzar el mar. Pero ahora aquí me doy cuenta de que el problema es mucho mayor". 'Nacido en Siria' -se estrena el 12 de enero- es la historia de Hamude, Jihan, Gaseem, Mohammed, Marwan, Arasulí y Kais, caras visibles del éxodo de los refugiados de la guerra de Siria. Niños que, desde que salieron de un país destruido, han atravesado un mar en patera, han recorrido miles de kilómetros a pie, en tren, en autobús, han acabado en campos de refugiados en condiciones de hacinamiento e insalubridad, o acampados en estaciones de trenes, o en casas de acogida en el mejor de los casos. Un trabajo de campo sobre el gran reto que afronta la humanidad, hoy, ahora, cuando "millones de personas se ven obligadas a huir de la guerra, el terror y la violencia. Más que en cualquier momento de la Segunda Guerra Mundial", en palabras de la propia Angela Merkel.
El documentalista bonaerense Hernán Zin -que ha cubierto zonas conflictivas como El Congo y Somalia- estaba rodando un documental sobre la caza de elefantes en África cuando vio en la televisión las imagenes de Aylan, el niño sirio ahogado en una playa turca. "Al día siguiente ya estaba en Hungría, con la cámara", el principio de lo que sería un seguimiento de alrededor de un año de la odisea de 7 niños sirios a través de Europa, solos o con sus familias. "Al principio eran 20 historias, pero a algunos de los niños los fuimos perdiendo por el camino", se lamenta Zin.
"Esta película aspira a ser un puente", explica su director, "una medicina contra ese populismo rancio que está surgiendo con Trump, con el Brexit, con Marine Le Pen, con las políticas del este de Europa que buscan construir barreras y demonizar al otro". Según los datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), "un 30% de los refugiados son niños". "Aparte de seguir a los niños, yo quería hacer un reflejo de lo que ha sido la ruta que fuese también un documento histórico", mostrar no sólo el éxodo, sino también "las trabas burocráticas, la no reunificación familiar, los problemas que se encuentran para integrarse [aprender el idioma, conseguir un trabajo, alquilar un piso]" una vez llegan -los que llegan- a un país de acogida.
Los protagonistas
Marwan, 13 años
"¿Por qué no se quedan en Turquía o en el Líbano?", preguntan muchos. "Allí les explotan; Marwan, antes de poder subirse a la patera, estuvo un año trabajando explotado en un taller ilegal de ropa, para poder juntar el dinero", relata Zin.
Marwan llegó en patera a la isla de Lesbos (Grecia). Mientras la barcaza de plástico se arrima a la orilla, dos bañistas contemplan la escena. Allí, un cementerio de salvavidas, neumáticos y flotadores. Marwan viaja junto a su padre, su madre y sus hermanos. En total son seis personas. Recalan en Grecia después de haber pasado por Turquía, su primera destino después de abandonar Siria. "En la calle había dos coches. Vi cabezas cortadas dentro. Me asusté, fui a casa y cerré la puerta. Mi padre dijo: 'Vámonos a Turquía'. [...] Al principio pensé que el problema sólo era cruzar el mar, pero ahora no hay nadie que nos diga adónde ir".
Arasulí, 12 años
"Lo que más miedo me daba de la guerra era el Daesh". Al igual que Marwan, su primera etapa le llevó a Turquía. Con el objetivo de salir de allí, su familia ha tenido que pagar entre 4.800 y 5.800 euros a las mafias, para llegar a un campo de refugiados al que no dejan acceder a nadie más por estar lleno.
Dejan sus huellas en los controles. Peregrinan de un campamento a otro, buscando algún lugar donde poder quedarse. Mientras tanto, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, les pide: "Por favor, no vengáis. ¿Por qué tenéis que venir de Turquía a Europa?
Gaseem, 14 años
"Llevamos un mes sin ducharnos. Sin comida en buen estado. Hemos ido a varios hoteles pero no nos han aceptado porque somos sirios". Gaseem lleva semanas durmiendo en una estación de trenes en Budapest (Hungría). Procede de Daraa, pero sus padres se han quedado en Damasco para no dejar solos a sus abuelos. "Dejé Daraa porque tiraban bombas, barriles, cloro tóxico sobre nuestras casas. Mataron a mi primo y a mi tío. Han destrozado mi casa y aquí estamos mal; es como si fuera una cárcel".
Jihan, 15 años
"He venido con mi padre. Dejé a mi madre y a mis hermanos en Líbano porque no teníamos dinero para traerlos". Jihan vivía en una zona kurda, en Al Ashrafieh. Salió de Siria hace cuatro años con destino a Líbano. "Tanto el régimen [de Bashar Al-Assad] como el Ejército Libre estaban en nuestra contra".
En el momento del documental, ella y su padre están en Berlín. Jihan habla en inglés con la abogada; intentan conseguir los papeles que les permitan residir en Alemania y traerse al resto de su familia desde Líbano. Hace tiempo que no ve a su madre de otra forma que no sea a través de la pantalla de su móvil. Va a clases de kick-boxing para sacar todo lo que tiene dentro.
Kais, 10 años
"Estaba volviendo del trabajo cuando me paré a comprar y un avión me bombardeó". Kais está refugiado en Kilis, una ciudad turca en la frontera con siria, a menos de 70 kilómetros de Alepo. "Me destrozaron las piernas, los brazos, la cabeza y los ojos".
No recuerda nada de lo que siguió al momento de la explosión. No sabe que su padre ha muerto. Cuando despertó, estaba junto a su tío, que le ha llevado a Turquía para poder tratarse de las quemaduras y heridas que cubren su cara y su cuerpo. Su mano izquierda ha quedado completamente inservible. Pasa el rato jugando en la calle con sus primos.
Hamude, 8 años
"Mi tío se llama Mahmud. Tiene 22 años. Viajamos solos. Mis padres están muertos". Hamude y Mahmud forman parte de los refugiados que pudieron pasar la frontera de Hungría y cruzar a Austria, para luego pasar a Alemania. "En Hungría nos trataron muy mal. No nos dieron comida ni ropa. Nos pusieron en un 'zoo'. En Austria nos tratan mejor y nos dan comida", cuenta Hamude mientras juega con un patinete, que pronto le robarán. A Mahmud le ha tocado ser 'padre' con 22 años, buscar un futuro, un trabajo, una casa en Alemania, sin saber el idioma.
Hacer amigos alemanes es complicado si no hablas alemán. "Es difícil, pero lo estoy aprendiendo", explica. Y lo demuestra durante una conversación en un tren de camino a ver a su hermano pequeño, al que los servicios sociales habían separado de su otro tío por pensar que éste último lo maltrataba. Mahmud y Hamude esperan que pueda acabar viviendo con ellos.
Mohammed, 13 años
"Por la mañana me levanto y me lavo los dientes. Después hacemos cola para comer. Luego jugamos con los niños y volvemos para comer de nuevo. Y así pasamos el tiempo". Mohammed ha llegado con su padre y uno de sus hermanos al campo de refugiados de Idomeni, en Grecia, el "campo de la vergüenza" en el que se hacinaban más de 8000 sirios e iraquíes hasta que le desmantelaron el pasado mayo.
Su madre está en Alemania, esperándoles. Sin embargo, en el caso de que lleguen, antes tendrán que pasar por Atenas, conseguir un visado que les permita atravesar Europa y reunirse con su madre. Con todas sus pertenencias a cuestas, a ratos a pie, a ratos en bus, sin apenas dinero para comer, sin conocer el griego, chapurreando algunas palabras de alemán. Sin tener un techo bajo el que pasar la noche.
Volver a los valores europeos
"En el derecho internacional el refugiado tiene derecho a huir y a buscar acogida donde pueda", sentencia Hernán Zin. "Y nadie se va porque quiere; el árabe suele ser una persona muy apegada a la familia, a su tierra. sólo hay que ver que el éxodo ha comenzado a los cuatro años después de empezar la guerra y que en Alepo las familias han aguantado todo lo que han podido, hasta que ha caído una bomba en la casa de al lado o en su propia casa". Sin embargo, la acogida por parte de los mismos "países que hace 50 años también sufrían migraciones", ha sido "muy diferente" a la que los refugiados esperaban.
"Angela Merkel ha sido una lideresa muy valiente y ha sabido estar a la altura de los valores europeos, pero hay que hacer las cosas bien". "Somos un continente fuerte, rico y desarrollado, con la suficiente capacidad como para prevenir atentados y hay que aceptar lo que implica esto", argumenta el documentalista. "Cuando uno elige una opción, ésta viene con lo bueno y lo malo y cuando hay problemas se tienen que asumir igual. Ahora que hay atentados, Angela Merkel no niega que el millón de personas que ha venido lo haga con buena voluntad, y no se puede ser tan infantil de ahora echárselo en cara, cuando ha sido la única líder que ha estado a la altura de los valores que la Unión Europea representan para el mundo, mientras otros han usado esto como rédito político. Esto es un fenómeno imparable y quien quiera vender otra cosa es un mentiroso. En un mundo globalizado estamos todos en el mismo barco".
Como ejemplo de integración, Zin señala a Canadá. "La ONU hace poco ha reconocido a Canadá como un gran país de acogida; en los propios barrios se organizan para acogerlos y ayudarlos. Se pueden hacer las cosas mejor", razona.
"Aparte, hay que ser inteligente. En un continente envejecido, o en un país como España en el que no hay dinero en la caja de las pensiones, necesitamos sangre nueva también. Seamos listos. Después de la crisis sólo se pueden perseguir las ideas de progreso, porque ningún país ha crecido sin integración. Es una oportunidad, no lo veamos como una amenaza. Ojalá la gente de a pie, la gente de buena voluntad, reaccione".
*'Nacido en Siria', nominado en la próxima edición de los premios Goya.
"Al principio pensaba que el problema sólo era cruzar el mar. Pero ahora aquí me doy cuenta de que el problema es mucho mayor". 'Nacido en Siria' -se estrena el 12 de enero- es la historia de Hamude, Jihan, Gaseem, Mohammed, Marwan, Arasulí y Kais, caras visibles del éxodo de los refugiados de la guerra de Siria. Niños que, desde que salieron de un país destruido, han atravesado un mar en patera, han recorrido miles de kilómetros a pie, en tren, en autobús, han acabado en campos de refugiados en condiciones de hacinamiento e insalubridad, o acampados en estaciones de trenes, o en casas de acogida en el mejor de los casos. Un trabajo de campo sobre el gran reto que afronta la humanidad, hoy, ahora, cuando "millones de personas se ven obligadas a huir de la guerra, el terror y la violencia. Más que en cualquier momento de la Segunda Guerra Mundial", en palabras de la propia Angela Merkel.
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