Almudena Cid, el salto olímpico de la gimnasia al teatro
La gimnasta rítmica que estuvo en cuatro finales olímpicas deja ahora paso a la actriz. Debuta este fin de semana a las órdenes de Sergio Peris-Mencheta en 'La Cocina'
El 23 de agosto de 2008, tras 90 segundos de ejercicio y acompañada de una cinta blanca y rosa que llevaba inscritos los cuatro Juegos Olímpicos que había disputado, Almudena Cid (Vitoria, 1980) besó por última vez el tapiz de una competición oficial. Las notas de 'Nessun dorma', el aria de 'Turandot', abrazaron la emocionate despedida de una de las mejores gimnastas rítmica de nuestra historia y la única que ha estado en cuatro finales olímpicas: Atlanta 1996, Sidney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008.
Sin embargo, el aria de la ópera de Puccini también se convirtió en la banda sonora del abismo que se abría ante ella tras dejar el deporte de élite. Con 28 años Almudena Cid sintió lo que es vivir "una jubilación anticipada". "Yo he vivido la de mi padre y es parecido. Es un sentimiento que tenemos todos los deportistas cuando abandonamos el deporte o el deporte nos abandona a nosotros por una lesión, por ejemplo. Es saber que en lo que eres bueno y competente te lo quitas o te lo quitan de golpe. Y, de repente, tienes un sentimiento que es el abismo. Sientes que ya no vales. Caes, porque tienes que caer y pasar por eso, pero después tienes que decir: 'vale, con esto que he hecho antes, ¿qué puedo hacer?".
Sus ojos se inundan de unas lágrimas que mantiene a raya cuando prosigue, porque lo que ha descubierto Cid es que tiene mucho donde volcar todo lo que aprendió en su carrera deportiva. "Me he encontrado que tengo tantas cosas donde aplicarlo. Desde la puntualidad al compromiso, el ir a favor de obra, no poner problemas, no quejarte, escuchar a los demás, escuchar tu ego y saber que el otro también es como yo. Ahora estoy pisando una tarima pero es igual que cuando lo hacía como Almudena Cid España. Son las mismas sensaciones. La verdad es que estoy constantemente haciendo flashbacks", añade. Ese ahora es el teatro. Cid descubrió que la interpretación era el lugar donde trasladar lo que era. Tras algunas apariciones en capítulos de series como 'Un paso adelante' o 'Frágiles' y varios cortos, su primer trabajo de envergadura ha llegado encima de las tablas. Ayer estrenó 'La Cocina', la obra de Arnold Wesker que dirige Sergio Peris-Mencheta, en la que comparte escenario con otros 25 actores. Hasta el 30 de diciembre da vida sobre las tablas del Teatro Valle-Inclán a Molly, una joven camarera londinense del restaurante Marango's envuelta en un bucle del que no sabe salir.
Almudena Cid está exultante con su debut. Se emociona, ríe, te coge de la mano, la aprieta y habla pletórica de esta nueva faceta. "Espérame cuando acabe la función para decirme qué te ha parecido", le pide a una amiga. Confiesa, dos días antes del estreno, que no tiene muchos nervios. Por un lado, dice, cree que está siendo un poco inconsciente y, por otro, le da seguridad aplicar la disciplina heredada de la gimnasia a la interpretación. Porque, en el fondo, Cid ha encontrado muchas semejanzas entre ambos mundos. "He tenido la suerte de haber entrado en un proyecto que tiene características parecidas al alto rendimiento. Para mí, Sergio ha sido como el entrenador soviético: hacer y hacer, y te tienes que adaptar y no rechistar. No había tiempo para eso. La verdad es que ha sido muy parecido y me he sentido muy identificada con todo lo que ocurría. La disciplina es tan familiar. No solo el trabajo corporal, aunque hay cosas como la voz que he tenido que trabajar más a fondo, pero es verdad que en el teatro hay mucho de alto rendimiento. Es muy parecido", cuenta a El Confidencial.
La mayor diferencia es que antes solo tenía 90 segundos para defender su trabajo y estaba ella sola, con toda responsabilidad que suponía para lo bueno y para lo mano. Ahora se siente arropada por sus compañeros. "En el tapiz hay mucho de teatro, pero la conexión es distinta. Tienes que demostrar una música dramática y expresarla pero desde el control, desde el pensamiento. En el teatro no es así. Hay un control y un trabajo previo, pero cuando te metes en el personaje eres libre, y eso yo no lo era en el tapiz. Lo eres cuando terminan los 90 segundos, te levantas y te aplauden", explica. El silencio es otra de las cosas que asegura que más le va a impactar acostumbrada a la música, los gritos y el jolgorio de las competiciones de gimnasia rítmica.
Este primer papel de relevancia de Almudena Cid no es cualquier cosa. 'La Cocina' es una de las grandes producciones del año. Basta decir que cuenta con 26 actores en el escenario, algo impensable en estos tiempos de crisis e IVA que han hecho que el sector haya visto cómo iba cayendo el número de espectadores y de espectáculos. Además, es una obra muy coral donde todos los personajes tienen mucho peso. La propuesta de formar parte de este elenco formado por actores como Silvia Abascal, Roberto Álvarez, Alejo Sauras, Diana Palazón, Marta Solaz o Carmen del Valle le llegó en el coche de camino a Vitoria. Vio la llamada, puso el manos libres y escuchó: "Almu, te quiero en la obra". "Me tuve que salir en la siguiente salida para analizarlo", reconoce entre risas. Después supo por Whatsapp que iba a dar vida a Molly. "Hay algo de ella que vio en mí. Creo que es esa inocencia y ese carácter, esa bipolaridad, porque es una chica muy dulce e inocente pero con una parte dura". Aun así, no sabe por qué la eligió Peris-Mencheta. "Nunca lo he sabido y no se lo he preguntado", dice de un director que confiesa en las entrevistas, porque "me da vergüenza decírselo a la cara", admira profundamente.
Sabe que va a ser juzgada y que le acompañará eso de 'ahora esta quiere ser actriz', pero garantiza que no le importa en absoluto porque la interpretación es mucho más para ella que un puñado de opiniones. Lleva cuatro años formándose en cursos y, sobre todo, ha encontrado en esta profesión el lugar para demostrar algo en lo que cree fielmente: el reciclaje. Ya lo hizo en la gimnasia rítmica. Lo normal era retirarse con 20 años y ella demostró que se podía seguir casi una década más. Ahora este salto teatral es la forma de demostrar y creer "en esas personas que tienen la capacidad de trasladar eso que les ha hecho fuertes a otro lugar". "Con mi acción y mi posibilidad de luchar por mi sueño, que se hace realidad este viernes, creo en alimentar la ilusión y la autoestima de la gente que deja una profesión, como son los deportistas, y que sepan que pueden reciclarla en otra".
El problema, prosigue, es el vacío existente en el deporte tras la retirada. El mismo que sintió ella con tan solo 28 años. "Hay un miedo evidente al desamparo del deportista", analiza. El programa PROAD trabaja para subsanarlo, pero reconoce que queda mucho por hacer. "Nosotros empezamos a recibir una beca a nuestro trabajo a partir del resultado, pero cuando dices públicamente que lo dejas, como hice yo en 2008, automáticamente dejas de recibirla. Por eso, muchos deportistas alargan ese año para poder cobrar lo que les corresponde. Para mí era más importante poder despedirme de mi público. Esa imagen [besando el tapiz] no hubiese existido si hubiese habido un miedo a no tener un sueldo después. Creo que el deportista tiene que tener derecho a decir lo dejo sin miedo a quedarse sin un sueldo y quedarse solo", analiza. Ella optó por ahorrar un poco de dinero sabiendo que los dos años que le venían por delante no iban a ser fáciles. Los deportistas no tienen paro, así que decidió darse de alta en autónomos en 2005. "Estaba entre las 10 mejores gimnastas del mundo y no me importa decirlo, tenía una beca anual de 15.000 euros. Era mileurista. De ahí sacaba los 300 euros de la cuota de autónomos y vivía. Tenía la suerte de que tener algún patrocinador y ese fue el dinero que pude ir ahorrando".
"En una necesidad de entender mi paso por el deporte, me di cuenta de que cuando lo dejé me sentí muy vulnerable. Me volví a sentir la niña de 11 años y me di cuenta de que para aguantar en la élite tuve que ser alguien que yo no era. Tuve que ser fuerte cuando realmente quería llorar, tuve que ocultar lesiones para no debilitarme yo ni enriquecer al contrincante. Tuve que hacer tantas cosas para sobrevivir que necesitaba mostrar mis emociones o, al menos, sentirlas y sentir que existen, que no existe solo la Almudena Cid gimnasta. Existe la Almudena alegre, la que le encanta dramatizar sus historias, la que escribe cuentos...". Con esa necesidad de canalizar quién era, a punto de retirarse, la escritura se coló en su vida. Empezó a escribir 'Olympia', una serie de cuentos infantiles ilustrados por la también exgimnasta Montse Martín, en los que habla de su vida deportiva y da consejos a las niñas que ahora están pasando por algo muy parecido a lo que ella vivió. En 2004 comenzó la serie y este fin de semana ha presentado la última entrega, la novena: 'Olympia. Los Juegos Olímpicos de Atlanta' (Alfaguara).
Después apareció la Almudena actriz. Nunca dijo 'quiero ser actriz' sino que, cuando empezó a plantearse cómo volcar su experiencia en otro lugar, encontró que la interpretación le ayudaba a "entender la vida". "Creo que busqué la interpretación por una necesidad de entender las emociones y al ser humano porque estuve en un mundo en el que tuve que sobrevivir sin entender por qué la gente era así o por qué la estructura del deporte es piramidal y no de otra manera. Yo no concibo el deporte con un jefe. Entiendo el deporte desde el deportista y el entrenador, y luego existen los demás. No al revés. Me empecé a cabrear un poco con el ser humano. El teatro y lo que me está dando entender a estos personajes tan complejos es recuperar la capacidad de empatía".
¿Y qué está aprendiendo? "Que el ser humano es complejo". Sí, reconoce, ya lo sabía porque el deporte de élite puede llegar a ser muy hostil, además de tremendamente competitivo, pero "creía que eso era mi mundo y es el mundo". "El poder haber vivido aquello tan intensamente y poder estar en el teatro me está dando la posibilidad hacer un mundo mejor o, al menos, hacer el mío mejor. El teatro me está ayudando a ordenar mi mundo, cómo concibo mi vida y cómo quiero ser", responde feliz. Sobre todo porque, a sus 36 años, Molly es la primera parada nada más. Después de 'La Cocina', rodará su primer largometraje: un pequeño papel en la ópera prima de Pablo Urkijo, 'Errementari'. Y lo que venga... porque el abismo quedó enterrado también en un aria de Puccini.
El 23 de agosto de 2008, tras 90 segundos de ejercicio y acompañada de una cinta blanca y rosa que llevaba inscritos los cuatro Juegos Olímpicos que había disputado, Almudena Cid (Vitoria, 1980) besó por última vez el tapiz de una competición oficial. Las notas de 'Nessun dorma', el aria de 'Turandot', abrazaron la emocionate despedida de una de las mejores gimnastas rítmica de nuestra historia y la única que ha estado en cuatro finales olímpicas: Atlanta 1996, Sidney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008.