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Pablo Messiez: "Me encantaría que la gente fuera al teatro como va a un concierto"
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entrevista con el director y dramaturgo

Pablo Messiez: "Me encantaría que la gente fuera al teatro como va a un concierto"

No le gustan las etiquetas, pero de la de director de moda no se puede desprender. Tiene tres obras en cartelera: la exitosa 'La piedra oscura', 'La distancia' y 'Todo el tiempo del mundo'. Así es su teatro

Foto: Pablo Messiez con su Premio Max por 'La piedra oscura' (Efe)
Pablo Messiez con su Premio Max por 'La piedra oscura' (Efe)

Da la impresión de que la varita del éxito, esa que determina lo que triunfa o no, viene de la mano de la diosa Fortuna, pero siempre es recomendable mirar más allá. Pablo Messiez (Buenos Aires, Argentina, 1974) es uno de los directores de moda del teatro español. A él no le gusta mucho esta etiqueta y puede que no le pongan cara porque el teatro no es muy de alfombras rojas y se tiene que pelear con uñas y dientes su espacio dentro de la cultura, pero este argentino afincado en España lleva más de dos décadas viviendo en un escenario. Ha trabajado con Daniel Veronese o con Claudio Tolcachir; Juan Carlos Gené y Ricardo Szuchmacher han sido sus maestros; empezó a actuar con 12 años y desde que llegó a España en 2008 es uno de nuestros directores y dramaturgos más emocionantes.

'La piedra oscura', Max mediante, fue su piedra de toque. Este potente drama que recrea las últimas horas de Rafael Rodríguez Rapún, uno de los últimos amores de Federico García Lorca, escrito por Alberto Conejero es el culpable de su gran éxito. La obra cierra este fin de semana, en el Teatro Galileo, una de sus múltiples reposiciones en la capital (un hecho cada vez más habitual pero no por ello menos insólito) y volverá de nuevo en enero y febrero. Además, se va a convertir en una película. Messiez también está con 'La distancia' en el Pavón Teatro Kamikaze (hasta el 13 de noviembre) y a final de mes estrena su obra más autobiográfica y personal: 'Todo el tiempo del mundo', en las Naves del Matadero (del 24 de noviembre al 18 de diciembre). Por si fuera poco, este mes también publica 'Las palabras de las obras' (Continta Me Tienes), un libro donde se reúnen sus obras dramáticas más destacadas y celebradas. Fortuna sí. Musas, también, pero, sobre todo, mucho trabajo.

P: ¿Le gusta lo de 'director de moda' o pesa?

R: No me gusta y no es que pese, pero me sorprende. Lo que ha pasado ahora es que han coincidido varios proyectos, que son de épocas distintas, y hay como una presencia de montajes míos en la cartelera. Hay tres. Pero yo no pienso en esos términos de 'director del momento o de moda'. Yo vengo trabajando desde hace 20 años y esto lo tomo como una muestra de afecto... cuando está dicho con amor (risas).

P: ¿Qué ha significado 'La piedra oscura' para Pablo Messiez?

R: Que me den este tipo de titulares del director de moda, por ejemplo. La verdad es que ha significado mucho reconocimiento y llegar a otro público. A nivel profesional, también me ha aportado un proceso alucinante de ensayos, conocer a unos actores [Daniel Grao y Nacho Sánchez] espectaculares, poder trabajar mano a mano con un autor vivo [Alberto Conejero]; poder armar equipo... Me ha dado muchas cosas y todas buenas.

'La piedra oscura'

P: Ahora está con 'La distancia', un montaje basado en la novela de su compatriota Samanta Schweblin que habla de las intoxicaciones con glifosato provocadas en la provincia argentina de Entre Ríos. ¿Qué le interesó del libro que fuera teatralizable?

R: La duda acerca de si podía serlo. La intriga y el desafío. Vi mucha complejidad narrativa y, a la vez, una intriga donde la información está manejada de un modo muy inteligente y delicado, y la forma de hablar del tema, que podía ser un panfleto y sin embargo se trata con una delicadeza asombrosa y abordando algo tan interesante y curioso como es el vínculo existente entre madres e hijos. También el hecho de que es un material que está en las antípodas de 'La piedra oscura'. Quería hacer un movimiento para no quedarme atrapado en la expectativa de seguir por una línea. Quería probar otras cosas.

P: La obra aborda un episodio grave de su país como fueron estos envenenamientos con pesticidas. ¿Qué le ha aportado a lo que sabía ya sobre lo que ocurrió?

R: Miedo y asombro. Lo conocía de oídas. Me informé más a raíz de la función y, al final, te queda mucha inquietud. Que pasen estas injusticias que se sostienen por lo que mueve el dinero me deja en un lugar de mucha incomodidad, con malestar. En la novela hay otra cosa muy potente: ella hace lo mismo que sucede. No nombra la cosa, como casi nadie porque no es algo que estuvo en las primeras planas, pero está ahí y genera malestar. Eso es lo que nos pasa. Creo que todos intuimos que acá está todo mal. Sin embargo, seguimos con la vida pero con ese bajo continuo de muertes sobre las que caminamos, y me parece muy potente como Schweblin lo toca.

P: Y, además, ahora estrena 'Todo el tiempo del mundo', que es bastante autobiográfica. Está inspirada en su abuelo, creo.

R: Quería hacer una obra sobre el tiempo y mi abuelo era un persona que adoraba y muy histriónico, era casi como un actor. Era zapatero de señoras. Tenía una zapatería en la que yo pasé mucho tiempo de mi infancia. Había un dato en su biografía que me interesaba para escribir una obra y me empecé a juntar con mi madre en mis viajes a Buenos Aires para armar esta mezcla de recuerdos de familia reelaborados que han dado lugar a esta obra sobre el tiempo y los recuerdos. El punto de partida de la obra es una idea que me inquieta mucho: si pasa algo en el mundo y las personas que lo vieron mueren y nadie lo recuerda ni habla de ello, ¿eso pasó? ¿Por qué podemos decir que pasó? El tiempo en la obra no es lineal. La función no se maneja con la lógica de causa y efecto sino que se empiezan a mezclar todos los tiempos y todos los recuerdos. Concretamente la anécdota es que cuando el zapatero va a cerrar, le llega gente siempre por casualidad y terminan contándole cosas acerca de él. Saben cosas sobre su pasado, sobre su futuro o incluso son familiares. Y él empieza a entrar en una crisis y le pide a su empleada que se quede con él porque necesita testigos para que eso exista. Ese es el punto de partida, y la verdad es que estoy muy contento.

'La distancia'

P: Estas obras funden ese teatro de memoria, no solo las historias de la familia que se van perdiendo sino también 'La piedra oscura' y, si me apura, 'La distancia', y teatro político. ¿Qué le parece ese tipo de teatro que cada vez se instaura más?

R: El teatro, aunque no sea conscientemente, siempre tiene que ver con la memoria. Primero porque es repetir un texto y una otra vez, es pasar un relato. Creo que cuando uno escribe trabaja con lo que conoce y, en realidad, eso es reelaborar historias. La memoria está siempre ahí aunque no sea el tema de la función, como 'La distancia' que no es el tema pero sí está la cosa de recordar. Y la condición política del teatro es inherente a su naturaleza. A mi me interesa que se piense y reflexione acerca de lo que políticamente mueve a toda una gente junta a hacer algo a la vez, que ya es un acto político, y me interesa menos cuando una idea termina siendo el contenido de la función. Hay funciones que me han encantado... y otras no tanto. Si yo lo que veo lo puedo leer en un periódico o verlo en la tele y da igual, no me interesa en el teatro. Si no hay un trabajo sobre lo teatral, sobre la presencia de ese cuerpo, la relación con el público y el espacio... Y, a veces, en el teatro político el discurso se come la experiencia teatral. En ese punto no me interesa. Tampoco me interesa que el teatro político se apropie de lo político. El teatro es político antes del teatro político porque lo es, porque es su naturaleza.

P: Con 'La piedra oscura' o con 'La distancia' estamos viendo también un fenómeno nada habitual en el teatro que cada vez se da más: las reposiciones. ¿Por qué cree que pasa?

R: Es complejo. Yo celebro que la vida de una función la marque el público. Eso es lo suyo. Pero que un teatro público reponga una función, cosa que nos pasó con 'La piedra oscura' y fue una alegría, personalmente no me parece lo mejor. Hay un presupuesto y me parecería más democrático o equitativo, mejor dicho, que se reparta el presupuesto y el espacio, porque no hay lugar para que todos trabajemos en un nacional. Hay un espacio pequeño y es muy difícil entrar. Creo que está bien facilitar que las funciones salgan, como hizo el CDN con 'La piedra oscura', sigan su recorrido y que la apuesta ya sea privada. Cuando la función tiene más vida... No sé, volver a ocupar programación y que no haya movimiento, es decir que el espacio del teatro público no sea realmente una olla y un semillero caliente, yo creo -y entiendo que debe ser difícil y es más barato reponer que hacer una producción- que no hay que pensar lo público como lo privado. Y reponer un éxito es un pensamiento del privado.

P: Con 18 años hizo su primera función. A sus 42, ¿qué queda del actor?

R: Quedan ganas de actuar, la verdad, y cuando puedo actúo. Acabo de volver de Palma con 'A-creedores' y seguro que algo haré. No me gusta autodirigirme, eso sí. Sí gusta mucho entrenar y dar clases, y ahí sigue muy viva la reflexión sobre la actuación. Además de que me viene muy bien haber pasado por ahí y seguir teniendo un vínculo directo con el entrenamiento de la actuación para dirigir.

P: Y en estas más de dos décadas, ¿cómo valora la situación teatral actualmente?

R: Me cuesta siempre, y es una putada porque para las entrevistas estaría mejor tener respuestas más sólidas, generalizar. Veo todo con un cierto 'extrañamiento' y no termino de capturar qué está pasando. Me salen más necesidades que dialectizar. Lo cierto y evidente es que hay mucha gente con muchas ganas de hacer cosas. Desde que yo llegué en 2008 a ahora se ha movido algo: hay más salas y propuestas, y eso es un hecho. Pero me cuesta incluso celebrarlo, porque esa glorificación del teatro... A mí me encanta el teatro, es lo único que hago y a lo que me dedico desde que me levanto hasta que me acuesto, pero no me parece más importante que otras cosas. Siento que a veces hay una mirada romántica que no le hace bien al teatro para nada, lo quita de su lugar inquietante. Lo separa y se mira de lejos, y después nadie va. Es difícil que vaya público al teatro y también es difícil ir al teatro y pasarlo bien. Son las dos cosas. El teatro es una experiencia de riesgo y, sin embargo, cuando una va y lo pasa bien, lo pasa tan bien que igual te cambia la vida y sigues volviendo para ver si vuelve a aparecer esa epifanía.

P: Decía Daniel Veronese en una entrevista de hace poco que "por fin el teatro ha dejado de depender de las subvenciones". ¿Está de acuerdo y cree que es bueno para el teatro?

R: Hay que ver el contexto... Depender de las subvenciones es una mierda, pero de acuerdo a los medios de producción que uno tenga va a poder imaginar unas cosas u otras. Uno trabaja con determinados materiales. Si no hubiera contado con el apoyo de la producción de 'Todo el tiempo del mundo', la función sería otra y me hubiera dado pena. Yo creo que el teatro es una actividad muy curiosa y misteriosa que algo tendrá cuando sigue ahí después de tantos años. Por eso creo que cualquier Gobierno serio, y no el que tenemos, se debería dedicar a pensar qué pasa ahí y a apoyar ese espacio tan misterioso. No hay nada malo en una subvención. Dejemos esas ideas, como la del cine que está subvencionado... que me da una furia. Me parece que vivimos repitiendo cosas que escuchamos -no digamos ya en el mundo Facebook y Twitter- y hay una irresponsabilidad del lenguaje que termina creando unas realidades que no son. Es una pena. Así que creo que no hay que depender de las subvenciones pero tienen que estar ahí las necesarias como para poder ayudar a una actividad que lo necesita.

P: O que posibiliten asumir riesgos para que no todo busque lo comercial.

R: Por supuesto. El teatro básicamente piensa cómo vivimos. Peter Brook dice que es laboratorio de vida. Cómo no va a ser importante pensarse, si es todo tan raro. Por eso, es una actividad que habría que apoyar un poquito y, sin embargo, con el teatro se pasa del romanticismo al desprecio, no, a la ignorancia y diabolizar la subvención no es bueno. Entiendo a lo que se refiere Daniel porque había salas que necesitaban tantos estrenos para obtener una subvención. Digamos que la lógica del dinero marcaba la de la producción artística y eso se imposible porque son dos mundos distintos, morían obras antes de tiempo y era una encrucijada horrorosa.

P: También ha dirigido danza y creo que ahora la espinita que se quiere sacar es la zarzuela.

R: Sí. La música creo que genera algo... Me encantaría que la gente fuera al teatro como a un concierto. Es bastante imposible, pero que no sea solo la palabra y el sentido de la palabra lo que uno vaya a buscar sino lo que pasa con los otros sentidos: lo que uno ve, lo que escucha y el impacto emocional. Uno escucha una sinfonía y no quiere decir nada, es una cosa totalmente emocional. Y el teatro, cuando sucede, es bastante parecido. Hace mucho que quiero hacer algo musical y el mundo de la zarzuela es muy rico y hay mucho para investigar. Me sorprende mucho ver todo ese mundo, esas señoras y señores viendo la zarzuela como quien ve la tele, eligiendo eso en vez de ver la tele, y hay una potencia, como en al ópera, por abrir. Daniel Bianco está haciendo un trabajo muy interesante.

Da la impresión de que la varita del éxito, esa que determina lo que triunfa o no, viene de la mano de la diosa Fortuna, pero siempre es recomendable mirar más allá. Pablo Messiez (Buenos Aires, Argentina, 1974) es uno de los directores de moda del teatro español. A él no le gusta mucho esta etiqueta y puede que no le pongan cara porque el teatro no es muy de alfombras rojas y se tiene que pelear con uñas y dientes su espacio dentro de la cultura, pero este argentino afincado en España lleva más de dos décadas viviendo en un escenario. Ha trabajado con Daniel Veronese o con Claudio Tolcachir; Juan Carlos Gené y Ricardo Szuchmacher han sido sus maestros; empezó a actuar con 12 años y desde que llegó a España en 2008 es uno de nuestros directores y dramaturgos más emocionantes.

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