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'El amante de lady Chatterley', la novela erótica de toda una generación
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nueva edición ilustrada

'El amante de lady Chatterley', la novela erótica de toda una generación

"La pornografía es el intento de insultar al sexo, de cubrirlo de inmundicia", se defendía D.H. Lawrence de las acusaciones de indencia que vetaron su célebre obra 30 años

Foto: Ilustración de Romana Romanyshyn y Andriy Lesiv para 'El amante de lady Chatterley' (Sexto Piso)
Ilustración de Romana Romanyshyn y Andriy Lesiv para 'El amante de lady Chatterley' (Sexto Piso)

"Las relaciones sexuales empiezan allí hacia 1963, algo tarde para mí, cuando acaba la censura de Lady Chatterley y los Beatles lanzan su primer longplay". Martin Amis describe de este modo, en 'La viuda embarazada' (2011), cómo influyeron en la revolución sexual de los setenta los explícitos escarceos amorosos y el descubrimiento del fragor (y la necesidad) sexual de Connie Chatterley en toda una generación de lectores a los que les estuvo vetada la novela de D.H. Lawrence.

La historia de 'El amante de lady Chatterley', hoy todo un referente de la literatura erótica y casi un compendio sociológico sobre la lucha de clases, el empoderamiento femenino y esa guerra tan estúpida del intelecto vs. el sexo, es la de la censura. En Gran Bretaña y Estados Unidos el libro estuvo prohibido 30 años acusado de pornográfico e indecente. En España, durante la dictadura, circuló de forma clandestina. Todo porque Lawrence, que reescribió tres veces el libro desde el primero editado por un florentino en 1928, ensalza la importancia de la sexualidad, en hombres y en mujeres, de forma clara y sin tapujos. La novela vuelve ahora a las librerías en una nueva edición de Sexto Piso ilustrada por Romana Romanyshyn y Andriy Lesiv.

La belleza del coño

Por eso, no es extraño que cuando cayó en mano de los lectores de la época, en plena liberación de los corsés de la moral políticamente (y eclesiásticamente) correcta, la obra se convirtió en un manual de educación sexual. Ahí podían encontrar referencias al sexo anal, podían leer a dos amantes fogosos que rompían la escala Fahrenheit, ver a una mujer que se libera del estándar que le impone la sociedad y (oh, revolución) quiere gozar y se desnuda de su vergüenza gracias al sexo o leer frases como "follar es algo que simplemente se hace. Los animales follan, pero un coño es más que eso. Un coño eres tu misma, ¿no lo ves? Hay una gran diferencia entre tú y los animales, ¿verdad? Incluso cuando follas. ¡El coño! Esa es tu belleza, mi amor".

Hoy meterse en el mundo de lady Chatterley, su paralítico marido y su apasionado amante Mellors no solo no es nada escandoloso, de hecho, en ocasiones, supura un machismo muy de la época, pero destaca sobremanera lo avanzado de la fuerte reivindicación de la libertad femenina y el retrato de clases y de un mundo dominado por el dinero y los tabúes que hoy nos siguen rodeando de forma muy similar. Lawrence lo escribió en palabras de uno de los personajes de su celebérrima novela: "el único tabú enloquecedor que queda hoy en día es el sexo como un acontecimiento vital y natural".

"El único tabú enloquecedor que queda hoy en día es el sexo como un acontecimiento vital y natural"

En este sentido, recuerda el Nobel J.M. Coetzee en 'Contra la censura. Ensayos sobre la pasión de silenciar' que 'El amante de lady Chatterley' es un relato sobre la transgresión de fronteras; fronteras sexuales y fronteras sociales sexualizadas. Sus tensiones específicas y su fuerza dramática depende, por lo tanto, de la viabilidad continuada de los tabúes. El tabú es una condición necesaria de su existencia. La economía sexual de los amantes, la economía dramática del relato, incluso las ganancias o pérdidas del libro publicado, dependen de la vitalidad de los tabúes. El libre se abre; después de largos desplazamientos, después de muchas páginas, los amantes quedan desnudos, sus cuerpos explorados, su verdad se cuenta por fin; el libro puede cerrarse sobre ellos. Sin embargo, el mismo libro espera a que se lo vuelva a abrir, a explorar. Cada vez que lo reabrimos, los amantes vuelven a estar ante nosotros, preparados para la desnudez y la exploración correspondientes. Cualesquiera que fueran los tabúes derrotados en el primer recorrido por el texto, ahí están de nuevo, redivivos".

Coetzee dedica un capítulo a la censura, el juicio y la persecución que sufrió la novela de Lawrence. Cuenta que, cuando Penguin Books publicó en 1960 el texto íntegro de la edición de 1928, la respuesta de la Corona británica fue emprender acciones legales en virtud de la Ley de Publicaciones Obscenas aprobada un año antes. Pero frente a la legislación del siglo XIX que se encargaba de estos casos, la nueva norma incluía la opción de salvar a un libro de la purga en función de su mérito literario, que debían resaltar expertos en la materia.

Un libro a juicio

Con este escenario, fueron desfilando varios testigos a favor de la editorial, incluidos sacerdotes y un obispo anglicano que sostuvo que el sexo estaba descrito como "algo esencialmente sagrado", que inclinaron la balanza del lado del autor. Tanto es así que el juicio y la absolución están considerados un acontecimiento emblemático que liberó la fuerza sexual contenida y dio el pistoletazo de salida a la revolución de los sesenta y setenta.

A pesar de que Lawrence ganó, los problemas no acabaron ahí. El clásico '¿si?, pues ahora vamos a por ti'. La Cámara de los Lores debatió una moción para prohibir todos los textos del escritor británico. "Tengo una opinión muy firme sobre el hecho de que en este país se dé libertad sin freno a todo el mundo, y me preocupa mucho que nuestro mundo pueda volverse depravado e indecente, por no decir algo peor", afirmó el impulsor de la moción, lord Teviot, quien además definía 'El amante de lady Chatterley' como "una afrenta repugnante e indecente a las convenciones sociales".

Al final tuvo que retirar la moción, pero la obra siguió siendo considerada un atentado contra el decoro durante mucho tiempo. ¿Sus pecados? Lady Chatterley es adúltera, cero casta y a veces antinatural en sus relaciones. La sodomía, recuerda el Premio Nobel, era un delito tal que el código penal británico de los años veinte la penaba con "castigos draconianos, incluso si se producía entre marido y mujer". Pero, ahonda Coetzee, la mayor afrenta de la novela es que 'contamina' la mente de los lectores levantando todos esos tabúes desde el lenguaje.

"La pornografía es el intento de insultar al sexo, de cubrirlo de inmundicia", se defendió Lawrence en varios textos. El problema, añadía, era que la sociedad británica consideraba el sexo una inmundicia y una contaminación. Según su opinión, se trataba de una actitud heredada de la sífilis vivida en la época de Isabel II cuyo horror se instaló en la mente y la conciencia de sus ciudadanos.

"El poder evocador de las llamadas palabras obscenas debía ser muy peligroso para los caracteres cortos de alcance y violentos de la Edad Media, y quizá sigan siendo demasiado fuertes para los caracteres inferiores, poco despiertos y semievolucionados de la actualidad", añadía el escritor. Porque precisamente se temía tanto o más a las palabras que a las imágenes sugerentes e incluso incitadoras que desliza la novela. Por eso Lawrence dijo con mucha razón -en una frase que hoy podemos sacar a pasear sin problema-: "El canguro es un animal inofensivo, la palabra cagar es una palabra inofensiva. Convirtamos cualquiera de los dos en tabú y se volverán peligrosos. El resultado del tabú es la demencia".

"Las relaciones sexuales empiezan allí hacia 1963, algo tarde para mí, cuando acaba la censura de Lady Chatterley y los Beatles lanzan su primer longplay". Martin Amis describe de este modo, en 'La viuda embarazada' (2011), cómo influyeron en la revolución sexual de los setenta los explícitos escarceos amorosos y el descubrimiento del fragor (y la necesidad) sexual de Connie Chatterley en toda una generación de lectores a los que les estuvo vetada la novela de D.H. Lawrence.

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