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'La fiesta de las salchichas': sexo, drogas y duchas vaginales
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ESTRENOS DE CINE

'La fiesta de las salchichas': sexo, drogas y duchas vaginales

Nada bueno —desde el punto de vista del puritanismo— podía salir de una película nacida de las mentes opiáceas de Seth Rogen y Jonah Hill. ¡Que viva el rollo bollo!

Foto: Fotograma de 'La fiesta de las salchichas'.
Fotograma de 'La fiesta de las salchichas'.

Jamás lo hubiera pensado. A mí, que por mi cumpleaños me regalaron el 'Snuff' de Palahniuk porque "es muy tú". A mí, que discuto con mis amigos si la carrera internacional de Rebeca Linares se truncó en el momento de ponerse dos prótesis como zepelines. A mí, que... corramos un (es)tupido velo; nunca hubiese imaginado que a mí -¡a mí!-  'La fiesta de las salchichas' consiguiese hacerme sentir como una monja de la caridad entrando por despiste en un cine porno y apartando pañuelos resobados con la casta punta del casto zapato. Que una película consiga que me sienta sucia al ver cómo una salchicha —¡de animación!— penetra en un sinuoso bollo —¡de animación!— es, como mínimo, inaudito. Y desde luego interesante

'La fiesta de las salchichas' es el desbarre máximo. El tipo de película con la que te ríes por lo bajini para no revelarte como un pervertido o un psicópata, y con la que, poco a poco, y al ver que la sala está llena de psicópatas y pervertidos como tú, acabas estallando en alaridos y risas histéricas, relajado como si hubieses aflojado el cinturón un par de agujeros. ¿Pero qué podía salir de la mente macerada en marihuana de Seth Rogen y Jonah Hill? Una película de animación cien por cien posmoderna, demencial, iconoclasta, deslenguada y absurdamente divertida

Tráiler de 'La fiesta de las salchichas'

'La fiesta de las salchichas' es una idea argumental salida probablemente de un colocón o de un "a que no hay huevos" que explota al máximo la fórmula que han popularizado series como 'South Park' y 'La casa de los dibujos animados' o, más recientemente, 'BoJack Horseman' y 'F is for Family'. Mucho sexo, algo de violencia, atrevimiento y descaro a gogó que envuelven una mensaje existencialista —algo contra la represión y los fundamentalismos ideológicos y religiosos, sobre el adocenamiento borreguil de la masa o qué se yo— y un mensaje a favor de la libertad individual: tenemos una sola vida, hay que disfrutarla, así que, ¡que viva el hedonismo y todos a darle al tema

Mucho sexo, algo de violencia, atrevimiento y descaro a gogó que envuelven un mensaje existencialista

En un mundo llamado "un supermercado cualquiera de este planeta lleno de supermercados clónicos", los alimentos viven una existencia tranquila y feliz, con la promesa de que cuando los dioses/consumidores los lleven al paraíso, les recompensarán con una vida de placeres y dicha infinita. ¿Les suena de algo? Frank (una salchicha a la que pone voz Jonah Hill) aguarda dentro de su paquete a que por fin le lleven al paraíso junto a su novia Brenda (un bollo de perrito caliente con la voz de Kristen Wiig) y que por fin ambos puedan consumar. Pronto estarán juntos, pero Frank, que es un ansioso, le pide a Brenda que se deje tocar solo la puntita.

Cuando la compradora les mete en el carrito, camino del cielo de los alimentos, Frank y Brenda conocerán a otros envasados, desde un 'bagel' judío llamado Sammy (Edward Norton) o un pan de kebab llamado Lavash (David Krumholtz) hasta una ducha vaginal —sí, una ducha vaginal— conocida como Douche (Nick Kroll), todos con su propia interpretación de lo que encontrarán al otro lado. Lo que no se esperan es, desde luego, la masacre inmisericorde de peladores, picadoras, cuchillos, batidoras y ollas a presión que en realidad les aguarda. Y Brenda se siente culpable de que ese destino aciago se deba a haberse dejado tocar la puntita antes de tiempo. De nuevo, ¿les suena?

Los padres que acaben despistados tendrán que explicar a sus hijos no los chistes escatológicos, sino el 'Por qué no soy cristiano' de Russell o la línea de tiempo del conflicto palestino-israelí

Con un diseño de producción cuidado y colorido y un trabajo de animación por ordenador sencillo y efectivo, los grandes alicientes de 'La fiesta de las salchichas' son su propuesta radical y subversiva y un elenco de dobladores —los más fiesteros de todas las barbacoas, seguro— entre los que encontramos a los colegas James Franco, Michael Cera, Paul Rudd y a una Salma Hayek con extra de chili y de curvas.

Greg TiernanConrad Vernon unen fuerzas para resarcirse de sendas carreras construidas en torno a la animación infantil —'Thomas and Friends' el primero, 'Shrek 2' o 'Madagascar 3' el segundo— y se desatan en esta aventura alucinógena, donde los alimentos intentan rebelarse contra los humanos y donde una ducha vaginal frustrada —a la que habían prometido una existencia entre los muslos de una mujer— se rellena a sí misma de vodka y se convierte en el villano más temible y sanguinario del supermercado. 

placeholder Cartel de 'La fiesta de las salchichas'.
Cartel de 'La fiesta de las salchichas'.

Que no todos los productos de animación son para niños lo sabíamos hace tiempo, pero mucha atención a los padres que acaben despistados —como la monja de la caridad— teniendo que explicar a sus hijos no los chistes escatológicos ni las gracietas sexuales, sino el 'Por qué no soy cristiano' de Bertrand Russell o la línea de tiempo del conflicto palestino-israelí.

Una crítica ácida a las religiones y al puritanismo por un lado, y a las películas de animación de Disney por otro, convierte a 'La fiesta de las salchichas' en la película de animación más gamberra de la cartelera. Las escenas de rollo bollo, sodomía con gluten, tríos macrobióticos y orgías hiperglucémicas, en la comedia sicalíptica del año. 

Foto: Fotograma de 'Un monstruo viene a verme'.
Foto: Fotograma de 'Historia de una pasión'.

 

Jamás lo hubiera pensado. A mí, que por mi cumpleaños me regalaron el 'Snuff' de Palahniuk porque "es muy tú". A mí, que discuto con mis amigos si la carrera internacional de Rebeca Linares se truncó en el momento de ponerse dos prótesis como zepelines. A mí, que... corramos un (es)tupido velo; nunca hubiese imaginado que a mí -¡a mí!-  'La fiesta de las salchichas' consiguiese hacerme sentir como una monja de la caridad entrando por despiste en un cine porno y apartando pañuelos resobados con la casta punta del casto zapato. Que una película consiga que me sienta sucia al ver cómo una salchicha —¡de animación!— penetra en un sinuoso bollo —¡de animación!— es, como mínimo, inaudito. Y desde luego interesante

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