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Dario Fo, la sátira contra el poder en tres actos
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el dramaturgo falleció ayer

Dario Fo, la sátira contra el poder en tres actos

Decía Dario Fo que nació politizado y fue por medio de la sátira y el teatro como repartió mandobles a un poder que daba igual que viniera del Estado, la Iglesia o los mercados

Foto: El Nobel Dario Fo (Reuters)
El Nobel Dario Fo (Reuters)

Aseguraba Dario Fo que nació politizado. No obstante, una de sus frases más famosas decía que "la sátira es el arma más eficaz contra el poder. El poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos". Pero esta cita, convertida en prólogo y epitafio de su vida, fue en realidad el gran principio de su carrera. Dario Fo, fallecido ayer a los 90 años, fue irreverente, impertinente, incómodo y uno de los mayores azotes del poder, ya fuera este político, económico o eclesiástico, las tres dianas de su afiladísima pluma.

El Nobel de Literatura, que le otorgaron en 1997 precisamente por "mofarse del poder y restaurar la dignidad a los oprimidos en la más pura tradición de la juglaría medieval", deja escritas más de un centenar de obras, las últimas publicadas este año, 'Darwin, ¿somos monos por parte de padre o madre?' y 'Darío y Dios', además de una obra póstuma dedicada a Cristina de Suecia. Pero, por encima de todo, desde 'Misterio bufo' (1969), reconocida como una de sus grandes obras y una de las más ácidas críticas escritas contra la Iglesia, su carrera como dramaturgo se dedicó a sacudir sin piedad a la política italiana y a la religión a golpe de sarcasmo y burla, algo que le valió incontables polémicas con el Vaticano y muchos episodios de censura.

La desobediencia civil de los 70... y hoy

Lo de Sánchez Gordillo y su asalto a los supermercados de hace cuatro años parece calcado de '¡Aquí no paga nadie!'. Esta obra de Dario Fo está escrita en 1974 aunque bien podría haberse escrito hace uno o dos años. En ella, Fo llama a la desobediencia civil y la rebelión de una sociedad oprimida por las penurias. Y lo hace a través de dos amas de casa que no pueden llegar a fin de mes y optan por desvalijar un supermercado.

La ácida crítica al sistema económico y político de la Italia de los setenta, con una inflación insoportable que impedía a los trabajadores siquiera comprar comida (esta obra, por cierto, fue acusada de que aumentaran los saqueos en las tiendas de comestibles italianas y él, de instigación al delito) se suma a la crítica al Partido Comunista de su país, en otra de las constantes del dramaturgo italiano: una caricaturización irreprimible del poder que le convirtió en un activista respetado y censurado a partes iguales y uno de los símbolos de la izquierda de su país. Es tal la vigencia de '¡Aquí no paga nadie!' que Fo la reescribió en 2011, bajo el título 'Sotto paga! Non si paga!', convirtiendo a sus dos amas de casa en dos ciudadanos indignados y situándola en la Italia de Berlusconi.

Activismo político de izquierdas

'Muerte accidental de un anaquista' (1970) es probablemente la obra más conocida y representada de Fo. Escrita durante los llamados 'años del plomo', cuando en Italia se desata una particular ola de violencia auspiciada por el fascismo y el terrorismo de las Brigadas Rojas que sembró el país de bombas y de un clima de represión y 'caza al rojo', propició que Fo creará el Soccorso Rosso Militante, una organización con la que da asistencia legal a los militantes de izquierda encarcelados.

'Muerte accidental de un anarquista', dirigida por Esteve Ferrer en 2008

Fo escribe esta sátira sobre el poder un año después del asesinato del ferroviario Giuseppe Pinelli, que fue 'suicidado' desde la ventana de un cuarto piso de la Jefatura de la Policía de Milán, aunque tuvo que alegar que se basaba en un hecho real ocurrido en Estados Unidos en 1921 para burlar la censura y las represalias. En la obra, un loco que está siendo interrogado en una comisaría de policía, se hará pasar por el juez que tiene que investigar la muerte de un anarquista en ese mismo lugar configurando una farsa profundamente crítica que bebe de tensión política del país. Fo inicia así la senda de un teatro directamente político, casi militante, frente a las manipulaciones del poder establecido sin olvidar por un momento el juego teatral.

"Nosotros insistíamos en el compromiso, en la denuncia, pero sin olvidar jamás la esencia primera del teatro, que es la diversión, el juego de las situaciones dramáticas y cómicas. Conscientes de que si no funciona la maquinaria teatral, con todos sus ingredientes de espectáculo, tampoco funciona el discurso político, y todo se reduce a un panfleto tedioso e insoportable", aseguró años después de su estreno acerca de la intencionalidad de 'Muerte accidental de un anarquista'.

La máxima de espolear al poder caricaturizándolo y exponiendo sus miseras no cejó. En los años de Berlusconi, el primer ministro fue la diana de sus ridiculizaciones en los escenarios. Su voz, siempre denunciando los vicios y debilidades de la política, ha sido comprometida y radicalmente de izquierdas. En los últimos tiempos mostró públicamente su apoyo al Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo, a quien incluso ayudó a financiar su campaña con la venta de un cuadro en el que retrataba a una ministra del Partido Demócrata de Renzi. En 2013 escribió la obra 'Il Grillo sempre canta al tramonto' junto a Grillo y Casaleggio.

La Trinidad: Dios, la Iglesia y el Papa (de turno)

La Iglesia, el Vaticano y Juan Pablo II conforman la Santísima Trinidad de la crítica de Fo desde los años sesenta. Si 'Misterio bufo' es un manual de la juglaría y un discurso deslenguado contra el poder temporal de la Iglesia católica encarnada en Roma, 'El Papa y la Bruja' (1990) es la traca sarcástica final. La primera es una de las obras políticas más afiladas del dramaturgo y el punto de inflexión hacia su teatro de denuncia. Además de una de sus obras más representadas, junto a 'Muerte accidental de un anarquista', inmortal es ya su Bonifacio VIII volando cual Superman desde un avión para besar todos los suelos del mundo, el coro de 'La resurrección de Lázaro' y esos monólogos sobre los misterios bíblicos que dejaba al desnudo.

En 'El Papa y la bruja', que estrenó en 1990 junto a su mujer Franca Remi y sufrió los estragos de la censura, Fo apunta directamente a Juan Pablo II a través de un Papa polaco que promulga una encíclica a favor de la liberalización de la droga, el uso de anticonceptivos y el retorno de la Iglesia a la pobreza. El huracán que este pontífice progre provoca en el Vaticano no solo desata un exorcismo sino que deja al desnudo los vicios de una Iglesia donde campan a sus anchas los negocios con la mafia, las luchas de poder, la pedofilia... Pero si Dario Fo arreó a Juan Pablo II a placer, no fue menos crítico con Benedicto XVI, a quien definió como "ese Kissinger, ese plenipotenciario del Vaticano" y le contratacó por su visión medieval y de inferioridad de la mujer expuesta en la Congregación para la Doctrina de la Fe con 'La mujer, el Evangelio y la representación'.

Sin embargo, este "ateo pero no impío" salvó a Francisco de la quema. "Es un hombre excepcional, que ha tenido mucho coraje y, sobre todo, ha demostrado inteligencia". "Es un Papa revolucionario" que "está cambiando "el rostro de la Iglesia", añadía en 'Darío y Dios'. En este penúltima obra, el italiano vuelve a la carga con uno de sus personajes favoritos: Dios, al que define como un "loco de talento, obsesivo y brutal, paradójico y tiquismiquis, sumo confabulador, engatusador fenomenal, egocéntrico de la clase 'yo, yo y yo y nadie más', la mayor de las veces vengativo y contradictorio".

Todo un siciliano, aseguraba, de ese Dios que le acompañó durante toda su carrera.

Aseguraba Dario Fo que nació politizado. No obstante, una de sus frases más famosas decía que "la sátira es el arma más eficaz contra el poder. El poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos". Pero esta cita, convertida en prólogo y epitafio de su vida, fue en realidad el gran principio de su carrera. Dario Fo, fallecido ayer a los 90 años, fue irreverente, impertinente, incómodo y uno de los mayores azotes del poder, ya fuera este político, económico o eclesiástico, las tres dianas de su afiladísima pluma.

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