Acoso y derribo: la mujer treintañera española ya no puede más
La protagonista de 'María y los demás' representa ese arquetipo de mujer urbana moderna, a caballo entre una juventud dilatada y una tradición remanente
"Es ese momento en el que tú te tienes que separar necesariamente de esa especie de idea romántica que tienes sobre ti mismo". Así lo describía Noah Baumbach en una entrevista sobre 'Frances Ha' (2012), la película protagonizada por Greta Gerwig en el papel de una joven bailarina neoyorquina que se acerca a la treintena y que se ve inevitablemente catapultada hacia la vida adulta cuando su compañera de piso decide irse a vivir con su novio. Es esa etapa alrededor de los treinta años, cuando ese ente abstracto -llamado sociedad, convención, cultura o lo que sea- decide que ya es hora de poner punto final al tiempo de calentamiento, al ensayo general, y que a partir de ahora todo ha de cobrar un sentido de irreversibilidad absoluta.
Hay que ponerse serios; ya es hora de coger el rifle y liarse a tiros con los pájaros de la cabeza. Es el momento que decidirá cuáles serán tus prioridades en la vida, qué tipo de profesional serás, qué tipo de anciano, si tendrás plan de pensiones, si serás inquilino o propietario, si habrás sentido que algo merece la pena o que todo ha sido un cúmulo de casualidades que han pasado por accidente. Una encrucijada que, útero mediante, se vuelve todavía más imbricada: lidiar con esa pregunta tipo test, de sí o no a la maternidad. Y cuándo.
Ha nacido un nuevo arquetipo: la treintañera europea de la ciudad del siglo XXI. Como María (Bárbara Lennie) -la protagonista de 'María y los demás', la ópera prima de Nely Reguera, que se estrena el 7 de diciembre-, que es como Frances Ha pero a la española. A ella de pequeña le prometieron que podría ser lo que quisiera y ahora se encuentra en un limbo grisáceo confuso pensando en, efectivamente, qué narices es lo que quiere ser.
Su hermano mayor, el aventurero, trabaja en un restaurante en Londres, aspirando a convertirse en chef, y con una novia inglesa en una relación sin formalizar. Su hermano pequeño ha optado por el pack tradicional de boda y bebé. Incluso su padre ha decidido rehacer su vida y ya no hay espacio en la casa familiar para ella. Sus amigas ya empiezan a casarse y tener hijos, se han pasado al vino tinto y fumar ya no es 'cool' y a María nadie le ha pasado la circular. Y a ella, que siempre ha creído que está bien como está, de repente le empieza a pesar la treintena, en un acto de refracción de las miradas del entorno. Alguien se está quedando rezagada. Ayer a medianoche eras demasiado joven para ser madre y has amanecido con el arroz casi pasado. Y todo el mundo parece tener la clave y regalar consejos que tú no has pedido.
Para este nuevo arquetipo de treintañera, ayer a medianoche eras demasiado joven para ser madre y has amanecido con el arroz casi pasado
María es un personaje que podría protagonizar las tiras cómicas de Moderna de Pueblo, que si tanto éxito tienen, es por la identificación que consiguen con un sector de la población que se siente acosado por un lado por el bombardeo de la idea de maternidad -sólo hay que ver la repercusión que tuvo la viñeta de la dibujante Raquel Córcoles sobre el acoso de Clear Blue y sus test de embarazo- a la vez que se siente bombardeada por una publicidad que machaca con los clichés habitualmente asociados a la juventud.
Éste es un arquetipo nacido en la cuna de la abundancia, del "España va bien", de haber seguido ya a varias generaciones de mujeres que habían accedido al mercado laboral y que lo compatibilizaban con la construcción de una familia. Pero también de la generación que no ha podido emanciparse económicamente de sus padres hasta tarde y que ha estirado lo más posible la vida de estudiante, retrasando el salto a la adultez responsable.
Da igual Frances, o la Aura de 'Tiny Furniture' -el segundo largometraje escrito, dirigido y protagonizado por Lena Dunham, la musa de las treintañeras urbanas-, o María. Todas ellas son, con sus matices, una única persona, esa mujer que nació a mitad o a finales de los años 80, europea, urbana, con aspiraciones y a la que le han cambiado las reglas de juego en mitad de la partida. Esa treinteañera que se ha quedado sin periodo de adaptación, rodeada de mensajes contradictorios y confusos por parte de la opinión pública y que comparte piso -o como en el caso de María, todavía vive en casa de sus padres- y a la que independizarse y 'sentar la cabeza', hasta esta mañana, le quedaba todavía lejos en el horizonte.
Algunos la han bautizado como Generación 'montaña rusa' por sus constantes bandazos buscando una dirección concreta
María es la versión castiza de la Hannah de 'Girls' -también salida de la factoría de treintañeras Dunham-, que se debate entre un trabajo que le gusta pero que no le acaba de realizar -y siente que es su última bala en la recámara- y la idea de formar -incluso si es a marchas forzadas y artificialmente- una familia propia. Algunos la han bautizado como Generación 'montaña rusa' por sus constantes bandazos buscando una dirección concreta. María se compara constantemente con otras treintañeras de su entorno para intentar encontrar, al menos, los márgenes de la carretera. ¿Cuántas de sus amigas tienen una relación de pareja estable? ¿Qué edad tiene esta joven escritora que ha triunfado, como a mí me gustaría?
La nueva generación de treitañeras que retratan Reguera, Dunham o Baumbach son una especie de híbrido que se debate entre una biología que marca los tiempos y una coyuntura socioeconómica que desdibuja los plazos. Dos fuerzas que empujan en sentidos opuestos. En este desorden vital en el que no existe un patrón de conducta ortodoxo, estas treintañeras se encuentran en la intersección entre una juventud forzosamente dilatada -con un trabajo precario no hay independencia, sin independencia no puede dar comienzo la etapa adulta- y la necesidad de triunfar según los cánones de los remanentes de las viejas tradiciones. María, Frances y Aura se sienten hoy exactamente igual que ayer, pero la percepción que el entorno tiene de ellas va perforando poco a poco, como la aguja de una rueca, esa imagen -o las certezas- que ellas habían construido sobre su persona. La mujer treintañera ya no puede más.
Los nuevos protocolos oficiosos pivotan alrededor de la madurez y la responsabilidad, y son no cambiar excesivamente de trabajo, ni de pareja
Tanto el personaje de Lennie, como el de Gerwig o el de Dunham representan ese choque frontal de la con la frontera de la adultez, que a falta de rituales oficiales se rige por pequeños protocolos oficiosos cuyo significado establecido pivota alrededor de los conceptos de madurez, responsabilidad, realismo: no cambiar excesivamente de trabajo, ni de pareja, ni de dirección postal. No cambiar nada para empezar a cambiar, en definitiva.
"Es ese momento en el que tú te tienes que separar necesariamente de esa especie de idea romántica que tienes sobre ti mismo". Así lo describía Noah Baumbach en una entrevista sobre 'Frances Ha' (2012), la película protagonizada por Greta Gerwig en el papel de una joven bailarina neoyorquina que se acerca a la treintena y que se ve inevitablemente catapultada hacia la vida adulta cuando su compañera de piso decide irse a vivir con su novio. Es esa etapa alrededor de los treinta años, cuando ese ente abstracto -llamado sociedad, convención, cultura o lo que sea- decide que ya es hora de poner punto final al tiempo de calentamiento, al ensayo general, y que a partir de ahora todo ha de cobrar un sentido de irreversibilidad absoluta.